2006/04/15 06:00:00 GMT+2
No llevo la cuenta de la cantidad
de crónicas y columnas que se han publicado durante la última semana en honor de Bono y de su anunciada retirada.
Ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito –salvo que hay gustos que
merecen palos–, pero el numerito que montó en su despedida de los ejércitos,
que tanto complació a tantos, a mí me produjo una curiosa mezcla de
vergüenza ajena e hilaridad. Por un momento me temí que el inconsciente le
jugara una mala pasada y que, una vez besada la bandera roja y gualda a cuatro
días del aniversario del izado de la tricolor en el Ayuntamiento de Eibar, en vez
de lanzar un vibrante «¡Viva España!», le saliera el tradicional «¡Arriba
España!», lo que habría resultado sin duda más acorde con el escenario y con el
tono general del acto.
De todo lo que he leído al
respecto, lo que más me ha llamado la atención es la columna que le dedicó
Francisco Umbral en El Mundo el pasado martes. Umbral
está siendo muy zaherido en estos últimos tiempos. Varios de los que le han
declarado la guerra se distinguen por ser aún más frívolos e interesados que él
a la hora de opinar, lo que compensan escribiendo mucho peor. El caso más
clamoroso es el de Arturo Pérez Reverte, personaje de una fatuidad tan inabarcable
como injustificada, que se cree importantísimo porque ha logrado vender casi
tantos libros como en su día Corín Tellado y Marcial Lafuente Estefanía.
Pero ya me estoy enrollando.
Vuelvo a Bono.
Dicen sus mentores –Umbral entre
ellos– que el ex ministro de Defensa es estupendo, generoso, llano, sin doblez,
hombre de altas miras y ni se sabe cuántas cosas más. Y yo me digo que o no
conocen en absoluto al personaje o tenemos muy diferentes modos de calibrar las
humanas virtudes. O las dos cosas a la vez.
Pero lo que me deja mejor cuerpo
es constatar que, así haya sido en estos últimos días más vitoreado que el mismo Jesucristo el
Domingo de Ramos, el hecho objetivo, contante y sonante, es que se va.
Quienes cantan sus presuntas
virtudes apuntan que se va en loor de multitudes y que queda ahí, como un
valor en reserva, para cuando haga falta a los altos intereses de la Patria. Que la suya ha sido una salida por la puerta grande, con la cabeza bien alta.
Siempre me han hecho mucha gracia los
rollos sobre las dulces derrotas y las amargas victorias. Que cuente ahora
Felipe González lo muy dulce que fue su derrota.
Ignoro qué futuro le espera a Bono. Lo obvio, y decisivo, es que carece de presente. Emprendió una
contienda para encabezar el PSOE y alcanzar finalmente la Presidencia del Gobierno, la ha perdido en toda la línea y se retira derrotado, para no verse en el constante trance de servir de simple palmero a su rival.
Y todo el resto es literatura,
que escribiría Umbral. Aunque supongo que él no reconocería que es un verso de
Paul Verlaine. (*)
___________
(*) Paul Verlaine, Art poétique (1882): «Que ton vers soit la bonne aventure / Eparse au vent crispé du
matin / Qui va fleurant la menthe et le thym... / Et tout le reste est
littérature.» Bromeo aquí con la costumbre que tiene Umbral de retomar y
presentar como propias frases de autores franceses poco conocidos en España por el gran público.
Cita sin citar, como quien dice. El caso que me llamó más la atención fue el de
su libro Capital del dolor (1996), en
el que no conseguí encontrar la menor referencia al gran libro de poemas de
Paul Éluard Capitale de la douleur (1926).
¿Tal vez no busqué lo suficiente?
Escrito por: ortiz.2006/04/15 06:00:00 GMT+2
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2006/04/14 07:00:00 GMT+2
El mes pasado, un amigo que colabora en la plataforma "Ciudadanos
por la República" me pidió una colaboración escrita relacionada con el
aniversario que hoy se cumple. Teniendo en cuenta la fecha, reproduzco a
continuación el texto que elaboré para atender su demanda. Decía así:
«Hay diversos modos de ser republicano. Yo lo soy por exclusión: sintiéndome
profundamente antimonárquico, no me queda sino definirme como republicano.
Puestos a preferir, preferiría que desapareciera toda forma de Estado, pero algo
me dice que esa aspiración no va a poder concretarse en un plazo de tiempo
razonable.
También hay diferentes modos de ser antimonárquico. En España es típico el
antimonarquismo genérico, que funciona en la práctica como monarquismo
concreto. Es el de la gente que renuncia a defender la monarquía, en general –y
muy particularmente la británica–, pero saca la cara por la monarquía española.
Sostiene que ha sido muy útil a la democracia.
A mí me pasa justo lo contrario. Soy hostil a todas las monarquías, en general,
pero sobre todo a la española. Porque me consta que ha sido nefasta. En
particular para la democracia. Juan Carlos de Borbón fue una pieza clave en la
realización de los planes que trazó Franco para salvar lo esencial de su
régimen, aun a costa de sacrificar sus formas dictatoriales, por otra parte
inmantenibles.
Ya sé que, si no hubo ruptura con el franquismo y acabó por imponerse la
reforma, con toda su bazofia adjunta, la responsabilidad no recae sólo en el
rey. Colaboraron en esa empresa muchos más, incluyendo algunos que se decían
socialistas y comunistas. Pero el rey dio cobertura institucional a la
maniobra. Les vino al pelo.
