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2007/03/10 07:00:00 GMT+1

El precio de una negra

La mozambiqueña Graça Machel denunció en el II Encuentro de Mujeres Españolas y Africanas, clausurado anteayer en Madrid, que el mundo occidental trata con más consideración a las vacas que a las mujeres africanas. «Moralmente, una vaca no puede ser mejor tratada que una mujer», subrayó Machel.

«Moralmente», dijo. Pero no estaba hablando de moral, sino de economía.

La cuestión que planteó remite directamente a la consideración de los respectivos valores de cambio.

Antonio Machado también rechazaba la confusión entre valor y precio. Dignísimo error, pero error. El valor de cambio -el precio- se establece en función de criterios de rentabilidad, dentro de los cuales la ética, e incluso la estética, no pintan nada. Uno no paga tantos euros porque lo comprado sea entrañable, bello y noble, sino porque le sirve.

En los mercados africanos, las vacas alcanzan un alto valor de cambio no sólo porque sirven para dar leche y, llegado el caso, una gran cantidad de carne, sino también -y sobre todo- porque no abundan. Las mujeres jóvenes tienen una buena fuerza de trabajo y otras potencialidades estimables, sin duda, pero no son extraordinarias. Ni sus potencialidades ni ellas mismas. Hay negras de sobra.

Graça Machel se refirió a las mujeres africanas porque estaba en un encuentro de mujeres, pero podría haber hecho comparaciones similares -de hecho las apuntó- referidas a los hombres de su misérrimo continente abandonado. ¿A cuánto está el kilo de miserable negro? (Perdón por no decir subsahariano. Ya sé que da igual dejar que se mueran de asco, pero es espantoso utilizar un lenguaje políticamente incorrecto.)

Por no hablar de sus niños: ¿cuánto cuesta un niño negro aleccionado para disparar contra quien sea, cuando sea?

¿Cuánto vale un miserable africano para un niño africano que dispara?

¿Por cuánto le sale una pobre africana a un pobre africano que la explota y oprime?

No se trata de preguntas retóricas. Todos esos kilos tienen precio. El libre mercado está para eso.

Es posible que los hombres africanos estén más cotizados que las mujeres africanas. Tal vez porque tienen más fuerza de trabajo, metidos en una mina o empujando un carro. O porque las mujeres estén menos dispuestas a empuñar un kalashnikov y destripar a varias docenas de sus semejantes.

¿Hiere vuestra sensibilidad que me exprese en estos términos, deliberadamente crudos? De ser así, no culpéis a los términos. Culpad a la realidad. O id más al fondo: culpad a los criterios que la rigen. Están consagrados por lo que llamamos «libertad de mercado».

Ah, por cierto: el presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, tuvo palabras muy amables a la hora de clausurar el II Encuentro de Mujeres Españolas y Africanas.

No dijo nada sobre el precio de las mujeres y las vacas. Por supuesto.

Javier Ortiz. El Mundo (10 de marzo de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: El precio de una negra. Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/03/10 07:00:00 GMT+1
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2007/03/05 07:00:00 GMT+1

Ayuda más y menos merecida

Hay gente que merece que la colectividad -representada en este caso, y sin que sirva de precedente, por el Estado- le preste ayuda, y hay otra gente que lo merece menos.

Merecen ayuda los trabajadores de Delphi, y los de la Bahía de Cádiz en general, que han hecho todo lo que se les pedía que hicieran -trabajar mucho y trabajar bien- para no encontrar al final otra perspectiva que la del paro o, todo lo más, la de la prejubilación.

La Administración ha aportado ayudas a Delphi. Pero se las ha concedido a la empresa, confiando en que las invertiría para generar empleo. Confianza errada. Casi todas las multinacionales que se instalan en España se apresuran a poner el cazo, a ver cuánto dinero público pillan. Pero, en cuanto sus cálculos globales les indican que la producción les saldría más barata en otras latitudes, hacen el petate y salen por piernas. Sin devolver un duro, por supuesto. ¿Qué les importa a unos señores de Indiana, USA, dejar en la calle a 1.600 trabajadores de Puerto Real, que lo más probable es que ni sepan por dónde cae?

