Puede que no tenga mucho que ver, pero me ha ocurrido algo así al leer un comentario de La celda de Jean Valjean (página hermana entre estas voces amigas) esta mañana. Era el comentario de “La orquesta del Titanic” y ha ocurrido justo en el último párrafo, cuando he leido eso de…
Sin embargo, la naviera White Star Line no tuvo reparos en enviarle la factura de su uniforme “perdido” a la familia.
No he podido evitar imaginar la blancura (no sé cómo era en realidad) de ese uniforme bajo el mar.
Un mar gélido.
Mortal.
Eternamente tranquilo tras la tragedia.
El sudario que envuelve al cuerpo sin vida de un desgraciado cualquiera.
El símbolo de su status musical, de la imagen profesional, del carácter mercenario de la música (como cualquier actividad profesional y por tanto pagada).
El ataud brillante.
La puntilla despiadada del capitalismo depredador (¿hay otro?) a otra desgracia ajena.
Los despojos recuperados con el despojo, inútiles para ninguna función (supongo que destruirían los restos, lo del reciclaje no estaba de moda entonces, ni pensar que cien años después podría haber sido subastado en Sotheby’s).
Las cadenas que lo arrastraron al fondo, como un símbolo de una vida siempre al servicio de…
Y el sonido de los instrumentos alrededor del silencio trágico, rebotando en las moléculas de agua como en una homeopatía oceánica, acompañando cada alma a su propio paraíso, impregnando a los tejidos (musculosos o de algodón) con su vibración y armonía, lentamente ahogando a los muertos, helando con suavidad su hálito, dulcemente, mansamente, sin esperanza.
Tras ver este interesantísimo video ayer noche, me puse a buscar sobre el personaje del que en ese video se habla y la institución que coordina, el Albert Einstein Institute. El caso es que luego en la wikipedia leí también un artículo de la red Voltaire sobre ellos, luego me acerqué a su página web (la del instituto) donde ellos responden a ese artículo. Hay un debate ideológico (y práctico) muy profundo en lo que se discute en todos esos documentos, y me ha creado ciertas dudas que querría debatir con vosotros.
Hasta qué punto contra el imperio (sistema, oligarquía...) todo vale.
Hasta qué punto el que un imperio (sistema, oligarquía...) use la no violencia (incluso tácticas reconocibles como tal) para sus fines, la desacredita
Cómo distinguir cuándo las personas son manipuladas (conscientes o no de ello) y cuándo es manipulado lo que dicen/hacen por parte de otros intereses diametralmente opuestos a los que ellas mismas defienden y hasta qué punto esto les resta valor y cómo defenderse de ello...
A quién apoyar cuando admiras a dos dinámicas y formas de entender la justicia social pero en un momento dado estas colisionan.
Perdonar si os parecen abstractas las preguntas, quizás si seguís el itinerario que yo he seguido en la información lo entenderéis mejor. No sé...
Por cierto lo de la webislam me parece una pasada, es "lo más parecido" a la teología de la liberación que he encontrado en el islamismo y me llena de alegría ver que hay gente con la que luchar también desde el islam (en teoría me lo imaginaba, pero en la práctica no lo acababa de ver). A partir de ahora voy a dirigir mis debates con mis amigos musulmanes desde los contenidos de esta web.
Sí, lo del 36 fue un éxito revolucionario, ya vemos como acabó, con una dictadura de 40 años. Lo del 17 en Rusia fue otro éxito y también vimos como acabó, con otra dictadura de 70 años. Lo de China otro éxito revolucionario y también acabó con... y lo de Cuba y lo de... Está claro que los éxitos (a corto plazo) de la violencia revolucionaria se cuentan en fracasos (a largo plazo). Y la culpa la tienen los fascistas que no se quieren someter y al final vencen ¿y qué esperaban, que de golpe los lobos se convirtieran en corderos? ¿por pura violencia revolucionaria? ¿cuando aprenderemos que la solidaridad no se impone a golpe de fusil?
No acabamos de entender que el fascismo es especialista en el uso de la violencia y siempre lo hará mejor que nosotros, porque está en su columna vertebral ideológica, en su DNA, a ellos la violencia no les genera contradicciones. Manda el más fuerte y no hay más que hablar.
A nosotros no nos gusta que nos manden, preferimos el acuerdo, la transparencia y el consenso y eso está radicalmente en contra de la ley del más fuerte y por eso usar la violencia a) nos condena al fracaso (no somos suficientemente despiadados para la espiral de causas y efectos) b) nos convierte en ellos (y entonces nos ganan).
El día que me resuelvas (en la teoría y en la práctica) esta contradicción fundamental entenderé que lo entiendes, mientras tanto, los discursos de crítica a la noviolencia se quedan en puro artificio de progres cabreados y dispuestos a que otros mueran sus guerras (o a que otros los defiendan cuando se equivocan y los hacen prisioneros).