Se subraya siempre el papel que tuvo a la hora de frustrar el intento de
golpe de Estado del 23-F. No voy a enrollarme con los entresijos de aquel
episodio, sobre el que tanta tinta –y a veces tan tonta– se ha vertido. Llamaré
la atención sólo sobre un hecho que es público, notorio e irrefutable: el
Borbón no dijo esta boca es mía hasta bien avanzada la noche. De tener muy
clara su posición, habría sido una gran cosa que la hubiera manifestado
públicamente a las 6 de la tarde, o incluso antes, con lo que muchos de los
comprometidos en la asonada habrían tenido constancia de que, en contra de lo
que les decían sus jefes, el rey desaprobaba lo que estaban haciendo. Pero
mantuvo un respetuoso silencio hasta que las cosas se decantaron por sí mismas.
A alguna gente le cae simpática la campechana facundia con la que va por la
vida el rey de España. A mí me da cien patadas. No sólo porque como graciosillo
sea más bien penoso, con su habla trabucada y espesa. Lo que me desagrada más
es la conciencia de que esa desenvoltura que demuestra en el trato la aplica a
todos los asuntos de la vida. Incluyendo sus fuentes de financiación. Convendría
que la población española supiera que la monarquía de Juan Carlos de Borbón es
la única del mundo que no se retrata todos los años ante el Tribunal de Cuentas
correspondiente. ¿Qué ingresa? ¿De dónde lo saca? ¿Cuánto gasta? ¿En qué?
Misterio. Él no dice nada. Y lo que es peor: nadie le obliga a decirlo.
Porque ésa es otra. ¡Si por lo menos saliera barato! Pero, lejos de eso, no
sólo gasta cuanto le viene en gana, sino que encima tiene alojados en España a
toneladas de reyes, príncipes, princesas, princesitos o primos de princesitos,
exiliados forzosos de sus lugares de origen. Y los tiene a cuerpo de rey, como
es lógico.
Resumo todo lo anterior en tres palabras: ¡Abajo la monarquía!»
---oOo---
¡Ay, Señor,
cuánta pasión!
Ampliando el rito ya existente,
la Hermandad de Nosequé decidió el otro día indultar no a uno, sino a dos
presos, coincidiendo con la conmemoración de la pasión y muerte de Cristo, o
sea, con la Semana Santa.
Si alguien sabe de qué fuente de
legitimidad constitucional obtiene esa Hermandad su derecho a sacar presos de
la cárcel, que me lo diga. Yo no he visto ningún artículo de la Constitución
que declare que el derecho de gracia puede ser delegado en asociaciones ajenas
a los poderes del Estado.
Es constante la interferencia de
los usos, costumbres y prerrogativas de la Iglesia católica en la vida civil
española. Ya sé que hay asuntos muy importantes –su extraordinario papel en la
Enseñanza, por ejemplo– y otros que lo son menos, como éste, pero incluso los
asuntos de menor trascendencia pueden cobrar un fuerte valor simbólico. Ya me he
referido en alguna ocasión a esa ceremonia absurda que se celebra cada 25 de
julio en Santiago, en la que el jefe del Estado o alguien que actúa en su
nombre pone al propio Estado a los pies de la Iglesia, apóstol mediante, y de
esa otra que lleva a las autoridades y a la jerarquía eclesial bajo palio con
motivo de la procesión de Corpus Christi, en Toledo. Si el español es un Estado
aconfesional, como se dice, ¿qué sentido tiene mantener la mezcolanza de lo
civil y lo religioso que tanto auge cobró durante el franquismo, pero que tan
difícil apaño tiene en la legalidad vigente?
No había previsto escribir hoy
sobre esto, pero es que me he levantado pronto –como casi siempre– y mi interés
por obtener información de la radio ha chocado contra la dura realidad del día:
todas las emisoras principales estaban inflamadas de fervor religioso,
retransmitiendo procesiones. Y no de cualquier manera. En la cadena Ser he oído a una reportera que, en tono grave, me ha informado
de que «es imposible sostener la mirada del Cristo del Gran Poder». Será
imposible, en todo caso, porque la imagen en cuestión no mira nada, que yo sepa.
Si ésta es la España civil, ¿cómo
serán las otras?
Escrito por: ortiz.2006/04/14 07:00:00 GMT+2
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2006/04/13 05:00:00 GMT+2
Oí ayer a un jefecillo del PP
(¿Martínez Pujalte, tal vez?) criticar la parte del auto del juez
instructor del sumario del 11-M en la que constata que no ha encontrado el más
mínimo indicio que relacione a ETA con los autores de los atentados de Madrid.
Ironizó el del PP –que, por lo que le oí, no parecía muy dotado para la ironía–
con la pretensión, para él inverosímil, de que los terroristas de uno y otro género se comporten
«como el aceite y el agua».
Me temo que la gente del PP, y la
que le baila el agua en los medios de comunicación, no tienen mucha idea
de cómo trabajan las organizaciones armadas clandestinas que han adquirido más
experiencia.
El IRA, por poner un ejemplo
arquetípico, funcionó siempre con un enorme hermetismo en sus relaciones
exteriores. El Sinn Féin podía tener muchísimos contactos por todo el mundo y
con todo el mundo, pero el IRA mantenía sólo las relaciones imprescindibles, casi
todas ellas ligadas a sus necesidades de abastecimiento, y prácticamente
ninguna con grupos armados extranjeros. De ETA se puede afirmar tres cuartos de
lo mismo, sobre todo desde que se desvanecieron sus relaciones con el FPLP palestino.
