2008/06/01 06:10:00 GMT+2
ETA puso anoche una bomba frente a las instalaciones de Construcciones Amenabar, empresa que participa en las obras destinadas a unir las tres capitales de la Comunidad Autónoma Vasca por trenes de alta velocidad (lo que se ha dado en llamar “la Y vasca”).
Es de cajón que la bomba de ETA habrá fastidiado a quienes defienden la realización del proyecto ferroviario en cuestión, a las empresas que lo están materializando y también, lógicamente, a los ertzainas que acudieron para tratar de minimizar los efectos de la explosión y que sufrieron en sus tímpanos el estallido.
Pero es importante subrayar que ETA no sólo ha atentado contra los promotores de la Y vasca. También ha atentado contra quienes se oponen a ella.
Ese plan de red ferroviaria tiene en Euskadi numerosos detractores, que esgrimen razones de peso. Detallan el importante impacto medioambiental que tendrán tanto las obras como el propio funcionamiento diario de los trenes, y cómo las poblaciones que van a sufrir todo ello no disfrutarán de sus ventajas, porque los bólidos sobre raíles les pasarán por delante pitando y sin detenerse. Es cierto que, estando las tres capitales vascas separadas por poco más de 100 kilómetros, la existencia de un medio de transporte tan rápido las convertirá en algo así como barrios de una sola gran urbe, pero ¿al alcance de cuántos bolsillos?
Además, no parece que los nuevos trenes vayan a aliviar sustancialmente el grave problema que padece la CAV por culpa de la saturada circulación de mercancías por carretera.
Todo ello –y más cosas que no añado, porque esto es un Apunte y no una tesina– justifica que haya un movimiento popular de oposición al proyecto, que ya está en marcha. Pero de oposición popular, insisto. Con movilizaciones, con protestas, con exigencia de que los ayuntamientos se pringuen, con charlas y escritos divulgativos…
Aparece ETA poniendo bombas (¡bombas a favor de la ecología!) y lo adultera todo. Sucederá ahora lo mismo que ocurrió cuando la oposición a la central nuclear de Lemoiz, o cuando la lucha contra el trazado inicial de la autovía de Leitzaran. En ambos casos, su intervención a sangre y fuego contaminó el movimiento popular, al empeñarse en rentabilizarlo recurriendo a una farfulla medioambientalista que, en su boca, resulta directamente grotesca. En este caso lo tiene mucho peor, porque sus posiciones en pro de la metralla y sus apoyos sociales son ahora netamente más débiles.
En todo caso, ¡qué manía tiene de meterse a incordiar en causas que otros han puesto en marcha y que no le pegan ni con cola!
Coda.– Acabo de oír el boletín informativo de RNE de las 06:00. Ni uno solo de los cortes de audio que han anunciado y pinchado se correspondía con la noticia que estaban dando. Han dicho que nos iban a poner unas declaraciones de Zapatero y hemos oído a Ibarretxe. A continuación, han prometido que íbamos a escuchar a Rajoy y ha salido alguien que hablaba de inundaciones. Lo han cortado sin más, en medio de una frase.
Nada de eso me escandaliza. Más bien me hace gracia. Son cosas que ocurren. Es una chapuza, pero todo el mundo tiene un día malo y otro peor. Lo que me ha escandalizado es que en ninguno de los casos los locutores han pedido disculpas. Han seguido como si no pasara nada. Deduzco que tanto la audiencia como su propia profesionalidad les merecen un respeto tirando a relativo.
Escrito por: ortiz.2008/06/01 06:10:00 GMT+2
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2008/05/31 06:00:00 GMT+2
He bromeado más de una vez –mañana sacaré en Público una columna sobre ello– con lo deprimente que puede ser firmar libros en una caseta de la Feria del ramo, de ésas que se realizan en Madrid todos los años por estas fechas. (Hablo de la Feria del Libro de Madrid no porque crea que las de otras ciudades son distintas, sino porque mi experiencia personal se limita a la de la capital de España.)
Me viene sudor frío sólo de recordarme en esos trances. Son como pesadillas.
