2007/10/27 05:00:00 GMT+2
Hay, cuando se habla de los problemas políticos asociados a Euskadi, un punto en el que muchos inciden machaconamente, como si fuera definitivo, pero que sólo en parte es importante y, en todo caso, nada decisivo. Trataré de condensarlo: “Que la izquierda abertzale radical deje de defender sus aspiraciones recurriendo a métodos ilegales. En la democracia española, todas las opciones pueden ser promovidas por vías pacíficas, sin que pase nada”.
Primera pregunta: ¿Están ustedes seguros de que es así? En el sumario 18/98, obra eterna del siempre sorprendente Baltasar Garzón, hay un montón de gente que está encausada, pese a que nadie la ha acusado jamás de haberse servido de métodos violentos. Dice el juez que sus opiniones y su actividad política, por pacífica que sea, pueden reforzar la causa de quienes sí son violentos. Asunto asaz discutible, por especulativo, pero que revela que también la actividad pacífica y las opiniones pueden ser perseguidas.
Segunda pregunta: pongamos que una determinada opción política –la separatista vasca, ya que de ella trato hoy– pudiera ser defendida sin problemas, siempre que lo fuera de forma pacífica. Bien. Pero, cuando uno defiende una idea, no defiende que le permiten defenderla, sin más, sino que le sea posible impulsarla y, de conseguir obtener para ella el favor mayoritario, llevarla a la práctica.
Por decirlo más directamente: la cuestión de fondo no es si uno puede defender el separatismo vasco en España, sino si es posible materializar el separatismo vasco en España, en el caso de que esa aspiración lograra hacerse con el respaldo de la mayoría expresado en las urnas.
Y la respuesta es: no.
Con lo cual, la cuestión clave para un independentista vasco es: ¿colmaría sus aspiraciones que le dejaran decir lo que piensa, o es usted tan cabezota que reclama que aquello que defiende pueda ser realizable, si la mayoría de sus conciudadanos lo respalda?
Yo concibo el derecho de autodeterminación como el matrimonio. Me cargan los maridos que advierten a sus mujeres: “Como me hables de divorcio, te parto la cara”.
Por el art. 8 de la Constitución, sin ir más lejos.
Nota de edición: columna publicada el 27 de octubre de 2007 en Público: De lo defendible a lo realizable.
Coda
Han concedido el Premio Ondas, patrocinado por la Cadena Ser, al Cocidito madrileño, excelentísimo programa semanal de Javi Vizcaíno en Radio Euskadi.
En realidad, el premio está de más: los que conocemos el trabajo de Vizcaíno sabemos que le sobran los reconocimientos de quienes deberían ponerse a su escuela.
Pero siempre es bueno que haya alguien que se incline ante la autoridad de quien la tiene.
Y si no la admiten los que la tienen delante, que sean por lo menos quienes la tienen detrás.
Escrito por: ortiz.2007/10/27 05:00:00 GMT+2
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2007/10/26 07:00:00 GMT+2
Escucho unas declaraciones radiofónicas de Alfredo Pérez Rubalcaba en las que, refiriéndose al diálogo con ETA, expresa la honda desazón que le produjo “tener que hablar con gente que ha matado”. Supongo que el personal que lo oyera tomaría sus palabras como todo un detalle de sensibilidad, y que sentiría una inmediata corriente de simpatía hacia quien así se expresaba.
Pero siempre tiene que haber un aguafiestas. Yo, sin ir más lejos, en este caso.
Pérez Rubalcaba ha hablado muchas otras veces con “gente que ha matado” y, que yo recuerde, nunca se creyó en la obligación de dejar constancia pública de sus escrúpulos.
Si cuando empleamos la expresión “gente que ha matado”, no nos referimos en exclusiva a personas que hayan asesinado con sus propias manos –tampoco hay noticia de que Hitler se encargara personalmente de matar a nadie: es una costumbre que parece que cayó un tanto en desuso a partir de Nerón–, e incluimos a quienes han sido responsables de asesinatos, sea por haberlos ordenado o por haberlos propiciado y encubierto, habremos de concluir que don Alfredo viene tratando con un porrón de ellos desde la Transición misma. Si quiere, le apunto algunos nombres y apellidos de reputados albaceas testamentarios del franquismo con los que ha tenido muchísimo trato, y con algunos incluso aparentemente cordial.
¿Que se refiere en exclusiva a gente que haya matado en muerto y en directo, o sea, a los propios sicarios encargados de apretar el gatillo, de accionar el detonador de la bomba o de torturar hasta que el detenido exhala su último suspiro, con cal viva o sin ella? También a varios de ésos los ha tenido cerca, como Amedo, Rodríguez Galindo y algunos más podrían recordarle. O como se lo recuerdo yo.
Eso sin contar con aquellos que no pueden llevar la cuenta de sus víctimas mortales con los dedos de la mano, porque necesitarían los dedos de todas las manos de todos los integrantes de muchísimos regimientos. George W. Bush, por ejemplo, al que el Gobierno del que forma parte el señor Pérez Rubalcaba considera un aliado dilecto.
Venga, hombre: no nos venda peines, que somos muchos los que ya estamos calvos.
Nota de edición: columna publicada el 26 de octubre de 2007 en Público: No nos venda peines.
