Columnas
de Javier Ortiz aparecidas en
durante el
mes de enero de 2005
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Hablando de cobardes |
JAVIER ORTIZ No descarto que, a fuerza de no haber querido nunca hablar con él, el presidente del PP no tenga ni idea de cómo es Ibarretxe. De todos modos, hubiera podido informarse. En tal caso, se habría enterado de que el lehendakari ha dado siempre la cara cuando ha considerado que era su obligación darla, razón por la cual no ha dudado en acudir a manifestaciones, funerales y actos públicos celebrados lejos de Euskadi en los que corría el riesgo de pasar muy malos tragos. Y los ha pasado. (Digamos, por comparar: es poco probable que Ibarretxe se hubiera refugiado en su pueblo para escapar de una manifestación en la que el vitoreado pudiera ser otro dirigente de su propio partido, y no él). Estamos, una vez más, ante el ladrón que grita «¡Al
ladrón!». Cualquier observador capaz de mirar la realidad con cierta imparcialidad
está obligado a constatar que los planteamientos soberanistas vascos y
catalanes están sometidos a un bloqueo informativo casi total fuera de sus
dos comunidades de origen. En España todo el mundo se dice ya hasta el gorro
de oír hablar del plan Ibarretxe -y probablemente con mucha razón-, pero
¿cuántas veces ha tenido ocasión de escuchar argumentos a favor de ese plan,
o no hostiles, por lo menos? La observación es ampliable. Hacen legión los que
protestan porque los periódicos, las radios y las televisiones no paran de
dar vueltas y más vueltas al llamado «problema vasco». Pero ¿no será más bien
que están hartos de oír siempre a los mismos argumentando siempre lo mismo, y
nunca a otros aportando razones divergentes? En las tertulias radiofónicas matritenses, tan
influyentes en el modelado de la opinión pública española, hay algo así como
ocho o diez opinadores de origen vasco, pero no hay ni uno solo que muestre
comprensión hacia las posiciones soberanistas y pueda explicárselas a una
audiencia que, con muy contadas excepciones, las desconoce. Esto no vale sólo
para los medios de comunicación privados: también para los públicos, que en
ese punto obran exactamente igual. Quienes consideran que están en lo cierto y creen que
pueden demostrarlo no sólo no temen confrontar sus puntos de vista con los
opuestos, sino que se prestan gustosos a ello. Entienden que de ese modo
resaltará más la fuerza de sus argumentos. Son quienes desconfían del valor
de sus razones los que hacen todo lo posible por silenciar al contrario,
deformando lo que dice y lo que pretende. En concreto: ¿quién está demostrando ahora mismo que
huye de la polémica franca y abierta? Yo no llamo a nadie cobarde. Me limito a señalar hechos.
[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 29 de enero de 2005] Para
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Dos tipos de gente |
JAVIER ORTIZ Para mí que en la España de hoy hay dos bandos: el de quienes están empeñados en dividirnos en dos bandos y el de quienes no. Me encontré el pasado sábado en unos grandes almacenes
con Ramón, hermano de mi buen amigo Gervasio Guzmán. Ramón, que es persona conocida -amén de previsora:
estaba comprando un calentador de aire-, se caracteriza por su defensa
pública y notoria de un ideario político que está en las antípodas del mío,
kilómetro más o menos (o yo me caracterizo por asumir un ideario radicalmente
opuesto al suyo, que es otro modo de ver la cosa). Pese a lo cual, cuando nos vemos nos saludamos con
simpatía. Nuestra mutua consideración se basa -creo yo- en que los dos damos por
hecho que el otro piensa lo que piensa y hace lo que hace después de haberlo
reflexionado en frío, ponderando pros y contras, y sin mayor gana de utilizar
sus reflexiones como arma arrojadiza. En cosa de nada nos encontramos hablando del actual
clima de crispación política. Coincidimos de inmediato en la queja, si es que
no en el diagnóstico: el escenario político de la Villa y Corte se está