La razón es tan lógica como
elemental: tanto el IRA como ETA han sabido muy bien, y desde hace mucho, que
todos los servicios secretos habidos y por haber cuentan con agentes
infiltrados en los más diversos grupos y grupitos armados, y que un objetivo
primordial de esos agentes es acercarse a ellas invocando el internacionalismo
subversivo y obtener el máximo de información. Tanto el IRA como ETA han vivido
siempre con la obsesión de no ser víctimas de los agentes provocadores, y pese
a ello lo han sido. ¡Como para fiarse del primer chalado que aparece diciendo
que Alá es grande y que hay que volar medio Madrid!
Eso sin contar con que las
simpatías de la otra parte tampoco estaban ni mucho menos aseguradas. A los
ojos de la mayoría de los islamistas fanatizados, los miembros de ETA son una
banda de infieles merecedores de la condenación eterna.
Algunos agitadores del PP parecen
sacados del guión de Help!, la
segunda película que hizo Richard Lester con los Beatles, en la que salen un
cura protestante y un enloquecido consagrado a los sacrificios rituales a la diosa
Kailí que simpatizan de inmediato entre ellos quejándose de la falta de vocaciones
religiosas. Resultaba realmente cómico, pero por disparatado. Del mismo modo
que no todos los miembros de todas las confesiones religiosas están condenados
a entenderse, no todos los terroristas de todos los terrorismos se aman a
primera vista. Aunque no sé si los Martínez Pujalte de la troupe popular estarán psicológicamente preparados para captar una idea tan compleja.
Post data.– El País insiste en patear el diccionario... y yo en señalarlo. Una de las portadas de la edición digital de esta pasada madrugada, sustituida luego por otras más actuales, llevaba como titular principal uno que informaba del coste que supuso para «el erario público» la presencia militar española en Irak. Eso de «el erario público» es una perfecta chapuza contra la que alertan muchos libros de estilo. El erario –véase el DRAE– es el departamento de la Administración también llamado Hacienda. De modo que es público por definición. El día menos pensado nos hablan de «el Gobierno público».
Escrito por: ortiz.2006/04/13 05:00:00 GMT+2
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2006/04/12 05:15:00 GMT+2
Todo el mundo se pone hoy de acuerdo a la hora de señalar que Italia es un país (primera duda: ¿es un país?) partido en dos mitades. Me pregunto si ése sería el tópico más recurrente en el caso de que Berlusconi hubiera revalidado su mandato. ¿Estaba menos dividida la sociedad italiana antes de estas elecciones, cuando el magnate-mangante estaba al frente del Gobierno y llamaba coglioni (*) a todos aquellos que le daban la espalda?
Al final, quien ha hecho el más rotundo de los ridículos, obligándonos a todos a preguntarnos no ya por su grado de maldad, suficientemente contrastado, sino por su índice de inteligencia, es el propio Berlusconi, quien, tratando de asegurarse la reelección, impuso una reforma electoral dos de cuyos puntos clave –la proporcionalidad y el voto de los residentes en el extranjero– han sido decisivos en su derrota. (A mí, en particular, me dejó perplejo su empeño en que votara la emigración. Parecía no darse cuenta de que, cuanto más alejados de su apabullante dominio mediático estuvieran los electores, más probable resultaba que no le dieran su voto. Que es lo que ha sucedido.)
De natural cenizo, no doy por supuesto nada. Ni siquiera que el nuevo recuento de los votos que ha reclamado Berlusconi no cambie el resultado, por lo demás apretadísimo. Pero, en el caso de que allá por mayo Italia tenga nuevo Gobierno, con Prodi al frente, el panorama habrá experimentado una mejoría interesante.
Se verá beneficiado el escenario internacional, en primer lugar, al desaparecer del proscenio un aliado natural de Bush. No me fío ni un pelo de las inclinaciones de Prodi en materia de política exterior, pero supongo que se verá obligado a cambiar el rumbo de las actuales opciones italianas no sólo para ser fiel a sus promesas electorales, sino también –y sobre todo– para mantener el orden en la muy variopinta coalición que lo ha aupado al Poder. Ese giro puede beneficiar, de paso, al propio Zapatero, ahora sin demasiados apoyos claros entre los gobiernos principales de la UE.
No soy nada experto en política interior italiana, pero doy por hecho que el apartamiento de Berlusconi de las más altas cumbres del poder será un valioso factor de oxigenación. De un lado, dejará de controlar la radiotelevisión pública, aunque siga teniendo influencia en ella. El gran público no se verá sometido al discurso único que ha venido sufriendo en los últimos años. De otro, el tipejo ese habrá de apearse de su insufrible chulería: no hay nada como una buena derrota para que se tambaleen en la peana los que van por la vida de eternos ganadores.
Se insiste mucho –y es razonable– en las dificultades que va a encontrar Prodi, si llega a formar Gobierno, para mantener unidas a las muchas y muy diversas facciones que se han juntado para derrotar a Berlusconi. Entiendo los inconvenientes que tiene su situación, pero también le veo ventajas. Para empezar, no creo que su posición sea tan frágil: al menos durante un cierto tiempo, me parece altamente improbable que ninguno de los integrantes de La Unión se atreva a poner en peligro el tinglado común, lo que permitiría el regreso del grotesco Cavaliere. Quien hiciera algo así firmaría su sentencia de muerte política. Añado a ello que no comparto en absoluto la mala prensa que tienen en el mundo entero los gobiernos débiles. Muy al contrario: a mí, los que me inquietan más son los gobiernos fuertes, apoyados en mayorías monolíticas. Eso les anima a tirar por la calle de enmedio y a adoptar políticas traumáticas. Los gobernantes que se encuentran en una posición débil se ven en la constante obligación de negociar, de tener muy en cuenta los cambiantes estados de ánimo de la población, de considerar las reclamaciones de las minorías... Es tranquilizador. Reduce bastante los riesgos de desastre. Los gobiernos débiles no suelen hacer cosas grandiosas, pero los fuertes casi siempre tienden a lo grande por la vía negativa.