Coda
Ayer, en medio del lío hospitalario por el que deambulo con ayuda de amigos y familia (Charo sigue yendo a mejor, gracias), me tocó presentar un libro que hemos publicado en Foca. No podía dejar de hacerlo, porque el autor había venido expresamente desde Durham (New Hampshire, EEUU) y yo era el único presentador del acto. El libro, Afganistán como un espacio vacío, es muy interesante, y su autor, el profesor Marc W. Herold, también, según pude comprobar durante el desarrollo del acto y también después, que fuimos a tomamos alguna cosilla en compañía del traductor, Joan Felip (que se ha empeñado en firmar la traducción con sus nombres de pila, sin sus apellidos).
Todo fue muy bien. Demasiado bien para estos días que corren. Probablemente para no desentonar con la racha, Marc y Felip perdieron el avión que debía llevarlos a Barcelona. Les invité a pasar la noche en mi humilde mansión, pero parece que al final consiguieron pillar… un autobús.
Llegué a casa justo a tiempo de enterarme que a la madre de otro muy buen amigo han tenido que amputarle media pierna.
Desde luego, hay siglos en los que algunos no estamos para nada.
Escrito por: ortiz.2007/10/26 07:00:00 GMT+2
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2007/10/25 09:30:00 GMT+2
Me he metido en peleas callejeras en muy pocas ocasiones, pero con resultados uniformemente negativos. Hace como 25 años me enfrenté a un atracador en Malasaña, en Madrid. Yo moraba entonces por allí. El chaval, que asaltaba a los viandantes a punta de navaja para pagarse el chute, estaba tan deteriorado que pude con él, pero me quedé con tanto miedo a su hipotética venganza que opté por cambiar de barrio. En otra ocasión, en Barcelona, me encaré con un chulo que estaba pegando a su chica (“a su compañera sentimental”, dirían ahora, que llaman “sentimental” a lo que sea). En aquel caso conté con una ventaja: éramos como media docena. Pero tampoco salió bien: la chica nos mandó al carajo, pidiéndonos que nos metiéramos en nuestros asuntos. En fin, en una tercera ocasión interpelé a unos policías nacionales que estaban identificando de malos modos a unos chavales sólo porque “su pinta” les había infundido sospechas, según propia declaración. Conseguí que dejaran en paz a los críos, pero yo salí de los Juzgados de la Plaza de Castilla a las 6 de la mañana y acabé en un juicio de faltas. Fui absuelto, pero vaya rollo.
Con esa experiencia a mis espaldas, no me costó demasiado entender al pobre chaval latino que no movió ni un dedo cuando un facha desaforado empezó a pegar a una moza ecuatoriana delante de él en un ferrocarril de la Generalitat el pasado domingo 7. Me imagino lo que pudo pasarle por la cabeza: no sólo el miedo físico ante un energúmeno de tal calibre (¿y si el enloquecido saca una navaja y se la clava?), sino también ante la posibilidad de verse envuelto en un lío legal (a saber si tenía todos sus papeles en regla y en qué podría acabar su gesto de altruismo una vez llegara a manos de la Policía).
Ya hace decenios que Phil Ochs retrató ese (otro) aspecto deprimente de nuestras sociedades teóricamente avanzadas. Tituló la canción Outside A Small Circle of Friends (“Salvo unos pocos amigos”). Que son los que hoy en día se interesan por sus congéneres.
Pocos años después de escribir esa patética canción, Phil Ochs se suicidó.
Tampoco pareció importarle demasiado a nadie, salvo a unos pocos amigos.
Nota de edición: columna publicada el 25 de octubre de 2007 en Público: Salvo unos cuantos amigos.
Coda.
Ya sabéis que no ando demasiado sobrado de tiempo en estos últimos días. También me flaquea algo la atención a algunas cosas, porque lo cierto es que la columna que figura más arriba la tengo escrita desde ayer (como es fácil suponer, porque ha salido en el periódico de hoy), pero había olvidado subirla a la Red. Esta mañana he de concentrarme a toda velocidad, entre otras tareas ineludibles, en la preparación de la presentación de un libro, Afganistán como un espacio vacio, obra de Marc W. Herold, un profesor norteamericano muy bien preparado y aceradamente crítico, que ha traducido para Foca Felip, un buen amigo de este blog y de su autor. Ahí sí que no puedo fallar, porque Herold ha venido desde EEUU para la ocasión y no podría dejarlo tirado bajo ningún concepto. Así que lo único que puedo hacer es pediros que os fabriquéis la coda por vuestra cuenta, si os apetece, hurgando en Internet a la búsqueda de información sobre Phil Ochs –uno de los cantautores norteamericanos más interesantes y menos conocidos de los años 60-70– y, si os aclaráis en inglés, leyendo la letra de la canción a la que me refiero, que es fina.
A ver si encuentro mañana más tiempo para escribir.
Escrito por: ortiz.2007/10/25 09:30:00 GMT+2
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2007/10/24 05:00:00 GMT+2
Siempre me ha hecho gracia el valor reverencial que bastantes medios de comunicación españoles conceden a “lo que se dice de nosotros en el extranjero”. Han llegado a hacerse revistas de prensa destinadas a dar cuenta exclusiva de tales comentarios y opiniones.
