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2009/09/15

Kiko Veneno. «Puro Veneno»

BMG, 1998

Album en Spotify

No se prodiga últimamente en actuaciones, ni tampoco en grabaciones. No creo que sea por voluntad propia, sino más bien porque no son buenos tiempos para casi nadie y mucho menos para los inadaptados a la mediocridad imperante. Parece que está preparando nuevo disco, pero no es necesario esperar ninguna novedad para comentar el trabajo de Kiko Veneno, este músico genial que ya lleva más de treinta años dándonos alegrías con sus cantecitos.

De sus peripecias para llegar a ese inconfundible estilo como compositor, músico y letrista venenoso y de su extenso trabajo se puede encontrar amplia información en su página web o en otros rincones de la red, y vale la pena leerla para entender que, a pesar del buen rollito y la alegría que transmiten sus canciones, no fue precisamente un camino de rosas el que tuvo que recorrer para conseguir un mínimo reconocimiento. Ni siquiera la fama le salvó de las garras manipuladoras de las multinacionales discográficas, cuyo apretón sofocante le llevó a decidir liberarse de ese calvario en 2001 para seguir peleando por la música sin las mismas ataduras.

Pero ningún obstáculo ha sido insalvable para este rebelde con causa, ingenio y talento que, a pesar de su poquita pero bien aprovechada voz y de su entrada en la música por caminos alejados del virtuosismo, ha logrado consolidar un estilo caracterizado por la unión de múltiples influencias musicales (blues, rock and roll, flamenco, rumba, jazz y pop) y por unas letras tan poco convencionales que sorprenden a cualquiera, tanto por lo que dicen como por cómo lo dicen.

La publicación en 1977 de «Veneno», el único disco del grupo que con el mismo nombre fundaron los hermanos Amador y Kiko Veneno, fue la primera muestra de ese estilo trasgresor y lleno de frescura que les separa años luz de otros grupos que por entonces se movían en lo que algunos llamaban el rock andaluz y les convertiría en referente para muchos músicos. Pero lo cierto es que «Veneno» pasó con más pena que gloria, hasta que años después fue calificado como una joya, incluso por los que lo habían puesto de vuelta y media cuando se publicó, y se llegaron a vender más de 300.000 copias del disco. La CBS sabrá los beneficios que le reportó, pero parece ser que los protagonistas sólo lograron unas tardías palmaditas en la espalda y se supone que la satisfacción de haber hecho un buen trabajo.

De la discografía de este catalán tan fino que cada vez se va más al sur, he optado por comentar «Puro Veneno», un disco que recoge temas de anteriores trabajos, desde «Veneno» (1977) hasta «Está muy bien eso del cariño» (1995). Aunque está hecho en estudio, todos los temas están grabados en directo, y además no se trata de un recopilatorio sin más de las versiones originales, sino de nuevas y excelentes versiones de estos temas, incluyendo también dos canciones que no habían sido grabadas antes por Kiko Veneno: Los managers (que está en el primer LP de Pata Negra) y Volando voy, popularizada por Camarón en «La Leyenda del Tiempo».

«Puro Veneno» es, además de una muestra de la obra musical de Kiko, una manera de compartir su música con algunos de sus amigos, destacando el acierto en la elección de los temas para la participación de cada uno de ellos. Así, en el primer corte, una versión insuperable del Mercedes blanco, los coros de Martirio iluminan el cielo más que los diez duros de papel albal, con ese arte que tiene esta mujer para el cante. Andrés Calamaro interviene en El Lobo López añadiendo melancolía a ese tema de encuentros y desencuentros, mientras que en la versión de Memphys blues, Kiko y Santiago Auserón van turnándose en las estrofas de esa genial adaptación del tema de Bob Dylan que aparecía en «Está muy bien eso del cariño» (1995). Reír y llorar, parece un tema hecho a la medida de la voz de Albert Pla, que añade a la canción un aire de lamento humorístico con su estilo peculiar. La guitarra flamenca de Raimundo Amador suena en Volando voy y en Farmacia de guardia.  El calor me mata, Joselito, Mi mechero blanco, Veneno, Echo de menos, Más al sur, Los delincuentes y Los managers, completan los 14 temas de un disco que no tiene desperdicio.

Esencial es también el papel de la banda que acompaña a Kiko habitualmente, esos músicos sin los que sería imposible llegar a fundir los sonidos que siempre soñó, según afirma en el librito del CD. Rafa Montañana (batería), Juan Ramón Caramés (bajo), Charli Cepeda (guitarra eléctrica), Raúl Rodríguez (guitarra flamenca saz y tres), Antonio Rodríguez (guitarras y voces) y Lourdes Carvajal (voces) son parte fundamental de éste y otros muchos trabajos de Kiko Veneno.

Disfrutar de la buena música y divertirse escuchando esas letras mordaces, no es algo habitual, pero Kiko Veneno consigue con sus cantecitos inteligentes transmitir alegría, y no están los tiempos para renunciar a este bien tan preciado como escaso. Esto es más que suficiente para recomendaros que no olvidéis a este interesantísimo artista y que si no lo habéis escuchado lo hagáis ahora, sin ningún temor a la decepción.

Acabo con otra recomendación, la lectura de la entrevista que le hace Jabier Muguruza, un Encuentro con alma que os acercará a una visión más cálida de la personalidad de Kiko Veneno.

María Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2009/09/15
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2009/08/16

Jabier Muguruza. «Entrevistas con alma: Kiko Veneno»

Jabier Muguruza nos ha facilitado esta entrevista para su publicación en esta página.

Encuentros con alma: Kiko Veneno

Pasar unos días de agosto junto a Kiko Veneno y su familia en Ayamonte es, a pesar del calor, una experiencia singular y recomendable, sobre todo si se atraviesa una etapa de cierto estrés.

En esa casa se respira hospitalidad, ganas de compartir y, sobre todo, calma, una falta de urgencia que reina durante las 24 horas del día y que hace que, por ejemplo, al poco tiempo te hayas olvidado, literalmente, del reloj.

Conozco desde hace bastante años a este artista del que Jackson Browne me dijo en cierta ocasión que era "el Picasso de la música", y nuestra relación, que empezó por lo profesional, a través de encuentros, vacaciones familiares y cariño, ha derivado, poco a poco, en la confianza y en el respeto mútuo que en esta misma entrevista creo que se refleja.


J.M. Dice tu biografía oficial que José María López San Feliú nació en Figueres (Girona) en el año 52, de padre militar y madre payesa (campesina). ¿Me puedes situar un poco más sobre esa circunstancia?

K.V. Bueno, lo de mi madre no es así exactamente. Ella es de un pueblo muy pequeñito de Cataluña, de Sidamunt, y su padre, mi abuelo, era el tendero del pueblo. Toda la gente del pueblo tenía tierras. Era uno de esos pueblos de Cataluña que llamo yo "de base democrática": si había cien familias, las cien casas tenían sus tierras. Entonces, mi abuelo tenía tierras, pero, sobre todo, lo suyo era la tienda. Todavía, la gente de la familia, los descendientes que pasan por allí, se desvían para comprar las butifarras a mi primo. Eso de la tienda era muy importante para el pueblo.

