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2007/04/20 05:00:00 GMT+2

Mal ejemplo

Ayer se presentó en Donostia un manifiesto titulado «Mal ejemplo» que dice lo siguiente: 

«En cualquier conflicto es necesario gestionar la cuestión de las víctimas con sumo cuidado, puesto que son ellas, sean del lado que sean, las que más de cerca han padecido el conflicto.  

»El que en los medios de comunicación se ha conocido como “el conflicto vasco” ha producido muchas víctimas, desde hace mucho tiempo, además. Miles de personas, de aquí o de allí, han sufrido este conflicto y todas merecen reconocimiento y respeto. Tanto las víctimas de la lucha armada como las víctimas del la violencia del Estado.

»Por eso, los aquí firmantes queremos mostrar nuestra preocupación por la tendencia de las instituciones vascas a clasificar las víctimas en dos grupos cuando se trabaja sobre esta materia. En el primer grupo, esto es, en la primera categoría, están las víctimas de ETA y en el segundo grupo, en un segundo plano, las víctimas de los Estados español y francés, entre las que se incluyen las personas torturadas.

»Calificamos al primer grupo de primera categoría porque las personas que lo integran reciben toda la atención, solidaridad y cuantos recursos necesitan por parte de la mayoría de las instituciones públicas de Euskal Herria. La situación, en cambio, de las víctimas del segundo grupo, de las víctimas de segunda, es bien diferente, puesto que se les ha dejado en el olvido, arrinconados, sin atención y sin reconocimiento alguno.

»Las personas que han trabajado estos últimos años en el área de víctimas, ya sea en el terreno teórico, ya sea en el campo práctico, han dejado claro que al tratar la cuestión de las víctimas, si se pretende curar la herida social de éstas, es necesario hacerlo sin establecer diferencias. Poniendo en práctica la metodología que marca el estribillo de “todas son víctimas”, estos expertos consideran que no es conveniente separar a las víctimas en dos categorías.

»Por ello, queremos mostrar nuestra preocupación ante la campaña de sensibilización presentada hace pocas semanas y por el excluyente acto de fin de campaña que el domingo 22 de abril se celebrará en el Palacio Euskalduna de Bilbao, promovido por el Gobierno Vasco, dirigido única y exclusivamente a las víctimas de ETA e ignorando a todas las demás. Esta campaña, y el acto que se celebrará el domingo, son buenos ejemplos de lo que no se debe de hacer. A nuestro entender, la campaña y el acto están basadas en metodologías caducas. En los nuevos tiempos que vivimos, tiempos que tienen como objetivo solucionar el conflicto, estas metodologías del pasado suponen un obstáculo y no ayudan en nada, puesto que vienen a manifestar la consideración de víctimas buenas y malas.

»El Gobierno Vasco, organizador de la campaña, señaló en los medios de comunicación que se habían gastado 600.000 euros en la misma. No pedimos, que a modo de compensación, destine ahora otros 600.000 euros a una campaña en favor de las víctimas de los estados. No queremos una cuota. Sólo pedimos que se tome en cuenta a todas las víctimas al tratar esta cuestión.

»Los abajo firmantes pedimos a las instituciones de Euskal Herria, y sobre todo al Gobierno Vasco, que al tratar la cuestión de las víctimas del conflicto tengan la valentía política de tomar en consideración a todas éllas, incluidas las personas torturadas.

»De no hacerlo así, las víctimas de los estados serían dos veces víctimas.

19 de abril de 2007»

El manifiesto –cuya traducción al castellano todo el mundo admite que hubiera podido ser mejor– aparece respaldado por las siguientes firmas:

1. Eñaut Elorrieta (cantante del grupo Ken 7)
2. Toti Martinez de Lezea (escritora)
3. Ramon Agirre (actor)
4. Juan Mari Torrealdai (sociólogo)
5. Arritxu Iribar (periodista)
6. Dani Gomez (periodista)
7. Kepa Junkera (músico)
8. Hasier Etxeberria (periodista)
9. Edorta Jimenez (escritor)
10. Mikel Urdangarin (cantante)
11. Victoria Mendoza (socióloga)
12. Javier Ortiz (periodista)
13. Iñaki Perurena (deportista)
14. Juan Mari Irigoien (escritor)
15. Francisco Letamendia “Ortzi” (profesor)
16. Joxe Luis Erkizia "Baxerri" (periodista)
17. Maddalen Iriarte (periodista)
18. Iñaki Ortiz de Villalva (cantante de Betagarri)
19. Igor Jauregi (futbolista)
20. Benito Lertxundi (cantante)
21. Pello Zabala (franciscano)
22. Joxe Arregi (franciscano)
23. Xabier Oleaga (periodista)
24. Iñaki Uria (periodista)
25. Abelin Linazasoro (actor)
26. Mariano Ferrer (periodista)
27. Jose Luis Korta (remero)
28. Rafa Rueda (cantante)
29. Teresa Toda (periodista)
30. Josu Juaristi (periodista)
31. Laura Mintegi (profesora y escritora)
32. Txema Auzmendi (periodista)
33. Josu Kamara (actor)
34. Xabier Silveira (bertsolari)
35. Elisabete Hormaza (familiar de Muruetagoiena, muerto por torturas)
36. Iñaki Iriondo (periodista)
37. Jesus Maria Ugalde (Catedrático de Química)
38. Joxe Mari Isasti (periodista)
39. Egoitz Lasa (actor)
40. Ainere Tolosa (actriz)
41. Maite Ubiria (periodista)
42. Mikel Aranburu (futbolista)
43. Mikel Labaka (futbolista)
44. Jon Ansotegi (futbolista)
45. Gaizka Garitano (futbolista)
46. Igor Gabilondo (futbolista)
47. Jon Sarriegi (futbolista)
48. Haritz Aduriz (futbolista)
49. Roberto Martinez "Tiko" (futbolista)
50. Julen Arzuaga (abogado)
51. Joan Mari Larrarte (gestor de medios de comunicación)
52. Ana Elordi (actriz)
53. Xabier Usabiaga (periodista)
______________

