Siempre me ha hecho gracia el valor reverencial que bastantes medios de comunicación españoles conceden a “lo que se dice de nosotros en el extranjero”. Han llegado a hacerse revistas de prensa destinadas a dar cuenta exclusiva de tales comentarios y opiniones.
El principio mismo de tan singular interés apela más a la psicología (apartado “complejos de inferioridad”) que al periodismo. Sólo a un papanatas se le puede ocurrir que merece más crédito lo escrito por un comentarista situado a miles de kilómetros de distancia, o por un corresponsal que bastante tiene con lo que hace, en condiciones precarias como pocas, que lo que decimos o escribimos quienes tenemos todo el panorama local delante de nuestras narices. (Esto llega a producir situaciones realmente cómicas. Ejemplo: el corresponsal de un reputado medio estadounidense me telefonea para pedirme que le diga cómo cabe interpretar una determinada noticia referente a Euskadi. Lo hago. A él le parece interesante mi interpretación y la asume en su crónica. Al día siguiente, varios medios españoles la citan. Típico ejemplo de “cómo nos ven desde el otro lado del Atlántico”.)
No excluyo para nada que haya gente foránea familiarizada con nuestra realidad y cuyos puntos de vista, inteligentes, cercanos y a la vez exteriores, pueden resultarnos sugestivos. Lo que puedo certificar es que no hay tantos como los que traen a pasear por aquí sin parar. También podéis descartar que alguien que ha escrito un trabajo académico sobre, por ejemplo, El papel de las armas inglesas en la guerra contra Napoleón en España y Portugal, se haya ganado por ello el derecho a hablar con autoridad sobre el Estatut catalán o sobre el papel de Juan Carlos I en la aprobación de la Ley que regula los matrimonios gays.
Durante los años que viví en Francia, nunca vi nada parecido. A la mayoría de los franceses les importa una higa lo que puedan decir de sus asuntos políticos diarios en Estados Unidos, en Alemania o en Rusia. No digamos en España. Dan por hecho que quienes saben más al respecto son ellos mismos.
Supongo que no fue casualidad que la lógica cartesiana tuviera su cuna en Francia.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de octubre de 2007). Javier lo publicó como apunte (¿Y qué dicen de nosotros?). Lo mantenemos allí porque tiene coda y unos cuantos comentarios. Subido a "Desde Jamaica" el 3 de julio de 2018.