2006/11/16 07:00:00 GMT+1
Rodríguez Zapatero discursea urbi et orbi sobre los Derechos Humanos, sobre la paz, sobre la Alianza de Civilizaciones y sobre todo cuanto mejor cree que conviene a la imagen seráfica, de demócrata avanzado y tolerante, que cultiva con tanto esmero.
Lo malo es que sus discursos no siempre se corresponden con su práctica. A veces incluso se dan de patadas.
Un ejemplo: va a la reunión de dirigentes de la UE celebrada en Finlandia y critica ante ellos la política de Putin, que ya se sabe cómo trata a los chechenos -y a quienes denuncian cómo trata a los chechenos-, y sostiene que, a la vista de la prepotencia del presidente ruso, la UE debería buscar alternativas que la hicieran menos dependiente de su petróleo y de su gas. Excelente argumento que le llevó a continuación a defender el establecimiento de relaciones de privilegio con los estados del norte de África, empezando por la muy democrática Argelia, y a traerse de invitado a España al guineano Obiang, cuya mayor virtud democrática es que parece dispuesto a permitir que Repsol instale muchos yacimientos de petróleo en su país.
También tuvo su aquel cómo se sumó en Montevideo a las críticas latinoamericanas contra el largo muro erigido por Bush en la frontera de México, olvidándose de que los muros que ha levantado él en Ceuta y Melilla no son tan largos como los de Bush porque la extensión de las fronteras de aquí no da para más, pero que política y éticamente son idénticos.
Hace cuatro días estuvo en Turquía y se unió al presidente turco Recep Tayyip Erdogan para presentar las conclusiones del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones (sic). En el discurso correspondiente, habló de «la igual dignidad de todos los hombres y mujeres y de su capacidad única de diálogo para resolver los conflictos», pero declinó comentar las críticas que formula la UE al Gobierno del personaje que tenía a su lado, denunciado por sus sistemáticos incumplimientos en materia de derechos y libertades. ¿Obró así por delicadeza diplomática? No parece porque, a cambio, no tuvo ningún empacho en replicar a las críticas de Erdogan al Papa saliendo en defensa de Benedicto XVI (quien, como es bien sabido, está mucho más desvalido que la población kurda y la oposición turca).
Si reivindicara sin más protocolo la necesidad de priorizar los negocios sobre las cuestiones de conciencia, tendría muchas acusaciones que formular contra él, pero entre ellas no incluiría la de hipócrita. Lo que me asquea es ver cómo se exhibe dando lecciones de rectitud moral en la actividad política, cuando es capaz de cerrar los ojos a lo que sea si con ello consigue -es un ejemplo- que los dirigentes chinos dejen por un momento de firmar penas de muerte para suscribirle unos cuantos contratos de cooperación.
Javier Ortiz. El Mundo (16 de noviembre de 2006). Hay también un apunte que trata el mismo asunto: Lecciones de doble moral. Subido a "Desde Jamaica" el 18 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/11/16 07:00:00 GMT+1
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2006/11/13 07:00:00 GMT+1
El único que tiene trazado su camino y se limita a seguirlo es el PP. Ha decidido que, si el llamado proceso va adelante, el mayor beneficiario electoral será Rodríguez Zapatero. En consecuencia, no quiere saber nada de contactos, ni de mesas, ni de acuerdos. Se ha apuntado al viejo «cuanto peor, mejor». Desde luego, como la apuesta le salga mal, puede darse de bruces con las urnas. Pero eso no hace menos cierta la afirmación inicial: es el único que lo tiene claro.
En cambio, los dos principales sujetos activos del definido como proceso de paz están metidos en una dinámica más que preocupante. Son como dos conductores que fueran directos a chocar el uno contra el otro y ambos pensaran: «Ése no es tan insensato como para seguir recto. Acabará apartándose.» Pero los dos han hecho la misma reflexión y ninguno de los dos cambia de rumbo.
El Gobierno aseguró que después del verano tendría noticias positivas concretas. No ha dado ninguna. Pronto anunció que no tenía intención de acercar a los presos al País Vasco, e incluso reprochó al PP haberlo hecho en su día, como si fuera un crimen, cuando lo cierto es que, de haber tomado medidas en ese sentido, habría ayudado a favorecer el diálogo, sin apartarse por ello ni un milímetro de la legalidad vigente, sino todo lo contrario. Tampoco se ha atrevido a hacer nada concreto para propiciar el regreso de Batasuna a la legalidad, pese a reconocer que lo desea. En fin, todo indica que sus movimientos subterráneos para allanar el camino de la negociación (de las negociaciones) no se han distinguido por su audacia.