El principio mismo de tan singular interés apela más a la psicología (apartado “complejos de inferioridad”) que al periodismo. Sólo a un papanatas se le puede ocurrir que merece más crédito lo escrito por un comentarista situado a miles de kilómetros de distancia, o por un corresponsal que bastante tiene con lo que hace, en condiciones precarias como pocas, que lo que decimos o escribimos quienes tenemos todo el panorama local delante de nuestras narices. (Esto llega a producir situaciones realmente cómicas. Ejemplo: el corresponsal de un reputado medio estadounidense me telefonea para pedirme que le diga cómo cabe interpretar una determinada noticia referente a Euskadi. Lo hago. A él le parece interesante mi interpretación y la asume en su crónica. Al día siguiente, varios medios españoles la citan. Típico ejemplo de “cómo nos ven desde el otro lado del Atlántico”.)
No excluyo para nada que haya gente foránea familiarizada con nuestra realidad y cuyos puntos de vista, inteligentes, cercanos y a la vez exteriores, pueden resultarnos sugestivos. Lo que puedo certificar es que no hay tantos como los que traen a pasear por aquí sin parar. También podéis descartar que alguien que ha escrito un trabajo académico sobre, por ejemplo, El papel de las armas inglesas en la guerra contra Napoleón en España y Portugal, se haya ganado por ello el derecho a hablar con autoridad sobre el Estatut catalán o sobre el papel de Juan Carlos I en la aprobación de la Ley que regula los matrimonios gays.
Durante los años que viví en Francia, nunca vi nada parecido. A la mayoría de los franceses les importa una higa lo que puedan decir de sus asuntos políticos diarios en EEUU, en Alemania o en Rusia. No digamos en España. Dan por hecho que quienes saben más al respecto son ellos mismos.
Supongo que no fue casualidad que la lógica cartesiana tuviera su cuna en Francia.
Nota de edición: columna publicada el 24 de octubre de 2007 en Público: ¿Y qué dicen de nosotros?
Coda.
Estuve ayer todo el día “a mi bola”, que diría Charo, y sólo a última hora pude leer los muchos mensajes personales que enviasteis a este blog mostrando vuestros buenos deseos para con su salud. Debo empezar por deciros que el asunto en su conjunto no acabó de convencerla del todo, porque no le gusta que la meta en danza en mis Apuntes. «Yo no soy una mujer pública», suele decirme, divirtiéndose con los dobles sentidos. Su teléfono móvil empezó a recibir tantas llamadas que, no estando en condiciones de atenderlas –respira con cierta dificultad y no está como para dedicarse a las relaciones sociales–, optó por silenciarlo.
Bien: daré hoy el parte médico y le haremos gracia en días sucesivos dejándola tranquila. Os informo. Una neumonía de cierto calibre, como la que ella tiene, es una enfermedad muy antipática y dolorosa, que impide respirar bien y que convierte cada golpe de tos en una punzada lacerante en el pecho. Lo cual es una vaina de mucho cuidado. Fuera de eso, con el concurso de los antibióticos adecuados, en una persona relativamente joven y de acreditada buena salud como es ella (no ha tenido que pedir ni una sola baja laboral en los últimos 23 años), en cosa de 10-15 días debe de estar recuperada, sin mayores problemas. Deberá dejar de fumar, eso sí, cosa que habré de agradecer a la neumonía.
Mi pesadumbre de ayer no se debía a que el panorama a medio plazo resulte preocupante, que no tiene por qué serlo, sino a lo que me entristece verla sufrir sobre la marcha. Pero ya, bajo vigilancia médica, está mejor.
Así que hablemos de otras cosas. Perdón: de otras personas.
Sea como sea, muchísimas gracias a todas y todos. De corazón. O de pulmones, como queráis.
Escrito por: ortiz.2007/10/24 05:00:00 GMT+2
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2007/10/23 05:00:00 GMT+2
Vuelvo a oír el viejo lugar común de una cierta izquierda española: “La derecha –dicen– carece de sentido del humor”.
Es una afirmación boba. La experiencia nos muestra que no pocos de nuestros mejores humoristas y escritores burlones, desde Quevedo para acá, han sido defensores a ultranza de opciones políticas muy reaccionarias. Tenemos el muy reciente caso de Luis Sánchez Polack, Tip, que era todo lo de derechas que se puede ser, pero que ejerció con auténtica genialidad el humor del absurdo. ¿Escritores? Ahí están Jardiel Poncela, Muñoz Seca, Mihura y Neville, derechistas redomados que fueron maestros de la farsa, el sarcasmo y la ironía. Y es que, como decía Pío Baroja –otro que tal bailaba–, “lo marqués no quita lo valiente”.
A la derecha se le da bien producir humoristas. Sus vástagos suelen gozar desde niños de una buena posición económica, lo que les ahorra muchos problemas. Es comprensible: las penurias materiales quitan bastante las ganas de reír. La molicie, la buena cama y el estómago lleno, en cambio, las animan.
Ha vuelto a surgir esta historia tonta de la derecha y su supuesta falta de sentido del humor a propósito del leit motiv de la Z, que el PSOE va a usar de cara a las próximas elecciones generales. «¡No se dan cuenta de que pretendemos realizar una campaña relajada y sonriente, sin crispaciones!», dicen.
Yo, que ni soy de derechas ni carezco de sentido del humor, prefiero que los políticos reserven las gracietas para los asuntos que son de reír, o con los que cabe bromear.
Cuando lo que está en juego es muy serio, odio las frivolidades.