llenando de personajes que muestran unas ganas más que llamativas de liarse a
bofetadas. Y lo que es peor: cuya popularidad se incrementa cuanto más obvio
es su deseo de dar leña al de enfrente hasta que caiga de hinojos y pida
perdón por existir. Mientras nos lamentábamos de estas cosas -él con su caja
de calentador de aire a los pies, yo sujetando en la mano, a modo de calavera
hamletiana, un aparatito para quitar pelusas de la ropa-, a no mucha
distancia de nosotros se estaba desarrollando una manifestación en la que, so
pretexto de condenar la violencia, se exhibía un espíritu violento de mucho
cuidado. Cuando me enteré de lo que había ocurrido, me vino al
recuerdo la conversación con Ramón. Lo peor de los demagogos intransigentes no es lo que
hacen, sino lo que incitan a hacer. Ellos no bajan a la calle a pegar a
nadie, pero consiguen que muchos otros desvíen sus frustraciones por el canal
de la agresividad política. Me da miedo su empeño en dividirnos a todos en dos
bandos: de un lado, ellos, con su nueva versión del «Dios, Patria, Rey»; del
otro, los demás: la hez, la anti-España, los degenerados, los laicos, los
moros, los maricones y todo el resto de la escoria. Puestos a formar dos bandos, prefiero trazar otra línea
divisoria. Sitúo de un lado a quienes hablan sin chillar, a quienes dejan a
los demás expresarse, a quienes razonan y no insultan, a quienes hacen como
si creyeran en la buena fe del oponente, más allá de lo que se barrunten. A ésos, de un lado. Y del otro, a quienes se colocan
ellos mismos enfrente, sea por gusto o por interés. [Es copia del artículo publicado por El Mundo el 26 de enero de 2005] Para
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Actualidad asimétrica |
JAVIER ORTIZ El personal del Ebro para abajo que oyera el pasado martes este comentario en boca de José Bono no sabría ni de qué hablaba. Aunque supongo que tampoco sería tanta la gente que lo oyera: las grandes cadenas de radio y televisión obviaron esa parte de las declaraciones del ministro de Defensa. De todos modos, Bono no se refería a ninguna noticia
aireada por Gara. Ni siquiera
hablaba de algo que acabara de pasar. Aludía a un suceso ocurrido en San
Sebastián cinco días antes, del que se hizo eco el conjunto de los medios de
comunicación vascos y que fue corroborado en todos sus extremos por Ernesto
Gasco, concejal responsable de la Policía Municipal del Ayuntamiento
donostiarra (y miembro, por cierto, del mismo partido al que pertenece el
ministro de Defensa). Bono tenía que saberlo: esa misma mañana, tanto EL
MUNDO como El País habían dado cuenta de los datos aportados por el concejal.
La historia a la que se refiere todo esto se cuenta
rápidamente, y tiene poca vuelta de hoja, porque sucedió ante testigos. En la
noche del pasado 13, en el centro de San Sebastián, cerca del Paseo de la
Concha, unos individuos que se estaban dedicando a arrancar señales de tráfico
la emprendieron contra un hombre que reprobó su actuación. Le gritaron: «¿Te
parecerá bien entonces lo que hace ETA? ¿Estarás de acuerdo con el plan Ibarretxe, eh, cabrón?» y se
fueron a por él. El increpado trató de huir, pero le cortaron el paso. Le
propinaron una enorme paliza. Quedó tendido en el suelo, sin sentido, con
numerosas heridas y lesiones. Hubo de ser hospitalizado de urgencia. Gracias
a los datos aportados por los testigos, que describieron a los agresores, la
Policía Municipal detuvo poco después a dos personas que resultaron ser
soldados paracaidistas de Alcalá de Henares en misión temporal en el País
Vasco. El herido es Mikel Martín, militante de Zutik! y de EGHAM,
coordinadora vasca de gays y lesbianas. Me hago algunas preguntas. Entre otras: ¿por qué un
suceso como ése ha merecido tan escasa atención? Otrosí: ¿cómo puede ser que,
cinco días después, con el asunto ya incluso en manos de la Justicia, el
ministro de Defensa pretenda que carece de información fidedigna y atribuya
