Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace pocos años de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: No todos los "clásicos" tienen que pasar la prueba del carbono 14. Aquí tienes unas cuantas pruebas.
Copio lo publicado en el número 7 de la revista Zona de Obras: "Cheikha Rimitti, septuagenaria y enérgica, abuela del rai, animal del escenario, no tiene ningún problema en someterse a una entrevista a las 2 de la mañana. Su vitalidad parece no tener límites. Acaba de terminar su concierto en Pirineos Sur y aún le quedan arrestos para contestar unas cuantas preguntas. Lástima que su disposición choque con la de su manager argelino, una especie de comisario político que no sólamente falsea las respuestas de Rimitti (se empeñó, con la excusa del deficiente francés de la cantante, en traducirle las preguntas al árabe) sino que da por terminada la entrevista cuando a Cheikha se le pide opinión sobre la situación de las mujeres en su país. Ella, que rompió tabúes femeninos en los años 30, tenía, sin duda, mucho que decir. "Lo que han hecho los jóvenes cantantes de rai es comerciar conmigo", explica Rimitti, quien se considera pirateada por las nuevas generaciones. Y ese resquemor le lleva, por ejemplo, a negarse en redondo a que las cámaras de televisión graben sus conciertos. Para todo tiene: durante muchos años han sido utilizadas sus canciones por otros cantantes y no ha percibido derechos de autor. Para Rimitti, el rai moderno de artistas como Khaled, Cheb Mami o Chaba Fadela es "música americana". Sin embargo, no ha tenido ningún inconveniente en grabar Sidi Mansour y Cheikha, su secuela, con rockeros como Robert Fripp, Flea (bajista de Red Hot Chili Peppers) o East Bay Ray (de The Dead Kennedys): "Lo hice para demostrar a los jóvenes que podía cantar rai moderno incluso mejor que ellos"."
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A Cristina Branco -portuguesa, joven y hermosa- el fado le tocaba las narices. Consideraba que era cosa de vejestorios carcas. A ella lo que le gustaba era escuchar jazz, blues, rock y bossa nova. Hasta que se enteró. Y descubrió que el fado -como el tango, como el flamenco, como el country norteamericano- puede ser vomitivo, pero también mágico: depende. Depende de quién lo interprete, de qué interprete y de cómo lo interprete. De modo que, de pronto, decidió ponerse a cantar fados, y a una productora francesa le cayó en gracia, y ahora no para de dar conciertos por la dulce Francia, y hasta tiene una sección para sí sola en la FNAC de París. Cristina Branco lo hace muy bien, pero probablemente lo haría mejor si cantara más con las vísceras, desde el fondo de la garganta, según lo han hecho siempre los/las grandes fadistas, como Amália Rodrigues, como Carlos do Carmo, como Mísia. Le convendría olvidarse de Madredeus -un grupo del que es difícil escuchar una canción sin maravillarse, pero todavía más difícil escuchar diez canciones sin dormirse- y echarle más arrestos a la cosa. Que el fado va de eso.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace algunos años más de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: Hay discos publicados hace pocos días que suenan infinitamente más antiguos que estos. La edad no estropea los buenos discos, al contrario, los rejuvenece.
Me toma el pelo un lector residente en Suecia: dice que, como siga empeñándome yo en ello, va a tener que aficionarse al country. "Mal que me pese", ironiza.
Le respondo que la música country es como la copla española: que hay Pantojas, pero también Carlos Canos. Y le comento que yo mismo, con el tiempo, he llegado incluso a apreciar los méritos de Concha Piquer.
Don Williams es como la Concha Piquer del country. Un clásico. Supe de su existencia en 1967, cuando estaba con un grupo llamado The Pozo Seco Singers. Una canción suya tuvo éxito en España. Desde entonces no le he perdido la pista. Tengo la tira de discos suyos.
Si me dieran a elegir mi voz, no lo dudaría: quisiera tener la de Don Williams. Cálida, envolvente, llena de matices, tierna, sencilla. Como él.
Para presentaros a Don Williams he elegido este vídeo, fácilmente asequible por Internet, que recoge una selección de algunos de los mayores y mejores éxitos de este ilustre tejano. Es un concierto muy bien grabado e intercala algunas declaraciones suyas en las que explica cómo entiende la música. A título de añadido, un clip con el Fever de Elvis, en una versión que para sí hubiera querido el señor gordo aquél.