La derecha española prepara –ha empezado ya– una campaña electoral que no tiene nada de relajada, y menos aún de sonriente. Con chanzas light y sonrisas a gogó no se le va a poner coto. Menos aún si toda la capacidad ofensiva que se le opone se nutre en exclusiva de las habilidades y encantos, reales o supuestos, de un solo individuo.
Una izquierda plural y coherente –si tal cosa fuera posible, que lo dudo– rechazaría el culto a la personalidad y concentraría su esfuerzo en favorecer la promoción de miles de dirigentes sociales. No con la Z: de la A a la Z.
Nota de edición: columna publicada el 23 de octubre de 2007 en Público: ¿De qué diablos se ríen?
Coda.
Hoy no hay ni tiempo ni humor para codas. Tengo a mi compañera de fatigas hundida en una grave neumonía. Las únicas líneas sobre las que quisiera escribir –con todo el mimo del mundo, si fuera capaz– las tiene marcadas ella en su frente dolorida.
Escrito por: ortiz.2007/10/23 05:00:00 GMT+2
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2007/10/22 09:10:00 GMT+2
Josep-Antoni Duran i Lleida lo tiene muy claro, y así lo demostró el pasado martes en TVE: las gentes inmigrantes deben integrarse en la cultura propia del lugar que las acoge. Y ya está.
¿Deben hacerlo? Mejor si abandonamos el terreno de la alegre frivolidad con la que algunos se inventan imperativos categóricos y si recurrimos a la observación de la experiencia práctica.
El inmigrante, por lo general, adopta la parte de la cultura local que le es imprescindible para instalarse, trabajar, desplazarse, comprar, recibir asistencia sanitaria, escolarizar a su prole (si la tiene)… Para vivir, en suma.
Eso, según la zona en la que se instale, le obligará a uno o varios aprendizajes lingüísticos, a cambios en sus hábitos horarios, a reajustes alimenticios… Nada de eso lo decide él: nace de su necesidad de adaptarse al medio. Luego, puede que haya algunas formas de encarar la vida propias de la población local que le resulten simpáticas y agradables, y las adopte. Pero seguro que habrá otras que las rechazará. Porque no le gustan.
Duran cree que las niñas musulmanas deben quitarse el pañuelo con el que suelen cubrir su cabeza mientras no tengan edad para demostrar que lo llevan por decisión propia. Supongo que, hasta que llegue ese día, lo mejor que podrán hacer es ponerse lazos rosas en el pelo, pintarse las uñas, subirse a unos zapatos de tacón perfectamente ideados para acabar con cualquier columna vertebral y enseñar un poco la rajita del culo por encima de los pantalones, que todo eso es lo que hacen las mujeres occidentales y emancipadas, libres del dictado de los hombres. Ah, y usar mantilla: no olvidemos que Duran lleva el cristianismo hasta en la definición de su partido.
Nuestra cultura de mañana, nos guste más o menos (a mí más, a Duran menos), será por fuerza el fruto de la convivencia interactiva, de los roces y del inevitable mestizaje entre nuestras viejas culturas ancestrales y otras no menos ancestrales que nos llegan en tropel desde muy lejos.
No exijamos a los inmigrantes que se comporten como aborígenes postizos. Que hagan su experiencia, como nosotros seguimos haciendo la nuestra. A duras penas.
Nota de edición: columna publicada el 22 de octubre de 2007 en Público: Integrarse, coexistir.
Coda.
El grupo Prisa-Sogecable ha sido noticia por partida doble durante este fin de semana. (Yo de estas cosas prefiero no hablar en mis columnas de Público, porque siempre habrá quien interprete mis críticas a la competencia como un modo de dar coba a la empresa para la que trabajo ahora, y nada me desagradaría más. Aquí, en mi blog, la cosa queda mucho más en familia y puedo expresar lo que veo, lo que me cuentan y cómo interpreto el conjunto.)
La primera noticia es el cambio de presentación y tratamiento de las noticias y opiniones que ha realizado El País. Si es cierto el axioma según el cual un periódico que va bien no cambia (o cambia muy poco a poco, de modo que resulte imperceptible para el lector normal), habrá que concluir que a El País las cosas no le van bien, pero que tampoco la crisis debe de ser para tanto, porque el muy anunciado cambio no ha resultado demasiado aparatoso. A mí me gusta menos la versión actual que la anterior, pero eso es porque a mí, como sucede con frecuencia con la gente de mi generación más habituada a la lectura, no me gusta que me den artículos-papilla, en los que todo viene muy troceado y reducido a la mínima expresión, para que no me canse leyendo. Hay que aceptar que el signo de los tiempos es ése: menos texto, más gráficos, más colorín, más despiece de las noticias…
Me cuentan que este cambio de filosofía del periódico ex «independiente de la mañana» (ahora «global en español», sea eso lo que sea) está provocando fuertes tensiones en los dominios del difunto Jesús Polanco. Buena parte de la plantilla más veterana está de uñas con los jóvenes emprendedores que, bajo la tutela de Juan Luis Cebrián y del nuevo director, Javier Moreno (del que he leído poco, pero malo), los van arrinconando para mejor promover a jóvenes dinámicos de ésos que están convencidos de que “sirven al conjunto de la sociedad”, porque ellos son “objetivos” y “no tienen ideología” (no hay ideología más peligrosa que la de quienes creen que no tienen ideología”). Me cuentan que es esa pelea la que explica el follón que se armó con el famoso editorial sobre el Che. «Comprenderás –me dijo la pasada semana uno de los firmantes de la carta de protesta– que a nosotros el Che, para estas alturas, nos trae sin cuidado. Firmamos el escrito para mostrar el cabreo que nos produce su frivolidad y su superficialidad.»
