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2006/01/16 07:00:00 GMT+1

Entre el error y el crimen

El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, ordenó hace un mes la ejecución de un condenado a muerte que ya estaba rehabilitado, y buena parte de la opinión pública internacional se indignó.

Fue una reacción positiva, pero insuficiente. Porque la pena de muerte es aborrecible, así se aplique al más perverso, sádico y lúcido de los asesinos.

Hice hace años la misma reflexión frente a quienes se empeñaban en decir que ETA causaba «víctimas inocentes». ¿A qué venía llamarlas «inocentes»? ¿Para distinguirlas de las víctimas culpables, tal vez? La culpabilidad sólo puede ser establecida tras un juicio justo, realizado con las debidas garantías, y ni siquiera así la sentencia de muerte es lícita.

La Fuerza Aérea de Estados Unidos, siguiendo instrucciones de la CIA, efectuó el pasado viernes un bombardeo sobre un pueblecito paquistaní. El ataque -se dice- causó la muerte de «18 civiles inocentes».

Estamos en las mismas. Violar la soberanía de un Estado al que no se le ha declarado la guerra -que incluso se califica como «amigo»- para asesinar a personas que uno mismo ha declarado asesinables, sin juicio ni derecho de defensa, es un crimen. O, para ser más exactos, son varios crímenes juntos. Con independencia de que las bombas hayan sido dirigidas con mayor o menor acierto. Aunque hubieran logrado acabar con la vida de Aymán Al Zawahiri, supuesto lugarteniente de Osama Bin Laden, cosa que no han hecho.

Entiendo el sentido en el que Antoine Boulay sentenció, tras el secuestro y ejecución del duque de Enghien, en 1804: «Es peor que un crimen; es un error». Con la misma intención suele decirse también que es preferible un perverso a un bobo, porque el perverso a veces descansa, en tanto que el bobo, nunca. Pero el juicio moral no puede quedar subordinado a consideraciones tácticas: un crimen es siempre mucho más grave que un error.

No es ésta la primera vez, ni mucho menos, que las barbaridades de la CIA obligan a sopesar las diferentes consecuencias de los crímenes y los errores. Lo que me disgusta es comprobar cómo casi todos los medios occidentales se centran en la denuncia del tremendo error que la Agencia Central de Inteligencia cometió el pasado viernes en Pakistán, tan demostrativo de esa «combinación de incompetencia y arrogancia» que el excoronel británico Tim Collins ha atribuido a la actuación angloestadounidense en Irak. Y qué poco hablan del desprecio olímpico del derecho internacional que esa actuación conlleva.

Los miles y miles de paquistaníes que salieron de inmediato a manifestarse contra el Gobierno de Bush no se equivocaron: no estaban preocupados por el error; estaban indignados por el crimen. Aunque su propia indignación y la obligada reacción de repulsa del Gobierno de Musharraf no dejen tampoco demasiadas dudas sobre la importancia del error.

Javier Ortiz. El Mundo (16 de enero de 2006). Hay también un apunte de parecido título: Peor que un error: un crimen.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/01/16 07:00:00 GMT+1
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2006/01/12 07:00:00 GMT+1

Golpe a golpe

Cuando oí el ya célebre discurso sevillano del teniente general Mena, en el que invocó el artículo 8º de la Constitución como posible instrumento contra el nuevo Estatuto de Cataluña, sentí por un momento que me habían retrotraído a los años 80.

¿Una intervención de las Fuerzas Armadas para reconducir la situación política? Absurdo. Extemporáneo.

Lo es, por supuesto. En la Europa actual -en la Europa de la Unión Europea-, los ejércitos no asumen responsabilidades políticas que no les sean solicitadas por los poderes electos. Por muchas razones, pero sobre todo por una, eminentemente práctica: si el Ejército de un Estado de la UE decidiera usurpar las funciones del Gobierno, se encontraría de inmediato en una situación insostenible.

Es una reflexión tan de cajón que, según la hice, la siguiente conclusión a la que llegué es que también tenía que habérsela hecho el teniente general Mena. No sólo él: igualmente quienes le hubieran animado a escribir y leer -o le hubieran escrito para que leyera- tan singular arenga, aprovechando que, situado a dos meses de su pase a la reserva, no arriesgaba ni cincuenta céntimos en el lance.