Lo importante, en suma, no es que haya vencido Prodi. Es que ha perdido Berlusconi. Poco a poco –muy poco a poco–, el mundo va teniendo mejor pinta.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Ciao, Berlusconi, ciao.
_____________
(*) Aprovecho la ocasión para recordar a los locutores y locutrices de las radios y televisiones de por aquí que coglioni (equivalente más o menos al castellano «gilipollas», o «cojonazos») debemos leerlo «collioni», porque la "gl" italiana equivale a la elle castellana. Claro que, para pronunciarlo como es debido, hace falta que el castellanohablante que emprenda la tarea distinga en su habla entre la elle, la ele y la y griega, cosa cada vez menos frecuente.
Escrito por: ortiz.2006/04/12 05:15:00 GMT+2
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2006/04/11 04:30:00 GMT+2
No pretendo mitificar a la
población francesa. Ni a la de origen ni a la de adopción. En los cinco años
que viví en aquella tierra, me topé con muchos clasistas, racistas y cursis. Gente
de cada uno de esos géneros y, en ocasiones, de los tres a la vez. Pero también
conocí a la tira de demócratas sinceros, solidarios y amantes de la libertad.
Un rasgo quizá no colectivo, pero
sí bastante común en la gente francesa es el convencimiento de que las
libertades públicas y los derechos
sociales existen porque los propios ciudadanos presentes y sus ancestros,
generación tras generación, los han conquistado y mantenido en un duro y
constante tira y afloja con los aspirantes a dueños exclusivos del poder. De lo
cual extraen la creencia de que, si no defienden ellos mismos esas
adquisiciones, no las defiende nadie.
No creo que nada de todo eso sea
completamente cierto, pero lo sienten así, y obran en consecuencia.
Acabamos de tener la prueba de
ello. La ley reguladora del Contrato de Primer Empleo que se había propuesto
imponer a hoz y coz el primer ministro Villepin («Vilepán», según los medios
audiovisuales españoles) ha sido respondida con una revuelta popular de tal
intensidad y amplitud que el Gobierno no ha encontrado otra salida que
retirarla.
Hay analistas y expertos que
sostienen que ésa es una mala noticia, porque la economía francesa necesita con
urgencia cambios que la hagan menos rígida, en general, pero sobre todo en lo
referente a su mercado de trabajo. Estoy en abierto desacuerdo con los diagnósticos
pretendidamente técnicos de esos supuestos expertos, a los que hace poco
dediqué un apunte específico. Pero, a
los efectos del asunto que hoy estoy comentando, daría igual que tuvieran
razón. Porque lo que estoy subrayando no es la capacidad del pueblo francés
para imponer su sabiduría, sino para imponerse sobre sus gobernantes, sin más.
Según el refrán castellano, el
que no llora no mama. Pero depende de cómo te lo tomes. Aquí, a lo que la gente
es más dada es a hacer pucheros en su casa, o delante de la barra de la
taberna, o en las sobremesas de amigotes. Ese tipo de sollocitos les importan
bien poco a quienes ocupan el Poder. Siguen a lo suyo y tan campantes. Lo que
les afecta, y mucho, es que el personal se junte por cientos de miles y salga
unido a la calle, una y otra vez, semana tras semana, con un berrinche de mil
pares, montando la de dios. ¿A qué Gobierno le altera que los sindicatos emitan
un comunicado de condena de esto o de lo otro, o que le monten un cortejillo
ritual, para cubrir el expediente y que no se diga que no han protestado, como
suelen hacer por estos pagos?
«Pues que los afectados, si están
en contra, tomen nota y pasen factura a los gobernantes en las siguientes
elecciones», replican los enemigos de los desórdenes
públicos. Estaría estupendo, si la gente no fuera tan inconstante. Sostengo
la tesis, que creo avalada por la Historia, de que los pueblos nunca son rebeldes. A veces están rebeldes. Se ponen rebeldes y, al cabo de un cierto tiempo, se les pasa. O
quienes pretenden cambios aprovechan esos momentos circunstancialmente
propicios o están perdidos. Eugène Potier, el autor de la letra de La Internacional –un francés, vaya por
dónde–, lo apuntó muy bien en uno de los versos de ese himno tantas veces
entonado: «Battons le fer tant qu'il est chaud». Es una máxima propia de herrero: hay que golpear el hierro cuando está
caliente. Al rojo, en concreto.
Es así como se forjan las cosas.
Escrito por: ortiz.2006/04/11 04:30:00 GMT+2
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2006/04/10 07:15:00 GMT+2
Nada más tener noticia de la designación de Alfredo Pérez Rubalcaba como titular de la cartera de Interior, Mariano Rajoy declaró que lo lamenta, porque el nuevo ministro «no es una persona de la que el PP se fíe». Explicó que su (des)calificación se basa en el hecho de que la biografía del electo presenta «puntos oscuros».