J.M. ¿Y cómo es lo de nacer en Figueres?

K.V. Eso es totalmente casual. A mi padre lo destinan a Sidamunt, en el Pla D' Urgell. Llega allí como teniente, recién salido de la academia, y se enamora de la hija del tendero, que eventualmente era alcalde. Eso es lo que pasa, vamos. Ahí nace mi hermana y luego a mi padre lo destinan brevemente a Figueres, para seis meses, y yo nazco ahí. De ahí a Mataró y luego, con dos años, el gran cambio a Andalucía.

J.M. A Cadiz, en concreto.

K.V. A Cadiz. Allí estamos seis, siete años, y mi infancia se puede decir que transcurre en esa ciudad.

J.M. ¿Cómo recuerdas esa infancia?

K.V. La infancia en Cadiz yo la recuerdo bien, hombre, como una infancia feliz: todo el día jugando en la calle. Al salir del colegio de los Salesianos, si estaba la marea baja, íbamos a la playa a jugar al fútbol, mi padre me llevaba a ver los barcos que estaban atracados en el muelle, había cine de verano... aquello era muy agradable.
Y tengo, además, muchas imágenes del patio de vecinos donde vivíamos, allí entre cuatro casas. Aquel patio para un niño era un mundo grande.

J.M. ¿Qué tenía? ¿Qué ocurría en aquel patio?

K.V. Tengo un montón de recuerdos, de haberlo pasado bien. Los niños y las niñas estábamos allí todo el día jugando. Un año me echaron los reyes una pelota, e inmediatamente con la misma pelota le partí el cristal a un vecino (nos reímos). Y la pelota desapareció, claro...

J.M. Pues mira, precisamente te iba a comentar que en las fotos infantiles tuyas que conozco, das la impresión de estar siempre expectante, como buscando el momento oportuno para montar una buena.

K.V. Sí, era inquietillo, era muy nervioso (sonríe). Yo de chiquillo iba siempre corriendo, corriendo a todos lados. Para mí correr era el estado natural de un niño (nos reímos). Andar...

J.M. No correspondía...

K.V. No correspondía. "¿Ir andando? Si corriendo llego antes." Pero tampoco era muy pillo, sólo un poco travieso.
Fíjate que yo entonces todavía creía en los Reyes. Imagina cómo cambian las épocas que me fui a Sevilla a los 9 años creyendo en los Reyes Magos.

J.M.¿A los 9 años? ¿Estás seguro? Igual es que no te querías enterar...

K.V. Segurísimo, tío. No sé, yo creo que vivía así en un mundo feliz. Un día llegué a casa, del colegio, y había nacido mi hermana chica, que es cinco años menor, y me dice mi madre: "en esta ventana de un patio de al lado ha dejado la cigüeña un niño". Yo miraba y pensaba "qué verguenza" (sonríe).

J.M. ¿Y el colegio?

K.V. En los Salesianos nos tocaba ir mucho a misa. Iba todos los días a misa y cantaba todos los días. Cuando la gente me pregunta "¿pero tú donde has aprendido a cantar, si lo que tu haces se puede llamar cantar o algo?" (nos reímos) Les respondo: "coño, yo he cantado más que todos ustedes juntos, todos los días en los Salesianos". Y bueno, luego de alguna forma le he sacado el agradecimiento a eso, porque era una cosa obligatoria: primero cantar el "Cara al sol", luego en la misa...

J.M. Tus padres no son andaluces, o sea que no viviste la cultura flamenca en tu familia. Creo, de hecho, que primero descubriste el pop-rock y luego el flamenco.

K.V. Hombre, algo de la cultura flamenca la iba viviendo yo por la radio, ya en Cadiz. A mi madre le gustaba mucho la música y siempre tenía puesta la radio.
Después, el primer impacto musical que recuerdo es haber ido al cine de verano en Cadiz a ver una película de Enrique Guzmán, el rocker mejicano que cantaba el "Popotitos", ¿te acuerdas?

J.M. Sí, hombre.

K.V. Eso fue un impacto gordo. Y el segundo, también en el cine de verano, fue Joselito, tío, con aquella cabeza tan gorda y aquella voz que llegaba al cielo.
Más adelante, cuando llegamos a Sevilla, en el año 61, mi hermana se compró unos discos de los Beatles, y hacía guateques con los amigos. Yo me arrimaba a la puerta y escuchaba. Mi primera reacción, como era mi hermana mayor, era decir "pero si esto no vale nada, hombre", pero después, junto a la puerta, fui pensando "joder..."

J.M. "Joder, aquí hay algo", ¿no?

K.V. Claro, "aquí hay algo" (nos reímos).

J.M. De muy joven, cuando no se viajaba como ahora, ya anduviste por Europa y EEUU. ¿Cómo recuerdas aquellos viajes? ¿Tienes algo que contar?

K.V. Sí, hombre. Yo el primer viaje lo hice con 18 años. Me fui a Francia, saliendo en autostop desde Sevilla. Tardamos cuatro días en llegar a San Sebastián y de allí fuimos a Burdeos. Luego pasamos a la zona mediterránea y vimos festivales con gente que conocíamos de los discos, como Joan Baez, Johnny Winter... Recuerdo que en Cannes, los hippies hacían candelas en la playa y se reunían allí, se bañaban en pelotas, mientras "la gente bien" comía en los restaurantes y miraban a través de los cristales, así, un poco de refilón...
Luego viajamos a Italia, a Austria...

J.M. ¿Y a EEUU?

K.V. Allí fui tras hacer cuarto de Filosofía y Letras en la facultad. Yo estaba matriculado por libre en Barcelona, porque te dejaban elegir las asignaturas y organizar el curso. Nos reuníamos para estudiar y hacer trabajos, y mientras, teníamos actividad política: huelgas, asambleas, manifestaciones... me acuerdo cuando el jucio de Burgos, por ejemplo, que fue un momento importante.

Entonces, tras el cuarto curso, estuve en verano trabajando un par de meses en Suiza, en una fábrica de ladrillos en Basilea, y así pude comprar el billete para ir en septiembre a EEUU, y me estuve seis meses allí.

J.M. Seis meses es tiempo. ¿Qué tal experiencia fue?

K.V. En aquella época uno viajaba más que nada para ser capaz de viajar, ¿no? Ir a un país que no conoces el idioma, sin un duro, con mi guitarrita que iba yo...

J.M. Era un reto personal...

K.V. Sí, como un reto, viajar en autostop, con pocos medios... un poco dentro del mundo hippie. En aquella época ya había visto en Europa que había gente que te cogía en el coche, te encontrabas a compañeros en la carretera, otra gente que iba viajando, y se ayudaban, y te daban de comer... había una cultura de eso, de compartir.