Pero la firma (o la falta de firma) de libros en la Feria no es la única actividad relacionada con la producción editorial que tiende a resultar enojosa. Otra, y no menor, es la presentación pública de las obras, propias o ajenas.
Por lo general, los actos de presentación de libros suelen consistir en que el autor y dos o tres conocidos suyos se suben a un estrado desde el que peroran durante un rato sobre las virtudes de la obra y del propio autor ante unas cuantas decenas de personas, amigos y deudos, meros curiosos u ociosos profesionales. A veces hay también alguien que dice unas palabras en nombre de la editorial.
Lo más frecuente es que el público sea escaso y que los medios de comunicación den poca o ninguna cuenta de la ceremonia.
El pasado miércoles asistí a la presentación de Espejos, la última obra de Eduardo Galeano. El salón de actos de la Casa de las Américas, junto a la Plaza de la Cibeles, en Madrid, estaba de bote en bote. Galeano ensayó un formato de presentación que me pareció bien: habló él, sin más. Con su voz grave de locutor de radio, leyó muy bien leídas algunas páginas de su libro, seleccionadas con un criterio fijo: todas se referían a personas excluidas o relegadas por la maquinaria del sistema socioeconómico mundialmente imperante.
Hasta ahí todo estuvo muy bien. Pero, cuando terminó con lo suyo, no sé si él, los organizadores o todos en comandita cometieron un grave error: abrieron un turno de preguntas. Para estas alturas de la vida, sé de sobra que casi todos los coloquios de ese estilo son un petardo. El mundo está lleno de gente que se siente frustrada porque hubiera querido ser ella la que diera la conferencia y aprovecha las oportunidades de ese estilo para soltarse unos rollos larguísimos y, por lo general, indescifrables. Cuando me toca coordinar un acto de presentación de un libro (cosa no muy rara, dada mi condición de director de colección de la editorial Foca), doy por concluida la sesión en cuanto cierra la boca el autor. Suelto un “Muchas gracias por haber venido”, y a la calle todos.
Otra posibilidad que me parece digna de consideración es no presentar los libros. El pasado lunes comí con un autor, del que vamos a sacar una muy interesante obra en estos mismos días, que me dijo que no quería que organizáramos un acto para presentar su trabajo. “Me da vergüenza”, me confesó. Se lo aplaudí. “No creo que vendieras muchos más libros por hacerlo”, le contesté.
En la gran mayoría de los casos, la presentación pública de los libros es un rito perfectamente prescindible. Tiene más valor promocional la aparición de una reseña en un diario de amplia difusión o una entrevista en la radio –no digamos en la televisión– que la hora y media de riguroso peñazo en una sala de conferencias.
Pero se siguen haciendo. Sin parar. En Madrid, todos los días hay un taco de convocatorias de ese género. Si un medio de comunicación se propusiera cubrirlas todas, debería duplicar su plantilla.
Bien mirado, sería el lado más positivo de la cosa.
Escrito por: ortiz.2008/05/31 06:00:00 GMT+2
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2008/05/28 07:46:00 GMT+2
Ayer no me fui fiel cuando escribí sobre Sydney Pollack. Sí lo fui al dar mi opinión sobre sus obras más famosas, pero horas después descubrí que me había quedado corto en la relación de las películas dirigidas por él que me han interesado a lo largo del tiempo. Debería haber citado por lo menos otras dos: Jeremiah Johnson (1972) y Los tres días del Cóndor (1975), ambas con Robert Redford como protagonista. Podría haber añadido, aunque en un plano más discreto, La intérprete (2005), en la que Nicole Kidman hizo un papel nada sencillo y salió airosa, aunque el conjunto de la historia, terroristas árabes incluidos, resultara bastante artificiosa, poco verosímil y políticamente oportunista.
Lo más imperdonable fue la omisión de Jeremiah Jonhson, porque fue la primera película que vi en una televisión en color, que es una de esas cosas que uno no olvida. Lo que olvidé es que era de Pollack.