la noticia a Gara, que ni siquiera
fue el primer medio en difundirla? Pongámonos en el hipotético y más que improbable caso
opuesto: que dos miembros de la unidad de asalto de la Ertzantza de paso por
Madrid hubieran dado una paliza a un paseante al grito de «¡Seguro que apoyas
la Ley de Partidos, so cabrón!» ¿Cree alguien que semejante barbaridad habría
quedado al margen de los telediarios? ¿Que no habría sido mencionada en
ninguna tertulia? [Es copia del artículo publicado por El Mundo el 22 de enero de 2005] Para
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EL HORNO |
Círculos viciosos |
JAVIER ORTIZ La interpretación del suceso del pasado martes se ve particularmente dificultada por el hecho de que el coche bomba contenía una carga muy potente -nada que ver con los petardos del pasado verano-, que fue colocado a una hora de bastante movimiento de personas, que el aviso de su colocación lo hicieron sin dejar tiempo para un desalojo en condiciones de la zona y que, para más inri, el anunciante lo situó en una calle en la que no estaba, no se sabe si a propósito o por directa incompetencia. He oído interpretaciones para todos los gustos. Los hay
que dicen que la bomba iba probablemente dirigida contra la vivienda de un
empresario que no paga a ETA y que trataba de dejar claro a la gente de
dinero que, con tregua o sin tregua, deberá seguir pagando. Otros consideran
que intentaba herir o matar ertzainas -uno resultó con lesiones menores- para
que el Gobierno del lehendakari Ibarretxe sepa que no hay connivencia
posible. También me ha llegado otra hipótesis más, no imposible,
pero sí poco verosímil: que haya sido obra de gente de ETA que no está de
acuerdo con la evolución que están siguiendo los acontecimientos. La más probable, en mi criterio -que fundamento no en
nada que sepa sobre lo que se cuece ahora mismo en ETA, sino en el
conocimiento de sus querencias a lo largo del tiempo- es que esté tratando de
demostrar que, si en un futuro más o menos cercano entra por la vía de la
tregua y la negociación, no lo hará porque no tenga la fuerza necesaria para
liar la de Dios, sino porque elegirá no hacerlo, por razones políticas. Es algo muy habitual en su práctica: que sus ofertas de
diálogo y sus declaraciones de tregua se vean precedidas por algunos
atentados sonados. Lo que pasa es que los tiempos han cambiado, y un atentado
con víctimas mortales, como podía haber sido el de anteayer, lo más probable
es que hubiera neutralizado en buena medida durante mucho tiempo los efectos
de cualquier oferta de diálogo y de cualquier tregua. Dice Otegi que el proceso de paz que ellos desean «no
puede responder a una política de grandes titulares». Eso demuestra que, en efecto,
no hay en marcha por ahora ningún proceso de paz. Porque es difícil que
atentados como el de ayer no den origen a grandes titulares. Sucede, de todos modos, que los avisos de este tipo que lanza ETA suelen verse correspondidos una
y otra vez por avisos opuestos del
Estado, que también quiere hacer que se sepa que, si alguna vez negocia,
tampoco lo hará porque tire ninguna toalla. Círculos viciosos. Viejos y viciosos. [Es copia del artículo publicado por El Mundo el 20 de enero de 2005. Se trata
de un artículo de los que Ortiz suele publicar, a petición del periódico,
para sustituir a algún otro columnista que, por las razones que sean, no ha
enviado ese día su colaboración. Como ocurre siempre en esos casos, el
cintillo de la columna es “El Horno” y no “Zoom”] Para volver a la página de inicio, pincha aquí |
ZOOM |
Da igual el 'plan Ibarretxe' |
JAVIER ORTIZ Es un mal planteamiento. Lo es, en primer lugar, por razones lógicas. En efecto,
si la suma de los votos del PNV, EA, EB y tres diputados de Sozialista
Abertzaleak, al constituir la mayoría absoluta del Parlamento vasco, se
convierte en el voto de la institución como tal -y, por vía de consecuencia,