La gente obrera gaditana se merece ayuda del Estado, pero orientada al desarrollo de empresas autóctonas competitivas. No grandes corporaciones venidas del quinto carajo con la pretensión de obtener grandes beneficios a base de pagar salarios rácanos y de rentabilizar el empleo precario. Una reconversión de ese tipo es posible: hay experiencias que lo demuestran. No digo fácil.Tampoco cómoda. Digo posible.

Mientras escribo sobre la caída libre de la industria gaditana tengo delante de mí un recorte de prensa. Dice el titular: «El sector de la nieve pide créditos para salvar la temporada».

No es lo mismo, me parece. Cuando uno monta un negocio apoyándose en determinadas variables, ya sabe que se arriesga a que esas variables se comporten como su nombre previene. Pongamos el caso de alguien que tiene un bar-restaurante en un pueblo costero por el que pasa una carretera nacional, al que de pronto le construyen una circunvalación que le deja in albis. Algo me dice que, si acude a las autoridades reclamando que declaren su bar-restaurante zona catastrófica, no le van a hacer demasiado caso. Ni aunque el desvío fuera provisional y sólo reclamara una inyección de euros para sobrellevar el vacío de la caja registradora.

Pues lo mismo o parecido se plantea cuando nieva menos de lo previsto.

Los empresarios del sector de la nieve no pretenden -eso dice la noticia- que este año vayan a tener pérdidas, sino que sus beneficios van a ser inferiores. Algo lamentable, pero parece que no del todo angustioso. A diferencia del calvario de los trabajadores de Delphi, que no saben de dónde sacarán para seguir adelante.

Por eso digo que hay gente que merece más que la colectividad la ayude. Y otra que menos.

Javier Ortiz. El Mundo (5 de marzo de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.

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2007/02/26 07:00:00 GMT+1

Estar con las víctimas

El PP se manifestó el sábado en Madrid porque, según dicen sus dirigentes, tienen el deber de «estar con las víctimas».

Empecemos por ahí: ¿qué es «estar con las víctimas»? Porque ese imperativo puede entenderse de diversos modos. Cabe «estar con las víctimas» en el sentido de apoyarlas, arroparlas y asistirlas moral y materialmente, lo que no sólo está bien, sino que es de elemental justicia. Otra cosa es seguir sus consignas políticas. Porque ningún padecimiento otorga clarividencia. Nadie, por el hecho de haber sido víctima del terrorismo, tiene garantizada ni la infalibilidad de sus análisis ni la adecuación de sus propuestas.

Antes al contrario. Los juristas suelen decir que ningún abogado que se vea acusado de un crimen debe cometer el error de asumir su propia defensa ante los tribunales. Corre el riesgo de perder la calma y obnubilarse ante las acusaciones, de centrarse en aspectos que él ve como esenciales para su honor y buen nombre, pero que son perfectamente secundarios en la causa...

Algo muy parecido cabe decir de las opiniones y opciones políticas de las víctimas del terrorismo. Es más que probable –y muy comprensible, sin duda– que el trauma que arrastran condicione de manera decisiva su visión de la realidad y no les permita mantener la ecuanimidad y la ponderación que son necesarias para la buena conducción de los asuntos públicos. Nadie puede reprocharles que sientan un enorme deseo de venganza; no obstante, es fácil entender que una sociedad sana no debe tener como principal criterio rector la búsqueda de unas u otras venganzas.

Pero es que, además, ¿cómo apoyar los deseos políticos de las víctimas, si ellas mismas distan de tener puntos de vista homogéneos? Estos días lo hemos podido ver con total claridad: Mikel Buesa, hermano de Fernando Buesa, asesinado hace siete años, asume en público los postulados del PP; Natividad Rodríguez, viuda del dirigente socialista alavés, está en sintonía con el Gobierno central; en fin, Jon Buesa, también hermano de la víctima, respalda al PNV. ¿A cuál de ellos habría que dar prioridad para «estar con las víctimas»?

En cierta ocasión oí a un dirigente del PP responder a esto diciendo que ellos apoyan a la AVT porque es la asociación de víctimas que cuenta con más afiliados. Pero ese argumento se vuelve en su contra cuando se trata de las víctimas de los atentados del 11-M, que no son menos víctimas que las de ETA. En el caso de los afectados por la matanza del 11-M, el PP ha tomado partido por asociaciones minoritarias, porque no quiere ver ni en pintura a la encabezada por Pilar Manjón.