La izquierda abertzale no mejora el panorama. Lo peor y más grave de todo es el retorno de la kale borroka, que quizá Batasuna no organice –no creo que lo haga–, pero que tolera y trata de rentabilizar, pese a que con ello juega con fuego, y nunca mejor dicho. Arnaldo Otegi se comprometió en el mitin de Anoeta a «sacar el conflicto de las calles». No está cumpliendo. Batasuna se ha metido también en una dinámica estrafalaria al reprochar a Zapatero la materialización de resoluciones judiciales que tienen un claro marchamo ideológico y político, pero no progubernamental, precisamente, y al exigir a los gobiernos central y vasco que cesen toda actividad que tenga que ver con «el conflicto», como si la experiencia anterior no obligara a ambos a prepararse para una hipotética ruptura de la tregua. (De hecho, también ETA se prepara para esa eventualidad.)
Otegi afirmó también en Anoeta: «Es más difícil hacer la paz que hacer la guerra». Lo que entonces pareció una propuesta toma ahora todos los visos de una autocrítica.
Tanto el Gobierno como Batasuna, cada uno a su modo, se están jugando su futuro político. Pero eso, hasta cierto punto, es lo de menos. Lo peor es que se están jugando también la paz.
Javier Ortiz. El Mundo (13 de noviembre de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Jugando con la paz. Subido a "Desde Jamaica" el 18 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/11/13 07:00:00 GMT+1
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2006/11/09 07:00:00 GMT+1
Las desigualdades Norte/Sur no afectan sólo a los países del Tercer Mundo. A nuestro modo y a nuestra escala, a los ciudadanos de la Unión Europea también nos toca padecer las consecuencias de las distintas varas de medir que se han ido creando en función de los intereses de quienes más tienen y pueden.
Ahí está el caso bien actual de las eléctricas. La UE protege los planes expansionistas de multinacionales como E.ON y pone el grito en el cielo si atisba la posibilidad de que algún Estado, como el español, trata de interferir en esos planes con el ánimo nada neoliberal de preservar sus intereses en un sector que es obviamente estratégico. Pero Bruselas apenas mueve un dedo para asegurar que la creciente instauración de oligopolios de oferta no lesione los intereses más elementales de los consumidores, tanto por la vía de la fijación concertada de tarifas como por la degradación de la calidad del servicio.
El pasado sábado se produjo en nuestras cercanías un incidente eléctrico que demostró los problemas que puede acarrear la aplicación general de dos dogmas complementarios de nuestro tiempo: 1º) los poderes públicos han de abstenerse de intervenir en la economía de mercado, y 2º) el capital privado debe tener plena libertad para expandirse a su guisa. Un fallo en el funcionamiento de los servicios de E.ON dejó sin suministro eléctrico durante horas a millones de empresas y de personas en Europa y en el norte de Africa. Un desastre de aquí te espero.
La UE dice que está investigando qué es lo que ocurrió. Pues qué bien. Qué tranquilizador.
El asunto no es sólo que nuestras autoridades supranacionales estén permitiendo el traslado de demasiados huevos en muy pocas cestas -algo que la sabiduría popular viene desaconsejando desde hace siglos-, sino también que hacen como si no supieran que la lógica de la maximización de los beneficios lleva a esas gigantescas empresas a no invertir en seguridad ni la mitad de lo que sería necesario. Digo seguridad en general: seguridad para que las instalaciones funcionen, para que no se produzcan altibajos en la red que fulminen cientos de aparatos, para que no generen incendios, para que los cables de alta tensión no se caigan (anteayer uno se vino abajo en un pueblo de Alicante: por fortuna no hubo víctimas), para que no se interrumpa el servicio, para que, en caso de producirse alguna avería, sea reparada con diligencia...
¿Es aconsejable poner servicios públicos de primera importancia en manos de particulares que funcionan con la lógica del beneficio privado?
La pregunta es clave, pero se ha quedado vieja. Ahora hay que formularla así: ¿no es aberrante que los estados vayan delegando y dejando en manos privadas todos los servicios públicos de los que depende la sociedad para funcionar con un mínimo de garantías?