J.M. En uno de esos viajes, estando en California, creo que conoces a un gitano de Morón y así te acercas de otra forma al flamenco.

K.V. Sí, sí, fue un tiempo muy musical. Estuve viendo a los Who, a Dylan... y escuchamos muchísima música. Mira, cuando llegué a EEUU me cogieron unos hippies de Boston. Eran cinco jóvenes viviendo en una casa de madera muy graciosa, llena de telarañas... y estaba todo nevado. Recuerdo que habían comprado el disco de "Tubular Bells", que era una bomba. Me pusieron los auriculares, y me dieron un porro de marihuana, que yo no la había probado nunca... ¡hostia! me tiré cinco días con los auriculares puestos sin salir de casa, escuchando música.

J.M. ¿Y lo del gitano de Morón?

K.V. Me fui luego a Nueva Orleans, y de allí a California. En California entré en contacto, a través de un amigo, con un grupo, que, no sé por qué, todos eran judíos y se reunían a lo mejor los domingos y se ponían a tocar flamenco. A través de ellos conocí a Agustín Rios, gitano de Morón, casado con una americana, que estaba allí buscándose la vida con su guitarra. Este hombre hacía "performances", tocaba en fiestas que le organizaba su mujer, y en una de esas fiestas lo conocí yo y nos hicimos amigos. Me interesó mucho esa forma de tocar la guitarra muy básica de la escuela de Morón (empieza a imitar con sonidos y gestos ese estilo).
Entonces, claro, Morón está al lado de Sevilla y cuando yo volví ya iba focalizado a analizar aquello, y, efectivamente, en septiembre de ese mismo año ya estaba en la feria de Morón de la Frontera, viendo allí a todos los monstruos y empapándome bien de todo aquello.

J.M. ¿La condición militar del padre influyó en que Kiko Veneno saliera así, tan ajeno a lo rígido, a lo autoritario?

K.V. Hombre, nunca se sabe bien, pero yo creo que no. Tengo la impresión de que si mi padre no hubiera sido militar, habría sido otra cosa, pero la salida política en aquella época era muy evidente, y al llegar a la Universidad te chocabas con ella de una forma que veías que aquello no podía ser.

J.M. ¿Tú lo ves más por ahí? ¿por el momento histórico?

K.V. Sí, creo que sí. Además mi padre, como militar, era una persona tranquila, prudente... franquista, desde luego, pero de una forma suave, digamos, ¿no? Hombre, teníamos discusiones, siempre fui rebelde en casa en ese aspecto, pero después, mi padre, como persona, era capaz de superar esa barrera. No te transmitía tampoco que tú tenías que ser así, te transmitía "este es un rebelde jodido"...

J.M. ¿Un rebelde jodido?

K.V. Sí, sí, "un rebelde jodido, que haga lo que quiera", ¿no? (nos reímos)

J.M. En el 75 se da el encuentro con los hermanos Amador del que nace el grupo Veneno.

K.V. Sí, cuando nos conocimos ellos estaban en el mundo flamenco, habían grabado ya varios singles. Quiero decirte que ellos ya eran músicos y yo no. Yo era un licenciado que estaba en el paro y empezaba a hacer canciones, sobre todo al juntarme con ellos. Empezamos a tocar y luego, cuando Ricardo Pachón nos propuso grabar, a mí me pareció ideal, y a Raimundo y a Rafaelillo también.

J.M. El disco que publicasteis bajo el título de "Veneno" hoy se ensalza en todos los círculos musicales.

K.V. Sí, sí, a lo largo de estos años sí. Es un disco muy atrevido, muy salvaje, practicamente el valor es difícil negárselo (sonríe), muy valiente, a tumba abierta... vamos, una cosa de estas que sale a presión.

J.M. En el 79 colaboras en el mítico disco "La leyenda del tiempo" de Camarón de la Isla, componiendo varios temas... supongo que será de las cosas que uno guarda en la memoria con orgullo, ¿no?

K.V. Sí, para mí es lo más, "mi laurel más preciado" que se dice (sonríe). Si yo digo "¿que es lo más importante, lo más bonito que has hecho tú en tu vida?" pues seguramente eso, haber estado con Camarón. Es que, aparte de compartir con nosotros el sentimiento hippie y vacilón, cantaba de una forma extraordinaria.

J.M. ¿Qué hacía tan grande a Camarón?

K.V. Bueno, yo creo que era una persona grande. Tenía ese don de transmitir la música y fue consecuente hasta la última hora con ese don. Tenía una voz, un conocimiento de los cantes y del ritmo, grababa en un casete y hacía pruebas, escuchaba discos, estudiaba muchísmo... y lo cultivó, y procuró armar su vida para poder llevar eso adelante, ¿no? Llevando su familia, llevando sus drogas...
No es el tipo de artista rock que de pronto triunfa, que está para la música nada más, en hoteles, tomando cocaína. No, no, Camarón estaba entregado a la música, pero con su familia, sus amigos, siempre sonriente, muy suave... tenía un aura especial.

J.M. En el 81 publicas tu primer disco en solitario "Seré mecánico por ti". Esos discos de los años 80 no consiguen mucha repercusión. Sin embargo en los 90, con "Échate un cantecito" y "Está muy bien eso del cariño" triunfas...

K.V. En los 90 encuentro por fin la forma de poder hacer un disco que te dé una alegría, un disco en el que estás trabajando con gente y ves que estás haciendo algo guapo... Ahí estuvo Santiago Auserón, que me formaliza y me dice: "Quillo, tienes que hacer ya un disco bueno, porque esto no puede ser. Un disco sacando las cosas que tienes dentro, que lo puedes hacer y yo te puedo ayudar". Y yo le dije que sí.

J.M. Auserón te puso un poco firme.

K.V. Eso es (nos reímos). Por otra parte, yo también sentía el apremio: "bueno, o hago un disco bueno ya..." porque me iba acercando a los 40 años. Y se presenta la ocasión: trabajando en mi oficina de la Diputación de programador cultural, con la dirección de Santiago...

J.M. No sé si te he entendido bien ¿Te ayudó el estar trabajando en la Diputación?

K.V. Sí, sí señor, en el aspecto de la disciplina. Me ayudó porque me tenía que levantar a las ocho todos los días y después tenía mi familia. Entonces, había que buscarse mis horas, para componer y para hacer las cosas. Eso me costó, especialmente el primer año, una barbaridad. Estuve seis años en la oficina y me decía "qué puedo sacar de aquí? Bueno, tengo un sueldo, ahora me puedo comprar una guitarrita, me puedo comprar una grabadora chica...", y cuando llevaba tres o cuatro años, ya había hecho algunas canciones, estaba más animado y le estaba poniendo el punto a eso, ¿no? "que la época hippie ya se ha pasado, tío, que esto ya es otro rollo, aquí lo que tienes es una familia, lo que tienes que hacerte es una profesión, si quieres y si eres capaz de hacerla."

J.M. Tu relación con la industria musical siempre ha sido algo complicada. Llegaste a defender que el negocio de la música está en manos de quienes ni la aman ni la respetan.