Lo cual revela que no apoya incondicionalmente a las víctimas, sino sólo a las víctimas que asumen sus planteamientos políticos. Es decir, que va a lo suyo, víctimas mediantes.

Quod erat demostrandum, que decían los euclidianos.

Javier Ortiz. El Mundo (26 de febrero de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.

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2007/02/24 07:00:00 GMT+1

De Afganistán al 2 de Mayo

Nadie ha pretendido que las tropas españolas estén en Afganistán para ayudar a las viejecitas a pasar la calle, como insiste en decir Mariano Rajoy haciendo gala de un sarcasmo de dudoso gusto. El Gobierno reconoce que se trata de una misión militar. Pero se apresura a precisar que esa acción, aunque militar, persigue un objetivo civil: la reconstrucción de Afganistán.

No es verdad.

El Estado español no participa en un programa cuya finalidad esencial sea la reconstrucción de Afganistán, sino en una misión bélica de la OTAN que no pretende el bienestar de la población afgana, sino el control político y militar de una zona geoestratégica de primera importancia. De primera importancia, en primer lugar, para Estados Unidos, que es quien decidió la invasión de Afganistán, misión que realizó con el plácet del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, cuyos integrantes participaban de su temor por el poder de los talibán. Washington lleva muchos años empeñado en mantener bajo su férula toda la amplia franja que se extiende desde el Mediterráneo hasta el Tíbet, convencido de que el control de ese gran espacio es clave para el dominio del mundo entero.

Todo eso está muy bien –o muy mal, que a estos efectos da lo mismo– pero, visto desde la perspectiva de la ciudadanía afgana, en lo que se concreta es en la ocupación de su país, que se ha visto despojado manu militari de su soberanía. De modo que, cuando los unos, los otros o los que sea se oponen al invasor por los mismos medios que éste utiliza para lograr su sometimiento, lo que se produce son actos de resistencia irregular. De guerra de guerrillas, en suma.

La guerra de guerrillas –incluido su nombre– la inventaron los españoles que se levantaron en armas contra las tropas invasoras francesas en 1808 sin obedecer a más autoridad ni dictado que los de sus santas narices. Se dice que las fuerzas armadas estadounidenses y su complemento de la OTAN entraron en Afganistán con el visto bueno de ciertas autoridades locales. Las francesas invadieron la Península con las bendiciones del rey de España, que estaba tan en las manos de Napoleón como los actuales dirigentes afganos en las de Bush. ¿Que la coalición atlantista quiere un porvenir mejor para Afganistán? Recordemos que José I también quería para España un futuro regido por los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, muy superiores al oscurantismo retrógrado que reinaba a la sazón por estos lares.

Los franceses decían que los guerrilleros españoles eran bandoleros, y a fe que no pocos lo eran. Pero eran también, y sobre todo, resistentes. Entonces no se usaba el término terrorismo pero, de entrar en la terminología de la época, de eso habrían sido acusados quienes ahora son honrados por aquí como mártires del 2 de Mayo y héroes de la Patria.

Javier Ortiz. El Mundo (24 de febrero de 2007). Hay también un apunte de título parecido: Entre Afganistán y el 2 de Mayo. Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.

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2007/02/19 07:00:00 GMT+1

El bando del simplismo

Nos contaba ayer un amigo una arenga de bar, de ésas que son frecuentes en las tascas madrileñas, que tantas veces sirven de ágora ateniense (o de Hyde Park londinense) a los mitineros aficionados que carecen de una tribuna en condiciones. El enardecido paisano alertaba a la parroquia sobre los peligros que corre España por culpa del nuevo ministro de Justicia, quien, según él, « va a poner en libertad a todos los presos etarras». Huelga decir que el hombre no aportaba ningún dato que respaldara su vaticinio. Se limitaba a formularlo. Eso sí, con mucho aplomo.

Una amiga aportó otro testimonio por el estilo. Nos relató el ardor con el que un menda que trabaja con ella se queja de los ataques que sufre Aznar por la posición que adoptó con respecto a la guerra de Irak, pese a que –dice– «él no mandó a ningún soldado a esa guerra». Lo más chocante es que, por lo que narraba nuestra amiga, nadie se le rió en las barbas. ¡Qué fantástica capacidad de olvido, la de tantos! Ya no recuerdan que uno de los puntos clave del programa electoral de Rodríguez Zapatero fue precisamente ése: traerse para casa a las tropas españolas destacadas en Irak.