Javier Ortiz. El Mundo (9 de noviembre de 2006).
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/11/09 07:00:00 GMT+1
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2006/11/06 07:00:00 GMT+1
Los dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya acudieron sin demasiado entusiasmo a su encuentro con la jefatura de Convergència i Unió. Su resquemor venía de antiguo (de los muchos palos que CiU les ha dado a lo largo de la legislatura autonómica pasada, resumidos y llevados a su extremo en el famoso DVD electoral), pero también de las horas inmediatamente anteriores, en las que Mas privilegió al PSC a la hora de sus ofertas de formación de Govern. Carod se preguntó –no en esos términos, pero más o menos– qué confianza se puede tener en la seriedad de la petición de mano de alguien que acude a ti tras recibir calabazas en la casa de al lado. Y es cierto: Mas presenta todo el aspecto del personaje aquél de no sé qué película que tenía que casarse como fuera a toda velocidad para cobrar una herencia y que se lo iba proponiendo a todas las mujeres con las que se cruzaba. En ésas está, más o menos.
Carod acudió así de receloso al encuentro, pero doy por hecho que lo que le hizo llegar el candidato de Convergència le desconcertó algo. Se cuenta que le propuso –así, de una sola tacada– la vicepresidencia del Govern, un reparto de consejerías poco menos que paritario, el control de la política exterior de la Generalitat (que no sé en qué podría consistir, pero que supongo que incluiría la libertad de montar reuniones en Perpiñán) y lo esencial de la política del bipartito en materia social. O sea, la tira. Pero una tira muy poco fiable.
En el puesto de enfrente del mercado le esperaba Montilla, que ha tenido en estas primeras horas postelectorales varios gestos de carácter, que a algunos nos ha sorprendido. El primero de todos, el de hacer saber a Mas que no estaba dispuesto a ninguna sociovergencia ni gran coalición a la alemana. Ese mensaje era importante no sólo para tranquilizar a los electores con menos ganas de ser estafados, sino también para cortar las alas, de un solo tajo, a los muchos que, desde las filas del propio PSOE, estaban ya haciendo cábalas sobre la tranquilidad que podía obtener Zapatero de una pax catalana basada en el mismo régimen de pasteleo y «tolerancia cien» que reinó en los tiempos del felipismo-pujolismo.
Pero lo que Montilla ha ofrecido a Carod no les va a salir gratis a ninguno de los dos, ni mucho menos. La vuelta al Ejecutivo de la Generalitat del jefe de filas de los republicanos catalanes –como portavoz, para más inri– va a reanimar los ataques contra el PSC, que será tratado de nuevo de «mal español», no sólo por el PP, y también, claro está, contra el propio Carod, que será inevitable figura de la nueva temporada del pimpampún con sede fija en Madrid.
La verdad: yo no sabría cómo lidiar una situación tan enrevesada. Gracias al cielo, no me toca lidiar nada. Estoy muy lejos de todas las tauromaquias. Incluida la política.
Javier Ortiz. El Mundo (6 de noviembre de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Menudo embolado. Subido a "Desde Jamaica" el 18 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/11/06 07:00:00 GMT+1
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2006/11/02 07:00:00 GMT+1
Cuando vi las fotografías que se dejaron hacer anteayer
los cinco principales candidatos a la Presidencia de la Generalitat, todos unidos en alegre comparsa, posando en las actitudes y con los fondos que los periodistas gráficos consideraron más oportunos, los cinco tan corteses, los cinco tan disciplinados, me dije: «¡Qué excelente retrato del
establishment político de Cataluña!».
Tal vez piensen ustedes que mi exclamación tenía retranca. Si lo piensan, acertarán, porque la tenía. Pero sólo en parte.
Llevo muy mal, y no lo oculto, que los políticos se comporten como casta solidaria, o sea, como «clase política», según suele decirse (con más precisión sociológica de la que muchos atribuyen a esa expresión, por cierto). Ya sé que lo valiente no quita lo cortés, pero antes que cortés hay que ser valiente, y me da que son demasiados los dirigentes políticos que se muestran tan corteses, tan corteses, que todo se les va en la corte, y no hay manera de encontrarles el valor por ningún lado.