¿Que los "éxitos históricos de la noviolencia" son cuestionables? Claro. Como todo. ¿Que el estado usa de la noviolencia? El estado usa de todo y si no lo puede vencer se lo intenta apropiar, pero que lo intente no significa que lo consiga. De lo que sí que se apropia es del monopolio de la violencia y cuando sus enemigos la usan, rápidamente le sacan rentabilidad (más incluso de la que le sacan esos enemigos). Recuerda el 11M y el uso que el PP quiso hacer de la violencia de ETA para excusar sus errores (algo que la misma ETA y su entorno vio tan claro que a mi juicio ahí comenzó el fin de su actividad armada).
¿Qué te da rabia la situación social actual? Y a mí. Pero si te da por matar a alguien no digas que lo haces por la utopía sino por tus cojones, a mí no me metas en tus desahogos (yo prefiero ir al decathlon y pegar golpes a un saco de boxeo, es más barato).
Y sí, hay alternativas organizativas, pero cuestan, y mucho, quizás por eso no somos capaces de verlas como alternativas. Pero claro, nos ha educado la sociedad violenta del capricho y el beneficio inmediato y a nosotros nos cuesta mucho entender conceptos como sacrificio, largo plazo, renuncia al yo... que son los que conducen a una sociedad no autoritaria, no patriarcal y no capitalista.
No sé exactamente qué pretendía uniendo esta canción y la reflexión que viene a continuación: una atmósfera, una sinergia imposible… pero voy a atreverme a juntar esta antigua canción de nostalgia por el amor que no acaba de llegar con un email que he redactado ultimamente sobre el tema de la violencia/no violencia… por probar a ver qué se siente…
Cuando el análisis geopolítico general choca con los casos de abusos en los derechos humanos individuales se puede dar una extraña paradoja, a mí me está pasando últimamente con varios casos.
Estando en contra de cualquier abuso contra derechos humanos fundamentales, lo más normal es criticar al gobierno que los comete y luchar para que esto no ocurra con todos los medios al alcance de uno.
Pero cuando ves que ese gobierno está luchando contra la agresión imperialista de occidente, le coges una cierta simpatía a la independencia de ese país y no te gustaría que occidente usara las agresiones a derechos humanos como pretexto para invadir un país que le viene muy bien a sus planes hegemónicos.
Tú no te metas en cuestiones de las que no sabes. Se defienden los derechos humanos individuales, como sea necesario y basta de conspiraciones. Me dicen algunos.
No puedes anteponer los abusos individuales a la libertad de los pueblos, porque si haces eso sólo estás dando el poder a un torturador mayor, a nivel internacional y desde tu cómodo sillón que no sufrirá las bombas. Me dicen otros.
Pues sí y no, digo a ambos. Pero eso nunca es suficiente, a la hora de apoyar… ¿qué?
No a todo tipo de torturas. No a todo tipo de invasión. ¿Y cuándo ambas se contraponen? Y no hablo de teorías, hablo de Irak, Afganistán, Libia… Siria, Irán. Los objetivos geoestratégicos pasados y los que vendrán… ¿Cómo se lucha contra una dictadura desde la autoridad moral del colonizador?
Firmo gustoso cualquier campaña contra un gobierno torturador, pero… ¿y si esa campaña se usa como herramienta necesaria para justificar una invasión (si hasta los hippies se ponen de acuerdo en esto, es que ocurre)? Y vuelvo a repetir que no es sólo una teoría, hablo de Avaaz y su campaña actual contra el gobierno de Siria… la misma que antes de la guerra de Libia (que firmé en su momento). Ahora y visto lo visto ¿firmo o no?
Quizás sea porque llueve y tengo goteras en el cuarto de baño de arriba, porque se me ha roto el coche esta mañana y me toca tarde de garage (y soltar pasta), porque el PP ha sacado mayoría absoluta según esta dictatorial ley electoral, porque tengo frío en los pies (los zapatos mojados) o porque cada vez que oigo esta canción me vuelve la nausea que la provocó... el caso es que hoy me siento como el chiste, chof.
Pero por otro lado, el resultado final, estéticamente hablando, de la canción fue tan redondo... Esa lucha entre el piano aguerrido y la vibrante trompeta fue tan despiadadamente hermosa. Ese mechero final que se apaga. Esa percusión opaca, escondida. En fin, que me sorprendió de tal modo (los que me conocéis sabéis que la mayoría de lo que grabo es improvisación y de lo restante, no tengo ni idea) el resultado fue tan grato para todos los que participamos en el invento, tan sólido, que sobre el angustioso tema central flota como una luz de belleza, una suavidad que me ayuda a aceptar mejor lo inevitable, a saber:
que cuando pare la lluvia me subo al tejado,
que el coche o se arregla o se compra otro,
que cualquier ley se puede cambiar,
que en cuanto empiece a andar me olvidaré de la humedad de los zapatos,
Supongo que la próxima vez que escriba, el brazo político de los mercados estará en el poder absoluto (lo mismo que en donde necesiten dar un golpe de estado tecnócrata, pero por lo menos, aquí, por ahora, votado).