Pero cuando me di cuenta del yerro estábamos ya a punto de salir de casa para asistir a una cena, que resultó agradabilísima, con Eduardo Galeano y su mujer, Helena Villagra. Ellos tenían interés en conocerme, porque dicen que me leen a diario (no me lo creí: ni siquiera yo me leo a diario), y nosotros teníamos aún más interés en conocerlos a ellos, por razones obvias. El encuentro lo facilitó Martín Medem, que invitó también a una pareja de amigos suyos, muy buena gente, inteligente y con sentido del humor. Estuvimos de cháchara alegre y cómplice en casa de José Manuel hasta bien entrada la noche. Galeano es un gran conversador y una fuente inagotable de anécdotas. Me lo pasé muy bien.
Llegué a casa cansado (cada vez me fatiga más salir de noche), justo a tiempo de dormirme oyendo la radio y rumiando una intervención parlamentaria de Ramón Jáuregui en la que se oponía a que la ley determine que no debe haber crucifijos en los centros oficiales. Según él, eso debe ser una conquista popular y no una norma. Jáuregui siempre ha sido especialista en defender lo que sea y como sea, si el jefe (el de turno) lo manda. Con el argumento de que los derechos deben ser conquistas populares y no normas legales se podría reclamar la derogación de la Constitución misma.
Escrito por: ortiz.2008/05/28 07:46:00 GMT+2
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2008/05/27 07:00:00 GMT+2
Pollack
Reconozco mi falta de devoción por el cine de Sidney Pollack, fallecido ayer. La mayoría de sus películas, incluidas las muy celebradas Memorias de África y Tootsie, me parecieron tan efectistas y sentimentaloides como prescindibles. Claro que esto es como lo de Eurovisión, que va en gustos. (*)
Pero Pollack fue en 1969 el director de They Shoot The Horses, Don’t They?, terrible y espléndida película basada en la no menos terrible y espléndida novela homónima de Horace McCoy. La novela se tradujo al castellano con el título de También se remata a los caballos y la película con el mucho menos melancólico de Danzad, danzad, malditos.
Es una pena que Pollack no siguiera por esa vía. Habría sido mucho más pobre, supongo, pero bastante más importante para la historia del cine.
Otra película de él que me interesó, también con Jane Fonda como protagonista, fue The Electric Horseman, pero en este caso porque contaba con una espléndida banda sonora, obra de Willie Nelson, que también hacía un pequeño papel como amigo de Robert Redford.
Seguro que las televisiones le harán un montón de homenajes en los próximos días. Les encanta la necrofilia.
A ver si alguna tiene el detalle de reponer They Shoot The Horses, para poder grabarla, porque no la tengo.
Garzón
En la presentación de otro libro más dedicado a su autoculto, Baltasar Garzón se creyó ayer en la obligación de opinar sobre todo lo divino y lo humano.
No tengo nada en contra de que un juez, así sea de la mismísima Audiencia Nacional, exprese públicamente sus opiniones políticas. A cambio, me parece bastante más inconveniente que lo haga en materias que son de su incumbencia profesional y en las que puede tener que intervenir cualquier día en tanto que juez.
En concreto, ayer la emprendió contra (entre otros) Xabier Arzalluz, por sus recientes declaraciones sobre la detención de López Peña. Arzalluz tiene muy asumido el arte de la provocación, ideal para generar titulares, pero a veces eso le lleva a simplificar las expresiones, precisamente para dar servido el titular.
Lo que el expresidente del PNV dijo, si se mira la letra pequeña, es que un principio de la negociación con cualquier enemigo es que hay que respetar la integridad personal de los negociadores. Lo hemos visto en montones de películas: si alguien del bando de enfrente aparece con bandera blanca, se le oye, se le dice que sí o que no, pero no se le dispara, por muy enemigo que sea.
Lo de ir a por el negociador (o la negociadora) lo inauguró Mayor Oreja en sus tiempos de ministro del Interior, cuando propició la detención de Belén González Peñalba, que formaba parte del trío de ETA con el que el Gobierno de Aznar se había entrevistado en Zúrich en mayo de 1999. No sólo fue a por los negociadores, sino también a por los intermediarios. Un religioso que hizo de correveidile en aquella historia confesó en privado que se había sentido tan acosado que llegó a pensar que Mayor Oreja le había puesto micrófonos hasta en el váter de su casa.