Si tuviera que elegir un LP, os recomendaría el titulado Listen On The Radio, de 1982, pero no lo he encontrado en CD. De todos modos, cualquiera de sus discos vale la pena.
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Aquí tenemos la última producción del más famoso de los grupos folk de Escocia. Con mejor apoyo publicitario que en anteriores ocasiones y poniendo por delante el liderazgo de su solista, Karen Matheson -va una pegata con su nombre en el celofán que envuelve el CD-, los Capercaillie tratan de hacerse un hueco en el mercado de la Europa continental. Sería buena cosa que lo consiguieran. En esta ocasión, el grupo no muestra mayor interés, como en anteriores producciones, por hacer efectistas incursiones en el new age y se limita a tocar folk del bueno, con mucha presencia de la lengua celta. Un CD sobrio, serio y bueno.
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Los visitantes melómanos de esta página ya han tenido ocasión de leer sobre las virtudes de Kari Bremnes. Admito sin pudor alguno que soy un forofo de esta cantautora noruega. No obstante lo cual, el CD que traigo aquí a colación me ha decepcionado un poco. Explico en qué sentido. Me decepciona que haya cedido a las presiones de su casa discográfica, renunciando al noruego y grabando en inglés. Y me decepciona también que se haya fabricado este disco anglófono con canciones anteriores suyas, sin trabajarse piezas nuevas. A partir de lo cual, admito que los arreglos de las canciones son mejores que los originales, y que su voz ha madurado aún más, cosa altamente estimable. En resumen, que si no tenéis discos de ella en noruego, éste en inglés puede veniros al pelo.
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En la mitología nórdica, Sjofn es la diosa del amor y la pasión. A ella se invocaba en las fiestas de primavera que se celebraban antaño en los países nórdicos en demanda de buenas cosechas. El grupo Gjallarhorn ofrece música del mundo con raíces en el folklore sueco de Finlandia, mezclando aires y modos tradicionales escandinavos con influencias lejanas: de la India y hasta de la propia Australia, cuyo típico didgeridoo utiliza en sustitución del bordón escandinavo para reforzar el ritmo chamánico de las baladas de viejas resonancias. Violines, viola, contrabajo, kalimba, guimbarda, diversos instrumentos de percusión étnica, gritos de delfines, ruido de mar... y muchas voces, entre las que destaca la de Jenny Wilhelms, que hace de todo y da prueba no sólo de importantes dotes vocales y de muy buen gusto, sino también de una preparación académica notable. La revista Folk Roots ha escrito: "Parece probable que el grupo Gjallarhorn sea la próxima sensación del mundillo de la word music". En todo caso, se les escucha muy a gusto.
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Emmylou Harris lleva editados 30 discos, sin contar los que grabó con Gram Parsons entre 1972 y 1973. Los tengo todos, y todos me parecen muy buenos. Algunos, incluso realmente extraordinarios. Pero ninguno, excepción hecha de Wrecking Ball (1996), me ha impresionado tanto como este Red Dirt Girl. En él asistimos a una auténtica exhibición de Harris en tres facetas. Una -bien conocida- es la de cantante, especializada ahora en romper su voz de cristal en mil pedazos, renunciando a la perfección formal de sus primeros trabajos para ganar en expresividad y en emoción estética. Otra -mostrada hasta ahora sólo de tanto en tanto- es la de compositora. Harris ha alcanzado en este terreno una madurez sorprendente: es capaz de absorber las más variadas influencias y de integrarlas en un estilo personalísimo, de textura misteriosa e inquietante, que se sitúa en algún lugar ignoto entre el folk contemporáneo y el rock alternativo. La tercera faceta es aún más novedosa: se muestra como una consumada letrista, con textos capaces de alternar imágenes oníricas, referencias a lo cotidiano, gestos de desesperación y muestras de ternura con un estilo homogéneo y brillante. (La edición española de Resistencia incluye la traducción al castellano de las letras). De tener que elegir una canción para single -algo que ella odia- me quedaría con Tragedy, compuesta a medias con Rodney Crowell, en la que los coros corren a cargo de dos amiguetes casi desconocidos: Patti Scialfa y Bruce Springsteen. Cuando se le pregunta a Emmylou Harris qué sentido tiene su compleja trayectoria musical -yo tuve ocasión de hacerlo hace unos años-, responde como medio en broma: "Me gustan las buenas canciones". En este disco lo demuestra de sobra.