Aviso.– Un amigo me informa de que la canción de Jacques Brel a la que me referí en mi apunte de ayer puede verse, interpretada en directo por el propio Brel y con subtítulos en inglés, en  http://www.youtube.com/watch?v=Z8h3qwTfPmk

Escrito por: ortiz.2007/04/20 05:00:00 GMT+2
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2007/04/19 08:55:00 GMT+2

Un incidente

Era la hora del acto de clausura de las jornadas sobre Euskadi organizadas en la Universidad de Barcelona. Ayer, a eso de las 2 de la tarde. Me extrañó que un amplio grupo de jóvenes –una veintena, más o menos– entrara en el aula magna para presenciar esa ceremonia, tirando a protocolaria, que tenía todas las papeletas para ser lo más aburrido del día. «También son ganas», me dije. Supuse que su presencia respondía a alguna razón que se me escapaba. Acerté.

Empezó la sesión con unas palabras del catedrático Antoni Segura, uno de los principales organizadores del encuentro. Agradecimientos, algunas conclusiones… Lo de rigor. Siguió con otras del vicerrector de la Universidad, que tampoco se apartó del guión inevitable en las ceremonias del estilo. Y se disponía a hablar Joan Saura, conseller de Interior, Relaciones Institucionales y Participación del Gobierno de la Generalitat y dirigente de Iniciativa per Catalunya-Els Verds, cuando los quince o veinte estudiantes se pusieron en pie, sacaron una pancarta –cuyo texto no pude leer, porque estaban justo delante de mí– y se pusieron a gritar consignas contra Saura, reclamándole que se largara, y exigiendo la puesta en libertad de dos compañeros suyos, Núri y Juan. Como los tenía al lado, pedí a uno de ellos que me explicara de qué iba la cosa. Me dijo que era un asunto muy complicado, imposible de explicar en cuatro palabras, y me dio una octavilla en la que, según él, «venía todo». La leí con interés, pero la verdad es que explicaba muy poco, como por desgracia suele suceder en este género de literatura. El autor había puesto mucho más interés en desfogarse que en informar, con lo cual la octavilla incluía una amplia variedad de insultos, pero muy pocos datos que permitieran saber de qué están acusados, en concreto, sus dos compañeros y por qué  consideran que ese encarcelamiento es injusto. Tampoco me hizo demasiado feliz el lenguaje de la octavilla, en el que abundaban las expresiones y giros propios de la verborrea de los políticos institucionales. Lo mismo que sus ataques genéricos –y en ese sentido un tanto paradójicos– contra «los políticos» y «la política», como si el acto de protesta que ellos estaban protagonizando allí hubiera de ser considerado como una actividad propia del mundo de la botánica, o de la espeleología, y no fuera tan político como cualquier otro.

Dicho lo cual, la protesta me pareció normal, y muy propia de la Universidad. Supongo que Joan Saura, cuando aceptó ser nombrado conseller de Interior –o sea, jefe de la Policía autonómica– ya contaba con que, si todos los cargos conllevan cargas, hay algunos que las arrastran de manera muy especial. Y ha de saber de la amplia experiencia que los estudiantes de ERC, partido que está integrado en el mismo Govern que él, tienen en eso de boicotear determinados discursos dentro de los recintos universitarios de Cataluña.

Mi memoria es lo suficientemente buena como para recordar mi participación activa en numeritos de boicot como el que me tocó presenciar ayer, y no voy a ser tan hipócrita como para imitar a Les bourgeois de Jacques Brel (*) y condenar ahora lo que yo mismo hacía cuando estaba en edad de merecer. ¿Que los del grupo de estudiantes libertarios se pasaron? ¿Que hubieran podido intervenir sin mayores problemas en cualquier momento de las Jornadas –incluido el acto de ayer mismo– para dar cuenta de su denuncia y expresar sus opiniones? Sí. Pero también hay que considerar que, de haber obrado así, tan educada y consideradamente, ningún medio de prensa se habría hecho eco de su protesta. Como solía decir Carlos Solchaga, «no es posible hacer tortillas sin cascar algunos huevos».

__________

(*) La canción de Brel, resumida, viene a ser una obrita en dos actos. En el primero, cuenta como él y sus amigos, jóvenes rebeldes y críticos con la buena sociedad establecida, salían por la noche al paso de los notarios, que volvían a sus casas tras tomarse las copas de rigor, y les enseñaban el culo y les hacían burla, cantándoles: «Los burgueses son como los cerdos, cuanto más viejos, más bestias. Los burgueses son como los cerdos, cuanto más viejos más gilipollas». Cosa que le parecía la mar de divertida. En el segundo acto, son él mismo y sus amigos los que, ya entrados en años y convertidos en gente de pro, vuelven a casa por la noche tras tomarse las copas de rigor y se encuentran con un grupete de chavales impertinentes que les enseñan el culo y les hacen burla, mientras les cantan: «Los burgueses son como los cerdos...», etc.