Lo cual me condujo a concluir, por pura lógica, que la amenaza contenida en el discurso del teniente general perseguía fines mucho más corrientes y molientes. Que lo que buscaba era introducir un elemento de presión -de miedo- en las negociaciones sobre el Estatut y poner sobre la mesa el viejo «ruido de sables», que tanto contribuyó durante la Transición a morigerar las reivindicaciones de los representantes de la izquierda y de los nacionalismos periféricos. Resucitar ese fantasma que tan útil le ha sido siempre a la derecha.

A partir de ahí, los siguientes pasos de la reflexión parecían venir ya dados. Si de buscar el inspirador o inspiradores del asunto se trataba, no había sino que formular la vieja pregunta que los latinos se planteaban en la investigación de cualquier crimen: Cui prodest? ¿A quién beneficia?

El problema es que, en este asunto, hay varios posibles beneficiarios.

Está, por supuesto, el PP, que apenas ha acertado a ocultar su regocijo por las palabras del teniente general. Incluido el propio Rajoy, que ha reclamado que nos preguntemos qué razones puede haber para que esas declaraciones se hayan producido. (No sé cómo no se ha respondido él mismo: «Se han producido porque hay tenientes generales que no respetan las ordenanzas».)

Está el PP, sí. Pero no sólo. Porque, si bien se mira, el incidente también beneficia al sector más centrípeto del propio PSOE, que afronta con franca aversión el proyecto estatutario catalán.

Un sector en el que -¡si seré mal pensado!- ocupa un lugar preferente el ministro de Defensa, José Bono.

Javier Ortiz. El Mundo (12 de enero de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Golpe a golpe.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/01/12 07:00:00 GMT+1
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2006/01/09 07:00:00 GMT+1

La información veraz

Conversé el sábado con Joan Botella i Corral, uno de los principales responsables del Consell Audiovisual de Catalunya (CAC), tan en el centro de tantas polémicas durante las últimas semanas. Persona apacible y sensata, estuve de acuerdo con él en no pocos puntos. Uno, clave, es que, si la concesión de licencias para la puesta en marcha de emisoras de radio y televisión es competencia de la Administración, a ella corresponde también vigilar que las empresas que han recibido el permiso correspondiente se atengan a las condiciones exigidas. Tampoco le negué que hay determinadas ocasiones en las que el organismo administrativo competente -el CAC, en el caso de Cataluña- puede verse en la obligación de intervenir de manera cautelar, ante la imposibilidad de que los órganos de Justicia, de natural premioso, actúen a tiempo para evitar un determinado mal.

En lo que no pude estar de acuerdo con él fue en su empeño en que la Administración debe velar por la veracidad de la información. Porque la idea misma de «veracidad» arrastra con frecuencia demasiados elementos subjetivos. Él puso un ejemplo: «Si alguien dice que el Estatut obliga a los ciudadanos de Cataluña a hablar en catalán, miente. Porque no es verdad que lo haga». Le respondí que yo también considero que una afirmación como ésa no se ajusta a la verdad, pero que puede haber quien piense que el Estatut otorga a la lengua catalana un trato tan favorable que, en la práctica, la convierte en obligatoria. Con lo cual, si dice tal cosa, no cabe acusarle de estar mintiendo deliberadamente. Es su modo de ver la realidad.

Acabada la conversación, estuve repasando la prensa del día. Y me encontré con muchos ejemplos ilustrativos. Este titular, por ejemplo: «La segunda oportunidad de un maltratador». Y de subtítulo: «El preso que mató a su exmujer en Palma había sido detenido por amenazar a una pareja anterior». Se trata de una información que induce al error: el individuo en cuestión fue detenido en tiempos por amenazar a una mujer (detenido, que no juzgado, ni condenado, que se sepa) pero, en todo caso, ahora no se encontraba en la cárcel por maltratador, sino por ladrón. Para que pudiera hablarse de «la segunda oportunidad de un maltratador», el homicida tendría que estar cumpliendo condena por malos tratos, no por robo.