Los agitadores de ese estilo actúan siguiendo mutatis mutandis una vieja máxima del periodismo cutre: «No dejes que la realidad te estropee un buen anatema». Es gente adoctrinada en escuelas muy populares, sustentadas por especialistas en monsergas tan rotundas, tan simplonas y tan falsas como ésas, del género «España se está rindiendo ante los terroristas», «Zapatero es el mejor aliado de ETA», «este Gobierno está provocando la balcanización de España», «a Zapatero lo hicieron presidente los terroristas»…

Esta última, inspirada en el singular pensamiento deductivo de Miguel Ángel Rodríguez –aquel mismo que cuando iba de reflexivo se oponía al cierre de Egin porque «las palabras no matan»–, retrata con perfecta precisión el espíritu que anima a la actual dirección del PP, a la vez que revela la consideración que le merecen los 11.026.163 votantes que convirtieron a Zapatero en presidente del Gobierno.

Qué duda cabe de que los mensajes de este estilo –maniqueos, simplistas, plagados de exageraciones disparatadas y de reducciones al absurdo– llegan con gran facilidad a quienes reciben con mucho más entusiasmo las emociones que las reflexiones, tanto más si fueron educados en la exaltación de los mitos de la Una, Grande y Libre, que han seguido anidando en no pocos reductos hogareños y sociales.

Que hay gente así, y que es bastante, resulta evidente. Ahora bien: ¿tanta como para otorgar la mayoría electoral a este PP de ahora, que no es el de 1996, ni siquiera el de 2000, cuando aún pretendía pasar por centrista?

De creer lo que dicen las encuestas sociológicas realizadas en los últimos años, no. Pero a saber.

Javier Ortiz. El Mundo (19 de febrero de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: El bando del simplismo. Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.

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2007/02/17 07:00:00 GMT+1

Pavor a la Audiencia

Cuando lo oí me quedé de piedra. Sabía que toda la acusación contra Rabei Osman el Sayed, al que llaman Mohamed el Egipcio, se basa en unas grabaciones magnetofónicas. Lo que no sabía es que el juez de la Audiencia Nacional que instruyó el sumario por los atentados del 11-M en Madrid nunca ordenó que el procesado fuera sometido a una prueba pericial de reconocimiento de voz. De modo que su defensa puede aferrarse –y se aferrará– a lo que el propio acusado declaró en la primera sesión del juicio: «Esa voz no es la mía». Y la Audiencia Nacional no tiene pruebas propias de que lo sea. La base de la acusación procede de Italia, pero la legislación italiana y la española difieren en cuanto a la validez procesal de ese tipo de grabaciones.

Confieso que la Audiencia Nacional me da pavor. Hacen legión las causas que ha malogrado por culpa de sus constantes yerros, puestos luego en evidencia por el Tribunal Supremo. No lo digo por decir: acabo de leer que el TS revoca hasta el 38% de las sentencias que emite la Audiencia Nacional, frente a sólo el 3% de las de otras procedencias. ¡El 38%!

Me temo que esa más que peculiar instancia judicial esté sobrada de jueces arrogantes, acostumbrados a los modos expeditivos. Ahí está el caso de la jueza Ángela Murillo, al frente de la vista oral del sumario 18/98, que llegó a decir, cuando un abogado citó una sentencia del Tribunal de Estrasburgo: «¡Estrasburgo me da igual!». No le va a la zaga en salidas de tono su colega Alfonso Guevara, quien, cuando en un juicio los defensores del acusado alegaron que el caso estaba contaminado por un vicio de forma inicial, respondió, encantado de ser tan ocurrente: «Aquí nadie se contamina si no es por el aire». No tardó el Tribunal Supremo en dar la razón a la defensa, revocando la sentencia y poniendo en libertad al acusado, que llevaba ya cuatro años en prisión gracias al concurso de otra jueza, Teresa Palacios, que se encargó de instruir el sinsentido.

No me convence tampoco, ni poco ni mucho, la desenvoltura con la que actúa el magistrado que preside el juicio del 11-M, Javier Gómez Bermúdez, al que no se le ve nada afectado por el tortuoso camino que ha tenido que transitar para llegar al cargo. Aunque, para desenvoltura, la de su oponente Baltasar Garzón, últimamente especializado en dar tumbos doctrinales en la consideración de la izquierda abertzale, excursión en la que no le acompaña, sino todo lo contrario, quien fuera su sustituto temporal, el inefable –ya que no infalible– Grande-Marlaska, con k de kiosco.