Algún listillo cercano al PP ha explicado la afirmación de Rajoy recordando que Pérez Rubalcaba fue ministro «del Gobierno de los GAL». Pérez Rubalcaba formó parte, en efecto, de un Gobierno de Felipe González, pero que yo sepa el PP nunca ha manifestado su desconfianza de principio hacia todos aquellos que en un momento u otro fueron ministros de González desde 1983, año en el que se tuvo la primera noticia de los GAL. Sería absurdo. Las acciones de los GAL no se planeaban y decidían en los consejos de ministros. Es bien conocido el caso de Antoni Asunción, que llegó a ministro del Interior y se opuso a toda la basura de los GAL, hasta el punto de dimitir en la primera oportunidad que se le presentó (*).
Rubalcaba no es de fiar, desde luego, pero no porque fuera ministro en aquellos tiempos sino, entre otras cosas –y puesto que se cita a los GAL–, porque estuvo en el núcleo duro del equipo del PSOE que hizo lo posible y lo imposible para que no se destapara la verdad sobre el terrorismo de Estado. Recuerdo ahora mismo lo que cuenta Xabier Arzalluz en su autobiografía sobre la reunión en la que Rubalcaba, junto con Txiki Benegas y algún otro, trató de conseguir que el PNV no apoyara la creación de una comisión parlamentaria de investigación sobre los GAL. «Nos vais a hundir en la mierda», dijeron los socialistas a los del PNV. «En vuestra mierda», les respondió Arzalluz.
Rubalcaba no es de fiar, ciertamente, pero no sólo por eso. Suele evocarse también, con razón, el importante papel que jugó como peón de brega de Javier Solana en muy diversos terrenos, no sólo el educativo. Se citan asimismo –aunque ignoro si con el mismo fundamento– sus fluidas relaciones con los servicios de información de la Defensa.
Rubalcaba, al que sólo cabe distraer de las conspiraciones políticas si se le habla de los problemas del Real Madrid en la liga de baloncesto, tiene una gran virtud que todo jefe valora: no es ni ha sido nunca el segundón que trabaja en la oscuridad para llegar a ser él el número uno. Cual si conociera las esencias mismas del principio de Peter, renuncia a elevarse hasta su nivel de incompetencia. No es un estratega. Carece tanto de principios como de fines propios. Se limita a concentrarse intensamente en la resolución táctica de los problemas con los que se va tropezando su patrón de turno. Y si son problemas presentables, bien. Y si son problemas impresentables, lo mismo. Sus enemigos dicen que tiene tal obsesión por el regate en corto que es perfectamente capaz de marearse solo y acabar metiendo el gol en su propia portería. No me extrañaría. Este tipo de personajes es lo que tienen.
En todo caso –y retomo el hilo inicial–, no hay nada en la biografía de Alfredo Pérez Rubalcaba que pueda merecer con justicia la repulsa del presidente del PP. En la dirección de su partido hay falsarios y conspiradores de idéntica calaña. Si quiere, algún día repasamos mano a mano el historial de las actuaciones de los ministros de Interior de su partido, empezando por Mayor Oreja y acabando por Acebes, con parada y fonda en su propia persona, de la que también cabría airear datos inquietantes.
Ni siquiera la referencia a los GAL viene a cuento. Si Rubalcaba contribuyó a tapar el terrorismo de Estado, ¿no hicieron lo mismo los gobiernos del PP? ¿Quién se opuso desde el primer momento a la desclasificación de los papeles del Cesid, recién derrotado González, sino el entonces recién electo presidente Aznar? El partido de Rajoy ha utilizado una y otra vez el caso GAL como arma política arrojadiza, pero nunca ha demostrado que tuviera verdadero interés en destapar lo que ocultaba. Más bien lo contrario.
Si es por eso, yo tampoco me fío de Rubalcaba. Pero no me preocupa gran cosa. Sé que es disciplinado. Lo que me preocupa es que tenga buena visión aquel que debe darle las instrucciones oportunas.
_____________
(*) Al poco de su entrada en el Ministerio del Interior, Asunción confesó en una entrevista con dirigentes del PNV que le daba miedo abrir los cajones de su despacho y ver lo que había dentro, porque aquello era «Villa GAL». Asunción aprovechó la fuga de Luis Roldán para presentar su dimisión y salir corriendo del Ministerio.
Escrito por: ortiz.2006/04/10 07:15:00 GMT+2
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2006/04/09 06:00:00 GMT+2
Denis Donaldson, que fue miembro prominente del Sinn Fein y agente a sueldo de Londres, fue asesinado el pasado martes en un aislado caserío de Donegal, en la República de Irlanda.
El IRA se declaró de inmediato ajeno al hecho. El Sinn Fein lo condenó.
No parece que vaya a ser fácil averiguar quién ha acabado con la vida del agente doble. Lo que está claro, a cambio, es que el autor o autores del crimen eligieron la fecha muy deliberadamente: faltaban pocas horas para el encuentro acordado entre Bertie Ahern y Toni Blair para relanzar el proceso autonómico de Irlanda del Norte, suspendido desde 2002.
Con independencia de que se tratara también de una venganza –lo que es altamente probable, pero no seguro–, el asesinato de Donaldson fue una evidente provocación.
Lo significativo es que, de entre todos los teóricamente provocados, sólo los unionistas se han dado por aludidos. Han puesto en duda que el IRA haya abandonado la violencia y dado a entender que, en estas condiciones, puede que no sea posible formar un Ejecutivo compartido con los republicanos. Los demás –el Gobierno de Londres, el de Dublín, el IRA y el Sinn Fein– han denunciado lo que entienden como un intento de sabotear la paz y dejado constancia de su voluntad de seguir adelante con el proceso pacificador. Nos vemos por enésima vez en la necesidad de formular la tópica pregunta: Cui prodest? ¿A quién beneficia? Desde los tiempos de la vieja Roma, ése ha sido siempre el mejor método para buscar a los autores de los crímenes.