Pongo este ejemplo tan sólo porque lo tengo delante de los ojos. Podría elegir cualquier otro periódico, o cualquier informativo de radio o de televisión. La veracidad y la falsedad tienen a menudo fronteras muy difusas. La realidad es interpretable.

En mi criterio, cuantos menos organismos con capacidad de represión haya, mejor. Porque la experiencia demuestra que, por loables que sean las causas para las que son creados, a la larga siempre acaban sirviendo a los poderosos contra los débiles.

Javier Ortiz. El Mundo (9 de enero de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: La información veraz. Subido a "Desde Jamaica" el 10 de enero de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/01/09 07:00:00 GMT+1
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2006/01/05 07:00:00 GMT+1

Asuntos de dinero

¿Tiene el Gobierno de Zapatero algún interés inconfesado en la OPA de Gas Natural sobre Endesa? Carezco de datos que lo prueben de modo concluyente, pero doy por supuesto que sí. Por una razón elemental: los asuntos económicos de gran envergadura siempre excitan el celo de los gobernantes.

En ese sentido, resulta hasta cómico que el portavoz del Ejecutivo, Fernando Moraleda, se empeñe en enfatizar, como hizo anteayer, que «no hay ya ni amigos ni favores en las decisiones del Gobierno». Todo el mundo sabe que no hay gobierno que mire ese género de asuntos sin hacer sus particulares cálculos políticos y sin tener en cuenta qué bando le es más propicio. Del mismo modo que todo el mundo sabe que jamás ningún gobierno reconocerá nada de eso.

En tiempos, los críticos del sistema capitalista se empeñaban en desvelar las relaciones de colusión existentes entre los responsables de la política y los dueños de la economía. Hoy ese esfuerzo es innecesario. Unos y otros forman un todo compacto. El bloque del poder se ramifica, pero es un mero reparto de funciones. Su interior está unido por grandes vasos comunicantes. Los políticos, en cuanto se deciden a descansar, pasan sin ningún problema a convertirse en empresarios, o en financieros. O al revés. Nada hay de extraño tampoco en que los grandes empresarios intervengan en la vida política, sea gracias a su trato de favor a tal o cual partido o sea a través de los medios de comunicación en los que tienen presencia, o que controlan, sin más. En cualquier caso, la relación entre todos ellos es constante: no paran de hablarse, de verse, de consultarse, de darse consejos, de hacerse favores mutuos.

No me cuesta nada creer que el sector PSC del Gobierno de Zapatero tenga un marcado interés en que Gas Natural y la Caixa ganen posiciones. Se trata de empresarios y financieros que, por decirlo así, les pillan de cerca.

Lo que no creo -lo que no puedo ni imaginar- es que nada de lo que está en juego en esa operación tenga que ver con ningún proyecto de catalanismo a ultranza. Menos aún de nacionalismo, y no digamos nada de separatismo. No sólo porque la empresa y la entidad financiera concernidas tienen más que acreditado su nihilismo nacional -o su vocación transnacional, si ustedes prefieren-, sino también porque la propia dirección del PSC ha demostrado sobradamente a lo largo del tiempo que, para ella, a la hora de buscar apoyos económicos y fuentes de financiación, la política tiene partido, pero no bandera. Recordemos Filesa. Aquello no sirvió para financiar ningún proyecto catalanista, precisamente.

En fin, y por resumir: pretender que la OPA de Gas Natural es un instrumento del nacionalismo catalán es engañarse uno mismo y engañar a los demás.

La cosa va de negocios. Compartidos entre cuantos sea, pero negocios.

Javier Ortiz. El Mundo (5 de enero de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Asuntos de dinero.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/01/05 07:00:00 GMT+1
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2006/01/02 07:00:00 GMT+1

Un rollo infumable

Ví ayer la película documental que hizo Fernando Trueba en 1982 sobre las andanzas, pensamientos y canciones de Chicho Sánchez Ferlosio, Mientras el cuerpo aguante. Tiene muchos momentos felices. Uno de ellos es cuando el difunto Chicho argumenta que, tratándose del consumo (de drogas o de lo que sea), lo realmente decisivo está en la dosis. Una ingesta desmesurada de alubias, sin ir más lejos, puede llegar a provocar una muerte espantosa. En cambio, un consumo moderado y racional de las sustancias oficialmente catalogadas como drogas puede ser tan nocivo como vivir, que es la primera causa conocida de mortandad.