El historial de patas de banco y pifias de la Audiencia Nacional es realmente extenso, como saben cuantos han seguido sus pasos de cerca. Habrá que confiar en que esta vez se moverá con pies de plomo. Porque no sería el del 11-M el primer macroproceso que conduce al desastre.

Javier Ortiz. El Mundo (17 de febrero de 2007). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/02/17 07:00:00 GMT+1
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2007/02/12 07:00:00 GMT+1

El teniente Watada

Ehren Watada es un teniente del Ejército estadounidense que tiene pendiente un Consejo de Guerra por haberse negado a participar en la ocupación de Irak.

El teniente Watada se encontraba en la base militar de Fort Lewis, en el estado de Washington, cuando supo que iba a ser enviado a Bagdad. Decidió informarse sobre la guerra a la que lo destinaban. Leyó bastantes libros y muchos artículos de prensa para conocer la Historia de Irak, los antecedentes y la actualidad del conflicto, la legislación internacional aplicable al caso y los fundamentos jurídicos de la intervención norteamericana. También tuvo numerosos contactos con veteranos de esa guerra. Una vez informado, llegó a la conclusión de que el despliegue militar ordenado por George W. Bush viola la Constitución de los Estados Unidos, el Acta de Poderes de Guerra, la Carta de las Naciones Unidas, la Convención de Ginebra y los principios establecidos por los juicios de Nuremberg.

Watada no se opone a todas las guerras por principio. De hecho, propuso que lo destinaran a Afganistán, porque entiende que esa invasión sí cuenta con la legitimidad necesaria. No así la de Irak, que fue aprobada por un Congreso que –recuerda– fue engañado por Bush, quien aseguró que Sadam Husein estaba en posesión de armas de destrucción masiva y tenía lazos directos con Al Qaeda. Entiende que acatar la orden de ir a Irak le conduciría a participar en la comisión de crímenes de guerra, y no está dispuesto.

El teniente Watada no esgrime sólo motivaciones éticas, sino también legales. Se siente respaldado por la Constitución de los Estados Unidos, que ampara la desobediencia de órdenes injustas, y también, y sobre todo, por los principios que fijaron los juicios de Nuremberg contra algunos de los servidores del III Reich. Allí se rechazó de plano la eximente llamada «de obediencia debida». No pocos militares del Ejército hitleriano fueron condenados a la pena de muerte y ejecutados porque, según criterio del tribunal, cuando un soldado recibe una orden manifiestamente injusta y criminal, tiene el deber de desobedecerla.

El Consejo de Guerra que juzgará al teniente Watada el 19 de marzo –el que se inició el pasado 8 fue anulado por defectos de forma– puede condenarlo a 8 años y medio de cárcel. Pero, si lo hace en función de la acusación que pesa ahora mismo contra él, basada en el supuesto principio de que un militar está obligado a respetar la cadena de mando, lo único que demostrará es lo que, por desgracia, ya sabíamos de sobra: que la estricta justicia sólo castiga a los derrotados.

A los militares del III Reich se les pudo echar en cara no haber desobedecido las órdenes injustas por una sola razón: porque habían perdido la guerra. No concurriendo esa condición en el caso de los Estados Unidos, podemos dar por hecho que el teniente Watada será condenado.

Javier Ortiz. El Mundo (12 de febrero de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: El teniente Watada. Subido a "Desde Jamaica" el 21 de junio de 2018.

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2007/02/10 07:00:00 GMT+1

Entre Cataluña y De Juana

Dicen algunos entendidos en asuntos estatutarios (y debe de ser cierto, porque nadie les ha acusado de estar fabulando) que el proyecto de nuevo Estatuto de Autonomía de Andalucía incluye del orden de 40 artículos que son iguales a otros tantos del recién refrendado Estatut catalán que han sido recurridos ante el Tribunal Constitucional. Sin embargo, nadie ha anunciado que piense llevar esos artículos del Estatuto andaluz al Constitucional. Ni ésos ni ninguno.

Parece incongruente. Si se considera que es anticonstitucional que una comunidad autónoma asuma tal o cual competencia, lo será en todo caso, sea la comunidad autónoma que sea.