de la representación mayoritaria de la población de las tres provincias de la
comunidad autónoma-, el voto conjunto del PSOE y el PP en el Congreso de los
Diputados, abrumadoramente mayoritario, deberá ser tenido también por lo que
es: la decisión del Parlamento central y, en tanto que tal, la de la mayoría
de los electores españoles. De modo que, para ser justo, Ibarretxe hubiera
debido decir: «No permitiré que la voluntad de la mayoría de los vascos y las
vascas sea sustituida por la voluntad de la mayoría de los españoles y las
españolas». Esa afirmación, además de resultar más exacta, tendría
la ventaja, no menor, de que señalaría con precisión el problema central que
se está encarando. La cuestión no es el plan
Ibarretxe. La cuestión no es si se planteó así o asao, si fue discutido
por más o por menos, si su articulado recoge tales o cuales aspectos... La
cuestión central -y en cierto modo única- es si las nacionalidades o naciones
minoritarias que coexisten dentro de España (el propio Rodríguez Zapatero ha
admitido que se hable de España como «nación de naciones») tienen derecho a
decidir por sí mismas su futuro o si no lo tienen, porque se entiende que ese
derecho radica exclusivamente en el Parlamento central, como representante de
la soberanía única del conjunto de los españoles. Siendo ése el meollo del problema, tanto da que se hable
del plan Ibarretxe o del nuevo Estatut catalán, una vez que la
mayoría catalana ha puesto sobre la mesa la afirmación de que es al pueblo de
Cataluña a quien corresponde decidir su propio futuro. Dan igual todos los malabarismos que haga el Gobierno
socialista. O reconoce ese derecho a Cataluña (y, en tal caso, ¿por qué no
también a Euskadi?) o no se lo reconoce a nadie. Y no se lo reconoce a nadie. Anteayer, Ángel Acebes
reveló que Zapatero y Rajoy han acordado que no se reformará ningún estatuto
de autonomía -ninguno-, si la reforma no recibe la bendición de las
direcciones centrales de sus dos partidos. José Blanco trata de tranquilizar a los partidos
catalanes, y también a IU, asegurándoles que la posición del Gobierno del
PSOE ante el plan Ibarretxe no va con ellos. Tranquilícense, si quieren, pero
lo que Zapatero y Rajoy han acordado les afecta de lleno. Les han dicho: «O
lo hacéis a nuestro modo o no lo hacéis». Así de claro. |
[Es copia del artículo publicado por El Mundo el 19 de enero de 2005.] Para
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¡Qué gente más rara! |
JAVIER ORTIZ He estado repasando la legislación vigente y está claro
que la ley no permite al Gobierno vasco convocar por su cuenta, sin la
aprobación de las Cortes, un referéndum sobre el Estatuto de Autonomía del
género de los que prevén los artículos 151 y 152 de la Constitución. Lo que no veo por ningún lado es que la ley prohíba al Gobierno vasco la realización de una consulta sin ningún poder vinculante que permita conocer la opinión que tienen los vascos y las vascas -quienes quieran opinar, por supuesto- sobre lo que sea. Si la memoria no me falla, algunas alcaldías españolas han convocado en los últimos años referendos informales para sondear la opinión del vecindario sobre asuntos que no tenían claros, y ninguna fue conminada por las autoridades del Estado para que renunciara a la realización de la consulta. Y es que no hace falta que ningún código nos diga qué es
lo que podemos hacer. Ilegal es sólo aquello que la ley determina que está
prohibido. Así nos enseñaron que funcionaba el Derecho desde los tiempos de
la vieja Roma: se supone que a la autoridad le corresponde tasar lo que uno
no ha de hacer si quiere eludir que le impongan el castigo correspondiente.
Todo lo demás, en principio, se puede. Es extraña la perra que les ha entrado a los partidos
que se dicen constitucionalistas con esto de la consulta que pretende
Ibarretxe. Resulta extraña, quiero decir, si damos por supuesto que están
realmente convencidos de que la realidad de Euskadi es como ellos la pintan.