Se obra así cuando se quiere cerrar para siempre toda posibilidad de negociación.
Es una opción. Una opción imbécil, en mi criterio, pero una opción.
_______
(*) Y ya que cito lo de Eurovisión. Me hizo gracia comprobar ayer que no fui el único que, cuando oyó la canción rusa, finalmente ganadora, dijo: "Ésta ya la conozco. Es de Cat Stevens". Tengo testigos de que lo señalé desde que comenzó a sonar. El plagio era descarado. Parece que ya hay alguna denuncia camino de los tribunales.
Escrito por: ortiz.2008/05/27 07:00:00 GMT+2
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2008/05/26 06:00:00 GMT+2
Hace un par de semanas recibí una llamada de un cargo autonómico del PSPV-PSOE que quería hablar conmigo a propósito del responsable de Universidades de la Comunidad Valenciana, Emilio Barberá. Se había enterado de que yo tuve algunos encontronazos con ese personaje cuando fue rector de la Universidad del País Vasco, porque denuncié, con abundantes pruebas documentales, las muchísimas irregularidades económicas de su gestión. Al final, el asunto acabó en los tribunales y Barberá, que se vio obligado a dimitir, fue condenado. Cuando pudo, se fue a Canadá, supongo que para poner tierra por medio. Pero al cabo de los años volvió a Valencia, estableció buenas relaciones con el PP y regresó a las andadas, porque la cabra tira al monte. En los últimos meses se puso a montar un negocio privado con financiación pública y los socialistas valencianos decidieron indagar. Ahí les apareció mi nombre y por eso me preguntaron. Les di la información que recordaba, que añadieron a su dossier. (Por si alguien tiene interés en conocer la historia completa, puede encontrarla en este Apunte.)
Pocos días después, la edición de El País en la Comunidad Valenciana publicó un reportaje sobre Emilio Barberá que hablaba de sus turbios negocios actuales y acababa con los datos sobre su agitado paso por la Universidad del País Vasco. El Gobierno valenciano tomó rápidas distancias y Barberá se vio obligado a presentar su dimisión.
Tampoco es que colme mis expectativas personales amargar la vida a ese señor, cuya ruina se la ha labrado él solo porque, aparte de todo lo demás, es un bocazas. Uno se define también por la categoría de sus enemigos, y la de éste es de segunda regional. Pero me ha divertido saber que, después de tantos años, todavía está pagando sus viejas facturas vascas.
Escrito por: ortiz.2008/05/26 06:00:00 GMT+2
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2008/05/25 06:50:00 GMT+2
Anoche tuve la humorada de ver el Festival de Eurovisión. Impresionante. Difícil concebir un espectáculo más apabullante y más chillón, tanto en colorido como en voces. Salvando un par de casos, las canciones parecían todas compuestas en los EE.UU. para ser pinchadas en cualquier ruidosa discoteca juvenil de Boston. Se diferenciaban entre ellas –en algunos casos; a veces ni eso– porque los arreglistas habían decidido darles algún toque nacional, haciendo sonar allá por el fondo algún instrumento folclórico de su país de origen. Casi todas las letras, por así llamarlas, eran en inglés. Rusia, en inglés. Grecia, en inglés. Azerbaiján, en inglés. ¡Francia, en inglés! Así las cosas, no me extrañó nada cuando comprobé que los presentadores del propio Festival, que en tiempos solían expresarse en inglés y en francés, lo hacían ya sólo en inglés. Llegué a pensar que lo llaman “Festival de la Canción”, así, en singular, porque todos cantaban diferentes versiones de la misma.
Y no es que los intérpretes carecieran de facultades. Al contrario. La mayoría de ellos demostraron estar en posesión de voces muy bien dotadas y terriblemente potentes. ¡Jodé, que si lo demostraron! No paraban de dar chillidos, como si compitieran a ver quién era capaz de subir más el tono y dar más gorgoritos triunfales.