K.V. Sí, pero vamos, que tampoco hay que hacerse sangre con eso. Pasa lo mismo en la industria farmaceútica, o la automovilística. Son formas de ver que son acertadas, pero realmente es una ingenuidad pensar que puedan ser de otra forma. Es evidente que esa gente es negociante y ya está. Aún así, siendo una industria dedicada al negocio puro y duro, es verdad que en EEUU o en Inglaterra tuvo aspectos positivos, que sirvió para conformar nuevos modos de hacer música. Eso se echa en falta aquí, sobre todo desde que entraron las multinacionales.

J.M. La verdad es que tienes fama de ser justo lo contrario a un pelota y, claro, parece natural que eso te acarree algunos disgustos.

K.V. Que tampoco me hubiera valido mucho ser más pelota, ¿eh? (nos reímos). Además, hombre, nosotros hemos entrado en esto por rebeldía. El rock tiene una palabra siempre alternativa, tiene que tener siempre ese descaro y ese enfrentarse...

J.M. El inconformismo.

K.V. Claro, no aceptar la verdad oficial. Eso no se le puede quitar, es un componente básico.

J.M. Antes, hablando de la infancia, has bromeado sobre tu forma de cantar. ¿Cómo has llevado ese tema de la voz?

K.V. Yo siempre he tenido muchas dudas sobre eso. He sido siempre muy consciente de mis limitaciones y me ha costado mucho trabajo encontrar un tono de voz en que pudiera decir algo que valiera algo. Lo he hecho en gran medida por empuje de los demás. Yo decía "pero si yo no sé cantar ni nada" y me soltaba Raimundo, a lo mejor: "no, hombre, tú canta, coño, que no afinas muy bien pero le das tu puntito, venga" (Nos reímos).

J.M. Volviendo a tu propia obra, ¿qué papel juegan en ella la rebeldía, el humor y la ternura?

K.V. La rebeldía yo creo que es la base, ¿no? A mí me gustaba mucho la música, pero no sabía tocar bien la guitarra ni cantar bien. Entonces, esa fue la primera rebeldía, de querer cantar en aquellas condiciones, sin ser un virtuoso.
Después, te das cuenta que aparte de rebeldía (innata a la música rock), hace falta cantar a la vida, pero un poco, ¿sabes? celebrando y uniéndonos a la gente con un punto... no-negativo.

J.M. Ahí entraría el humor, ¿no?

K.V. Sí (duda). El humor mío, no sé... no lo sé definir bien. Hombre, en algunas canciones sí se ve muy claro, en "Si tú, si yo" cuando dice "si tú no fueras tan americano yo no sería tan ruso..." pero el humor es una cosa muy difícil, ¿no? Es un aspecto de mi personalidad que no lo tengo muy claro.

J.M. ¿Y la ternura?

K.V. La ternura sí. La ternura es encontrarse desvalido. Es un sentimiento muy elemental, muy básico, ¿no? Cuando te quitas todas las cosas que hay, siempre hay acceso a la ternura.
Pero el humor... puede ser un don que tienes y que a veces puede servir para contar una cosa de otra forma, focalizando un poco y tejiendo la historia. Pero eso lo pienso a posteriori, porque yo trabajo muy intuitivamente. Luego sí, luego veo que las canciones que he hecho y mi artesanía tienen una lógica y un proceso, pero de eso te vas dando cuenta después.

J.M. Al hilo de lo que estamos hablando, en el encuentro que mantuve con Martirio dentro de esta serie, me decía que le encantaría volver a trabajar contigo y poder escribir textos juntos, por ejemplo sobre el universo de las mujeres de su edad.

K.V. (Sonríe) Hombre, aparte de mi obra, a mí me gusta trabajar con gente. Siempre que he podido he trabajado con gente. Con Martirio trabajé, de sentarnos los dos a escribir. Y es que es un sistema bueno para escribir, ¿sabes? En canción popular, si sintonizas con esa persona y hay un ambiente común, te ayuda bastante, vamos.

J.M. ¿Qué sintonía tienes con Martirio?

K.V. Buena, hombre, lo que pasa es que cuando nosotros creamos aquello estábamos medio asalvajados (nos reímos). Eramos jóvenes, cogíamos un cuplé cañero... y ahora me gustaría hacer lo mismo, de la tercera edad si ella quiere, o como lo llamemos, pero tendríamos que hacer lo mismo. Yo creo mucho en trabajar con otros.

J.M. Hay algo que hemos hablado a menudo y que me gustaría que desarrollases un poco aquí: me refiero a la presencia atosigante de la música hoy en día, en todas partes... que hace incluso que uno deje de prestarle atención y de pedirle calidad.

K.V. Sí, más que nada la presencia atosigante de la música comercial. La música se ha quedado en eso, en reclamo de sí misma. En los años 60, cuando yo empecé a escuchar música, había una minoría que la escuchaba, se juntaban con un tocadiscos y disfrutaban un montón. Ahora, la música se puede escuchar en cualquier lado y de cualquier forma, pero no se disfruta como entonces. Creo que se le daba más valor y creo que hoy en día hay una gran devaluación de la música como obra de arte.

J.M. Hace años, cuando te entrevisté para el diario "Euskaldunon Egunkaria", hablando de los textos de las canciones, me dijiste que el ingenio, aunque nos reporte halagos inmediatos, no debe sustituir a la profundidad. Yo, es algo que comparto y que ampliaría a otros campos de la vida.

K.V. Sí, claro, es que uno se puede esconder ahí, ¿no? detrás del ingenio. El ingenio, no sé, puede valer para llamar la atención, como un corte para que la gente se fije, pero luego le tienes que decir algo. No te puedes quedar ahí.

J.M. ¿Qué te aporta a ti la Familia Pollo?

K.V. ¿La Familia Pollo somos nosotros? (sonríe)

J.M. Yo pensaba que sí. Que le habías puesto el título al disco por eso. Incluso, hace años, me enseñaste en vuestra casa de Sevilla los pollos que teniais.

K.V. La Familia Pollo les decíamos nosotros a los vecinos, porque protestaban porque teníamos los pollos.

J.M. Pues me hice un lio, pensaba que erais vosotros (nos reímos).

K.V. Sí, también, ya por derivación, por extensión, podemos ser también la Familia Pollo (más risas).
Hombre, (se pone serio), la familia es una obra grande, vamos, yo creo que más grande incluso que la música.

J.M. ¿Más que la música?

K.V. Sí... en mi caso al menos sí.

J.M. ¿Qué le gustaría hacer de aquí en adelante al Lobo Lopez?

K.V. Hombre, a mí me gustaría grabar más discos. Ahora, que hemos estado grabando, te das cuenta que te pones con los músicos unas semanas y nos sale una colección de canciones muy bonitas.
Trabajar con gente, no sé, me voy contigo allí y nos hacemos un trabajo. Me gustaría eso, hacer más trabajos, porque yo sé que cuando nos ponemos en marcha salen cosas.
Y eso, que la música está muy devaluada pero, coño, que es un trabajo muy bonito y hay que hacer canciones y hay que hacer música.