También me dicen que el cabreo de ese amplio sector de la Redacción tiene una de sus bichas predilectas en Juan Luis Cebrián y en los modos que viene exhibiendo desde la muerte de Jesús Polanco. «Es todo soberbia y prepotencia. No tolera que nadie ni nada lo contraríe. Hay quien dice que se le ha ido la olla, sin más.»
No sé. Para mí que ese negocio, si se examina en frío, con tranquilidad, presenta una salud bastante buena. ¿Que la ha tenido mejor? Ya, pero uno no puede aspirar a vivir eternamente en régimen de cuasi monopolio.
Y eso nos lleva al segundo asunto relacionado con Prisa-Sogecable que me llamó la atención este pasado fin de semana. Su supuestamente muy astuta maniobra consistente en vender los derechos de retransmisión televisiva del partido Villarreal-Barça a Tele 5, pensando que con ello daba un golpe tremendo a La Sexta, se quedó en lo siguiente: 1º) Ese partido lo vio todo el mundo (que quiso) en abierto, sin pagar un euro, lo que tuvo que suponer un desastre para la venta en pago por visión de los otros partidos de Primera División que se jugaban a esa misma hora; 2º) Al hacer eso, Sogecable se ganó la enemistad de los equipos de Segunda cuyos encuentros se celebraban también el sábado en esa franja horaria; 3º) La Sexta respondió a la maniobra hostil de Sogecable procediendo a televisar en abierto el Espanyol- Real Madrid, lo que tuvo que suponer otro golpe muy duro a la empresa del pago por visión, que pretendía cobrar 12 euros a todo aquel que quisiera ver ese partido. Hago las cuentas de conjunto y deduzco que Sogecable se ha dado este fin de semana una galleta económica de primera. Y todo porque sigue negándose a asumir que le ha salido otro competidor con el que tiene que aprender a coexistir. El Mundo ya le tocaba las narices, pero El Mundo tiene otro público y, además, no tiene televisión generalista. Y menos aún televisión que retransmita partidos de fútbol, negocio que es la columna vertebral del sostenimiento económico del tinglado Sogecable/Canal +.
Escrito por: ortiz.2007/10/22 09:10:00 GMT+2
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2007/10/21 05:00:00 GMT+2
Sobre la verdad se han dicho muchas tonterías. Una de las más citadas por aquí es ésa que se atribuye injustamente a Antonio Machado, según la cual “la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero”. Machado escribió esa frase, pero sólo para refutarla: dejó inmediata constancia de que, si bien a Agamenón la sentencia le encantaba, a su porquero le daba cien patadas. Y es que Machado sabía que las verdades que se presentan como generales y abstractas casi siempre sirven para defender los intereses materiales y concretos de unos pocos, que tienden invariablemente a sacar partido de la miseria de los más.
Odio a los fanáticos de “la verdad”. Ésos que afirman: “Yo siempre digo la verdad”. ¿La verdad? ¿Qué diablos es la verdad? Nos manejamos con pequeños jirones de verdad. La verdad (“toda la verdad y nada más que la verdad”) es inabarcable.
Pondré un ejemplo pedestre. Hace unos días, me encontré con una conocida a la que hacía años que no veía. Según nos topamos, me soltó: “¡Ay, Javier, estás mucho más gordo!”. Como si yo no sólo estuviera gordo, sino también ciego, y no constatara desolado esa circunstancia tan poco entusiasmante en el espejo de mi cuarto de baño, un día sí y otro también. Me sentí en la obligación de responderle con idéntico ánimo constructivo. Le dije: “Tú, en cambio, estás viejísima”.
Nos entró la risa. En realidad, según pude comprobar acto seguido, los dos nos habíamos visto con un aire tirando a aceptable.
La verdad –la realidad– presenta muchísimos aspectos desagradables, pero no hay ninguna necesidad de airearlos todos, a todas horas y sin parar, vengan o no a cuento. En no pocos casos, resulta no sólo más piadoso, sino también más justo y equilibrado, guardar silencio, o recurrir a eso que los jesuitas llamaban “mentiras piadosas”.
La verdad –así, en singular, con esa petulante tendencia a la mayúscula– es poco probable que exista. A cambio, hay muchas verdades parciales. Yo tengo predilección por las que mejor ayudan a clarificar los malos tragos colectivos.
En cambio, tratándose de la buena gente, me atengo al clásico “¡Qué buen aspecto tiene usted esta mañana, don Andrés!”
Nota de edición: columna publicada el 21 de octubre de 2007 en Público: Elogio (parcial) de la mentira.