Eso es lo primero que me salió pensar, y lo admito, cuando vi a los jefes de fila de la política catalana tan sonrientes, tan trajeados, dándose palmaditas en la espalda, tan como si estuvieran en vísperas de Navidad y no del día de los difuntos. Eché de menos la evidencia de un sano odio mutuo, planteado bien a las claras. «Sin complejos», que suelen decir los del PP. Que el electorado pudiera tener claro que se deseaban lo peor mutuamente, por lo menos algunos.
Pero, como uno es vasco y sabe de los peligros que encierra eso de llevarse muy mal -e incluso a matar, si se me permite expresarme con la mayor crudeza-, también alimento una cierta envidia, y me digo: «Bueno, todo tiene su lado bueno. Con éstos no habría modo de montarse una guerra civil, de ésas que algunos parecen echar tanto de menos».
Sea como sea, y háganse las cábalas que se quiera sumando los resultados de éstos con los de aquéllos y restándoles los de más allá, lo que parece estar definitivamente claro es que ha habido un buen porcentaje del electorado catalán -abrumador- que se ha dicho que todos estos señores se parecen demasiado entre sí y que, puesto que lo que va a suceder en la Generalitat está tirando a cantado, pues que lo hagan, y adiós muy buenas, hasta la siguiente.
Yo he hecho una pequeña encuesta entre mis amistades catalanas -a las que podría reprochárseles cualquier cosa menos estar despolitizadas- y, aunque el voto es secreto, etc., etc., me da que la abstención ha sido su opción predilecta. No dedicaron la jornada de ayer a mirar fijamente los crisantemos, pero casi.
Luego está la cosa ésa de la candidatura que pretendía desbordar a Piqué por la derecha. Lograr ese porcentaje mínimo sobre el ya escaso porcentaje de votantes es como para plantearse seriamente dedicarse a otra cosa.
Javier Ortiz. El Mundo (2 de noviembre de 2006). Hay también dos apuntes sobre el mismo asunto: Sobre lo de Cataluña y Más sobre Cataluña. Subido a "Desde Jamaica" el 18 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/11/02 07:00:00 GMT+1
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2006/10/30 07:00:00 GMT+1
TVE cumple medio siglo de existencia y lo festeja con una campaña publicitaria en la que se vanagloria de haber estado «50 años enseñándonos el mundo».
Es una muestra perfecta de la realidad de España.
En primer lugar, de la confusión mental y real que sigue existiendo entre los instrumentos del franquismo y los del régimen parlamentario.
Mucha gente joven desconoce cómo era TVE hace no ya cinco décadas –por entonces estaba al alcance de un sector mínimo de la población, económica y geográficamente muy selecto–, sino incluso hace cuatro. A la casa de mis padres en San Sebastián llegó por los primeros 60, cuando ya llevábamos algún tiempo recibiendo la señal de la televisión pública francesa. Eso nos ayudó a apreciar las diferencias.
En aquella época, TVE emitía de vez en cuando algún programa interesante, pero la norma era la propaganda ultra más exacerbada. Cualquiera de mi edad que tenga memoria –un atributo que muchos consideran hoy en día de mal gusto– recordará los mítines que soltaban todos los días los Jesús Suevos de turno a cuantos habíamos logrado sobrevivir emocionalmente al garrote vil periodístico del telediario. TVE estaba repleta de propagandistas de las maravillas del franquismo, que competían en fervor fascista (ahora pretenden que fingido: ¡peor me lo ponen!) en las más diversas materias, desde la política pura y dura a la tauromaquia, el fútbol o la música.
TVE defendió durante los años 60 y 70 las causas más abyectas que se le pusieron por delante, en España y en el mundo. Todavía recuerdo las crónicas del que ejercía de corresponsal en Lisboa en los tiempos de la Revolución de los Claveles, contándonos cómo las «hordas marxistas» derribaban los restos del «hermano» régimen salazarista. ¡«Enseñándonos el mundo»!
Al cabo de los años, no pocos de aquellos agentes del agit-prop franquista se pasaron con armas y bagajes (micrófonos, cámaras, despachos, coches oficiales, etc.) a la causa del Estado reconvertido por la Transición. Y siguieron medrando, por supuesto.