Decía Chicho, socarrón disfrazado de ingenuo, que ignoraba por qué los responsables de una famosa marca de cigarrillos no le habían aceptado un eslogan publicitario que les había propuesto. Rezaba: «Cigarrillos Equis. La parte legal del porro».

Cómo cambian los tiempos. Ahora tendría que decir: «La parte más perseguida del porro». Porque hoy en día el consumo de marihuana no está penalizado, pero el de tabaco, sí.

Algo huele a podrido en toda esta aparatosa historia que se han montado para perseguir a los fumadores.

Es más que sospechoso que, siendo nuestras autoridades tan conscientes de los males intrínsecos, específicos y superlativos del tabaco, no opten por prohibir por la brava, de manera radical y absoluta, su cultivo y comercialización, al modo que hacen con otras sustancias estupefacientes.

La emprenden contra quienes fuman; no contra el tabaco. Curioso. ¿Será que les preocupa la reacción política de los cientos de miles de votantes que viven de esa planta, en todas las fases de su producción, distribución y venta? ¿O será que no quieren que el fisco se quede sin esa fuente de ingresos? ¿O serán ambas cosas a la vez?

Del mismo modo, y por el lado formalmente opuesto, resulta también en extremo mosqueante que lancen tan inquisitorial campaña contra los fumadores y, en cambio, no hagan nada para reformar por la fuerza -y por su bien, faltaría más- a los consumidores compulsivos de bebidas alcohólicas, salvo cuando conducen vehículos. ¿Es tal vez el alcoholismo una carga más liviana para las arcas de la Seguridad Social, que no merece la adopción de medidas drásticas? ¿Habremos de entender, en esa misma línea, que el consumo excesivo de bebidas espiritosas es menos nocivo para la convivencia familiar y social que el de tabaco?

Que quien lo crea lo diga. Que lo diga la ministra del ramo, que lo diga el Gobierno y que lo diga el Congreso de los Diputados en pleno, para demostrarnos de ese modo lo sensato de su comportamiento.

Entretanto, yo seguiré pensando que hay algo en todo esto que atufa. A podrido, no a tabaco.

Porque, no ahora, que ya no fumo, sino incluso cuando era fumador, siempre me han echado para atrás los rollos infumables.

Javier Ortiz. El Mundo (2 de enero de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Un rollo infumable.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/01/02 07:00:00 GMT+1
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2005/12/31 06:00:00 GMT+1

Año nuevo

Ya está. Otro año más, el rito se cumple: la cena algo especial (tampoco demasiado), las malditas doce uvas (me pregunto si habrá alguien que no las odie), el cava, los besos de celebración... y mañana, los valses, culminados con la inevitable (y divertida, por lo menos para mí) Marcha Radesky. (Me viene a la memoria en dos circunstancias singulares: la primera, cierto día en el que me tocó trabajar -el 1 de enero no hay periódicos, pero el 2 sí- y en la Redacción del diario estábamos sólo cuatro gatos resacosos, que acompañamos la marcha con sonoros golpes sobre las mesas; la segunda, un día de año nuevo que hube de pasarlo al volante, entre nieves, circulando por carreteras vacías con rumbo norte. Fue hermoso.)

Recuerdo que, cuando era niño, tras las uvas resultaba obligatorio que sonara el pasodoble Suspiros de España, que siempre radiaba la Ser tras las campanadas. Así que me hice mayor, y a modo de venganza, durante años hice sonar justo en ese momento las notas del Bread and Roses, el bellísimo himno rojo y feminista que Oppenheim y Coleman escribieron en 1910.

Luego me hice más crítico todavía, y decidí que no venía a cuento ponerse solemne tal día y a tal hora, a plazo fijo. Ni rojo, ni azul, ni lila. Sin tener nada en contra de las solemnidades, en general, me dije que es mejor que cada cual se las monte el día y a la hora que lo tenga a bien, cuando le salga del corazón, si le sale, y no porque lo mande el calendario.