Por ejemplo: sostienen que la mayoría de la población vasca rechaza el plan
aprobado por el Parlamento de Vitoria el 30 de diciembre. Incluso han
encargado y publicado sondeos que refuerzan esa tesis categórica. Pues bien:
¿qué mejor modo de cerrar la boca a quienes pretenden lo contrario que
demostrarles palmariamente, urnas mediantes, su tremenda equivocación? ¡La
cantidad de larguísimas y aburridísimas discusiones que nos ahorraríamos si
se demostrara de una vez por todas que el pueblo vasco no quiere ser soberano
sino en la medida porcentual que le corresponde como parte integrante del
pueblo español! Dejaríamos de paso también en el olvido las recurrentes
elucubraciones sobre las tan controvertidas dos mitades en las que
supuestamente se divide la ciudadanía vasca. Podríamos establecer la cosa con
matemática certeza: de tal criterio, este tanto por ciento; del criterio
opuesto, este cuanto; de criterios diferentes a ambos, indiferentes a ambos o
mediopensionistas, los demás. Y a otra cosa, que ya va siendo hora. Pero no. No quieren que su verdad resplandezca. ¡Qué
gente más rara! Aunque quizá el raro sea yo que, cuando me equivoco,
prefiero saberlo cuanto antes. Claro que no cobro a tanto por error. [Es copia del artículo publicado por El Mundo el 15 de enero de 2005.] Para
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Rentistas de la desmemoria |
JAVIER ORTIZ Existe un antídoto eficaz contra los efectos de la desmemoria: la lectura. En estos tiempos de ahora, gracias a Internet, es fácil documentarse y comprobar lo que cada cual dijo o firmó en aquellos momentos. Pero casi nadie lo hace. Amparados en la desmemoria, los tales partidos pretenden
sin sonrojo que hacen bandera del Estatuto de Gernika y el Pacto de Ajuria
Enea. Incluso lo pretende el Partido Popular -por entonces Alianza Popular-
que llamó a votar en contra del Estatuto. Si los ciudadanos de ahora leyeran aquellos textos -que,
insisto, están a su alcance- se llevarían muchas sorpresas. Comprobarían, por
ejemplo, que el Estatuto de Gernika se inicia afirmando: «El pueblo vasco o
Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, se constituye como
comunidad autónoma». «Como expresión de su nacionalidad». No como concesión
de nadie. Verían igualmente que el propio Estatuto aclara que su aprobación
no suponía ninguna renuncia a cotas superiores de autogobierno. Y cómo hace
expresa mención, a tal efecto concreto, de la posibilidad de su reforma. No menos asombro les produciría la lectura del Pacto de
Ajuria Enea, en particular del punto en el que invita a los violentos a que
«se incorporen a la actividad institucional, desde la que estarán legitimados
para defender, por vías pacíficas y democráticas, sus propios planteamientos
políticos». Les sorprendería, y con razón, que aplaudan ese texto quienes han
conseguido que Batasuna quede fuera de las próximas convocatorias
electorales. Y quienes rechazan airadamente que todos los planteamientos
políticos puedan ser promovidos por vías pacíficas y democráticas, como las
que está siguiendo Ibarretxe. Hay más papeles dignos de recuerdo. Por ejemplo, la
declaración de la Mesa de Ajuria Enea de 25 de junio de 1996, en la que los
partidos que la integraban, incluidos el PSOE y el PP, sellaron solemnemente
su compromiso de «respetar y hacer respetar» -«en todos los ámbitos»,
precisaron- la legitimidad de las decisiones que adoptara «el pueblo vasco». El
pueblo vasco: no las Cortes Generales. Podrán alegar que aquellos textos ya no se ajustan a la
realidad. Que creen que fueron positivos en su momento, pero que han dejado
de valer. Sea. Pero, si eso es lo que piensan, ¿por qué no lo dicen? ¿Por qué
continúan invocándolos retóricamente? No vale la pena que respondan. Ya lo sé: para
presentarse como continuadores de una causa histórica a la que se sumaron a
regañadientes -los que se sumaron- y con la que nunca se han sentido
realmente identificados. [Es copia del artículo publicado por El Mundo el 12 de enero de 2005.] Para
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Haciendo la Pascua |
JAVIER ORTIZ Se me viene a la cabeza el deprimente endecasílabo del oriolano pensando en las vueltas y revueltas que ha dado nuestra Historia para acabar volviendo a una de sus más tristes estaciones de paso: a aquel «¡Antes una España roja que una España rota!» de hace casi 70 años. Dice el ministro de Defensa, José Bono, que España es
«una de las naciones más antiguas del planeta». Y lo ilustra señalando que en
1782, fecha del primer acto de la Pascua Militar española, «no existían
Canadá, ni Italia, ni Brasil, ni Alemania. Ni siquiera los Estados Unidos de
América habían sido reconocidos. Sin embargo, España ya había conocido, desde
los Reyes Católicos, 10 reyes». Visión singular la de Bono. Porque la España a la que
alude abarcaba una población y ocupaba un territorio muy distintos de los
actuales. Serviría mejor su argumento para defender la idea de que España se
mantiene incólume por muchas tierras y muchas poblaciones que se le desgajen.
