Un informante me aseguró ayer que Ciutadans había tenido su principal respaldo electoral en las zonas bien del conglomerado urbano de Barcelona e hice alusión a ello. Otros me aportaron luego cifras que, en su criterio, refutan ese dictamen. Sugiero a todos que tengan en cuenta un dato clave: estamos ante cantidades tan pequeñas que no cabe analizarlas con pretensiones sociológicas. Por ejemplo: L'Hospitalet podrá ser muy popular, pero es lo suficientemente grande como para albergar a 4.065 pudientes.
Sigo pensando que los resultados de Ciutadans lo único que hacen es corregir discretamente una anomalía del escaparate político de Cataluña. Hasta ahora en el Parlament no había nada de eso, pero en la calle sí lo había, y ahora empieza a mostrarse. De manera muy discreta, insisto. Lo que se muestra sigue sin ser representativo de la realidad: creo que en Cataluña hay bastante más gente antinacionalista (o sea, nacionalista española), que no se siente representada por Piqué, sea porque lo considera demasiado derechista o porque lo ve insuficientemente antinacionalista. Otra cosa es que buena parte de esa gente prefiera disimularse, ahora que hasta el Español elude la eñe.
A quienes me dicen que hago mal en contabilizar los resultados de Ciutadans como propios de la derecha españolista, porque «el fenómeno es mucho más complejo», les recomendaría que se enteraran de lo que está diciendo al respecto la Cope. Yo no la oigo –por prescripción facultativa–, pero me han contado que está que se sale con el presunto éxito de los Ciutadans, y que pone a caldo a Piqué.
A veces hay que especular menos y mirar más cómo y dónde se sitúan las trincheras. Y en cuáles se albergan los unos y los otros. Por el aquel de la sentencia de Clausewitz: «La política es la continuación de la guerra por otros medios».
Abriendo el angular, el resto del panorama tampoco es sorprendente. En la mañana del 1 de noviembre hice en Radio Euskadi dos predicciones sobre las elecciones catalanas: una, que la abstención podía ser de órdago; la otra, que no veía que las urnas pudieran ofrecer una perspectiva demasiado alejada del tripartito. No logré mucho eco, para variar.
Tengo visto que muchos analistas políticos no analizan. Se limitan a opinar proyectando en sus diagnósticos sus deseos, sus miedos, sus traumas y sus intereses personales.
Deberían hacer más caso a la gente que está habituada a perder.
Yo no dije nada de lo que dije porque me apeteciera. Sólo porque me lo olía.