Cuando no recuerdas el comienzo, lo mejor es empezar por el final. Y el final de una persona siempre está unido a su muerte.
A primera hora de la tarde del sábado falleció en Ondarroa Maria Pilar. Murió a los 91 años mientras el pueblo se sumergía en el ambiente festivo propio del agosto ondarrés.
He de echar mentalmente para atrás 27 años para situarme en el verano en el que la conocí. No sé si fue en San Sebastián o en Ondarroa.
Sin embargo, no tengo ningún recuerdo de aquel encuentro, pero sí que siempre me he sentido magníficamente tratado por ella. La recuerdo en la cocina, cuando la familia se juntaba en su casa. O fuera de ella, cuando nos juntábamos para alguna celebración familiar en algún restaurante cercano. Por ejemplo en el Arriola de Mari Karmen (Berriatua) o, menos, en el Zarrabenta de Aulestia.
Esta mujer amante de la playa ha muerto en pleno mes de agosto. Ahora ya no la pisaba, pero, a raíz de alguna enfermedad relacionada con los huesos, su médico le dijo hace ya unos cuantos años en primavera: «Te quiero ver morena en otoño». Y ella cumplía la orden a rajatabla y con mucho gusto.
Siempre ha sido muy elegante, sobre todo coqueta. No perdonaba su visita a la peluquería. Y cuando los pies comenzaron a impedírselo, movía hilos para que alguien la acercara y la trajera de vuelta.
Una de las señales del deterioro físico de las mujeres como ella es el momento en el que dejan de acudir a la peluquería. La segunda, relacionada con la primera, es el momento en el que dejan de salir a la calle. Llevaba ya varios años en los que cumplía ambas condiciones.
Entre otras cosas porque no cabía en su cabeza pasear por la calle principal en silla de ruedas. No olvidaré jamás cómo sus hijos trataban de convencerla de que era mejor que saliera de casa, aunque para ello tuviera que echar mano de la silla de marras. Hasta que zanjó la discusión de manera enérgica con una frase que seguramente escuchó alguna de esas tardes que pasaba viendo películas en las diferentes televisiones españolas: «¡No me atosiguéis!». Lo dijo así, en castellano, aunque ella se expresara normalmente en euskera. He repetido frecuentemente esas tres palabras delante suyo, provocándole siempre una sonrisa.
Aunque ha muerto con 91 años, a lo largo de su vida apenas ha estado hospitalizada más de una semana. Concretamente en Galdakao, hace ya unos cuantos años.
En otra ocasión la tuvimos que llevar al servicio de urgencias a Bilbao, consecuencia de una infección de orina que le había dejado la cabeza de aquella manera. Tras recibir atención médica, ya de madrugada, vino en coche tarareando canciones de su niñez prácticamente todo el camino desde Bilbao a Ondarroa. Todavía sonrío recordando aquel momento algo surrealista.
Su marido murió hace unos cuarenta años, hace casi tres su hijo. Muchas personas cercanas estos últimos tiempos, entre ellas varias hermanas: Josune y su prima (a la que tenía por hermana) Miren...
Un café, los helados de Polene (Ruiz), las visitas... te recibía siempre agradecida.
Ahora tengo una razón menos para ir a Ondarroa.
Y una muerte más marcada en la agenda. Porque hace 15 años, en 2007, murió Tio Migel (ya que estamos, hoy hace siete falleció Rafa Chirbes).
A partir de ahora, cada 13 de agosto saltarán ambas alarmas en el móvil, una detrás de otra.
Maria Pilar, apunte hau euskaraz.
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