Para quien entienda francés:

 

Les bourgeois

 Le cœur bien au chaud
Les yeux dans la bière
Chez la grosse Adrienne de Montalant
Avec l'ami Jojo
Et avec l'ami Pierre
On allait boire nos vingt ans
Jojo se prenait pour Voltaire
Et Pierre pour Casanova
Et moi, moi qui étais le plus fier
Moi, moi je me prenais pour moi
Et quand vers minuit passaient les notaires
Qui sortaient de l'hôtel des "Trois Faisans"
On leur montrait notre cul et nos bonnes manières
En leur chantant

Les bourgeois c'est comme les cochons
Plus ça devient vieux plus ça devient bête
Les bourgeois c'est comme les cochons
Plus ça devient vieux plus ça devient c...


Le cœur bien au chaud
Les yeux dans la bière
Chez la grosse Adrienne de Montalant
Avec l'ami Jojo
Et avec l'ami Pierre
On allait brûler nos vingt ans
Voltaire dansait comme un vicaire
Et Casanova n'osait pas
Et moi, moi qui restait le plus fier
Moi j'étais presque aussi saoul que moi
Et quand vers minuit passaient les notaires
Qui sortaient de l'hôtel des "Trois Faisans"
On leur montrait notre cul et nos bonnes manières
En leur chantant

Les bourgeois c'est comme les cochons
Plus ça devient vieux plus ça devient bête
Les bourgeois c'est comme les cochons
Plus ça devient vieux plus ça devient c...

Le cœur au repos
Les yeux bien sur terre
Au bar de l'hôtel des "Trois Faisans"
Avec maître Jojo
Et avec maître Pierre
Entre notaires on passe le temps
Jojo parle de Voltaire
Et Pierre de Casanova
Et moi, moi qui suis resté le plus fier
Moi, moi je parle encore de moi
Et c'est en sortant vers minuit, Monsieur le Commissaire,
Que tous les soirs de chez la Montalant
De jeunes "peigne-culs" nous montrent leur derrière
En nous chantant

Les bourgeois c'est comme les cochons
Plus ça devient vieux plus ça devient bête
Les bourgeois c'est comme les cochons
Plus ça devient vieux plus ça devient c...

Podeís verla y oírla, interpretada por el propio Brel.

Escrito por: ortiz.2007/04/19 08:55:00 GMT+2
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2007/04/18 05:00:00 GMT+2

Otra ración de lo mismo

Confío en que los estudiantes de la Universidad de Barcelona que acudieron ayer a escuchar las intervenciones de quienes constituimos el elenco de conferenciantes de las Jornadas tituladas Parlem d’Euskadi (II) no se sintieran como yo, que tengo ya complejo de Penélope, siempre tejiendo el mismo discurso, aunque lo vaya actualizando y trate de darle cierta variedad formal, así sea sólo para no aburrirme a mí mismo.

Me tocó hablar en el apartado Conflicto y medios de comunicación, que compartí con Alberto Surio y Angel Rekalde. Como los alumnos eran –mejor dicho: son, porque hoy asistirán a una nueva batería de intervenciones– muy jóvenes, es posible que bastantes cosas de las que se está hablando les cojan de nuevas. Ojalá.

Las Jornadas cuentan con una variedad de ponentes considerable. No han querido acudir los invitados que están vinculados orgánicamente a la izquierda abertzale. No he preguntado las razones, pero las supongo: en lugar destacado del programa figura un «En recuerdo de Ernest Lluch» que, con independencia de lo que pudiera sugerir personalmente y en concreto a los propuestos como ponentes, los colocaba en una posición incómoda, en tanto que integrantes de la izquierda abertzale. Sea como sea, declinaron asistir, como se suele decir en plan fino. No sé si habrán reflexionado sobre el hecho de que sentada en primera fila, en el Aula Magna de la Facultad de Geografía e Historia, iba a estar una hija de Ernest Lluch, que no objetó la participación en estas Jornadas de gente vinculada a la izquierda abertzale. Aunque parece lógico suponer que, para incomodidad, la que ella habría sentido en el caso de tenerlos delante.

Yo, en cambio, me siento siempre muy cómodo en Barcelona. En Cataluña, en general. Nunca he tenido la menor queja de la acogida que me han dispensado quienes han asistido a los actos públicos en los que he debido intervenir. Tampoco me quejo de cómo me han tratado en otras partes, pero es que en otras partes –Euskadi aparte, se entiende– suelo hablar ante públicos más predispuestos de antemano. En cambio, en Cataluña me ha tocado perorar ante públicos social y políticamente muy diversos. Y a veces me han discutido, y he constatado divergencias (en Cataluña yo suelo tener divergencias sobre todo con Convergència), pero siempre en un tono de cordialidad y de respeto que es muy de agradecer.

No pretendo decir con esto que la vida política catalana sea una maravilla. Por lo que he podido apreciar, hay en estos momentos un ambiente bastante enrarecido. Se diría que ninguno de los principales partidos catalanes se siente muy confortable con el papel que le está tocando desempeñar. Lo cual es más que comprensible, porque no son en ningún caso papeles como para echar cohetes. Pero la política catalana me sigue pareciendo singular e interesante, porque no se homologa con los patrones españoles, tallados a la medida del bipartidismo fáctico que reina del Ebro para abajo, pero tampoco lo hace recurriendo a otras formas de espíritu inquisidor e intolerante, como sucede con demasiada frecuencia en Euskadi.

Puesto a hacer balance de mi paso por estas Jornadas, habré de decir que lo que más me ha interesado me lo han dicho en conversaciones privadas. Ahí sí que he podido tomar nota de algunos datos de interés, que no conocía, y que no me sobra conocer, ni mucho menos. Los discursos de cara al público, en cambio, ya me los sabía. ¡Sobre todo el mío! Habrá que preguntar a los alumnos que han asistido a las charlas qué les han parecido. Supongo que no se les habrá pasado por alto, al menos, que los vascos discrepamos entre nosotros de lo lindo.