Coda
Algunos comentarios de lectores son columnas de calidad muy superior a la de muchas que los periódicos publican todos los días dándoles categoría de tales. Ayer leí en publico.es un comentario a una noticia que daba cuenta de que el genetista James Watson se ha desdicho de sus afirmaciones sobre la inferioridad de la raza negra. «No puedo entender cómo dije lo que han dicho que dije», afirmó Watson, rizando el rizo del absurdo. Las palabras del genetista merecieron el siguiente comentario, firmado por Mikimoss:
«Pero señores, la cuestión no es si en realidad las mujeres o los negros tienen propiedades biológicas distintas a las de los hombres blancos de cierta población. Naturalmente que eso podría ser así o no serlo. La cuestión es que la ética es una lógica nueva, inventada por nosotros, que trata de contraponerse a la lógica natural. La expresión "derecho natural" es tautológica. La naturaleza es injusta: el más fuerte domina al más débil, el protón atrae al antiprotón y ambos se aniquilan; el león devora al ciervo y la secuoya no tiene más dignidad que el helecho. La naturaleza es amoral. Tratar de inferir principios éticos a partir de la realidad física o biológica es absurdo; es no saber de qué va el asunto. La ética es un proyecto metafísico de la inteligencia humana que maneja propiedades subjetivas: los valores. Su objetivo es ofrecer las mejores soluciones que permitan la convivencia, y punto. La pregunta ética no es ¿qué es?, sino ¿qué debe ser? Hay guerra, hay dolor, hay miseria, hay opresión, hay discriminación. ¿Qué debe haber? Esa es la pregunta.»
Hay algún término mal empleado (el conjunto de la redacción podría mejorarse, y seguramente el propio autor lo habría hecho, si le hubieran dicho que su texto iba a tener un destino de más rango), pero el razonamiento es certero y brillante. De primera.
Escrito por: ortiz.2007/10/21 05:00:00 GMT+2
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2007/10/20 05:00:00 GMT+2
Dos circunstancias relacionadas con la Cumbre de Lisboa me han llamado muy en particular la atención.
La primera: que se congregara en la zona de la Expo, donde se reunían los presidentes y jefes de Gobierno, la manifestación de protesta más concurrida que ha vivido Lisboa en las últimas dos décadas. El contraste era tan escandaloso que cualquier comentario resultaba innecesario: de un lado, los mandamases de los Veintisiete, sonrientes, encantados de lo bien que les va todo cuando se ponen de acuerdo; del otro, la muchedumbre de trabajadores portugueses, hartos de los muchos males que les aquejan y de lo poco que hace la UE por solucionárselos.
La segunda circunstancia para mí especialmente llamativa: cuentan las crónicas que los jefes máximos de los Veintisiete mostraron su honda preocupación ante la posibilidad de que el premier británico, Gordon Brown, se vea forzado a convocar un referéndum que le permita ratificar o le obligue a rechazar el nuevo Tratado. La preocupación viene dada porque todos ellos creen muy probable que la población británica votara mayoritariamente en contra. Brown tuvo el detalle, tranquilizador para sus colegas, de asegurar que esa consulta no se realizará, es decir, que se prepara para obrar prescindiendo de los deseos mayoritarios de su pueblo.
La actitud de Brown puede parecer particularmente cínica, y cínica sí que lo es, pero no particularmente. Sus homólogos continentales tienen tan pocos deseos de someter el asunto a votación popular como él mismo. Para evitar ese peligro, han recurrido a diversas argucias jurídicas que permitirán a algunos Gobiernos vadear los imperativos constitucionales que tantos problemas les causaron cuando quisieron sacar adelante la abortada Constitución Europea.
No parece nada exagerado afirmar, a la vista de cómo están las cosas, que los gobernantes europeos tienen miedo de sus propios pueblos.
Es una situación que se han ganado a pulso, conformando unas estructuras de poder que la ciudadanía del Viejo Continente percibe como frías, lejanas e inaccesibles. Una percepción bastante razonable porque, en muy buena medida, son exactamente así.
Nota de edición: columna publicada el 20 de octubre de 2007 en Público: Fría, lejana, inaccesible UE.
Coda
Me preguntan cómo pude escribir ayer lo que escribí sobre el suplemento Babelia, de El País, y sobre su ex responsable, habiendo estado yo tantos años trabajando para El Mundo.
No es que el asunto sea apasionante pero, como no es la primera vez que me lo sacan a relucir y tampoco quisiera dar la callada por respuesta, contesto. Brevemente y por puntos.
1º) En el mismo momento en el que Aznar ganó las elecciones, comuniqué al director de El Mundo mi deseo de abandonar la jefatura de la sección de Opinión y ser destinado a otros cometidos. Más que nada, porque me veía venir la que luego vino. Me pidieron que esperara algún tiempo, para preparar un relevo adecuado. Lo acepté, pero solicitando que se me permitiera no escribir aquellos editoriales cuyas tesis me suscitaran un mayor desacuerdo, a lo que la dirección accedió.
2º) Pese a ello, y aunque figurara en el staff del periódico como subdirector y responsable de la Sección de Opinión, dediqué muchas –muchísimas– de mis dos columnas semanales a refutar las ideas más características de la línea editorial cada vez más pro-PP exhibida por el periódico. Seguí haciéndolo de manera sistemática hasta que, ya harto de que la Dirección no me asignara otras funciones, pedí una excedencia y abandoné la Redacción, aunque seguí escribiendo mis columnas. Al acabar la excedencia, negocié mi abandono definitivo de la plantilla del diario, quedando ya como mero colaborador externo.