En todo caso, la trágica muerte del tétrico Donaldson no va a reventar el proceso de paz irlandés, por la sencilla razón de que sus principales protagonistas no están dispuestos a dejarse zancadillear. Los propios unionistas habrán de dejar de lado sus reticencias, a riesgo de verse aislados y señalados con el dedo público.
Comentando el pasado miércoles esta noticia en la tertulia de Boulevard abierto, en Radio Euskadi, me vino a la cabeza la enorme diferencia que hay entre el escaso o nulo efecto que va a tener este asesinato en el desarrollo de las conversaciones de paz en Irlanda y el catastrófico resultado que actos más o menos semejantes suelen tener en Oriente Próximo. Allí las provocaciones provocan siempre, y dan obligado paso a una espiral de represalias y venganzas que vuelven todo aún más difícil de lo que ya lo era. La explicación es sencilla: Israel no quiere la paz.
En los últimos días me han preguntado bastantes veces si no temo que en el recorrido hacia la paz en Euskadi puedan producirse provocaciones de uno u otro tipo. He respondido una y otra vez que sí, que las temo y que hasta me parecen probables. Pueden sobrevenir como resultado de planes fríamente fijados por fuerzas interesadas en el fracaso del proceso o como fruto de iniciativas viscerales aisladas, inspiradas en la rabia y el deseo de venganza. Son accidentes que, en efecto, pueden suceder. Pero en tal caso habrá que volver al ejemplo irlandés: una cosa es que te provoquen y otra que te dejes arrastrar por la provocación.
Nota de edición: Javier publicó una columna de parecido título en El Mundo: Rechazo de la provocación.
Escrito por: ortiz.2006/04/09 06:00:00 GMT+2
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2006/04/08 07:30:00 GMT+2
De no tratarse de José Bono,
podría conceder el beneficio de la duda a la sucinta explicación que proporcionó
ayer para justificar su dimisión como ministro de Defensa, apelando a razones
personales y a su deseo de cultivar la vida familiar.
Pero es que se trata de él. De un
hombre prácticamente unidimensional, al que no se le conoce más vocación que la
política, en el ejercicio de la cual siempre ha demostrado una ambición
desmedida.
A ella ha sacrificado cuantas
amistades y lealtades se le han interpuesto. Lo conocí en 1976, cuando
trabajaba de pasante en el despacho de abogados de Raúl Morodo, por entonces
mano derecha –se suponía– de Enrique Tierno Galván, presidente del Partido
Socialista Popular. Dio la espalda a Morodo y fue pieza clave en la venta del
PSP al PSOE. El tándem González-Guerra lo premió concediéndole la baronía de
Castilla-La Mancha, regalo que él agradeció haciéndose ferviente guerrista.
Cuando Guerra fracasó en sus tiras y aflojas dentro del Gobierno, se convirtió
a igual velocidad en ferviente felipista. Es de ese género de políticos de los
que suele decirse que siempre acuden en auxilio de los vencedores.
Atrincherado en la Presidencia de
Castilla-La Mancha, donde ganó cinco elecciones consecutivas por mayoría
absoluta, dijo que ése era el ámbito al que se circunscribía su interés por la
acción política y que nunca sería ministro de ningún Gobierno. No se atuvo a
ninguna de las dos proclamas. Primero se postuló para la Secretaría General del
PSOE, empresa en la que fracasó (para sorpresa general, fue vencido por
Zapatero) y luego aceptó ser ministro de Defensa.
Dedúcese de todo ello –y de mucho
más, en lo que no me detengo para no convertir este Apunte en interminable– que, para aquellos que hemos seguido su ya
larga carrera política con alguna atención, lo que dice y promete tiene un
valor más bien relativo, igual que sus lealtades.
Desde que llegó al Ministerio de
Defensa, Bono se puso a tomar posiciones para preparar su candidatura a
sustituto de Zapatero. Trató de ganarse las simpatías de la derecha sociológica
española mostrando reiteradamente su acendrado nacionalismo español y su neta oposición
a los nacionalistas catalanes y vascos, cosa que no le salió nada mal, y
torciendo el gesto ante la política de alianzas del jefe del Gobierno. Imagino
que calculaba –algo de eso me han contado– que esa política de alianzas estaba
destinada al fracaso y que, si el fiasco obligaba a Zapatero a dimitir, él
podría aparecer victorioso, encabezando una especie de Gobierno de salvación
nacional, en acuerdo explícito o implícito con el PP. Su problema es que el
tiempo iba pasando, que Zapatero se las ingeniaba para sortear los escollos y
que, entretanto, él se veía en una posición cada vez más incómoda, oponiéndose
a lo mismo que, en la práctica, se veía obligado a sustentar, quemando con ello sus posibilidades de
futuro.
Doy por hecho que la puntilla se
la dio el conocimiento de que ETA iba a proclamar su «alto el fuego
permanente», lo que iba a reforzar de manera decisiva las posiciones de
Zapatero. De la misma manera que doy por hecho que Zapatero ha esperado a
constatar ese reforzamiento de sus posiciones antes de abrir la puerta de la
calle al ministro de su Gobierno mejor visto del Ebro para abajo.