Muchas de las televisiones participantes dejaron claro que también competían a ver cuál de ellas acertaba a presentar a la chica con más aspecto de muñeca hinchable y al chico con más aire de macarra engominado.
Hubo un par que se salieron de la regla fija. Me sorprendió la calidad de la canción representante de Israel (cuya presencia en un Festival europeo, teniendo en cuenta que Israel no forma parte de Europa, me sigue pareciendo un escándalo). Y luego estuvo la cosa ésa de Chiquilicuatre, de la que casi es mejor no hablar.
En fin, llegaron las votaciones. El locutor español, José Luis Uribarri –que es él mismo todo un espectáculo–, logró predecir con casi un 90% de acierto a quiénes iba a votar cada país.
Es una coña desvergonzada. Se votan por vecindario, con independencia de las canciones.
He de admitir, de todos modos, que, como retrato de la actual realidad europea (tramposa, enfeudada, demagógica, puro escaparate, poco pan y mucho circo), tuvo un cierto interés.
Escrito por: ortiz.2008/05/25 06:50:00 GMT+2
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2008/05/24 07:55:00 GMT+2
Dice Mariano Rajoy que él no quiere dos millones de votos, sino doce. Alude, sin duda, a la audiencia de la Cope, cuyo principal mentor, Jiménez Losantos, es quien más se está significando por sus ataques contra el presidente del PP. El dilema que plantea es real: a la Cope le puede ir bien con una audiencia de dos millones, porque es una emisora de radio, como El Mundo puede estar contento vendiendo más de 300.000 ejemplares, porque es un diario, pero el PP, que es un partido político, necesita muchísimos más seguidores que ésos para vencer en las urnas, y no los va a sacar de la derecha más intransigente, porque ésa da de sí lo que da.
Reconozco que todo este asunto está empezando a resultarme interesante, por la cantidad de variables que tiene. La derecha mediática no para de atacar a Rajoy, y a fe que lo está poniendo en serias dificultades, pero no tiene un candidato (o candidata) que se atreva a dar un paso al frente y ofrecerse como opción alternativa, con lo cual lo único que está haciendo, por ahora, es minar la causa de la propia derecha, en beneficio del PSOE. Ninguno de los (o la) que tendría ganas de pugnar por el puesto se atreve a hacerlo, porque teme estrellarse contra la burocracia del partido, que de momento respalda a Rajoy. Pero en la cúspide de esa propia burocracia hay más de uno (y de una) que aplaude a Rajoy mientras calcula cómo y cuándo emprender su propio vuelo.
Por su parte, Rajoy quiere virar hacia posiciones más moderadas, que son las únicas en las que podría recolectar los votos que le faltan, pero por ahora lo único que está consiguiendo es perder adeptos por la derecha, o sea, debilitarse. La noticia de las dos manifestaciones ante la sede de Génova, una pro Rajoy o otra pro San Gil (manifestaciones en las que, por cierto, hubo casi más periodistas que manifestantes), ha tenido que causar un efecto devastador sobre el electorado del partido de la gaviota.
Empiezan a parecerse cada vez más, todos ellos, a los resistentes de Judea de La vida de Brian, que estaban tan ocupados en pegarse entre sí que ya ni si acordaban de que sus enemigos eran los romanos.
Escrito por: ortiz.2008/05/24 07:55:00 GMT+2
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2008/05/22 06:45:00 GMT+2
Me escribe un estudiante universitario que está realizando un trabajo académico sobre mis columnas (cosa que, aunque no sea nueva, me sigue asombrando) y me pide que le responda a algunas preguntas.
Como tengo un espíritu eminentemente práctico, ya que le he respondido, reproduzco las respuestas, más que nada para rentabilizarlas (o “para darles salida”, que diría mi compañera de fatigas).
Pregunta.– ¿Cómo se plantea los temas de sus columnas?
Respuesta.– Leo los periódicos y escucho los informativos radiofónicos (los de televisión no me interesan gran cosa) hasta que me topo con algún asunto que me llama la atención de manera particular. Por lo general, suelen ser varios. Tomo nota de ellos en alguno de los pequeños cuadernos que siempre me acompañan y, a continuación, trato de informarme más sobre la cuestión, consultando otras publicaciones y algunas enciclopedias, sea a través de internet o en papel. Al final, selecciono un suceso y escribo sobre él.