Que ahora se pueda montar este espectáculo bochornoso del cincuentenario, que mira hacia atrás no sólo sin ira, sino incluso con un punto de nostalgia condescendiente, es posible en razón de esa pequeña tontería de la que algunos irreductibles cascarrabias seguimos hablando: que aquí nunca se llevó a cabo una ruptura real que marcara un antes y un después, nítido, tajante, entre la dictadura y la democracia.
Han sido cinco décadas sin solución de continuidad. Sin solución.
No podría haber mejor telón de fondo para esta carnavalada de la desmemoria que el desmantelamiento de la radiotelevisión pública, para mayor loor y gloria de la manipulación privada.
Habría sido todo perfecto si hubieran cambiado una sola letra en el verbo de su lema. En lugar de «enseñándonos», deberían haber dicho «ensañándonos».
Javier Ortiz. El Mundo (30 de octubre de 2006). Hay también un apunte de parecido título: «Enseñándonos el mundo». Subido a "Desde Jamaica" el 18 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/10/30 07:00:00 GMT+1
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2006/10/26 07:00:00 GMT+2
Detesto los procesos de intención, pero hay ocasiones en que las intenciones, por mucha pudibundez retórica con que las disimulen sus alentadores, son obvias.
En concreto: todos sabemos que los dirigentes de la derecha política española y sus corifeos mediáticos (corrijo mi falta de rigor: los dirigentes mediáticos de la derecha española y sus corifeos políticos) no quieren bajo ningún concepto que desaparezca el terrorismo de ETA. No necesariamente por ninguna elucubración programática sado-masoquista –tampoco excluible, en principio–, sino, en lo esencial, porque intuyen que eso daría paso a una realidad política en la que no saben cómo podrían desenvolverse, en el caso de que fueran capaces de hacerlo.
Mientras haya ETA, saben qué decir y qué hacer. Lo de siempre. Pero, ¿a qué se dedicarían, de no existir ETA? Tendrían que reciclarse. Lo cual, para no pocos de ellos, sería un drama. No se les oculta que sus habilidades son más bien limitadas. Y que sus empresas valen para lo que valen.
Imagino que no pocos de ustedes se habrán planteado por qué el Tribunal Supremo del Reino de España ha decidido ejecutar ahora, precisamente ahora, determinados aspectos derivados de la sentencia de ilegalización de Batasuna, que fue dictada hace tres años, y que les intrigó que se decidiera a hacerlo a escasas horas de que el Parlamento Europeo votara una resolución de apoyo (o de rechazo) a las iniciativas de paz del Gobierno español con relación a ETA. Es posible que algunas otras iniciativas de la Audiencia Nacional les hayan generado perplejidades del mismo tipo.
No sé si habrán encontrado respuesta para sus dudas. Yo me he proporcionado una, moviéndome siempre en el pantanoso terreno de los procesos de intención, y he llegado a la conclusión de que toda esa gente está actuando, con toda probabilidad, por las mismas motivaciones por las que otros señores, que suelen vestir también de negro, decidieron que estábamos en el momento más adecuado para hacer un robo de armas en Francia rubricándolo con datos inequívocos sobre su autoría. Son tipos que quieren reconducir un proceso que no les gusta, que no les encaja, que no saben ni cómo afrontar ni cómo digerir.
Fue Samuel Johnson el que lo escribió hace ahora tres siglos: «El patriotismo es el último refugio de los sinvergüenzas». Friedrich Dürrenmatt dio una vuelta de tuerca aún más feroz (y pesimista) a la misma idea. Escribió: «Cuando el Estado se prepara para asesinar, se hace llamar patria».
No hablo desde ningún patriotismo. Hablo contra todos. No escribo desde la indignación –que me subleva, no lo oculto–, sino desde la pena. Y desde el asco.
Teníamos delante una magnífica oportunidad y la estáis arruinando.
Escribo «estáis» porque no me incluyo.
La posguerra sólo pueden proclamarla los que han hecho la guerra.
Javier Ortiz. El Mundo (26 de octubre de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Procesos de intención. Subido a "Desde Jamaica" el 16 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/10/26 07:00:00 GMT+2
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2006/10/23 07:00:00 GMT+2
La tentación era demasiado fuerte y Vladímir Vladimírovich no se privó de caer en ella –o sobre ella, tal vez conviniera decir– con la rudeza propia de un entusiasta de todas las violencias, incluida la machista. «No tenéis autoridad moral para impartirme lecciones de nada», vino a decir Putin con gesto desafiante a los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea reunidos con él en Lahti, en la Finlandia exrusa.