La situación resultante es mucho
más cómoda para el presidente del Gobierno. Pérez Rubalcaba es un conspirador
nato, pero muy hecho a su papel de segundón. Con Alonso en el Ministerio de
Defensa, se asegura el control de los servicios de información, y también el de
la Guardia Civil, que Bono venía manteniendo un tanto al margen de los planes
de su jefe. Esa labor la puede desempeñar Alonso bastante mejor que la que le
correspondía en Interior, que le venía llamativamente grande.
Le han salido bien las cosas a
Zapatero. Cierto es que se hace mucho más fácil navegar cuando se tiene un buen
viento en popa.
Escrito por: ortiz.2006/04/08 07:30:00 GMT+2
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2006/04/07 06:00:00 GMT+2
No oigo la Cope. Ya sé que hay bastante gente de izquierda que la
sintoniza por las mañanas porque se monda con las cosas de Jiménez Losantos y
compañía. Yo, una de dos: o no tengo su sentido del humor o no participo de sus
tendencias masoquistas. Lo que sí hago es mantenerme más o menos al tanto del
continuo afán de superación de la cadena oyendo cada semana el «Cocidito Madrileño» que
elabora Javier Vizcaíno para Radio Euskadi. En sólo 10 minutos de síntesis
gloriosa, me entero de cuáles son las últimas obsesiones de ese personal y de
los afines de alguna emisora más. Economía de disgustos, se llama eso.
Ayer escribí en mi Apunte diario
que incluso los más hostiles a la tregua han empezado ya a disimular sus
sentimientos. Me refería, en concreto, a Rajoy y a algunos otros dirigentes del
PP. Si apunté eso fue porque no había oído todavía el Cocidito madrileño del pasado sábado. Lo hice a continuación y lo
que oí me obliga a rectificar: los más hostiles a la tregua no lo disimulan en
absoluto. Jiménez Losantos y quienes lo circundan están que
trinan con (contra) la tregua.
La verdad es que entiendo la lógica que les inspira. Para ellos, la
existencia o la ausencia de tiros y bombas es un dato secundario. Su prioridad
–su obsesión– es combatir a los nacionalistas periféricos y a los federalistas, y cuanto contraríe esa causa merece
total rechazo. Consideran el pacifismo pura blandenguería, de la que se
aprovecha la anti-España para socavar
los cimientos de «la Patria común e indivisible de todos los españoles».
Es gente delirante, pero no carente de realismo, cuando los asuntos
abordados pueden afectar a su peculio. Me hizo gracia comprobar cómo, tras años
de poner a caldo al obispo de Bilbao, al que acusaban cada dos por tres de ser
víctima del «síndrome de Estocolmo», «cómplice de los abertzales» y muchas otras
cosas tremendas, cambiaron totalmente de rollo así que el obispo en cuestión,
Ricardo Blázquez, fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Española.
No sólo cesaron sus ataques, sino que multiplicaron los signos de pleitesía.
Así que feroces, salvo a la altura de la cartera.
Y precisamente por ahí puede venirles la desgracia. Por partida doble.
Por el lado económico, en primer lugar. Como se sabe, la Cope acaba de
ser expulsada del Estudio General de Medios por manipular las encuestas. Eso
quiere decir que los anunciantes van a desconfiar de sus índices de audiencia,
obligado punto de referencia para la contratación y valoración de las campañas
publicitarias.
Pero eso, con ser importante, puede no ser lo esencial. Al margen de
que a la Conferencia Episcopal no le haga ninguna gracia que su cadena de
emisoras sea tratada como delincuente –y que sus ingresos desciendan por ello–,
y al margen de que lo sucedido le lleve a desconfiar de la veracidad de los
datos de audiencia que le hacen llegar los responsables correspondientes, está
el hecho de que el propio Blázquez y sus congéneres malamente pueden pretender
que están apoyando el proceso de paz en Euskadi si su principal altavoz lo pone
a caldo a todas horas.
Ahí hay una lucha de líneas. Doy por hecho que el grupo de Jiménez
Losantos cuenta con la simpatía de Rouco Varela y la ultraderecha episcopal.
Pero ha ido políticamente más lejos de lo que Blázquez y sus menos derechistas
apoyos, bien asentados en las diócesis catalanas y vascas –y en algunas más–,
pueden dar por bueno. La última declaración del Papa parece reforzar su
posición.
Para mí que la troupe de
Jiménez Losantos no lo tiene fácil. Lo mismo se encuentra dentro de nada con
una suspensión ad divinis, sanción
vaticana que se sustancia
principalmente en la prohibición de administrar sacramentos. Hostias, por
ejemplo.
______________
A vueltas con el tiempo, otra
vez
Tengo excelentes relaciones con
algunos meteorólogos, que se han tomado el trabajo de aleccionarme en los
arcanos de su ciencia, y sé que es seria. Pero hay un problema que sus sabias explicaciones
no me resuelven. Por ejemplo; me pregunto, a estas horas de la madrugada, qué tiempo hará hoy en la comarca del
Alacantí, donde me encuentro en mi primer día de vacaciones de primavera. El Mundo dice: «Nubes altas. Máxima 17º C.
Mínima 14º C.» El Instituto Nacional de Meteorología: «Cielos poco nubosos o
despejados. Máxima: 24º C. Mínima 15º C». Y la CNN: «Parcialmente nuboso. Máxima
21º C. Mínima 13º C». No he consultado más previsiones. Para qué.
¿He de prepararme para llevar manga
larga o me dispongo a darme un chapuzón en el Mediterráneo? Misterio.