__________

Precisiones.–  1ª) Un lector me escribe apuntando que la célebre cita a la que me referí en mi apunte de ayer («He may be a son-of-a-bitch, but he is our son-of-a-bitch», o sea, «Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta») debe asignársele a Cordell Hull, que fue secretario de Estado de Franklin D. Roosevelt entre 1933 y 1944, y no al propio Roosevelt. También asegura que Hull lo dijo refiriéndose al dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, y no al patriarca de los Somoza. Es muy posible que tenga razón. De hecho, hay documentos en la Red que respaldan esa atribución. Pero también cabe encontrar otros que insisten en achacársela directamente a Roosevelt y que meten a Somoza de por medio. Mi problema es que no encuentro una fuente que pueda dar por fiable y solvente.  2ª) Cometí un error al hablar de la CIA en tiempos de Roosevelt. La CIA fue creada en 1947, bajo la presidencia de Harry Truman, a partir de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) y de la Oficina de Inteligencia Naval (ONI). Los EEUU realizaron acciones ilegales secretas fuera de su territorio antes de 1947, pero no a través de la CIA, obviamente.

Escrito por: ortiz.2007/04/18 05:00:00 GMT+2
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2007/04/17 08:00:00 GMT+2

¿Quién es el hijo de puta de quién?

He leído la frase atribuida a varios mandatarios estadounidenses y referida a distintos sátrapas latinoamericanos, pero lo más común es asignársela al presidente Franklin Delano Roosevelt y pretender que la dijo con relación al dictador nicaragüense Anastasio Somoza García: «Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».

Se trata, aparentemente, de un brutal pero sencillo ejercicio de realpolitik. Podría expresarse de modo aún más explícito: «Se trata de un individuo que recurre a métodos repugnantes y es éticamente detestable, pero se enfrenta a nuestros enemigos con mucha eficacia, y eso nos viene tan bien que resulta razonable hacer la vista gorda ante sus desmanes». Podría decirse que Franklin Roosevelt –que no fue ni mucho menos de lo peor que ha habitado en la Casa Blanca– reconoció en voz alta lo que la mayoría de los gobernantes de los países que presumen de democráticos hacen a diario en las más diversas latitudes.

Los casos abundan.

Putin, por ejemplo, es un hijo de puta (dicho sea empleando su lenguaje, que no me gusta). Es un perfecto malvado. No hay más que ver las barbaridades que viene haciendo en Chechenia. No hay más que comprobar cómo trata a la oposición. Pero no hay dirigente occidental que se atreva a tratar como a un hijo de puta a un hijo de puta que goza de tanto poder y cuenta con tantas bombas atómicas, tanta aviación, tanto gas, tanto petróleo… tanto de tanto importante, salvo de apego a los derechos humanos y de vergüenza.

Los dirigentes chinos son unos hijos de puta (con perdón para las putas, insisto). Niegan a su pueblo las libertades más básicas y recurren más que nadie a los juicios sumarios y a la aplicación de la pena de muerte. Pero Occidente, con María Teresa Fernández de la Vega como última embajadora especial, los agasaja, porque tienen un mercado enormemente apetecible y produce a unos precios de escándalo, gracias a su falta de escrúpulos en todos los órdenes. Ellos también son hijos de puta a los que hay que cuidarse de tratar como tales.

Mohamed VI es, vaya que sí, un archihijo de puta, pero es el protegido de Washington y permite a varios estados europeos, entre ellos España, hacer negocios estupendos, y además, mal que bien, actúa como guardia de fronteras. De modo que, si hay que hacerle la pelota y, ya de paso, traicionar al pueblo saharaui, pues se hace, que la vida está muy achuchada y no cabe andar con remilgos.

¿Qué no decir, en esta misma línea, de los gobernantes argelinos, que detentan un poder que usurparon gracias a un golpe de Estado? Son unos grandísimos hijos de puta, pero con un gas que arde de puta madre –digamos, por seguir con la misma imagen– en nuestras cocinas y en nuestros calentadores de agua.

¿Sigo con el recuento? Supongo que no hace falta.

«Son todos ellos unos hijos de puta», dicen los Roosevelt de hoy, «pero son nuestros hijos de puta».

¿Sí?

No. La frase encierra trampa. Da a entender que quien la dice es partidario de los métodos de gobierno limpios y democráticos (y que él, en particular, los aplica), pero que tiene que aceptar, por causa de fuerza mayor, que algunos brutos no lo hagan.

Pero eso es falso. Porque ellos mismos se sirven de métodos repugnantes cada vez que les hace falta. ¿O alguien se cree que la CIA y el FBI en tiempos de Roosevelt no mataban, no torturaban, no se saltaban a la torera el derecho internacional en cuanto les estorbaba?

Es una coartada. Lo que diferencia a los unos y los otros no es su calidad ética, sino sus respectivas circunstancias. Hijos de puta, lo que se dice hijos de puta, lo son todos.

Escrito por: ortiz.2007/04/17 08:00:00 GMT+2
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2007/04/16 07:55:00 GMT+2

Por la III República

Comenté aquí el pasado sábado mi intención de hacer un sondeo –tirando a chapucero, por lo sesgado de la muestra– aprovechando que me iba a reunir con un grupo de amigos en una cena de festejo del 14 de abril. Les pedí su opinión sobre el estado del republicanismo en España. Buena parte de ellos venían de participar en la manifestación que se celebró en Madrid y que, considerada en su conjunto, resultó un éxito.