La técnica defensiva basada en el ataque es tan vieja como la historia de las peleas humanas. Tan vieja como impresentable. La UE echa en cara a Putin (con mucha delicadeza, como para que no se diga) la deplorable situación de los derechos humanos en Rusia, la brutalidad de los métodos en los que el Kremlin asienta su dominio –no sólo en Chechenia, pero también, y muy llamativamente, en Chechenia– y el carácter corrupto del capitalismo que sus antecesores y él han creado ex nihilo con el reparto compinchado del botín de la propiedad estatal soviética. Y Putin responde argumentando que ningún Estado está libre de pecado.
No seré yo quien lo excluya. Pero las causas procesales hay que llevarlas una a una. Si Putin considera que quienes hoy le acusan tienen también culpas pendientes, presente las correspondientes hojas de cargo y proponga que se examinen mañana mismo. Pero no hoy. No a la vez.
La lógica a la que Putin apela, no por implícita menos obvia, podría formularse así: como todos somos culpables, no hay ningún culpable. O bien: puesto que el número de crímenes cometidos por todos los estados del mundo es inabarcable, más nos vale olvidarnos de ello y hacer como si no se hubiera producido ningún crimen.
Excuso decir que la argumentación altanera y chabacana de Putin no convenció realmente a nadie. Pero todos los jefes de Estado y Gobierno europeos, que horas antes habían preferido no dar por oídas las alabanzas del presidente ruso a las habilidades violadoras de su homólogo israelí, inclinaron la cabeza consternados y se apresuraron a pedirle que no se enfadara.
Porque Putin no tendrá razón, pero, a cambio, tiene mucha energía disponible. Petróleo, gas... Es el cardenal Cisneros del siglo XXI. Abre las ventanas del auditorio Sibelius, donde se celebró el encuentro –honrado sea el compositor del Vals triste–, y señalando orgullosamente hacia el Sur, masculla a los líderes europeos con un gesto de inconfundible altanería: «¡Éstos son mis poderes!».
Y ellos murmuran: «¡Hágase su voluntad!».
Y a los derechos humanos, y a las periodistas que investigan los crímenes de guerra, y a quienes claman contra el imperio de unas relaciones económicas de tinte inequívocamente mafioso, que les den. Son daños colaterales.
La UE ha dejado constancia de que tales excesos no le convencen mucho, o por lo menos no del todo. Y con eso cree que ya ha cumplido.
Javier Ortiz. El Mundo (23 de octubre de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Los daños coletares de Putin. Subido a "Desde Jamaica" el 16 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/10/23 07:00:00 GMT+2
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2006/10/19 07:00:00 GMT+2
Francisco José Hernando, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, está pasando por un momento de extrema locuacidad. Habla, habla mucho y, quizá por la dificultad que conlleva compaginar la cantidad con la calidad, no siempre lo que dice está a la altura de sus altas –supremas– responsabilidades.
El pasado lunes le oí afirmar que la situación jurídica de Batasuna es «irreversible» porque –dijo, refiriéndose a la Ley de Partidos– «España es un Estado de Derecho» y en los estados de Derecho «no hay nada por encima de la ley».
Extraña afirmación, a fe. Presumo que el señor Hernando sabe que en los estados de Derecho las leyes varían cuando el poder legislativo tiene a bien enmendarlas, o incluso derogarlas. Y que, precisamente por ello, todo cuanto se deduce de la Ley de Partidos, como de cualquier otra, es reversible, si el Parlamento lo decide ateniéndose a los procedimientos establecidos al efecto.
Y es que los jueces, incluido el propio don Francisco José Hernando, son muy importantes, pero lo son tan sólo en el ejercicio de sus funciones, que consisten en aplicar las leyes que dicta el Parlamento en el desempeño de las suyas. Por el aquel de Montesquieu, más que nada.
El expansivo don Francisco José añadió en la misma perorata otra idea tan singular como el dictamen de irreversibilidad antes mencionado. Dijo que la condena del uso de la violencia con fines políticos es conditio sine qua non para desenvolverse dentro de la legalidad española. Yo estoy tan en contra del uso de la violencia con fines políticos que, de hecho, el Estado me cae antipático precisamente por eso, pero animo al señor Hernando a que repase los estatutos de los partidos con representación en el Congreso de los Diputados: comprobará que varios de ellos ni siquiera mencionan tal asunto en sus normas fundacionales.