Según mi experiencia, quien trabaja
con más rigor es el INM. Pero sus previsiones tampoco cuentan con ninguna
garantía porque, no ya dentro de una misma comunidad autónoma, no ya dentro de
una misma provincia: incluso dentro de la misma comarca pueden producirse
variaciones importantes. La experiencia me ha enseñado que en Aigües, al pie
del Cabeçó d’Or, contamos con un microclima, favorecido por las montañas que
nos rodean. Y no es raro que nosotros tengamos el cielo nublado y 20º de
temperatura, y que a escasos kilómetros, en El Campello, o en La Vila Joiosa, pegue
un sol de narices y la temperatura ronde los 25º. Y nuestros pueblos están a un
tiro de piedra, como quien dice.
Creo en la macrometeorología, por
así llamarla: previsiones a grandes rasgos y para zonas muy amplias, sin entrar
en matices y salvando las posibles excepciones internas. En cambio, no creo en
las previsiones micrometeorológicas, porque para hacerlas con ciertas garantías
los medios implicados deberían invertir un dineral, y no les compensa. Y
tampoco tendrían la garantía de acertar.
Así que a mi pregunta sobre qué
tiempo hará hoy en Aigües cuando amanezca, la conclusión que saco es que no
parece que vaya a nevar y que es harto improbable que suframos un tornado.
Oye, algo es algo.
Escrito por: ortiz.2006/04/07 06:00:00 GMT+2
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2006/04/06 06:00:00 GMT+2
De creer lo que dicen las encuestas, tanto la práctica totalidad de la
población vasca como también la gran mayoría de la española, en general, están
francamente contentas con lo que ya empiezan a percibir no como un «alto el
fuego permanente», sino como un armisticio definitivo de ETA.
Ese sentimiento resulta tan transparente que incluso aquellos que
inicialmente quisieron afrontar la nueva etapa apuntándose a la posición que
adoptó Mayor Oreja ante la anterior tregua («El único comunicado de ETA que
interesa es aquel en el que notifique su disolución», «Esto es probablemente
una tregua-trampa de la organización terrorista, que pretende rearmarse», etc.)
han tenido que cambiar de discurso, a la vista del poco eco popular que
encontraban con el otro. Ahora hacen como que están satisfechos con el rumbo
que han tomado los acontecimientos. Qué remedio.
Pero, de creer lo otro que
también dicen las encuestas, ese rumbo pone viento en popa a Rodríguez
Zapatero, que ha ganado un puñado de puntos en la consideración general. Según
los últimos sondeos aparecidos en los medios de comunicación, de celebrarse
ahora mismo elecciones generales, el secretario general del PSOE no tendría
ningún problema para mantenerse en la Presidencia del Gobierno. Por lo que
cuentan los expertos en la cosa demoscópica, ese resultado global se vería
reforzado por un incremento sustancial de las posiciones de los socialistas en varias
comunidades autónomas, entre ellas, muy notablemente, en la vasca.
Nada de lo cual hace felices a los jefes del PP y a quienes los
arropan.
Pero es que hay más.
Si ETA deja de ser un factor que cuente a la hora de fijar las
posiciones políticas, algunas de ellas, que se apoyaban precisamente en la
existencia de la organización armada, se quedarán sin sustento. No será posible
invocar a ETA para justificar el recorte de las libertades públicas. No cabrá
usarla como coartada para respaldar la unidad política de los dos principales
partidos españoles. No valdrá para explicar el hostigamiento judicial contra la
izquierda abertzale. No cabrá exhibirla como obstáculo insalvable para
establecer acuerdos políticos de nuevo cuño. Todos cuantos han venido teniendo
como especialidad tales asuntos van a verse en la obligación de reciclarse.
Y
es muy de temer que algunos no van a tener reciclado posible. Es el caso de los
servidores de la Audiencia Nacional, a los que asignaron como añadido los
delitos monetarios y de narcotráfico sólo para disimular su carácter de
herederos del Tribunal de Orden Público franquista. Sin ETA, ¿qué harán los Grande-Marlaska
y demás Garzones?
Los intereses políticos esconden muy frecuentemente intereses
económicos. No me refiero aquí al interés que pueden tener quienes ocupan
cargos públicos en mantenerse en ellos –obvio–, sino también a los intereses de
cuantos han visto incrementar notablemente sus emolumentos por la existencia de
ETA.
El caso más llamativo es el de las empresas de seguridad, que han
estado aportando guardaespaldas a cientos de políticos, empresarios,
periodistas y otros amenazados. Si la amenaza cesa, su trabajo también.
No hay que olvidar tampoco los generosos extras percibidos por
determinados funcionarios del Estado destinados en Euskadi.
Están también los periodistas e intelectuales vascos etólogos, refugiados en Madrid porque
estaban –o se sentían– amenazados y que consiguieron con su traslado acceder a
empleos de elevada posición, no siempre muy a la altura de sus virtudes
profesionales. Ahora lo mismo se ven en la obligación de resituarse en
empleos más conformes con su verdadera capacitación.
Lejos de mí pretender que ninguno de ellos, los unos o los otros, desee que ETA siga
actuando para no perder nivel adquisitivo, pero el hecho es que la nueva
situación les va a suponer un descalabro económico importante.
En fin: que vistas las cosas en concreto, es bastante la gente a la que
el cese de hostilidades no le viene nada bien. Ni a ellos ni a sus haciendas.
Normal: no se le puede pedir al vendedor de cañones que anhele la paz.
Escrito por: ortiz.2006/04/06 06:00:00 GMT+2
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