Jabier Muguruza

Escrito por: Jabier Muguruza.2009/08/16
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2009/05/15

«La maleta de Javier»

Me pide María que le mande alguna crítica de discos para seguir alimentando la sección de música recomendada. Es mi intención mandar esta y más críticas de discos que sean poco conocidos, pero lo que realmente hoy me pide el cuerpo es otra cosa. Lo que me pide el cuerpo es contar una anécdota que me pasó con Javier que da una idea de lo generoso que era. 

Muy al principio de conocernos, hace unos nueve años, le pedí si me podía pasar unos discos antiguos de Serrat, que entonces no encontraba por ningún lado, y así convertirlos de vinilo a CD. Él no me puso ningún problema, me los dejó y ni si quiera creo que dijera un "ya me los devolverás", o "cuídalos" o cualquier cosa, nada, me los dejó como quien deja un poco de azúcar al vecino. 

Los vinilos estaban en un estado más o menos bien conservados, aunque se les veía algo "trabajados". Los pasé a CD y se los devolví a los pocos días. Lo que me sorprendió, cuando se los devolví, fue la historia que me contó sobre ellos.

Resulta que cuando se iba a exiliar a Francia, al cruzar los Pirineos, las personas que pasaban iban por un lado y por otro, les llevaban la maleta para que fueran más ágiles. El caso es que en ese paso le apresaron y le metieron en la cárcel. La maleta, al ver que no llegaba su dueño, la enterraron en un lugar convenido a la espera de que alguien la reclamara. Tras la salida de la cárcel, no recuerdo ahora después de cuanto tiempo, decidió ir a recoger la maleta, y en ella llevaba los discos de Serrat que a mi me había dejado tan desprendidamente.  Me dijo que les tenía en mucha estima por haber estado en esa maleta. Evidentemente le dije que si me lo hubiera contado antes no sé si hubiera aceptado llevármelos a casa tan alegremente.

Estoy convencido que le preocupó que yo me los llevara y que no los cuidara bien, pero como digo, casi sin conocerme, me los dejó con la mejor de sus sonrisas.

Luego seguimos hablando infinidad de veces de música, estuve durante un tiempo llevando la página Web de música que ahora lleva María, y en alguna ocasión me pidió ayuda para una conferencia que tenía que dar sobre Van Morrison.

Leyendo ahora muchas de las cosas que se escriben sobre él, me hace gracia comprobar lo promiscuo que fue en amigos musicales, y a muchos nos conoció de la misma manera: hablando de música. Sirva estas pocas líneas como un agradecimiento a toda la amistad y el cariño que me regaló después de un primer correo hablando, concretamente, de Chico César, un músico brasileño.

Manuel Couceiro

Escrito por: Manuel Couceiro.2009/05/15
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2009/04/28

«Música para Javier»

Esta funda desgastada corresponde a un disco de Javier Ortiz, y tras ella hay una simpática historia que ahora explicaré:

Corrían los años setenta cuando un joven Ortiz paseando por Barbés –el barrio parisino en el que por entonces vivía- escuchó la música que salía de uno de los muchos cafés argelinos de la zona. Aquella canción que sonaba la había oído antes por la radio y le había entusiasmado, se llamaba A Vava Inouva y era de un tal Idir, un tipo que había conseguido un éxito inusual para un cantante argelino en la France de la época.

Javier, que siempre fue un melómano impenitente,  había intentado hacerse con el disco por los medios convencionales –o sea, yendo a una tienda para comprarlo-  sin llegar a conseguirlo.  Pero,  como bien sabemos, nuestro querido amigo no se daba por vencido fácilmente, y al oír la canción decidió probar una nueva estrategia para lograr el deseado disco.  Ni corto ni perezoso entró en el café y entabló conversación con el dueño  mientras metía monedas en la máquina de discos para escuchar el tema una vez tras otra.  Los detalles de la conversación no los conozco, pero sí sé de buena tinta que tras rechazar diversas ofertas de compra, el buen hombre acabó abriendo la máquina de discos y regalándole el single al persuasivo Ortiz.  

Javier, conservó ese disco como oro en paño, y cuando hace unos meses Idir dio un concierto en Barcelona me mandó el viejo vinilo para que se lo dedicara. La sorpresa de Idir al ver aquel ejemplar –que  ni él mismo conservaba- fue considerable y después de reírse francamente tras conocer la historia de su adquisición le escribió una cariñosa dedicatoria agradeciendo su interés. 

Mi relación con Javier, llegó a través de la música de Idir; después de leer en su página web una reseña de A Vava Innouva le envié un comentario al que respondió amablemente. A partir de ahí se desencadenó un intercambio de discos, de ideas, de afectos y se consolidó una amistad que se ha mantenido durante estos años.

Valga como recuerdo del inolvidable amigo, el compartir con vosotros esta anécdota de sus andanzas que es bastante expresiva de su amor por la música, de su extraordinario tesón y de su inmensa capacidad de seducción.

Para ti Javierete y para todos los que te queremos, dejo por aquí esta versión de A Vava Inouva.         
                                                               Marieta

 

Escrito por: María Zaloña.2009/04/28
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2008/12/03

Fermín Muguruza. «Asthmatic Lion Sound Systema»

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Talka, 2008

Album en Spotify

Han pasado poco más de veinte años desde que empecé en la radio local, más de veinte años en que nos juntábamos la “colla” de15 amigos (lo que en Euskadi sería la “cuadrilla”) para explicar historias, y cómo no, pinchar nuestra música preferida.

Poco más de veinte años desde que Kortatu grabó “El Estado de las cosas” (Soñua, 1986) y “Kolpez kolpe” (Oihuka, 1987), dos discos que aún conservo en vinilo desde entonces y que he vuelto a escuchar esta semana, con la finalidad de observar con perspectiva el nuevo trabajo de Fermín Muguruza, “Asthmatic Lion Sound Systema”

Desde entonces el estado de las cosas no ha cambiado demasiado, el mensaje de Kortatu ha seguido vigente, disco a disco, golpe a golpe. Lo que sí ha cambiado a lo largo de este tiempo ha sido la manera en que Fermín Muguruza nos ha transmitido ese mensaje, ya fuera a través del punk y ska de Kortatu (fueron los primeros en introducir este género jamaicano en la Península), el rap y los ritmos caribeños de Negu Gorriak, el hardcore y drum’n bass de Fermin Muguruza eta Dut, hasta llegar al actual compendio de mestizaje que es “Asthmatic Lion Sound Systema”.

En este trabajo Fermín pinta un graffiti internacionalista en un muro sonoro desde el que  la cultura de base responde con la palabra  al fuego de las armas, al destello de los flashes, a los diversos atentados y amenazas de corte fascista de los que ha sido, y continúa siendo víctima, él y su música.