Y esto es lo que nos quedará. Un poco de dignidad.
¿Apocalíptico?
Por de pronto yo me voy despidiendo de lo decente que quede en la televisión y en la radio pública.
Empecemos a crear nuevas estrategias, porque las que hay no parecen suficientes para parar el vendaval neoliberal desatado y descarado que se aproxima.
Algo sí me alegra la vida, en la última etapa de campaña electoral (y gracias a ésta) he conocido a una pareja de compañeros jóvenes (vecinos) que me ha alegrado las expectativas. En algo se tiene que fundar el poco de dignidad para no ser pura ilusión.
En Murcia hace un par de años creamos un evento llamado Domingo Sin Prisa. Lo celebramos una vez al mes y consiste en ocupar una plaza para pasar el domingo haciendo trueque, los críos jugando, micrófono abierto para el que quiera cantar y contarse algo, comida gratis para todos (con bote para pagarla, que no hay subvenciones) y en general, charlando con quien se acerca sobre lo que se nos ocurre. Tranquilamente. Perder el tiempo. Sin prisa. Intentando disfrutar por estar junto a quien quiere estar allí tranquilamente disfrutando del tiempo en nuestra compañía.
¡¡Cuánto nos cuesta!! He de reconocer que por inercia político activista, estoy acostumbrado a medir el éxito en términos de cuánta gente viene y cuánta repercusión tiene en los medios, no cuánto de bien me lo paso. Es un error. O al menos es algo sobre lo que los domingos sin prisa me están ayudando a reflexionar.
Quizás los seres vivos no deberíamos objetivizar tanto los resultados, o no al menos en todas las ocasiones... quizás deberíamos obsesionarnos un poco más por encontrar un espacio cualitativo suficiente y dejar que el disfrute de la utopía fluya. Quizás no dejar que fluya sea el primer obstáculo para que no venga la cantidad de gente que debería tener derecho a disfutar de ella. Quizás seamos tan poco convencionales (pretender disfrutar de un espacio público así) que espantemos. No sé (para variar).
De lo que sí estoy seguro es que si el arte es creatividad y comunicación, los domingos sin prisa son una obra de arte colectiva de la que me siento muy orgulloso.
Cuando, en época electoral, algunos amigos defienden el no votar como la opción más coherente con su forma de ver la política, les envidio. Siento lo mismo que cuando oigo a los creyentes hablar de su fé en la vida tras la muerte, cochina y pura envidia.
Pero lo mismo que contra la verdad (mi verdad, por supuesto) nada puede la fé, no puedo evitar buscar siempre la opción menos mala cuando me dan a elegir. Probablemente sea deformación profesional: trabajo de maestro y la velocidad de decisiones de mi oficio es tal, que ya ni la percibo y, además, siempre con la inseguridad de saber (o no) si es del todo correcto lo que acabo de decidir, pero no puedes dejar a los niños pelearse hasta que el más fuerte machaque al otro, y no es posible no hacer nada cuando esa "s" se empieza a parecer peligrosamente a una "r". Más que decisiones técnicas acaba siendo un arte experiencial e instintivo.
Lo mismo me ocurre con las elecciones. Entre las varias posibilidades a escoger, no puedo evitar lanzarme a reflexionar, que es el primer paso para actuar. No votar, me siguen repitiendo.
Claro que podría no votar y dejar que otros tomen la decisión por mí (el poder político-económico no va a detenerse por mi abstención)... pero sé que al final votaré, no podré evitar aprovechar el resquicio para apoyar a quien más se acerca a lo que yo defiendo cada día en los foros de actividad en los que estoy metido.
Y ahí es donde surge la algarabia del corral. ¿Qué es mejor, lo mejor con pocas posibilidades o lo menos malo con alguna más?
Utópico y esperanzado (el reverso de la desesperación) al final me tiraré por lo mejor, aunque sólo sea porque conozco a las personas que apoyan esa iniciativa y me merecen la mayor confianza. Verlos trabajar día a día es mucho tiempo conociéndolos.
Y puedo llorar por un ojo, porque el otro lo tengo absolutamente claro (como los creyentes): Votaré a la Asamblea para el Senado que en Murcia nace de la fusión de Iuverdes, Equo e Iniciativa por Santomera y que ha elegido a sus candidatos por votación popular (tipo asambleas 15M). ¡Qué suerte! ¡Al menos estoy tuerto en un pais con tantos ciegos!
Trabajo de revisión de las canciones que puedo mostrar con menor rubor. La historia personal de un tipo, casualmente yo, a través de sus composiciones. Temas que siguen estando presentes.