Lo cual podría servir para quitar importancia a las posiciones separatistas,
pero no para lo contrario. La entidad a la que Bono hace referencia no es la nación
española, sino el Estado español. Una nación no experimenta los vaivenes que
ha sufrido España desde hace cinco siglos. No pasa de extenderse por el mundo
entero y sumar cientos de millones de habitantes a esto de ahora. Esas
convulsiones las padecen los estados, no las naciones, si nos atenemos al
concepto moderno de nación. La prueba palmaria de que la nación española presenta
problemas importantes de conformación nos la proporciona el hecho mismo de
que una parte notable de las gentes nacidas en su territorio no se identifica
con ella. «Euskadi y Cataluña gozan de una autonomía mucho más
amplia que ninguna otra región de ningún otro Estado del mundo», se quejan.
«Les des lo que les des, siempre piden más. Los nacionalistas vascos y
catalanes son insaciables». ¿Sí? ¿Y por qué creen que sucede tal cosa? ¿Tal
vez por alguna extraña malformación genética extendida por las áreas
periféricas? ¿No será más bien porque no se avienen a que alguien les dé o
les niegue -les administre: tutele, en suma- unas libertades que consideran
propias? Lo que más me preocupa del discurso de Bono en el acto
de la Pascua Militar no es que afrontara un expediente político tan complejo
con argumentos traídos por los pelos. Lo que me inquieta es que Rodríguez
Zapatero deje en manos de su ministro de Defensa la teorización de esos
asuntos, y que le permita hacerlo en actos que se supone dedicados a asuntos
estrictamente castrenses. A no ser que piensen que éste es un asunto estrictamente
castrense. Lo que nos devolvería a los planteamientos que se
estilaban hace algo así como 70 años. (Que es el punto por el que he empezado
estas líneas.) [Es copia del artículo publicado por El Mundo el 8 de enero de 2005.] Para
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Los fetichismos legales |
JAVIER ORTIZ Es una de esas frases que suenan tan rotundas que parecen incontrovertibles, pero que, en cuanto se analizan con un cierto detenimiento, no se sabe qué quieren decir. ¿Qué sentido tiene oponer así, en general, mayoría y legalidad, cual si fueran entidades independientes? La legalidad procede del poder legislativo, que se atiene al criterio de la mayoría parlamentaria. Son las mayorías las que deciden qué es y qué no es legal. Lo que supongo que quería decir el señor Barreda es algo
mucho más concreto: que ninguna mayoría vasca puede ir en contra de la
legalidad española. Pero precisamente eso era lo que se estaba discutiendo. Le ha sucedido algo semejante al presidente del
Gobierno, Rodríguez Zapatero, quien dijo anteayer: «Ibarretxe me va a escuchar
que se puede dialogar de todo dentro de la Constitución. Fuera de la
Constitución no cabe nada». Pongamos que hubiera aspectos del plan Ibarretxe cuyo encaje legal precisara reformar algún
artículo de la Constitución (como los puede haber en la reforma del Estatut que se está gestando en
Cataluña, dicho sea nada de paso). Pongamos que así sea, aunque haya
constitucionalistas -incluido uno de los llamados «padres de la
Constitución»- que sostengan que no sería necesaria ninguna reforma, siempre
que se aplicara con criterio amplio la disposición adicional primera de la
propia Constitución. Pero, sea como sea, ¿qué razón de principio podría
impedir que se debata sobre esa hipotética reforma? Fíjense ustedes que
Zapatero no dice que se oponga a una reforma de ese género, sino que se niega
incluso a dialogar sobre su conveniencia o inconveniencia. ¿Qué es eso de que «fuera de la Constitución no cabe
nada»? La propia Constitución (título X, art. 166 y ss.) prevé la vía de su
reforma. Parece lógico que, de reformarse la Constitución, ha de ser para
incluir en ella algo que antes no estaba o para quitar algo que estaba. Es lo malo que tienen los simplismos, que conducen al
absurdo: la pretensión de que «fuera de la Constitución no cabe nada» es...