Como es ya una tradición desde los primeros discos de Kortatu, las letras de los temas vienen traducidas en el libreto en varios idiomas, lo cual no implica que el sentido poético y subliminal de las mismas sea captado por todo el mundo. Pero este estilo al componer yo lo veo más como una invitación a la reflexión que como una intención de secretismo.

A destacar el vídeo-clip del tema que abre el álbum “Shoot the singer”, ambientado en un cibercafé-concierto en el que simbólicamente, el público es cacheado al entrar y deja sus armas en guardarropía con total naturalidad, como quien deja el abrigo. Dispare al cantante, pero sin armas. Posteriormente, en el video-clip de “Balazalak”, aparecen alternativamente imágenes de todo tipo de armas mezcladas con imágenes de diversión, de represión, de destrucción, de denuncia, de ingenuidad… dejando, una vez más que el espectador saque sus propias conclusiones.

Como acertadamente me comentaba hace unos días mi colega Manolo, habrá que ver cómo se las ingenia el león asmático para poner sobre el escenario este trabajo, hecho de colaboraciones de diversos artistas de diferentes lugares del mundo (Irún, Berlín, Nueva York, Tokio, Kingston, Dublín, Jerusalén, París, Madrid, Kuala Lumpur, Niamey, Quito, Barcelona, Moscú, Toulouse y Roma). Confío en que el concepto Sound Systema ayude a subsanar las dificultades que puede implicar poner el disco en gira. Por cierto, en la web de Fermín aún no he visto ningún anuncio de próximos conciertos.

Acabo mencionando la banda sonora del documental “Mirant al cel” (Jesús Garay, 2008), sobre el bombardeo de Barcelona por los fascistas en 1938; es otro aspecto más de la creación musical de Fermín Muguruza que vale la pena conocer.

Joan Abril, del programa de radio Catipen

Escrito por: Joan Abril.2008/12/03
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2008/11/14

Tango Orkestret. «Hora Cero»

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Stunt Records, 2003. Distribuidora Karonte

Album en Spotify

Hace unos días sonaba por mi casa Hora Cero,  yo estaba distraída con mis cosas y no le hacía demasiado caso a la música hasta que  mis sentidos se aguzaron al escuchar un tema en el que la combinación de guitarra y violín me recordó a ese maravilloso dúo que formaban Django Reihart y Stéphane Grappelli allá por los años 40; al prestar atención reconocí en medio de los aires de jazz, los inconfundibles acordes de la música de tango de Astor Piazzolla, el genial compositor que en su día consiguió reconciliarme con un género musical que no me resultaba nada sugerente antes de conocer algunas de sus obras.

Interesada por lo que estaba oyendo busqué la caja del disco y descubrí que se trataba de Tango Orkestret una orquesta danesa formada por músicos de jazz que se unieron hace casi veinte años para interpretar tango moderno inspirándose en la música de Piazzolla y otros compositores de la nueva escuela musical argentina. Los nombres de algunos de ellos aparecen al lado de los grandes del jazz americano y todos forman parte del nada despreciable elenco de músicos de jazz escandinavos que ha dado figuras de reconocimiento internacional como Niels-Henning Ørsted Pedersen, por citar al que probablemente es el más conocido de una larga lista en la que se incluyen también en puestos destacados algunos de los componentes de la Tango Orkestret, como su bajista Jesper Lundgaard, que  ha actuado y grabado con artistas de la talla de  Hank Jones, John Scoffield, Winton Marsallis y Clark Terry, entre otros,  y el violinista Kristian Jørgensen cuyo cuarteto (del que forma parte el guitarrista Fischer) grabó en 2003 el disco “Meeting Monty” junto al pianista jamaicano Monty Alexander.

Palle Windfeldt (guitarra), Kaare Munkholm (marimba y vibráfono) y  Henrik Sveidal (saxo y clarinete) completan la actual formación de Tango Orkestret.  Aunque en este disco también también participa Carl Quist Moller (batería y percusión), que después abandonó la banda incorporándose a ella de forma permanente el hasta entonces colaborador ocasional Lundgaad.

Los diez temas de Hora Cero son versiones de Piazzolla;  el respeto y fidelidad que muestra la banda hacia la música de su inspirador es tan destacable como la aportación de su propia creatividad. La  instrumentación poco ortodoxa y los originales arreglos que tan pronto se ciñen al tango de la forma más estricta, como lo funden con jazz, rock u otros ritmos, aportan a su música un particular sonido que junto a la extraordinaria  calidad interpretativa, posiblemente ayude a explicar algo tan poco imaginable a primera vista como el triunfo del tango en Dinamarca.

Tango Orkestret ha recorrido media Europa con su repertorio e incluso han actuado en Argentina; han hecho hasta el momento seis discos, el último –Tango de Copenhague- es el único en el que todos los temas son composiciones propias. En todos ellos exploran las raíces del tango, sin bandoneón,  sin dogmatismo alguno, pero con una originalidad y un sentimiento que seguramente habrían complacido al  singularísimo Piazzola.

En conclusión, un disco muy recomendable para los amantes del jazz, del tango y sobre todo para mentes abiertas dispuestas a disfrutar de la buena música.

María Zaloña

Escrito por: Maria Zaloña.2008/11/14
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2008/11/11

Adios a Miriam Makeba

Dedicaremos en esta sección un recuerdo para Miriam Makeba. La cantante sudafricana murió el lunes pasado al sufrir un infarto tras una actuación en apoyo del escritor italiano Roberto Saviano amenazado de muerte por la Camorra.  Makeba vivió sus últimos momentos cantando sobre un escenario por una causa solidaria, lo mismo que hizo a lo largo de los cincuenta años de una carrera musical marcada por su extraordinaria voz y por su compromiso social.

Su lucha contra la discriminación racial la llevó a un camino de exilio y persecuciones; en 1958 sus denuncias contra el appartheid le valieron ser privada de la  nacionalidad sudafricana y se estableció en EE.UU. pero su compromiso político por la emancipación de los negros y su unión con Stokely Carmichael,  miembro de los “Panteras Negras” la pusieron bajo la vigilancia del FBI, viéndose obligada a marcharse a Guinea Conakry. Regresó a Sudáfrica cuando Nelson Mandela fue liberado y continuó dedicando su música y su vida a luchar contra el racismo.  Pero todo se ha de decir, y a pesar de ser conocida como Mama Afrika por su  defensa de la mejora de las condiciones de vida en el continente africano,  y de que nadie discute su labor positiva contra el appartheid, no faltan voces críticas que  la convierten en un personaje controvertido por su relación con algunos gobernantes africanos  poco amigos del respeto a los derechos humanos.