CBS, 1976. S 81771. Existe versión en CD fácilmente conseguible.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace algunos años más de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: Hay discos publicados hace pocos días que suenan infinitamente más antiguos que estos. La edad no estropea los buenos discos, al contrario, los rejuvenece.
Ya que he metido en la web la traducción que Aresti hizo de mis poemas juveniles, convendrá dar referencia de lo que este grandísimo poeta hacía cuando no practicaba la caridad.
Natxo de Felipe, fundador, alma del grupo Oskorri y buen amigo, musicó los poemas de Aresti desde jovencísimo: ahora mismo estoy escuchando una cassette que grabó con muchos poemas suyos a comienzos de los 70, cuando ni siquiera soñaba con convertirse en famoso.
Así que tuvo la posibilidad comercial y legal de grabar un disco, hizo este Homenaje a Gabriel Aresti, que es una joya. (La imagen de la portada es del LP desplegado).
Me siguen conmoviendo todas las canciones. Incluido -o en particular- el soneto que dedica a su hija.
Oskorri es de lo mejorcito que ha dado la música vasca contemporánea. Junto con Mikel Laboa y el último Benito Lertxundi, para mi gusto.
Si queréis tener una referencia amplia de las opiniones y el trabajo de Natxo de Felipe y Oskorri, os recomiendo un paseo por Internet. Hay bastante sobre ellos.
He señalado este disco, que fue el primer LP que hicieron, pero por las mismas podría haber puesto cualquier otro de los otros 18 que tienen grabados.
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Hablar de Fermin Muguruza es hablar de una referencia ineludible de, por lo menos, el rock vasco actual. Culo inquieto que se asomó al mundo del rock allá por el año 1984 con una banda ya legendaria llamada Kortatu. Entre 1984 y 1988 tuvieron un papel importante en aquel movimiento etiquetado como Rock Radical Vasco. En 1985, publicaron tres canciones en un recopilatorio que Soñua dedicó a Kortatu, Cicatriz, Jotakie y Kontuz hi!. Ese mismo año editaron su primer disco "Kortatu", también con Soñua. En el 86 le tocó el turno a "El estado de las cosas" (Soñua). El primer disco íntegramente en euskera fue el último grabado en estudio, "Kolpez kolpe" (Oihuka, 1988). Después finiquitaron su carrera con el directo "Azken guda dantza", (Nola!, 1988). Durante mucho tiempo, Fermin, Iñigo y Treku tuvieron que aguantar una pregunta repititiva: ¿por qué se separó Kortatu?
La respuesta vino con la aparición de Negu Gorriak en el año 1990. Fermin, Iñigo y Kaki Arkarazo fueron sus fundadores y grabaron un disco homónimo "Negu Gorriak" (Oihuka, 1990). En el año 1991 se unen a la banda Mikel Anestesia y Mikel Bap!! y graban el disco "Gure jarrera" (Esan Ozenki, 1991), primer disco grabado en la disquera por ellos fundada y que durante estos diez años ha hecho un trabajo impecable a la hora de publicar y fomentar el rock en euskera y el de otras latitudes.
Publicaron luego un maxi "Gora herria" y luego "Borreroak baditu milaka aurpegi" (Esan Ozenki, 1993), oscuro y denso hasta decir basta. Llegó 1994 y publicaron "Hipokrisiari Stop! Bilbo 93-X-30", directo de la banda. En 1995, "Ideia zabaldu" (Esan Ozenki). Cambio de chip, ya desde la misma portada, colorista y esperanzadora. En 1996 "Ustelkeria", un disco de rarezas y edición limitada y que vio la luz por la demanda interpuesta por el conocido general Galindo. Para decir adiós, "Salam, agur" también en 1996, con 15 versiones en euskera de grupos y artistas de su gusto.
De todas formas y tras ganar recientemente este litigio, y tal y como prometieron, Negu Gorriak va a ofrecer tres conciertos los días 23, 24 y 25 de febrero. El primer concierto será en Iparralde, Baiona. Las dos últimas fechas en el Velódromo Anoeta de Donostia. Sólo quedan localidades para el último concierto. Si estáis interesados, ¡espabilad!