inconstitucional. A los Zapatero y a los Barreda -y a los Bono, y a los
Rajoy, y a cuantos no quieren ni oír hablar de replantearse el modelo de
organización territorial de España- les encanta librarse de sus propias
responsabilidades descargándolas sobre la legalidad, haciendo como si las
leyes fueran fetiches intangibles, inalterables por la voluntad de los
hombres. Pero no; no hay nada de eso. Podemos organizarnos como
queramos. Y si no estamos de acuerdo en lo que queremos, debatámoslo
tranquilamente. Pero sin anatemas ni dogmas previos, por favor. [Es copia del artículo publicado por El Mundo el 5 de enero de 2005.] Para
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EL HORNO |
El 'plan Zapatero' |
JAVIER ORTIZ De ser así, ¿en qué victoria estará pensando? Imagino que no en la posibilidad de que el PSE-PSOE, que en 2001 obtuvo el 17,8% de los votos, vaya a lograr ahora desbordar a la coalición PNV-EA, que logró el 42,4% y pactó acto seguido el respaldo del 5,5% de Ezker Batua. Seguro que Zapatero es un gran optimista, pero me niego
a creer que confíe en que los socialistas vascos remonten una diferencia de
30 puntos. Dando eso por hecho, colijo que a lo que aspira Zapatero
es a un auge electoral importante del PSE-PSOE, que le sitúe en posición de
hacerse con el Gobierno vasco gracias al posterior apoyo del PP. Eso también
les obligaría a subir bastante -más de un 7% entre ambos-, pero no tanto. Ahora bien, ese planteamiento afronta problemas de
considerable peso. Veamos. Primer punto clave: casi todo el mundo está de acuerdo
-al menos en Euskadi- en que si Patxi López y los suyos pueden recuperar
posiciones electorales es gracias a que se han distanciado de la política de
unidad incondicional con el PP que el PSE mantuvo en tiempos de Redondo
Terreros. Si el electorado percibe que se disponen a regresar a aquella
política, su augurada mejoría puede verse más que comprometida. Segundo punto: aunque el PSE mejore resultados, si el PP
los pierde, la suma de ambos seguirá siendo la misma. Lo cual encaja bien con
las peculiaridades de la sociología electoral vasca, que suele registrar
algunos trasvases de votos -tampoco demasiados- dentro del campo
nacionalista, y otros dentro del campo estatalista,
pero casi nunca de un campo a otro. Tercer punto: habrá que ver qué hacen los votantes
(entre el 10% y el 18%) que solían respaldar a HB, y que ahora se han quedado
sin candidatura propia, una vez que se les ha aplicado el principio
democrático según el cual, si un sector de la población vota lo que no
interesa, se le prohíbe hacerlo y asunto concluido. Una parte de esos votos
(amplia, imagino) irá a la abstención o al voto nulo, otra puede orientarse
hacia Ezker Batua, pero otra, con toda seguridad, irá a la candidatura
PNV-EA. Con que quienes tomen esa opción representen del orden de un 4%,
Ibarretxe puede lograr no ya la victoria, sino la mayoría absoluta. En fin, cuarto asunto, y probablemente el más
importante: como a Zapatero se le ocurra plantear las elecciones vascas como
un referéndum, y como el electorado vasco perciba que lo que se le está preguntando
es quién debe gobernar, si quienes quieren que el destino de Euskadi se
decida en Euskadi o si quienes afirman que eso es cosa de las Cortes de
Madrid, se lo auguro desde ahora: va a vencer el día menos pensado. [Es
copia del artículo publicado por El
Mundo el 3 de enero de 2005. Enviado a demanda del diario y para
sustituir a un columnista ausente. Cuando publica columnas fuera de la página
2, Ortiz las titula "El Horno", y no "Zoom". El 1 de enero no se publicó el Zoom porque en Madrid no hay
periódicos el día de Año Nuevo.] Para
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