Pero no. No estamos ante una arbitrariedad caprichosa, sino ante una decisión tomada con criterio. Con un criterio que recuerda lo que Groucho Marx, un día que se sentía especialmente tolerante, le dijo a un zoquete que había expresado una opinión disparatada: «Es una opinión. Una opinión imbécil, pero una opinión». La derecha política y judicial española aplica a su modo un viejo principio que en ciertas condiciones puede ser muy razonable: no tratar igual lo desigual. A sus ojos, Cataluña y Andalucía no pueden tener el mismo trato, porque mientras la autonomía andaluza no pone en peligro la sagrada unidad de España, porque los andaluces no son separatistas, los catalanes -que, como todo el mundo sabe, son muy suyos- aprovechan cuanto recurso pone el Estado en sus manos para afirmar su marcha hacia la independencia de Cataluña. De modo que el Estatut catalán debe ser vigilado, mirado del derecho y del revés y marcado de cerca, cosa que resulta innecesaria con el Estatuto andaluz.

A su modo, y haciendo abstracción de las muchísimas diferencias que separan ambos casos, es el mismo tipo de criterio que dictó la sentencia condenatoria contra Iñaki de Juana Chaos por los dos artículos que publicó en Gara. Si lo que se decía en aquel par de textos lo hubiera escrito alguien que no fuera de ETA, a ningún juez se le habría ocurrido no ya condenar al autor por un delito de amenazas terroristas, sino ni siquiera tomarlo en consideración. Pero, lo dicho: no hay que tratar igual lo desigual. Lo de menos es que ninguno de los dos artículos contuviera ninguna amenaza concreta. Lo decisivo es que los firmaba De Juana, y todo cuanto diga o escriba él puede ser interpretado, si se quiere, como implícitamente delictivo.

Claro que, abordadas así las cosas, los motivos de inconstitucionalidad, en un caso, y los delitos penales, en el otro, pierden todo carácter objetivo. Lo decisivo no son ya las acciones, sino los actores. La culpa no se desprende de los hechos, sino de la catalogación previa de los individuos o las colectividades que los producen.

Es cierto que nada de eso se ajusta a los principios más elementales de la Justicia, pero ¿qué más da la Justicia cuando lo que está en juego es la Causa?

Javier Ortiz. El Mundo (10 de febrero de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: Entre Cataluña y De Juana. Subido a "Desde Jamaica" el 20 de junio de 2018.

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2007/02/05 07:00:00 GMT+1

Aires de referéndum

181.201, 210.000, millón y medio (¿por qué no dos millones?)... A mí, por lo menos, no me parece decisiva la cifra exacta, aunque no deje de llamarme la atención con qué desenvoltura algunos –y algunas– le añaden ceros a la derecha.

Más importante que el número concreto de los asistentes es la constatación de que en la manifestación de anteayer en Madrid había muchísima gente, tanta o más –probablemente más– que en la celebrada tres semanas antes en respuesta a la convocatoria de UGT, CCOO y la Federación Nacional de Asociaciones de Ecuatorianos en España. Aquélla, de respaldo al Gobierno, aunque no se pretendiera tal. La del sábado, en contra del Gobierno, aunque sus organizadores aseguraran que no era ése su objetivo.

Otro aspecto que merece resaltarse: mientras en la manifestación de hace tres semanas apenas se corearon consignas contra el PP (sólo alguna reprochando al alcalde Ruiz-Gallardón que no estuviera presente), en la de anteayer la mayor parte de los gritos aludían directamente al presidente del Gobierno. Tanto como a ETA, y con frecuencia a la vez.

Pero lo más significativo de todo, sin quitar importancia a nada de lo anterior, es el tono de exaltación y agresividad que exhibieron muchos manifestantes. Quedó claro que no son ciudadanos que se opongan a la política de Rodríguez Zapatero, o que rechacen la perspectiva de obtener el fin de la violencia de ETA mediante el diálogo, sin más. Resultó evidente que lo suyo no se plantea en el terreno de las discrepancias, sino en el del odio.

Constato que va ahondándose más y más el foso entre las dos Españas, y que cada vez son menos los puentes de comunicación entre ambas. Si es cierto que dos no se entienden si uno no quiere, no digamos nada si no quiere ninguno de los dos.