Pregunta.– ¿Cómo definiría su estilo en sus diferentes obras?
Respuesta.– No lo definiría. No siento esa necesidad.
En un trabajo académico sobre mis columnas escrito hace ya algunos años, unos estudiantes de Ciencias de la Información de Madrid escribieron que practico “la lógica molesta”. Me hizo gracia.
Digamos que hago lo que hago, pero no sé lo que hago. Ignoro cuál es mi estilo, si es que tengo de eso. A cambio, sé muy bien cómo trabajo. Escribo muy lentamente, porque corrijo sin parar, siempre con la intención de que la persona que ha de leerme pueda hacerlo de corrido, como si le estuvieran hablando.
Pregunta.– ¿Le gusta su trabajo?
Respuesta.– Tanto que me cuesta considerarlo como un trabajo. No sabría vivir sin escribir.
Pregunta.– ¿Cómo describiría grosso modo la situación actual del Estado español?
Respuesta.– Sería incapaz. Demasiada gente, demasiados problemas… Y luego está la UE, y el papel de España en el mundo, en tantos sitios del mundo... Si no me pidiera una descripción, sino un sentimiento global, sí podría responder: me veo en algún punto intermedio entre la rabia y la pena.
_________
Post scriptum.– Sigue resultándome asombroso cuantos paranoicos andan sueltos por la Red. Un amigo me dice que hay algunos que se quejan de la censura que ejerzo sobre los comentarios que hacen los lectores y lectoras a mis columnas en Público. ¿Yo? Si aparecen o desaparecen esos comentarios, no es cosa mía. Es más: ni siquiera los leo.Y dudo mucho de que haya alguien en Público que se dedique a eso. Son muy pocos y tienen demasiado que hacer.
Escrito por: ortiz.2008/05/22 06:45:00 GMT+2
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2008/05/21 06:00:00 GMT+2
El “número uno” y el “comando Vizcaya”
“Detenido en Francia el ‘número uno’ de ETA”, titulan hoy montones de periódicos.
Podría responder del modo más clásico: “Niego la mayor”. ETA ni tiene ni ha tenido nunca un jefe máximo. Ese concepto del liderazgo personal es ajeno a su modo de funcionamiento. Siempre ha contado con una estructura colegiada, en la que, además, cada uno de sus dirigentes –porque una cosa es ser terrorista y otra imbécil– ha adiestrado a otro u otros por si han de sustituirlo en caso de caída. A los gobernantes y los periodistas les gustan las fórmulas simplificadoras y rotundas, pero la realidad camina casi siempre por veredas más tortuosas.
Es como lo de “el comando Vizcaya”, tan mentado en las últimas fechas. ETA no tiene un “comando Vizcaya”, ni un “comando Donosti”. Cuenta con pequeños grupos de gente organizada, que se mueven conforme a las conveniencias, y hoy actúan aquí y mañana allá, según se tercie. Ese género de etiquetas no va con ellos.
Dicho lo cual, ignoro la trascendencia que vaya a tener la redada de Burdeos. Porque “el factor humano” también existe, por supuesto. Así que hayan abandonado éstos el escenario, otros lo habrán ocupado ya. Pero esos otros tendrán sus propias querencias. ¿Cuáles? Como no los conozco, no lo sé.
Cocineros a la gresca
Es curioso el follón que se ha organizado por las críticas de Santi Santamaría, patrón de “El Racó de Can Fabes”, a la cocina local más postinera. Para mí, lo más llamativo no son las críticas de Santamaría, que no sé si están muy fundamentadas, sino la reacción corporativa de los demás cocineros famosos.
No he comido nunca en “El Racó de Can Fabes”, pero sí en bastantes de los restaurantes de los chefs que le han respondido con tanta fiereza. Y debo decir que mis impresiones han sido muy variadas: algunos me han gustado mucho, otros ni fu ni fa, y varios, una estafa, sin más.