3º) La Dirección de El Mundo nunca me presionó para que callara o dulcificara mis opiniones políticas. En los 18 años que ejercí de columnista para ese periódico –unas 2.000 columnas, en total–, sólo me objetó el contenido de una, que no se refería a ningún político, sino a un banquero. (Ahora que ya no trabajo allí puedo reconocer que, además, aquel incidente fue en buena medida culpa mía. Quizá alguna vez lo explique.)
En conjunto, y por resumir: lo mío no tiene comparación posible con lo de la ex responsable de Babelia, que jamás ha manifestado públicamente divergencia alguna con la línea de El País y que ha aguantado en ese periódico hasta que la han despedido.
La cuestión no es que ella y yo no nos parezcamos. Cualquiera sabe; quizá sí. La cuestión es que en El País impera un monolitismo político-ideológico del copón de la baraja. Sólo los que dibujan (El Roto y Máximo, sobre todo) osan de vez en cuando salirse de la fila. En El Mundo también se las traen, pero siempre ha sido algo más caótico (cosa nada difícil, todo sea dicho).
No insistiré ni en la utilización que ellos hacían de mi disidencia ni en el beneficio que yo obtenía de que les viniera bien tener algún hereje perdido entre tanto acólito. De eso ya he escrito en anteriores ocasiones y no vale la pena insistir más: saltaba a la vista.
Escrito por: ortiz.2007/10/20 05:00:00 GMT+2
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2007/10/19 05:00:00 GMT+2
De 1976 a esta parte, la derecha española ha ido experimentado un lento pero constante proceso de desinhibición.
En los primeros años de la Transición, a muchos de sus integrantes no les hacía ninguna gracia que se airearan sus servicios a la dictadura. Se esforzaban por parecer tan demócratas como el que más y condenaban el fascismo como si el repudio les saliera del alma. ¿Que en los más recóndito de sus vísceras seguían siendo tan franquistas como el que más? Es posible, pero hacían cuanto podían por disimularlo. La razón es que se sentían a la defensiva, porque las fuerzas de izquierda y anticentralistas marcaban el orden del día. Los órdenes del día: no sólo el político, sino también el social, y hasta el cultural.
Pero, poco a poco, la derecha más rigurosa se fue liberando de sus vergüenzas, en la misma proporción en la que la izquierda oficial le fue cediendo terreno. ¿Resultado? Los franquistas camuflados han ido dejando aflorar sus auténticos sentimientos cada vez más a las claras.
Hoy la derecha fetén parece más franquista que en 1976-1977. Es un aparente sinsentido. La explicación es sencilla: no es más franquista; es que lo disimula menos.
Hace 11 años, en un encuentro en El Mundo, insté a José María Aznar, entonces candidato a la Presidencia del Gobierno, a que se pronunciara de una vez sobre el franquismo, sin evasivas. Copio una parte de la respuesta que me dio: “Yo no sé qué se espera de mí. He definido el franquismo como una dictadura, he dicho que la tarea del general Franco [fue] profundamente negativa para la vida española. ¿Qué quiere que le diga? Puedo salir con una pancarta todos los días a la calle…”
El tono quejumbroso al que recurrió demuestra que por aquel entonces él y los suyos se sentían todavía a la defensiva.
Ya no. Para nada.
Se han desmelenado. El que no justifica el alzamiento militar del 18 de Julio, considerándolo un acto de salvación nacional, asegura que bajo el franquismo se vivía muy bien, confundiendo el caso particular de su particularísima familia con la penosa situación del pueblo.
Ahora están empezando a clamar lo que hasta ahora se limitaban a rumiar.
Nota de edición: columna publicada el 19 de octubre de 2007 en Público: El aguilucho fénix del PP.
Coda
Primera cosa: parece que a partir de hoy El dedo en la llaga va a tener otra presentación en la edición en papel de Público. Muchos lectores y amigos me decían: “Tu columna está arrinconada”. Me recordaban los bellísimos versos de Blas de Otero: «Porque escribir es viento fugitivo / y publicar, columna arrinconada». Sólo que de coña. Uno, que ha sido cocinero antes que fraile –y carpintero antes que columnista–, les respondía, mentalmente: «¿No os pensaréis que me tienen manía, verdad? Es una página que tiene difícil ensamblaje. Dejad tiempo al tiempo. Han de jerarquizar los problemas y éste, desde luego, es ínfimo». Lo han abordado antes de lo que me esperaba.
Segundo asunto: un amigo me pide que diga algo del despido/despedida de la responsable del suplemento Babelia de El País, a la que parece que le han pasado factura atrasada por el lío aquel de la crítica de Ignacio Echevarría a la novela de Bernardo Atxaga El hijo del acordeonista, que fue censurada por sus jefes y que acabó con el cese de las colaboraciones de Echevarría para Bobelia, que es como llaman a ese suplemento no sólo sus detractores, sino varios de los que lo fabrican. La cosa estuvo clara: la novela de Atxaga era una importante apuesta editorial del grupo de Polanco y a los colaboradores de Prisa no les correspondía sino cantar aleluyas.
Es un asunto con tantas ramificaciones que bien podría dar para una tesis doctoral, pero me conformaré con apuntar algunos criterios:
1º) Si a la exjefa de Babelia le parece mal que un suplemento literario esté confeccionado de pe a pa para mejor resaltar lo bien que lo hace todo el jefe y lo inmejorables que son los productos de la casa, no sé cómo se las ha arreglado para aguantar tanto tiempo en el cargo, porque el suplemento en cuestión nunca ha hecho otra cosa.
