Supongo que cada cual tendrá sus propias motivaciones –no creo que hayan mantenido reuniones secretas para coordinar sus esfuerzos–, pero el hecho es que un puñado de jueces que ocupan puestos clave están empeñados en que se note, y mucho, que no simpatizan con la corriente política mayoritaria y que desaprueban los intentos de alcanzar el fin de ETA por la vía del diálogo.
Ayer escribí un apunte refiriéndome al presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Francisco José Hernando, que no para de hacer declaraciones políticas, con lo guapos que están los jueces, en general, y él, muy específicamente, cuando se abstienen de pronunciamientos. Por la noche leí lo manifestado por el presidente de la Audiencia Nacional, Carlos Dívar, en una conferencia que dio en un colegio mayor madrileño, en la que se explayó en contra del proceso de paz sin contarse un pelo (aparte de enternecernos con el relato de cómo su buen corazón le movió a pagar un bocadillo para alimentar a un terrorista, gracias a lo cual supimos también que esa caja de sorpresas que es la Audiencia Nacional no tiene presupuesto para dar de comer a los detenidos).
Y todo eso cuando todavía no me había repuesto del trauma anímico que me había producido el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, que prosigue los trámites para procesar por desobediencia al lehandakari Ibarretxe, que no hace caso de las órdenes que nadie le ha dado y que se empeña en reunirse con unos ciudadanos que no tienen prohibido reunirse con nadie y a los que Garzón autoriza expresamente a reunirse con otros. ¡Y aún sale otro juez que asegura que el Gobierno vasco no tiene derecho a manifestar su protesta por tan insólita actuación!
Ya digo que no creo que se hayan concertado todos para cantar a coro, pero lo que salta a la vista –al oído, más bien– es que cantan a coro, y que la pieza tiene la misma música e idéntica letra. El Gobierno vasco dice que no les va a salir gratis. Tengo verdadero interés en saber cómo van a cobrárselo.
Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Coro de togas.