Son ganas de hablar.
Por cierto que contagiosas. Ahí están los magistrados del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, empeñados en encausar a Juan José Ibarretxe por desobedecer una orden que nadie le dio y por hablar con unos señores a los que otro magistrado considera loable entrevistar. Y no dejemos en el olvido al presidente de la Audiencia Nacional, que acude a colegios mayores para contar confidencias sobre su pretérita labor como juez instructor y para, ya de paso, desacreditar las posiciones sustentadas mayoritariamente por los parlamentos vasco, español y europeo, que es lo propio de todo presidente de un tribunal de excepción que se precie.
Miro las biografías de algunos jueces de éstos que ahora se muestran atacados de verborragia antigubernamental y me pregunto si no estarán desquitándose. ¡Callaron tanto ante los desmanes de la dictadura franquista! Se ve que les dolió en el alma. Se están resarciendo, los pobres.
Javier Ortiz. El Mundo (19 de octubre de 2006). Hay también un apunte que trata el mismo asunto: El coro de los tribunales. Subido a "Desde Jamaica" el 16 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/10/19 07:00:00 GMT+2
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2006/10/16 07:00:00 GMT+2
¿Es lícito acudir a las cercanías de un acto político a abuchear a sus organizadores? No pregunto si se acomoda a las normas –para mí deseables– de la tolerancia y la buena educación, sino si es lícito.
Deduzco que lo es, considerando que ningún tribunal ha condenado nunca a nadie por hacerlo. He visto al lehendakari Ibarretxe abucheado y amenazado de agresión en Aragón, en Andalucía y en Valencia sin que nadie fuera detenido y sin que el PP mostrara el menor desagrado por lo sucedido. Líderes de UPN, aliada del PP, trataron de boicotear a grito pelado hace cuatro meses una conferencia del irlandés Martin McGuiness en Pamplona, y nadie les sancionó. Recordemos lo que le sucedió a José Bono en una manifestación de la AVT celebrada en Madrid en enero de 2005: toda la polémica se centró en si había sido agredido físicamente o no. Que lo pusieran cual chupa de dómine dio lo mismo.
Entiendo muy bien que a Piqué y a Acebes les toque las narices no poder dar mítines en tierras catalanas sin que les acompañe un inevitable coro de broncas, aunque considero que, en lo que a las estrictas broncas se refiere, deberían hacer de tripas corazón, por lo menos hasta que se decidan a condenar a aquellos de sus correligionarios que se movilizan para abroncar a otros. A cambio, me parece obvio que tienen todo el derecho a exigir que, si alguien los zarandea o golpea, sea castigado como se merece.
Establecido lo anterior, consigno mi perplejidad ante el hecho de que el PSC haya decidido la expulsión «fulminante» de Jordi López Forn, secretario de las juventudes socialistas de Martorell, al que acusa de haber increpado a Piqué y a Acebes. No pretende que López Forn les pusiera la mano encima, ni mucho menos. Sólo que estuvo presente en la bronca.
Ignoro si los estatutos del PSC prohibirán a sus militantes abroncar a los mandamases de otros partidos. Lo que me consta, por contra, es que la Ley Orgánica 6/2002, llamada de Partidos Políticos, establece taxativamente en su artículo 8.3: «La expulsión y el resto de medidas sancionadoras que impliquen privación de derechos a los afiliados sólo podrán imponerse mediante procedimientos contradictorios, en los que se garantice a los afectados el derecho a ser informados de los hechos que den lugar a tales medidas [y] el derecho a ser oídos con carácter previo a la adopción de las mismas».
De modo que quienes habrían de ser sancionados en primer lugar son aquellos que han expulsado con tanta premura a Jordi López Forn de las filas del PSC. Expulsión que debería ser anulada de inmediato y sustituida por la apertura de un expediente disciplinario que dilucide si abuchear a los oponentes políticos es incompatible con la militancia socialista.
No parece que sea muy correcto pretender ser legal saltándose la ley.
Javier Ortiz. El Mundo (16 de octubre de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Abroncar al adversario. Subido a "Desde Jamaica" el 16 de junio de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/10/16 07:00:00 GMT+2
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