Me he inspirado en los puntos de vista que expresaron –notablemente coincidentes– para elaborar la columna que hoy lunes me publica el periódico El Mundo bajo el título Un nuevo 14 de abril.

Coincidieron todos en que, en efecto, la sensibilidad republicana ha aumentado de manera muy perceptible en estos últimos años. (Según se referían a ello, me acordé de los diversos actos que se han celebrado últimamente en Alicante, en particular la Marcha Cívica que recorrió el 1 de abril la distancia que media entre el puerto y el tristemente célebre Campo de los Almendros, marcha que convirtió esa franja costera, según el testimonio de un amigo nada dado a la hipérbole, en «un mar de banderas tricolores».)

También estuvieron de acuerdo, sin sombra de duda, en que cada vez es más notable la presencia joven en los actos reivindicativos republicanos. Como quiera que varios de ellos conocen a jóvenes de los que acuden a esas convocatorias, pudieron precisar que, tal como yo mismo había supuesto, la mayoría de ellos no se moviliza pensando en la Segunda República, sino en la Tercera. (En la tertulia del programa de Radio Euskadi Más que palabras de ayer domingo, Juan Kruz Lakasta nos habló de un acto republicano celebrado en Navarra en el que los asistentes exhibieron banderas republicanas adornadas con un 3. El dato apunta en esa misma línea.)

En cambio, y aún sin desdeñar el dato, no atribuyeron tanta importancia al hecho de que el PCE esté inmerso en una reflexión autocrítica sobre su papel durante la Transición y a que no pocos de sus militantes históricos sostengan ahora que cometieron un error en 1977 cuando renunciaron a su vocación republicana y dieron por buena la Monarquía de Juan Carlos I. En opinión de varios de mis amigos, la presencia del PCE, cuando se materializa, no representa un factor decisivo en este progresivo despertar republicano. (Me parece significativo, y triste, que en muchos puntos Izquierda Unida no se haya sumado a la convocatoria de manifestaciones a favor de la República.)

Quizá lo más significativo de todo sea la espontaneidad con la que diversos movimientos juveniles de raíz crítica acogen la causa republicana, convirtiéndola en una de sus propias señas de identidad. Es esa imbricación la que más vida e impulso puede dar a la lucha por la III República.

Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Un nuevo 14 de abril.

Escrito por: ortiz.2007/04/16 07:55:00 GMT+2
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2007/04/15 05:00:00 GMT+2

La experiencia de Blix

Hans Blix, el ex jefe del equipo de Inspección, Verificación y Control de las Naciones Unidas que se hizo célebre por no avenirse a certificar que el Irak de Sadam Husein albergaba armas de destrucción masiva (sencillamente porque no había encontrado ni rastro de ellas sobre el terreno), ha venido a España a presentar un exhaustivo informe sobre las armas de ese tipo y sobre su presencia a escala internacional, informe en cuya elaboración ha colaborado muy activamente.

Con ese motivo, varios medios de comunicación lo han entrevistado, dándole la oportunidad de expresar su fundada preocupación por el modo en que EEUU y Gran Bretaña, con el nada entusiasta pero real apoyo de la Unión Europea, están orientando sus relaciones con Irán.

Blix ve más de una similitud entre la tensión que precedió a la invasión anglo-estadounidense de Irak y el tono cada vez más amenazante empleado por los gobiernos de Washington y Londres frente al de Teherán, doblemente preocupante cuanto que se ve acompañado de un creciente despliegue militar en la zona.

Como casi todas las personas con conocimiento de causa que desean asentar la paz sobre bases firmes, Blix desconfía de los intentos de resolver manu militari los conflictos que hunden sus raíces en litigios históricos. Su prevención ante la vía militar no es sólo ética, sino también práctica: cree que las victorias fulminantes rara vez logran erradicar los problemas que generaron el enfrentamiento.

En razón de ello, Blix vuelve una y otra vez sobre algunos principios operativos que ha aprendido de su propia experiencia.

Hay dos que le he visto repetir en varias entrevistas y que me han interesado de manera particular.

El primero lo plantea cuando reprocha a los EEUU y a la UE que exijan a Irán que detenga el enriquecimiento de uranio como condición previa a la negociación. Blix se pregunta: «Pero las negociaciones ¿no son para lograr ese objetivo?». En efecto: si nuestro enemigo nos concede de antemano, y no de manera provisional sino definitiva, aquello que tratamos de conseguir mediante la negociación, ya no nos queda nada que negociar. Reclamarle una disposición previa como ésa no es invitarle a que negocie; es exigirle que se rinda.

El segundo principio operativo Blix lo expresa así: «La diplomacia puede ser un estilo de vida. En el siglo XIX, las personas se retaban a duelo para resolver sus diferencias. Hoy las cosas han cambiado. Cuando yo era niño, me pegaban para educarme. Ahora eso es ilegal. La diplomacia es un arte y tenemos que utilizarla con nuestros hijos y nuestras parejas. Lo más importante es evitar todo tipo de humillación, porque la humillación lleva al odio ciego. En todos los casos.» (Las cursivas son mías.)

Quizá haya alguien que piense que menciono esos dos principios con la cabeza puesta en otro conflicto muy distante y muy distinto, en los más diversos órdenes.

Si alguien imagina algo así, se lo digo ya mismo: acierta.