Situado en esa órbita, no tengo la costumbre de enviar felicitaciones de Navidad, ni de fin de año, ni nada por el estilo. Recibo muchas, y además las agradezco -cuando me consta que son sinceras, claro-, pero yo no las mando. Aliento la esperanza de que la gente a la que quiero no necesite un mensaje específico en una fecha prefijada para creer en mis mejores deseos.

En todo caso: mi sincera gratitud a los muchos y las muchas que durante estos días me habéis deseado felicidad. Os deseo lo mismo. De verdad.

Y espero que no seáis tan cenizos como yo, que todos los años en tal día como hoy, a las 12 en punto de la noche -que, sabedlo, coinciden con la primera de las campanadas; no con la última-, me da por pensar aquello de: «Un año más, otro año menos.»

Que era el sentido de la inscripción que solía figurar en muchos relojes de sol: «Vulnerant omnes, ultima necat». Todas hieren; la última mata.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de diciembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/31 06:00:00 GMT+1
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2005/12/30 06:00:00 GMT+1

Dime de qué presumes

Se hace difícil no simpatizar en un primer momento con la decisión que ha adoptado la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, que ha descalificado ocho películas candidatas al Óscar a la mejor película de habla no inglesa argumentando que, en unos casos en lo esencial y en otros en su integridad, estaban rodadas en inglés, lo que las invalida para participar en esa modalidad. Algunos miembros del comité de selección han hecho público su enfado ante el hecho de que películas cuyos diálogos y detalles de ambientación aparecen en inglés se presenten como representativas de la cinematografía de países de habla no inglesa.

Me sería imposible no estar de acuerdo con ese enfado, porque yo mismo lo he sentido muchas veces. Me irrita la creciente tendencia a rodar en inglés sea cual sea el país de origen de la película y el idioma en el que se supone que deberían hablar los personajes en razón de su origen cultural.

Pero, así que uno se dispone a aplaudir la decisión, se queda con las palmas en el aire, reflexionando. Preguntándose, por ejemplo, por qué la Academia de Hollywood no ha criticado nunca la estrafalaria costumbre de las películas de producción estadounidense -o sea, las suyas propias- filmadas en sitios de habla no inglesa, en las que no sólo todo el mundo habla en inglés, con independencia de que la conversación se produzca entre personas que tienen todas ellas otra lengua materna, sino que también -cosa verdaderamente fantástica- todos los carteles publicitarios, las señales de tránsito y hasta los nombres de las tiendas aparecen en inglés. ¿No les produce eso desagrado? Se ve que no, porque no dicen nada.

Pero el problema fundamental que se plantea en este asunto no es de papanatismo, sino de sumisión. De sumisión a las leyes de un mercado dominado por las grandes distribuidoras norteamericanas y, por vía de consecuencia, por el cine en lengua inglesa, que es el que cuenta con más facilidades de distribución. Una película en lengua castellana, francesa o alemana tiene difícil acogida no sólo en el potentísimo mercado de los EEUU, sino incluso en los demás países en los que no se habla el idioma en cuestión y en los que el inglés funciona cada vez más como segunda lengua. Y si eso vale para películas rodadas en lenguas tan extendidas por el mundo como el castellano, no digamos si el idioma de origen de la película se circunscribe a una zona muy limitada del planeta.

La industria radicada en Hollywood ha contribuido de manera decisiva a que la situación sea ésa, imponiendo sus leyes de hierro a la casi totalidad de la cinematografía mundial. Que ahora se las dé de estricta y de crítica ante las consecuencias de la situación que ella misma ha creado no pasa de ser otro ejercicio más de hipocresía, de los muchos a los que nos tiene acostumbrados.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (30 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de diciembre de 2017

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/30 06:00:00 GMT+1
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2005/12/29 06:00:00 GMT+1

Atado a la columna

Acaba de salir al mercado Atados a la columna, libro de entrevistas que el veterano periodista Jesús María Amilibia ha confeccionado tras interrogar en profundidad a 26 columnistas.

Uno de ellos soy (fui) yo. Vino Amilibia a casa y estuvo haciéndome preguntas durante un par de horas. Sin magnetófono. Tomando notas al viejo estilo, con un cuaderno grandote, de los de espiral y hojas cuadriculadas, y un bic.

Ayer repasé el libro, que acaba de llegarme. Empezando -sería idiota tratar de ocultarlo- por la parte que me dedica.