De seguir los acontecimientos esta marcha, las próximas citas electorales –con las del próximo mayo como aperitivo de las generales de 2008– van a cobrar un marcado carácter de referéndum: o con unos o con otros. O conmigo o contra mí.

Es muy posible que en las urnas que vienen nos encontremos con dos bandos dibujados con no menos nitidez: de un lado, el PP; del otro, el resto. ¿A quién le corresponderá el mango de la sartén? Eso es lo que habrá de decidirse.

Confieso que esos aires de referéndum que oteo en el horizonte distan de hacerme feliz. Para empezar, me desazona ver la polarización política y social que se abre paso, y que no augura nada bueno para la convivencia ciudadana. A continuación, me inquieta que todo se manifieste en blanco y negro, sin sombras ni matices.

Cada vez que oigo decir: «¡Segundos fuera!», me mosqueo. No sólo porque uno de esos segundos a los que se conmina a abandonar el cuadrilátero siempre soy yo, sino también porque lo que viene a continuación, inevitablemente, son las tortas.

Javier Ortiz. El Mundo (5 de febrero de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: Aires de referéndum. Subido a "Desde Jamaica" el 20 de junio de 2018.

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2007/02/03 07:00:00 GMT+1

Los cinco minutos

La idea inicial de la ONG francesa Alliance pour le Progrès no era mala. Pero estaba mal concebida. Fallaba por lo abstracto de su lema central.

«Contra el cambio climático». Contra el cambio climático está todo el mundo; incluso los que promueven las actividades que lo provocan. Si ellos pudieran seguir con sus negocios sin causar la menor alteración climática, estarían encantados.

«Para concienciar a la sociedad sobre el papel del consumo de energía». Pero «la sociedad» –sus integrantes individuales, en este caso, porque sólo se ha pretendido una suma de respuestas privadas– no actúa como actúa por libre opción propia. Quienes integran la inmensa mayoría se atienen a las pautas de comportamiento a las que son inducidos.

Por poner un ejemplo: si alguien tiene que desplazarse al centro de su ciudad y el centro de su ciudad está lleno de aparcamientos, en tanto las posibilidades que le ofrece el transporte público son laboriosas e incómodas, es fácil que decida ir en coche.

Otro ejemplo: se construyen sin parar más y más zonas de segunda residencia con el beneplácito de unas autoridades que se jactan de ello y lo fomentan. ¿Resultado? Cada fin de semana las carreteras rebosan de coches. Miles, cientos de miles, millones de pequeñas contribuciones al cambio climático.

Otrosí: ¿se le puede pedir a alguien que, teniendo modo de evitarlo, pase frío en invierno y calor en verano? Las calefacciones y los acondicionadores de aire dejarán de ser un problema cuando funcionen gracias a sistemas de generación de energía no contaminantes. Pero eso no es algo que la gran mayoría de los ciudadanos pueda costearse por su cuenta.

«La responsabilidad es del hombre», dicen los científicos reunidos en París. No es lícito derivar la responsabilidad del problema a cada ciudadano aislado. La culpa no la tiene «el hombre». La tienen, muy en especial, algunos hombres, que defienden beneficios particulares y pasan por encima de lo que sea para lograrlos. Oiganle a Bush: él lo teoriza.

El modelo de vida que nos lleva a la ruina no se lo ha inventado ninguno de los particulares que viaja en su coche, ni ninguno de los que con sangre, sudor y lágrimas se ha comprado un adosado a 100 kilómetros de su casa en la ciudad, tratando de escapar del ruido y de los humos.

Ya digo que doy por hecho que la iniciativa del apagón de cinco minutos era bienintencionada. Pero ofrecía las mayores facilidades para que las autoridades políticas y los directivos de toda suerte de tinglados –unos contaminados, otros contaminantes, todos ellos colaboradores necesarios del cambio climático– pudieran quedar bien de cara al público por el muy resultón sistema de apuntarse ellos también al cortecillo eléctrico. Que es lo que hicieron el jueves.

Luego, con decir que la culpa la tiene «el hombre», todo arreglado.

Javier Ortiz. El Mundo (3 de febrero de 2007). Hay también un apunte con el mismo título: Los cinco minutos. Subido a "Desde Jamaica" el 20 de junio de 2018.

Nota de Javier. Por un fallo de edición, esta columna ha aparecido publicada con el título de «Los cinco sentidos» (se refire al periódico).

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2007/02/03 07:00:00 GMT+1
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