Escrito por: ortiz.2007/04/15 05:00:00 GMT+2
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2007/04/14 10:25:00 GMT+2

Un temario republicano

Acudiré hoy, 14 de abril, a una cena republicana que un grupo de amigas y amigos de Madrid han convertido en tradicional, a fuerza de convocarla año tras año.

Según tomaba ayer nota de la cita, aproveché para bromear para mis adentros a mi propia costa. Me vino al recuerdo cómo en el San Sebastián de los años sesenta nos burlábamos de algunos nacionalistas entrados en años (es decir, de mi edad de ahora, más o menos) a los que llamábamos «los senadores», porque, en cuanto ocurría algo de relevancia o se cumplía cualquier aniversario digno de mención, se reunían a «senar», como si zamparse un par de rodajas de merluza con almejas o un buen chuletón de buey gallego constituyera un valeroso acto de resistencia abertzale y antifranquista.

Lo nuestro de ahora no es lo mismo, entre otras cosas porque en el Donosti de antaño todos nos veíamos casi a diario con todos, en tanto que en este Madrid de hogaño hay amigos que, de no inventarse alguna excusa para reunirse alguna vez cada mucho, no se verían nunca.

Dispuesto a unir lo agradable con lo útil, me propongo aprovechar la cena de hoy para recabar las opiniones de algunos de los asistentes sobre el momento por el que pasa la reivindicación de la República en España. Tengo la sensación de que, sin ser nada espectacular, está más viva que en ningún otro momento posterior a 1977. Que cada vez tienen más presencia pública, con cualquier excusa, los tres colores de la enseña republicana. Y que cada vez se ve a más jóvenes que los enarbolan.

Trato de establecer si esa impresión es general o si se trata de una mera ensoñación mía.

De considerar real el fenómeno, me interesaría saber qué opinan mis compañeros y compañeras de mesa sobre el sentido preponderante de la reivindicación republicana actual. ¿Se trata sobre todo de hacer justicia a la experiencia republicana de 1931-1939 o se apunta principalmente al futuro, a una III República que nos vuelva a salvar de la peste borbónica? Ya sé que no hay incompatibilidad entre lo uno y lo otro. Me pregunto tan sólo qué sentimiento tiene más peso en la mayoría de los republicanos de hoy.

Establezco el matiz anterior a partir de la consideración de mis propias inclinaciones. Sin dejar de admirar y de respetar el esfuerzo de la excelente gente que aportó mucho y muy bueno a la construcción de la II República, no paso por alto que también se cometieron muchas barbaridades en su nombre. No veo aquel tiempo a modo de modelo, sino como experiencia de la que aprender qué conviene hacer y qué no conviene en ningún caso repetir.

Siempre me he considerado más antimonáquico que republicano. No entiendo que la forma republicana de Estado posea virtudes intrínsecas. A cambio, me consta que la forma monárquica de Estado acarrea males que le son indisociables. Las repúblicas no tienen por qué resultar estupendas, pero pueden estar más o menos bien, o al menos no estorbar. En cambio, las monarquías sólo aportan inconvenientes, materiales e ideológicos. (Los hay que objetan que no se puede negar a algunas monarquías el mérito de conferir una mayor estabilidad al sistema político-social. Dan por hecho que eso constituye un mérito. Sin embargo, yo lo veo como uno de sus principales inconvenientes.)

Hay un tercer elemento sobre el que interrogaré, si puedo, a mis compañeros de cena: ¿en qué medida, si hay un repunte del ideario republicano en España, no viene potenciado por el creciente espíritu crítico y autocrítico con el que miran hacia el pasado, y en particular hacia el periodo de la Transición, no pocos que provienen, directamente o por vía familiar, de las corrientes políticas y sociales vinculadas al Partido Comunista de España? Me topo cada vez con más gente procedente de esa tradición política, que no es la mía, convencida de que la dirección del PCE se equivocó cuando decidió aceptar la Monarquía y remitir cualquier aspiración republicana a un porvenir remoto («Te llaman porvenir porque no vienes nunca», que escribió Ángel González).

Bueno, a ver qué dice el personal sobre todo esto, en el caso de que este temario logre hacerse un hueco entre los inevitables comentarios sobre la actualidad y el no menos inevitable resumen de nuestras respectivas andanzas durante los últimos 12 meses.

Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Un nuevo 14 de abril.

Escrito por: ortiz.2007/04/14 10:25:00 GMT+2
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2007/04/13 08:25:00 GMT+2

La nueva guerra

Durante la mayor parte del siglo XX, el marxismo fue la ideología de referencia de los movimientos revolucionarios, anticapitalistas y antiimperialistas a escala mundial. Esta afirmación es muy matizable, porque (a) hubo otras ideologías que cumplieron ese mismo papel en determinados países y en ciertos momentos; (b) el marxismo se presentó siempre dividido en corrientes no sólo distintas, sino a menudo opuestas, que ofrecían interpretaciones contradictorias de la doctrina de la que se reclamaban; y (c) buena parte de quienes se agrupaban bajo la bandera del marxismo tenían muy poco conocimiento real de esa doctrina, lo que obliga a relativizar el peso de su adscripción ideológico-teórica.

Pero, con todo y con eso, los diferentes movimientos marxistas presentaban no pocos rasgos comunes, utilizaban la misma simbología, apelaban a un ideal de idéntico enunciado (el socialismo) y tendían a organizarse y a actuar de manera bastante homogénea, lo que permitía tomarlos como manifestaciones diversas de un mismo fenómeno de rebelión internacional.