Aunque muy a su pesar la mayoría de gente la reconoce musicalmente por Pata Pata,  una canción, según ella vacía de contenido, que la hizo famosa en todo el mundo, su amplio repertorio se aleja totalmente de los aires comerciales de ese tema pegadizo,  predominando los ritmos africanos y las letras cargadas de denuncias contra las desigualdades sociales.  Además de sus colaboraciones en la etapa americana, con Harry Belafonte, Miles Davis o Dizzy Gillespie, entre otros, cabe destacar su participación junto a los tambien sudafricanos Hugh Masekela y el grupo Ladysmith Black Mambazo en el proyecto Graceland impulsado por Paul Simon.

Hace menos de un año tuvimos ocasión de verla en Mataró cuando se le otorgó el premio por la Paz 2007, entonces, y sin que nadie se lo pidiera, la cantante nos regaló una emotiva interpretación a capella y se despidió con un: “por favor, no nos olvidéis nunca”.

Quedémonos con el recuerdo de su lucha antiracista y con su maravillosa voz. Como muestra, os dejo  un vídeo del impresionante concierto realizado en Zimbabwe en el marco del Graceland Tour.

María Zaloña

 

Escrito por: María Zaloña.2008/11/11
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2008/09/10

Rokia Traoré. «Tchamantché»


Tâma Productions/Universal Music France, 2008

Album en Spotify

Dedicado a su paisano y maestro Ali Farka Touré, Tchamantché es el cuarto álbum de Rokia Traoré. Después de tres excelentes trabajos: Mouneissa (1998), Wanita (2000) y Bowmboi (2003), marcados por los sonidos de los instrumentos tradicionales de Mali, Rokia decide dar un nuevo paso buscando otras formas de expresión musical.

En estos tiempos en que el negocio en torno a la (mal) llamada “World Music” ha llevado a recurrir en demasiadas ocasiones a los estereotipos folclóricos para abrir las puertas al reconocimiento de los artistas africanos en occidente, se agradece la sinceridad de alguien como Rokia Traoré, que no puede –ni quiere- añadir a sus méritos el exotismo de pertenecer a una estirpe de griots o de príncipes mandingas, y que ni siquiera tiene familiares campesinos o cazadores.

Ella es una chica de ciudad que recibió una educación cosmopolita viajando con su padre diplomático a diferentes destinos, y se reivindica una mujer normal, perteneciente a una generación que recibe sin miedo las influencias de los cambios que se producen en todo el mundo. Por eso, sin dudar en mostrar su respeto y admiración hacia algunos de sus compañeros que representan la música tradicional de Mali, de cuyas fuentes también ella ha bebido hasta saciarse,  su deseo es transmitir a partir de sus propias vivencias otra imagen de la realidad social y cultural de su país. Y lo cierto es que, a pesar de, o quizá gracias a  su eclecticismo y a su alejamiento de los esencialismos,  Rokia Traoré ha conseguido convertirse en un referente de la música de Mali, además de en una artista comprometida en la denuncia de la situación de África.

Tchamantché significa en bambara el centro, el equilibrio;  equilibrio que Rokia considera imprescindible para superar la grave situación en que se encuentran los países africanos; equilibrio que implica, entre otras cosas,  conocer la propia historia, conjugar con sensatez tradiciones y modernidad, y aprender a desligarse de algunas ataduras sin substituirlas por nuevas esclavitudes.  Todos estos ingredientes aparecen de una u otra forma en las letras de sus canciones  animando a sus compatriotas a abrir los ojos y a asumir su compromiso con valentía y orgullo, a la vez que denuncia ante los países ricos en los que triunfa como artista, su responsabilidad por acción u omisión, ante la miseria y el sufrimiento de la población africana.

En lo musical, el nuevo disco se presenta como un cambio radical en su trayectoria,  acentuando el alejamiento del folk hacia ritmos más cercanos al blues, el jazz, el rock o el pop. Ciertamente, hay cambios perceptibles, entre ellos una nueva instrumentación en la que ya no está el sonido característico del balafon, se introducen la batería y el arpa clásica, los n’gonis se reducen al de su colaborador habitual Mamah Diabaté y ganan protagonismo las guitarras, destacando la Grestch que toca la propia Rokia, en cuyo sonido dice haberse inspirado para buscar su nuevo camino musical.  Es también un disco más tranquilo que los anteriores, con nuevos matices y mayor desnudez en los acompañamientos musicales que  resultan más delicados y sutiles. Pero la verdad es que yo no he tenido ninguna sensación de ruptura al escucharlo. No importa si se acompaña de la kora y el balafon, o del arpa y la batería, ni si los ritmos se acercan más al blues occidental o al del desierto de Mali, su magnífica voz de múltiples registros, su originalidad, y su buen gusto destacan como siempre y su propio estilo musical se impone por encima de los cambios.

En cualquier caso,  Tchamantché no es un disco de música tradicional de Mali, como tampoco lo fueron los tres anteriores, pero es un precioso trabajo y no cabe la menor duda de que todas sus canciones están impregnadas por las raíces africanas y por la inmensa personalidad de la Traoré.

Entre las agradables sorpresas que nos ofrece el disco, está el trío instrumental entre el n’goni, el arpa clásica y la voz de Rokia Traoré  interpretando Kounandi, una bonita canción en la que lanza un mensaje con buenas dosis de realismo, relativismo y sensatez:  «El carisma es un don del cielo, pero saber obtener lo que se quiere de la vida es una noción que se aprende aquí abajo. Al hilo de los acontecimientos se aprende el respeto: saber seguir y hacerse seguir, entender y hacerse entender».

También al final del cedé se esconde un regalo del que curiosamente no hay el menor indicio en sus créditos: al acabar la que en teoría es la última canción, aparece una bonita versión de The Man I Love, el tema de Gershwin que hizo famoso Billie Holyday;  con ella Rokia expresa su reconocimiento  a Billie, como alguien que forma parte de su universo musical.

Después de todo esto no es difícil adivinar que esta mujer me tiene cautivada, es un gustazo escucharla y aún mejor asistir  a un concierto en directo.  El 17 de octubre estará en el Auditori de Barcelona en el marco del Festival Músiques del Món (en el que también actuará el 3 de octubre otro de mis favoritos: el kabilio Idir). Es una ocasión para quiénes no estéis muy lejos y os lo podáis permitir. Pero a falta de directo ahí está este disco,  si os gusta, vale la pena que indaguéis un poco en su pasado y os hagáis también  con sus otros tres trabajos; no os vais a arrepentir, os lo aseguro.

Maria Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2008/09/10
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2008/06/23

«Umalali: The Garifuna Women's Project»

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Cumbancha/Stonetree Records, 2008. Distribuidora Karonte.

Album en Spotify

Umalali (que significa “voz”) forma parte del mismo proyecto de difusión de la cultura garífuna al que nos referíamos hace unos meses en esta sección cuando comentábamos “Watina”, el disco de Andy Palacio & The Garifuna Collective. Pero esta vez el protagonismo es de las mujeres, de las que ponen sus voces en la grabación de Umalali, pero también de todas las que han colaborado en este trabajo colectivo que se enmarca en el Proyecto de las mujeres garifuna.

