Hace un rato (transito ahora por la madrugada del 6 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Constitución) estaba escribiendo otro artículo y me ha venido al recuerdo un episodio de mi vida que, visto con distancia, tiene lo suyo de cómico.
La cosa sucedió en julio de 1974. Por aquel tiempo yo residía oficialmente en París y tenía papeles de refugiado político, lo que me colocaba bajo la autoridad de la Oficina Francesa de Protección de Refugiados y Apátridas (OFPRA), organismo dependiente de las Naciones Unidas.
Pese a ello, y por razones políticas que sería largo y tedioso explicar, hube de darme un garbeo clandestino por España que me llevó por Madrid, Andalucía, Aragón y Cataluña, antes de volver para Francia.
Había un grupo de jóvenes montañeros que debían dirigir mis pasos por el Pirineo, a la altura del monasterio de Núria, para dejarme en el otro lado de la frontera. El “operativo” era el siguiente: dos mozas pasaban en coche por el puesto de Puigcerdà llevando mi maleta, en la que iba (entre otras cosas) mi documentación verdadera, para recogernos según bajáramos de la montaña por el lado francés. Sencillo.
Lo que sucedió es que no bajamos porque, entretanto, se había producido un suceso imprevisto: a Franco le dio su primer patatús flebítico, el Gobierno de Arias decretó un estado de alerta general… y nosotros nos encontramos en Núria, para nuestra sorpresa, con dos guardias civiles que estaban donde no debían. Les parecimos sospechosos (con razón) y decidieron detenernos. Yo portaba documentación con mi foto muy bien puesta y sellada, pero expedida a petición de un joven de Calatayud, de cuyo nombre no quiero acordarme.
El caso es que las dos chavalas que estaban esperando al otro lado de la frontera, no sé exactamente en dónde (allá por Eyne, supongo), se encontraron con que no aparecíamos, cosa que no estaba prevista. Al cabo de las horas, cuando ya no vieron más posibilidad que regresar a sus casas de Barcelona, como no sabían qué hacer con mi maleta, decidieron buscar un agujero en el terreno montañoso y enterrarla.
Allí se quedó, con mi ropa y objetos de aseo, varias casetes de música folclórica castellana (sic), un disco de Serrat que había comprado en el Drugstore de la calle Fuencarral de Madrid (“Per al meu amic”, si mal no recuerdo) y mi documentación auténtica.
Inicié entonces un periplo tirando a agitado, que me hizo conocer las cárceles de Girona, Barcelona (La Modelo), Lleida, Zaragoza y Alcalá (éstas durante poco tiempo) y, finalmente, Carabanchel, donde estuve recluido hasta ser puesto en libertad, tiempo después, en condiciones no menos rocambolescas.
Según conseguí salir de la cárcel, mi primera preocupación fue: ¿y mi maleta? Tenía que regresar a Francia por razones igualmente liadas (no cabe explicarlo todo en un solo artículo) y necesitaba mis papeles.
Lo más rápida pero discretamente que pude, entré en contacto con las dos mozas que habían escondido mis pertenencias en Francia. Les pedí que fueran a buscar la maleta. Y lo hicieron.
En su descargo he de decir que habían pasado muchos meses.
Al cabo de algunos días, me mandaron un mensaje que decía: “Lo sentimos. En el sitio en el que escondimos lo tuyo, ahora hay una carretera”.
Pedí confirmación del mensaje, porque no lo entendí a la primera. Era exactamente eso. El sitio del bosque ya no era bosque.
No me diréis que no tiene su cosa: ¡toda mi historia de refugiado y apátrida, asfaltada!
No podía pedir copia de los documentos, porque en cuanto la OFPRA removiera el asunto se enteraría que yo había hecho lo que ningún refugiado puede hacer: regresar al país del que ha huido.
Así que hube de volver a camuflarme. Dejé de ser un licenciado en Filosofía de Calatayud para convertirme en un arquitecto parisino apellidado Laurent.
A esa personalidad le cogí verdadera afición. Me divirtió pasar por francés.
Pero esa otra batallita lo mismo os la cuento el año que viene.
Comentarios
Escrito por: uno_de_los_otros.2007/12/06 07:50:35.002000 GMT+1
Escrito por: Miguel.2007/12/06 09:57:43.413000 GMT+1
http://www.trebol-a.com/author/miguel
Fueron esos " rollos del abuelo" los que me engancharon a tu blog.Lo primero que leí trataba de un coche lleno de marroquíes dormidos al que adelantaste en una carretera francesa. ¡Vaya impresión al mirar por la ventanilla y darte cuenta del panorama!
Saludos.
Escrito por: El Keku.2007/12/06 10:08:50.083000 GMT+1
Escrito por: Antonio Gil.2007/12/06 10:51:12.989000 GMT+1
Escrito por: Ramón.2007/12/06 11:31:30.930000 GMT+1
Y para los que no somos de tu generación también, Javier. Sería una muy buena noticia tener la oportunidad de leer la experiencia lúcida de alguien que ha vivido en las proximidades del poder y no se ha contaminado en absoluto por él.
Un saludo afectuoso
Escrito por: Sebastián.2007/12/06 11:38:52.339000 GMT+1
No sé, me habrá dado esa impresión por estar la historia contada de manera abreviada, pero suena más lógico, ¿no?
Escrito por: Javier.2007/12/06 13:51:22.931000 GMT+1
Escrito por: Belén.2007/12/06 19:11:25.678000 GMT+1
No me atreveré a sugerirle que escriba sus memorias (yo creo que las memorias sólo las escriben los casi-muertos o los toreros - por encargo, claro está -, y afortundamente usted no es ninguna de las dos cosas), pero me he reído un puñao con esta historia y no sé si podremos esperar al año nuevo para escuchar la parte del parisino Laurent. :-)
Escrito por: Ave.2007/12/06 19:18:24.448000 GMT+1
Escrito por: Ave.2007/12/06 19:20:41.832000 GMT+1