Con todo, pese a su carácter extremadamente crítico con los sistemas de organización social propiciados por Occidente y a su intento constante de subvertirlos, el marxismo fue siempre –y sigue siéndolo, en la medida en que pervive, declarada o implícitamente– un producto de la cultura judeo-cristiana (europea, occidental: llámesele como se quiera). Por eso, incluso sus enemigos capitalistas e imperialistas más jurados, con sede en Nueva York, Londres, Berlín, París o Ámsterdam, por más que lo odiaran y estuvieran dispuestos a combatirlo a sangre y fuego, podían entender de qué hablaba y cómo lo hacía.

El siglo XXI nos ha traído un nuevo centro de gravedad ideológico y práctico de la lucha internacional contra el orden establecido. Los grandes medios de comunicación lo llaman «fundamentalismo islámico», «fanatismo yihadista», «terrorismo internacional»… Son términos  discutibles y discutidos; el fenómeno, en cambio, está bien claro.

Su presencia no es universal (hay amplias áreas del mundo que le son ajenas), pero ha echado raíces en puntos neurálgicos del planeta, entre los que se encuentran las propias metrópolis, lo que lo convierte en doblemente temible para quienes mandan en ellas.

Para quienes examinamos la realidad internacional –y la vida, en general– desde la perspectiva y las tradiciones del pensamiento de la izquierda occidental, la concepción del mundo y los métodos de lucha de quienes participan en este fenómeno creciente de rebelión religiosa, política y cultural, o lo respaldan, nos resultan ajenos, inaceptables, bárbaros (recordemos que el término latino barbarus significa «extranjero»), incluso aunque simpaticemos con su oposición al imperialismo y entendamos su total desconfianza hacia las aportaciones de la cultura occidental. Su cerrada intransigencia, su fe ciega en el más allá, su desprecio de la vida humana, propia y ajena, su hostilidad hacia las proclamas igualitaristas de raíz europea (su feroz machismo, muy en particular)… Todo eso, y más, nos impide considerar que la revuelta que llevan adelante, con manifestaciones tan chirriantes y sangrientas como las que hemos visto estos últimos días en el Magreb, sea parte de la empresa colectiva de mejora del mundo en la que nosotros nos sentimos comprometidos, más o menos vagamente, más o menos firmemente.

Eppur… La revuelta que Occidente identifica de manera simplista con Al Qaeda sigue su curso y crece, con independencia de que no nos guste y la deseáramos diferente, y se está constituyendo de manera cada vez más clara en el enemigo número uno del orden internacional vigente. Poco importa que nos desagraden las trincheras que se están cavando. Da igual que prefiriéramos que quienes luchan en Irak, en Afganistán, en Palestina, en Pakistán, en Indonesia, en Egipto, en el Magreb… y en Londres, y en París, y en Madrid, tuvieran en el corazón la Declaración Universal de Derechos Humanos o defendieran la revolución proletaria. La realidad es la que es. Y nos obliga a plantearnos si nos va a ser posible –y durante cuánto tiempo nos va a ser posible– seguir mirando esa guerra desde fuera, desde la barrera, criticando a ambos bandos, a cada uno por sus razones propias, y conservándonos puros e intactos.

Escrito por: ortiz.2007/04/13 08:25:00 GMT+2
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2007/04/12 06:15:00 GMT+2

La descompresión del PP

«Nos tenemos que mover en este asunto sólo sobre la base de los hechos, y a día de hoy no está acreditada la relación ETA-islamistas en la comisión del atentado [del 11-M]. Lo que no hay que hacer es especular», declaró el martes Ignacio Astarloa, último secretario de Estado de Seguridad durante la Presidencia de Aznar y actual secretario ejecutivo de Libertades Públicas, Seguridad y Justicia del Partido Popular.

Cuando lo oí, me quedé perplejo. Porque yo, como todo el mundo –como todo el mundo en este rincón del mundo–, sabía que los dirigentes del PP han tenido como seña de identidad desde hace tres años la machacona alusión a la mano oculta de ETA en los atentados del 11-M y daba por supuesto que, de decidirse a abandonar ese leit motiv de su política, tendrían que hacerlo muy poco a poco, dejando transcurrir el tiempo, sin brusquedades.

Pero no. Han pasado de sostener lo uno a afirmar lo otro en cosa de nada, sin transición, abandonando a su suerte la imaginativa teoría conspiratoria que tanto alimentaron y sumándose a las filas de quienes reclaman que las acusaciones que se lancen en relación al 11-M vayan siempre respaldadas por datos y hechos constatables.  ¡«Lo que no hay que hacer es especular»! La frase de Astarloa bien puede traducir por: «Lo que no hay que hacer es lo que llevamos tres años haciendo».

De haberse tratado de algún otro directivo del PP, más zascandil –Zaplana, por ejemplo–, yo no habría descartado de entrada la posibilidad de que sus palabras fueran fruto de un momentáneo e incontrolado impulso personal. Pero, si por algo es conocido Astarloa, es por su incapacidad casi genética para mostrarse ni una sola pizca más imprudente de lo acordado en los órganos colegiados de su partido. Si dijo eso es porque ésa es la nueva línea que han decidido seguir.

Debí pensar que se preparaba un golpe de timón importante en la nave popular cuando leí lo que escribió mi buen amigo Jesús Cutillas en su blog el pasado 23 de marzo: «Llevo oyendo la mañana de la COPE prácticamente desde el 11-M. Hoy FJLS [Federico Jiménez Losantos] ha dicho por primera vez que él no dice que ETA esté detrás de los atentados; que lo que pasa es que no sabe quién está detrás de ellos y que hay muchas irregularidades en el juicio». El gladiador de las ondas que capitanea Las mañanas de la Cope –de cuyas hablanzas me suelo enterar por el Cocidito madrileño de Javi Vizcaíno, a falta de contacto directo– pasó ese día de sostener que los atentados del 11-M fueron obra conjunta de fanáticos islamistas y terroristas de ETA a admitir que esa hipótesis carece de base que la sustente, limitándose a insistir en que las explicaciones oficiales dadas hasta ahora presentan aspectos confusos y contradictorios.