Me llevé una agradable sorpresa.

Ya sabía que Amilibia, que está en el oficio periodístico casi desde que se inventó la rotativa, escribe bien, cosa nada frecuente en estos tiempos. De lo que no estaba seguro es de que fuera a recoger los matices del rollo que le solté. Porque para conseguir algo así se requiere que el entrevistador establezca con el entrevistado un buen nivel de simpatía (dicho sea en el sentido del griego συμπαθεια comunidad de sentimientos).

Amilibia lo hizo. Quiero decir no sólo que reconozco lo que le dije en lo que finalmente ha publicado, sino que me reconozco yo.

Por lo que he tenido tiempo de ver, no trata ni mejor ni peor al resto de los columnistas (y de las columnistas: ha incluido a siete mujeres).

Ahora que lo conozco un poco, me da que, si alguien le felicitara por ello, se encogería de hombros y diría: «No tiene mérito. Es simple profesionalidad». Pero de simple nada.

Lo único que me ha disgustado del capítulo que me dedica es la desagradable sensación de aristocraticismo intelectual que produce el puñado de veces que digo de otros columnistas que no los leo. Él lo ha escrito así porque así debí de decírselo; seguro. Y es verdad. Pero no se lo expliqué. No le dije que, si no leo casi ninguna columna no es porque desprecie a sus autores, ni mucho menos, sino porque apenas leo nada que no sea información. Leo poquísima opinión. Y todavía menos literatura. No es ninguna virtud, sino todo lo contrario. Pero es así. Leo columnas de opinión sólo de manera ocasional, cuando no tengo ninguna otra cosa que hacer. En un viaje de avión que se alarga, por ejemplo, o si me toca comer sin compañía fuera de casa, una vez que ya me he leído todas las noticias del periódico que lleve encima.

No sé por qué actúo así. Se lo preguntaría a mi psicoanalista, pero no tengo psicoanalista.

Alguien me dijo hace tiempo que tal vez lo haga para no dejarme influir por otras opiniones u otros estilos. No sé. Me parece improbable. Para mí que debe de ser más bien un reflejo instintivo de autoprotección. Ya me cabreo bastante con la información que leo como para añadir más leña al fuego de mi enfado general.

P.D. Podría escanear e incluir el texto de la entrevista de referencia. Pero no lo haré. El trabajo que ha hecho Amilibia se merece que quien tenga interés en él se pase por una librería y compre el libro.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de enero de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/29 06:00:00 GMT+1
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2005/12/28 06:00:00 GMT+1

28-D, 365 días al año

Lo más útil que tiene la cita anual con el 28 de diciembre es que los usuarios de los medios de comunicación acogemos todo lo que nos llega por tierra, mar y aire -quiero decir: por prensa, radio y televisión- con una decidida incredulidad.

En mi infancia donostiarra, todos los años nos despertaban anunciándonos que se había escapado la osa Ursula, del zoo del parque de atracciones del monte Igueldo, y que había nevado en la playa de la Concha. Eran bromas aburridas, pero sin maldad.

Con el paso del tiempo empezaron a aparecer las bromas de grueso calibre.

«¿Que el Banco de España ha intervenido Banesto? ¡Venga ya! ¿Te crees que no sé que hoy es el Día de los Inocentes?».

Sucedió aquel día que la inocentada era verdad.

-Venga, no me vaciles -me respondió mi buen amigo Gervasio Guzmán cuando le di la noticia.

-Es verdad. Han acusado a Mario Conde de un montón de irregularidades.

-¡Qué bobada! ¿Te crees que hay algún gran banco que no tontee a diario con la legalidad? -me objetó.

-Ya. Pero sus presidentes no pretenden ser jefes de Gobierno. Ésa es la diferencia. A los otros prebostes de la banca no les dicen nada porque van a lo suyo. Se limitan a sacarnos los cuartos a los pobres idiotas, sin meterse en los chanchullos de los partidos. Los políticos españoles no son como los italianos. Allí permiten que se haga con el Gobierno cualquier correveidile de la banca o de los medios de comunicación. Aquí hay mucha prevención contra ese tipo de intrusismo.

