Estos días asistimos al acto más arrebatado del problema de España (que no de Cataluña). De uno de los problemas de España y de Cataluña, sería más preciso decir. No soy yo quién para dar mis opiniones respecto de la independencia de un lugar que no habito, pero entre el murmullo de soliloquios se escurren ideas que me parecen preocupantes y que son transversales a todos los problemas de España.
El argumento más utilizado por la gente que se piensa a sí misma moderada, de orden –probablemente progresista- es que, más allá de la pertinencia del derecho de autodeterminación, la consulta es ilegal y está fuera de la Constitución.
Amparados por la razón jurídica, dan carpetazo a un problema social complejo y que afecta a millones de personas. "Ya lo siento, pero es que es ilegal, vivimos en una democracia, con sus reglas y unos procedimientos precisos para cambiar las cosas".
Aquí subyacen varias ideas perversas. Nuestra democracia se configura como el contrato social perfecto (un fin de la Historia) y las leyes son redacciones neutras, ajenas a las relaciones de subordinación de la sociedad que las crea. Las normas jurídicas son, incluso, fines en sí mismas, y no instrumentos con los que articular nuestras relaciones sociales.
En mi opinión, una sociedad no es más totalitaria cuantas más voces de feroz fanatismo albergue (cuantos más grupos nazis haya, por ejemplo). No, será más totalitaria cuanto más inhumanos sean los usos cotidianos de la mayoría de sus habitantes.
Esta idea de una ley neutra e inalterable, paradójicamente por encima de la idea de justicia, parece fijada en el cortex de una gran parte de la población. Se la he escuchado varias veces a gente que, encogida de hombros, se la repite a sí misma para censurar la okupación de la vivienda vacía de un banco por parte de una familia sin recursos. Busquen sus propios ejemplos.
Una sociedad retrógrada es, por definición, la que retrocede, pero una de las maneras que tiene de ir hacia atrás es quedarse inmóvil. Si no se adapta a los retos y problemas que emerjan, estará retrocediendo en los ámbitos de los derechos y las libertades, sin mover los pies del sitio. De permanecer inmóvil se pasa a presenciar impávido cualquier situación injusta, utilizando legalismos como excusa para no mirar a los ojos en busca de la necesaria empatía.
Esa comunidad que no mueve los pies del sitio, que se queda plantada, será una que, antes o después, se tambalee, se hunda un poco y tronche las raíces entre los temblores de la tierra. Una sociedad en la que una gran parte de su población no se plantea lo justo porque ya existe lo legislado es, sin duda, una sociedad totalitaria, y la fuente de su intolerancia habrá que buscarla en nuestra democracia, que la genera.
Coda: Decía al principio que no soy yo quién para dar mi opinión…lo he pensado mejor. No soy, desde luego, quién para lanzarme a hacer un análisis de la independencia de Cataluña, pero dado que considero un blog una casa voy a dejar aquí mi posición respecto a un proceso que me parece lo suficientemente importante como para posicionarme (con todas las incertidumbres y dudas que uno está obligado a abrazar).
Nunca me he sentido de ninguna nación, ni he considerado un hecho diferencial haber nacido en el Estado en el que vivo. Mucha gente hace apreciaciones similares estas para mostrarse en contra de "la creación de un nuevo Estado", "una frontera" o "una bandera más". Sin embargo, a mí ese (no) sentimiento me lleva a apoyar el derecho de autodeterminación. Un nacionalismo no desaparece por no tener un Estado y tiene ya su bandera nacional. En un mundo con fronteras, una división más no es necesariamente un mundo menos libre (de lo contrario, sería preferible un mundo de imperios).
De esta forma, uno puede ser independentista sin ser nacionalista, y pese a tener muchas dudas de que las correlaciones de fuerzas vayan a permitir construir una Cataluña socialmente transformadora, entiendo la ilusión de jugársela en un proceso constituyente. Hay una brecha, hay una posibilidad de hacer y hay una realidad digna de intentar ser anulada.
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