Jiménez Losantos tiene que saber que ése es un paupérrimo refugio, porque no puede ignorar que jamás de los jamases un crimen con tanta gente implicada ha sido aclarado en todos sus extremos, pero se ve que es consciente –a diferencia de quienes han puesto a punto la posición que asumió Astarloa el pasado martes– de que un cambio tan brusco como el que se proponen debe someterse a un proceso de descompresión paulatina, semejante al que siguen los submarinistas que emergen desde aguas profundas.

Es como cuando se saca a la luz del día a alguien que ha estado durante mucho tiempo en la obscuridad más completa. Conviene irlo habituando poco a poco, haciéndolo pasar por estadios intermedios de penumbra. Eso es lo que el portaestandarte de las ondas episcopales y otros como él han empezado a hacer con sus huestes, que estarán con el PP todo lo que haga falta, pero todavía son capaces de distinguir lo blanco de lo negro.

Tengo curiosidad por saber hasta qué punto este monumental renuncio al que estamos asistiendo pasa factura electoral a la derecha española. No me atrevo a aventurarlo. A veces pienso que es impepinable que una parte sustancial de sus votantes, cuando vea que la teoría de la conspiración se diluye cual azucarillo en un café de 80 céntimos, se sentirá decepcionada y engañada, y optará por negar a los del PP su respaldo en las urnas. Pero entonces me acuerdo de los efectos que el fanatismo suele tener muy a menudo sobre la humana capacidad de discernimiento e imagino que las bases del PP pueden ser capaces de apechugar con eso y con lo que sea. Ya veremos.

Escrito por: ortiz.2007/04/12 06:15:00 GMT+2
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2007/04/11 07:50:00 GMT+2

Ces Mozart...

El éxito social es resultado de un conjunto de circunstancias favorables. Los triunfadores en esto o lo otro –nadie triunfa en todos los órdenes de su vida– suelen tener algún mérito o habilidad sobresalientes. Pero eso no es suficiente. Ni siquiera lo principal. Lo esencial es que encuentren el modo de que la mayoría social los tome por figuras.

Eso es algo que suele estar asociado al padrinazgo: la gente concede crédito a quienes se supone que saben y, si los que se supone que saben dicen de alguien que es excepcional, la mayoría lo considera excepcional, sin más. Aunque de hecho su único mérito extraordinario sea haberse agenciado el favor de tan buenos padrinos.

Pero los mecanismos de la valoración social son muy especiales. ¿Qué tiene un vestido de Marylin Monroe para que alcance precios astronómicos en una subasta? Nada intrínseco. Lo que la mitomanía quiera añadirle. En una escena de Blow Up, Antonioni jugó con esa idea: la multitud asistente a un concierto de rock se pelea por hacerse con el mástil de una guitarra que el solista rompe a castañazos y arroja al público; al final, el mástil de la guitarra acaba en una basura callejera y ningún transeúnte le presta la menor atención. Había perdido su valor añadido.

En la última página de El País de ayer salió publicado un reportaje interesante, firmado por Yolanda Monge. Contaba cómo el célebre violinista Joshua Bell se plantó en un pasillo del metro de Nueva York con su magnífico Stradivarius a una hora de máxima afluencia de público, estuvo casi una hora tocando –magistralmente, por supuesto– algunas piezas de su repertorio… y apenas nadie le prestó atención.  De las 1.070 personas que pasaron delante de él durante ese tiempo, tan sólo 27 se avinieron a dejarle algo de dinero en la caja de su valoradísimo instrumento (recaudó 32 dólares y algunos centavos) y casi ninguna se paró a escuchar. Sólo lo hizo una mujer, que lo reconoció (¿o habría que decir porque lo reconoció?).  

El reportaje planteaba implícitamente, tal vez sin pretenderlo, una muy vieja cuestión: la de ces Mozart qu’on assassine; la de todos los Mozart, la de los muchísimos Einstein que nuestra sociedad asesina a diario sin saberlo. Lo cual tiene dos facetas. La primera, la que ofrecen los cientos de miles de miserables de todos los mundos, pero sobre todo del Tercer Mundo, que hubieran podido desarrollar potencialidades extraordinarias en los más diversos terrenos (científicos, artísticos, deportivos), pero que jamás lo harán, porque están demasiado ocupados en morirse de hambre y de desidia. La segunda, mucho menos angustiosa pero también amarga, la de quienes tienen esas potencialidades y han logrado desarrollarlas en buena medida, pero que no encuentran el reconocimiento público que merecerían. Sé de personas muy valiosas, muchísimo más valiosas que otras que gozan de un elevado reconocimiento profesional, que malviven con apuros, como las notas del arpa de Bécquer, «esperando la mano de nieve que sepa arrancarlas». Pintores excelentes, escritores de primera, cantautores con vena que se ven inmerecidamente condenados al anonimato, si es que no al ostracismo.

El gran público pasa a su lado –ve sus cuadros, ojea sus escritos, oye sus canciones– y sigue de largo indiferente, tal vez pensando que, si realmente valieran la pena, saldrían en los periódicos, en la radio y en la tele.

Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Cuánto Mozart asesinado.

Escrito por: ortiz.2007/04/11 07:50:00 GMT+2
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