¿Inocentada? Si no fuera porque la especie no me llegó un 28 de diciembre, sino meses antes, habría creído también que era una inocentada otra noticia que me dieron sobre Mario Conde. Me dijeron que había reclamado al entonces presidente Felipe González que se opusiera a los propósitos de expansión del Banco de Bilbao porque se trataba de «un poder extranjero». «¿Extranjero?», me extrañé. «¿De dónde?». «Vasco», me aclararon. «¡Toma ya! ¡Pero si la oligarquía de Neguri ha sido siempre más españolista -y más franquista, ya de paso- que la mismísima Estrellita Castro!», dije.

Pues como lo oyen. Tal cual. En esos juegos florales se metía Mario Conde, aquel mago de las sevillanas y de las facturas hospitalarias de Pamplona.

Es tan frecuente que la realidad parezca de broma, y tan habitual que las noticias presentadas con perfecta seriedad sean puro invento -interesado, pero invento-, que la incredulidad que suscitan los 28 de diciembre debería ser tomada como modelo de comportamiento para todo el año.

Yo, por pura prudencia, hago a diario con las noticias que leo y oigo como lo que se decía de Santo Tomás, cuya festividad celebramos los donostiarras hace muy pocos días. Se cuenta que él sólo creía en las llagas que podía tocar con sus propios dedos.

Yo soy todavía más precavido: no me creo ni lo de Santo Tomás.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (28 de diciembre de 2005) y El Mundo (29 de diciembre de 2005). Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 5 de diciembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/28 06:00:00 GMT+1
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2005/12/27 06:00:00 GMT+1

Tres cifras navideñas

Primera cifra.- Se acaban de hacer públicas las cifras que ilustran el incremento constante del número de abortos en España a lo largo de los últimos diez años. Son tan claras que nadie ha tenido la ocasión de equivocarse a la hora de encontrar las razones que las justifican. Un montón de crías: fracaso en la educación sobre medidas anticonceptivas. Un montón de jóvenes: ¿cómo decidirte a ser madre si no tienes trabajo o lo tienes precario y mal pagado y si, además, tampoco tienes un piso en el que meterte? Añadido: un montón de jóvenes inmigrantes. Aquí hacen al caso las dos reflexiones anteriores, sólo que con sus incrementos correspondientes.

Que se extrañe quien quiera. A mí lo que me resultaría extraño es que las cifras fueran muy diferentes a ésas.

Segunda cifra.- Los trabajadores españoles trabajan, en promedio, 2,3 horas más que sus congéneres europeos. Otra cifra que a mí no me sorprende, pero que sí ha desconcertado a bastantes comentaristas, por lo que leo y oigo.

Choca con un tópico injusto: el del español indolente.

En los años de la inmigración masiva, los empresarios alemanes, franceses, belgas, etc., no dudaban en emplear mano de obra española. Decían que era gente que se deslomaba trabajando y que, además, no resultaba particularmente díscola.

Ahora por aquí se dice lo mismo de los obreros magrebíes.

Un barman inglés me dijo hace tiempo que, si en Inglaterra decidieran obligar a los de su gremio a trabajar con el ritmo y la intensidad con los que se trabaja en los bares españoles, la huelga general no tardaría en producirse ni dos días.

Sobre este asunto planea otro tópico que fue de constante uso en tiempos del franquismo: el de la supuesta ingobernabilidad de los españoles. Ya sé que el ranking mundial de conformismo y sumisión abunda en poblaciones candidatas, pero para mí que la población celtibérica debe andar entre las más cotizadas.

Tercera cifra (a relacionar con las dos anteriores).- Uno de cada cinco ciudadanos españoles, más o menos, considera que donde mejor están las mujeres es en casa, afanadas en las tareas domésticas. (No he logrado enterarme de si la pregunta de la encuesta se ha planteado sólo a hombres o a hombres y mujeres por igual. Ésa sería otra.)

Me parece recordar que estamos en la frontera del 2006.

Antes, las fechas navideñas resultaban muy propicias para contar cuentos muy sensiblones y propicios a la lágrima. Por lo que veo, lo que se estila ahora es publicar estadísticas que dan muchísimas ganas de llorar.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de diciembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/27 06:00:00 GMT+1
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