No es algo habitual que la gestación de un trabajo discográfico lleve diez años, pero éste es el caso de Umalali. Su productor, Ivan Duran, invirtió los cinco primeros en buscar las voces y los cantos de las mujeres dónde pudiera escucharlas en su expresión más pura.  En este tiempo recorrió los diversos países en que se conserva algún vestigio de cultura garifuna, fue espectador de fiestas y ceremonias tradicionales y acudió a sus casas para oírlas cantar en su entorno cotidiano. Descubrió, según explica, no sólo voces de una belleza extraordinaria sino también la fuerza y el coraje de esas mujeres anónimas que  son las principales responsables de difundir a través de sus canciones la historia de su pueblo. Tras cinco años de sumergirse en las raíces de la música de las mujeres garífuna,  fueron necesarios cinco más para plasmar en un disco toda esa riqueza y conseguir emparejar la esencia de esas voces y ritmos tradicionales con el aire contemporáneo de los arreglos del propio Durán.

Más de una docena de mujeres intervienen directamente en Umalali, la mayoría de ellas nunca habían  grabado antes sus voces; muchas de las canciones fueron compuestas por ellas mismas y explican tanto los hechos cotidianos como los grandes acontecimientos de sus pueblos; algunas aprovechaban los ratos libres que les dejaban sus trabajos familiares para acudir al estudio de grabación que Durán había instalado en una cabaña de una playa de Belice. Quizá, además del buen trabajo de producción, sea ésta la clave de la frescura del disco.

El recorrido por los diferentes países con población garifuna se percibe claramente en los diversos temas, así como la variedad de influencias de esta cultura. Las percusiones tradicionales se mezclan con los sonidos de las cuerdas de las jaranas, con los ritmos africanos y con la rumba caribeña, destacando especialmente las impresionantes voces de las mujeres, a veces desgarradas, a veces dulces y melosas, pero siempre cargadas de emoción y sentimiento.

Sofía Blanco, su hija Silvia, Desere Diego, Chella Torres, Masagú, Bernardine, Damiana, Elodia, Sarita, Julia, Rosa, Alba y Marcela Arana, junto a otras muchas mujeres nos regalan sus voces y sus ritmos, pero también una parte de sus vivencias y su historia. No os perdáis la ocasión de escucharlas, son un encanto.

El 19 de julio el Festival La Mar de Músicas de Cartagena, rendirá su Tributo a Andy Palacio, presentando Umalali junto a los miembros del Colectivo Garifuna que acompañaban al desaparecido músico de Belice.  Si tenéis la posibilidad de acercaros a verlas, creo que no os vais a arrepentir.

María Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2008/06/23
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2008/04/26

Habib Koité & Bamada. «Afriki»

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Cumbancha/Contre-Jour, 2007

Album en Spotify

Han pasado seis años desde la edición del anterior disco de Habib Koité, un largo período durante el cual ha recorrido el mundo con su banda “Bamada” ofreciendo conciertos,  impregnándose de otras culturas, y también reservando momentos para componer los once temas de este nuevo disco que aunque se grabó en tres continentes tiene la huella musical indiscutible de Mali, su país.

Es dudoso que los malienses tengan algo que agradecer a los gobiernos corruptos y golpistas que en los primeros años de la independencia controlaban el país, pero la voluntad del entonces presidente Moussa Traoré de instaurar las Bienales culturales dio como fruto un puñado de orquestas nutridas por los mejores artistas locales que aportaban al conjunto los peculiares estilos de sus regiones de origen. Nombres como Ali Farka Toure, Oumou Sangaré, Salif Keita, o Toumani Diabaté, por hacer referencia a algunos de los que más suenan por nuestras latitudes, aparecen ligados a estos grupos que sin duda contribuyeron a popularizar por todo el mundo las músicas de Mali y a prestigiar en el propio país una profesión que sólo se consideraba digna de la casta de los djeli (los griots).

Habib Koité, pasó su juventud en medio de ese ambiente  que le empujó a inscribirse en el  Instituto Nacional de las Artes de Bamako dónde tras permanecer unos meses como alumno, ejerció como profesor de guitarra hasta que a finales de los años 80 se fue para dedicarse por completo a su grupo Bamada. Ese período en el que se curtió al lado de grandes maestros, consolidó su formación y confirmó su dedicación a una actividad para la que se podría decir que estaba predestinado  por su pertenencia a una familia de griots khassonké (etnia mandinga de la región de Kayes, al oeste de Mali).  La infancia de Koité se desarrolló rodeada de los sonidos de instrumentos como el kamalen n'goni que tocaba su abuelo, y de las actuaciones de su madre, reputada griotte que siguiendo las costumbres locales, amenizaba las ceremonias sociales que se celebraban en su región.

Para quiénes no estéis familiarizados con las músicas de Mali, «Afriki» ofrece una oportunidad para hacerse una idea de la riqueza cultural de ese país. La diversidad étnica y cultural se refleja en los estilos musicales peculiares de cada región a los que suelen ceñirse la mayoría de artistas locales. Sin embargo, Habib Koité integra en sus composiciones el amplio patrimonio musical existente, recorriendo a lo largo de los once temas del disco su vasta geografía.

Y para ello, además de contar con la inestimable colaboración de los componentes de Bamada, del que forman parte personajes tan emblemáticos como Kélétigui Diabaté (maestro indiscutible del balafón), invitó a participar en el disco al desaparecido Hassey Sarré que nos traslada a las puertas del desierto en «Barra», tema  inspirado en las tradiciones de los peules de Niafunké dónde Sarré acompañó con su violín durante muchos años al legendario Ali Farka Touré. Invitadas de lujo son también las voces femeninas que con sus timbres peculiares acompañan a Koité en diversos temas destacando su participación en «Namania», la canción que abre el disco.

No es menos singular el sonido de los cuernos de antílope, cuyo uso está prácticamente extinguido y que junto a las percusiones y los cantos envuelven «Nta Dima» de un aire ancestral capaz de convencer a cualquiera sobre la conveniencia de conservar la herencia del folclore musical, aunque se enriquezca con lo que la modernidad pueda aportar.

La voz de Koité acompaña todas las canciones, excepto el último tema, un sólo de guitarra en el que muestra su habilidad con este instrumento al que confiere un sonido personal utilizando los acordes y el estilo de los instrumentos tradicionales de cuerda de la región. Sus letras, en consonancia con su concepto musical insisten en la importancia de conservar las raíces sin renunciar a las aportaciones de nuevas influencias, lanzando también un mensaje a sus paisanos para que luchen juntos por un futuro mejor sin dejarse envolver por las falsas promesas que les llevan a emigrar hacia otros continentes. 

Lo dicho, «Afriki» es un disco muy atractivo en lo musical y que además ofrece otros ingredientes lo bastante interesantes para recomendaros que no os lo perdáis. Habib Koité y Bamada, al igual que lo hicieron en sus anteriores trabajos nos invitan a un agradable paseo por las tierras de Mali del que vale la pena disfrutar.

María Zaloña

Escrito por: María Zaloña.2008/04/26
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