Todos muy caros, eso sí.
¿Qué les une para asumir una respuesta tan corporativa? Sólo se me ocurre una respuesta: que haya alguien que ponga en peligro el precio de sus facturas.
Escrito por: ortiz.2008/05/21 06:00:00 GMT+2
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2008/05/20 06:45:00 GMT+2
San Benito
De la polémica sobre la llamada homofobia que se ha desarrollado durante los dos últimos días (Cuatro apuntes variopintos y Qué rollo) en esta página –polémica que tampoco ha resultado muy enriquecedora, todo sea dicho–, con lo más curioso que al final me he quedado es con una perplejidad gramatical.
Resulta que yo escribí en uno de mis Apuntes la palabra “biempensante”, pero el corrector ortográfico del ordenador en el que tecleé ese texto decidió cambiarla y puso “bienpensante”, con ene en lugar de eme, y yo no me di cuenta, de modo que salió así. Un par de amigos me lo señalaron y, cuando reparé en ello, aparte de cabrearme con mi falta de vigilancia, me di cuenta de que, en parte, a ese corrector ortográfico automático (mal programado, es obvio) no le falta un punto de razón. La dogmática del castellano ordena que “antes de pe y be se escribe eme”, pero no cuenta con que esas pes y esas bes pueden ser las segundas partes de palabras compuestas, cuyas primeras partes acaban en ene. Tal como yo hablo, al menos, no digo “biempensante” sino “bienpensante”, del mismo modo que digo “sanbenito” y no “sambenito”.
La lengua castellana tiene algunas curiosas ambigüedades de pronunciación. No sé si os habréis fijado, pero la escritura castellana no nos dicta si debemos decir “Mont-real” (respetando el topónimo original) o “Montreal”. Pasa algo parecido con “At-lántico” y “Atlántico”.
Añadamos a ello el problema que aporta el hecho de que la gran mayoría de los hispanohablantes (no todos) pronuncia igual la be y la uve. ¿Por qué deben decir “invencible” y no “imvencible”?
Ese tipo de paradojas entre la escritura y la pronunciación, provocadas por la evolución histórica de los idiomas, existen también en francés y en inglés (que yo sepa: supongo que las habrá en todas las lenguas de escritura añeja). Las tiene menos el euskara, cuyas normas ortográficas, como han sido fijadas en tiempo mucho más cercano, han podido hacerse más prácticas: no existe la uve, delante de pe y be se pone lo que venga a cuento, tampoco existe la ce, porque sus funciones varias se diferencian…
¡No todo lo vasco es obligatoriamente complicado!
Martín Medem
El veterano pero todavía muy en forma corresponsal de RTVE José Manuel Martín Medem –al que han jubilado por decreto en plena madurez, como a tantos otros– presentó ayer en la Fnac de Madrid su libro “Cuba. La hora de los mameyes”, editado por Catarata.
No he tenido tiempo de leer la obra pero, por lo que la he ojeado (y hojeado), tiene muy buena pinta. Ofrece una visión compleja y multifacética de la realidad cubana y de su régimen. Martín Medem está tan lejano de la agresión imperialista como del panegírico servil.
Hubo quien definió ayer eso como “ambigüedad”. Algún otro lo tildó, me da que despectivamente, de “equidistancia”. Martín Medem no es ni ambiguo ni equidistante: está con el pueblo cubano, con sus problemas y sus preocupaciones, y defiende un socialismo crítico y radical. Pero no sirve a más causas que a la de su propia reflexión y a la de sus propios sentimientos. Como debe ser. Por eso lo cuento entre mis amigos.
Al acabar, nos fuimos a tomar un vino unos cuantos colegas. Me resultó muy agradable reencontrar a gente que no veía desde hace muchos años (¡incluso desde los tiempos de Liberación, hace ahora casi un cuarto de siglo!). Conversaciones estimulantes, de ésas que te demuestran que todo sigue valiendo aún la pena.
No está nada mal renovar de vez en cuando esa certeza.
Escrito por: ortiz.2008/05/20 06:45:00 GMT+2
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