2º) Si la exjefa de Babelia considera que es justo y necesario poner a caldo algunas obras salidas de las editoriales de la propia empresa cuando son malas de solemnidad, lo que no entiendo es por qué no publicó nunca críticas justas (es decir, vitriólicas) de las novelas de la prolija nómina de pestiños y juntaletras que Jesús (de) Polanco fue arrejuntado en su órbita con el paso de los años. ¡Carmen Posadas! ¡Vicente Molina Foix! ¡Rosa Montero! El País cuenta con dos docenas de columnistas que podrían valer como ejemplos para una escuela de escritura, siempre que la asignatura se llamara Cómo no se debe escribir en ningún caso.
3º) En la improbable circunstancia de que todo lo anterior no tuviera efectos de objeción previa, no me costaría nada decir que, si uno cuenta en nómina con un crítico literario, porque le parece que lo hace bien, y le encarga una crítica, y él la hace… pues no hay más vueltas que darle: lo que escribe se publica, guste más o menos.
4º… y último) No deja de parecerme curioso que el conflicto fuera a plantearse precisamente con relación a una obra de Atxaga, que técnicamente (¡por lo menos técnicamente!) es bastante mejor que buena parte de los Planeta finalistas y semifinalistas de la cuadra de Polanco, pero que estimula a tope las glándulas de todos los que están hasta los huevos de los vascos, que ya se sabe cómo somos.
En fin: ésta no es una historia de buenos y malos. Es una historia de malos y peores.
Escrito por: ortiz.2007/10/19 05:00:00 GMT+2
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2007/10/18 05:00:00 GMT+2
He esperado unos días para hacer recuento de las reacciones suscitadas por la concesión del Premio Nobel de la Paz a Al Gore (ex æquo con el Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU, del que apenas se habla). Es deprimente comprobar cómo la mayoría de las organizaciones y personalidades tenidas por progresistas han considerado que, aunque el personaje presenta “ciertas sombras”, la decisión del Comité Nobel Noruego puede considerarse positiva, porque la popularidad del galardonado contribuye “a difundir la conciencia del peligro del cambio climático”.
No seré yo quien diga que el Nobel de la Paz se ha degradado al distinguir a Gore. Un premio que ya recayó en el pasado en gente como Anwar el-Sadat, Menahem Begin y Henry Kissinger (¡ésa sí que fue buena!) tampoco puede presumir de mucho. Pero me deja de piedra que sean tan escasas las voces que se elevan para decir que un político que se negó en su día a firmar el Protocolo de Kyoto no debería en ningún caso recibir reconocimiento universal como defensor de la causa que él mismo boicoteó. Súmese su defensa de las terribles fumigaciones masivas del Plan Colombia, tan dañinas para los campos como para los campesinos.
Cuando Gore habla del medio ambiente, siempre insiste en “la responsabilidad de todos”, difuminando quiénes son los grandes agentes contaminantes y quiénes no tienen ni para contaminar.
Como número dos de Clinton, Gore se negó a aceptar la autoridad del Tribunal Penal Internacional y aprobó acciones militares en Sudán, Afganistán, Irak, Haití, Zaire y Liberia, amén de todas las de la ex Yugoslavia.
Es un ecologista de salón y un pacifista de pega. Muy adecuado para un Premio de la Paz que lleva el nombre del inventor de la dinamita.
Nota de edición: columna publicada el 18 de octubre de 2007 en Público: Al Gore, ecologista de salón.
Coda
Me fascina la gente cargada de aplomo. ¿De dónde lo obtendrá? No lo sé. Qué envidia.
Acabo de captar en uno de esos canales de televisión digitales terrestres –y pedestres– a la veteranísima periodista María Antonia Iglesias en el momento en el que afirmaba, con esa suficiencia tan suya, que «la mayoría del PNV está que trina con Ibarretxe».
«¡Caramba!», me he dicho al oírla. «¿Y cómo lo sabe? ¿Habrá hecho un paciente trabajo de campo, de batzoki en batzoki, de pueblo en pueblo, para sustentar tan rotunda afirmación?»
Típica pregunta retórica. María Antonia Iglesias no se caracteriza por sus intensas relaciones con las bases del PNV. No pretendo que no haya pisado jamás un batzoki. Digo que, si lo ha hecho, de seguro que habrá sido por mera curiosidad, por el aquel de que en esta vida hay que ver de todo.
Es de cajón que María Antonia Iglesias no sabe lo que piensa y siente «la mayoría del PNV». No está en condiciones de saberlo. Lo que sucede es que, cuando ella habla de «la mayoría del PNV», en lo que está pensando es en la mayoría de los miembros del PNV que hablan con ella.
Que son –mucho me temo– los que ella selecciona para que le digan cuánto simpatizan con su idea de establecer una nueva era Ardanza, con el PNV y el PSOE-PSOE cogiditos de la mano, perdonándoselo todo y repartiéndoselo todo.
Es una pretensión no sé si lícita, pero desde luego legal.
De hecho, lo único que me ha llamado la atención es que María Antonia Iglesias se presentara como intérprete de los estados de ánimo de la mayoría del PNV.
Lo cual me devuelve al inicio de este comentario: qué envidia, la gente que va por la vida cargada de aplomo.
Escrito por: ortiz.2007/10/18 05:00:00 GMT+2
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