Llega 1997 y Fermin no para. Graba una canción con Malkojaleen piratak, "Kokomero kapitaina", para el disco "Ikastola berria eraik dezagun Zuberoan". Luego, participa en un disco-homenaje a Víctor Jara. Para ello, se ayuda del grupo hondarribitarra Dut y graban la canción "El derecho de vivir en paz". Siguen con su colaboración y publican "Ireki ateak". Luego, le sigue una larga gira internacional, con la participación del grupo de teatro Gaitzerdi.
Aún tiene tiempo para recopilar parte de su trabajo en un disco-libro titulado "Amodio eta gorrotozko kantak / Canciones de amor y odio (1984-1998)". Inmediatamente, o entre medias, quién sabe, comienza a grabar lo que será su primer disco firmado solamente con su nombre, "Brigadistak Sound System" (1999). Diez ciudades, más de cien amigos y catorce canciones. Sound System mundial, con una referencia: el reggae (como prácticamente en toda su carrera, constante reggae, que dice Fermin). Forma una banda, también multinacional (sección de vientos, italiana; bajo y teclados, de París, pero africanos de origen; más la cantera local, Mikel Bap!!, Sorkun Kashbad, Oskar Benas) y más de sesenta conciertos por Europa, América y Asia.
Viendo que la banda es lo suficientemente compacta y tiene el necesario 'feeling' decide grabar, en los huecos de la gira, "FM 99.00 Dub Manifest" (Esan Ozenki, 2000). Diez canciones forman este trabajo publicado el pasado 27 de octubre. (Previamente han grabado un tema con Peret "Voy, voy" para el disco de este último).
Este trabajo sigue el mismo camino abierto por el anterior. Sus críticos más incisivos hablan de un uso y abuso de ritmos sintéticos. Quizá no haya alcanzado el nivel sobresaliente de su anterior trabajo, pero esperemos a ver cómo crece este trabajo en directo (a partir de septiembre del 2001).
Se abre con "FM 99.00 Dub Manifest", primer single y pegadiza desde su primera escucha. "Ekhi Eder", deliciosa. "Bere-bar", con algunos de los integrantes de Zebda, y dedicada a un bar del bilbaíno barrio de San Francisco: juego de palabras con el origen bereber de los propietarios del establecimiento. En "Itaka berriro", el viaje y el camino. "Gizon armatuak": nos narra el desastre y la violencia colombianas; parte de una película de John Sayles y se la dedica al cooperante vasco Iñigo Egiluz asesinado por los paramilitares en aquel país americano. "Big Beñat", himno-ska para la Korrika del año 2001, a punto de comenzar, si es que el ínclito Garzón no dice lo contrario. "Mendebaldarketa", de Joseba Sarrionaindia (uno de los mejores poetas vascos actuales) y que habla de la rastrera occidentalización. "Diru espainol zikina" nos cuenta que los "conquistadores" Cortés, Pizarro y Colón aparecen en los billetes españoles. En medio de la canción, se cuelan los 'rappers' euskaldunes Selektah Kolektiboa. "Radical chic" o crítica mordaz a la utilización del compromiso por las multinacionales y demás. Finaliza con "Irudikeriak", mezcla de drum & bass y txalaparta, electrónica y raíces vascas.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace pocos años de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: No todos los "clásicos" tienen que pasar la prueba del carbono 14. Aquí tienes unas cuantas pruebas.
Mikel Laboa es el más veterano de los cantautores vascos. Amante de los modos tradicionales, pero también de la exploración de nuevas posibilidades expresivas tanto musicales como lingüísticas, compuso en 1969 una pieza muy audaz, basada en los números cabalísticos de las brujas: Baga, biga, higa (o sea, bat, bi, hiru, es decir, "uno, dos, tres"). El recuento surrealista llegaba hasta el 13, y ahí se paraba, exclamando: Ez dok hamairu! ("¡No hay trece!"). Un tanto al modo de los representantes de la nova cançó catalana, que se reagruparon en aquella misma época bajo el nombre común de Els Setze Jutges ("Los Dieciséis Jueces", en referencia al inicio de una vieja y divertida tonada popular onomatopéyica), los primeros cantautores vascos lo hicieron apelando al Ez dok hamairu de Mikel Laboa. Tres décadas después, en agosto de 1999, se celebró en San Sebastián un gran concierto de homenaje a Mikel Laboa, con gran orquesta, coros, txalapartas y toda la pesca. Este disco recoge lo esencial del concierto, incluida una versión orquestada del Baga, biga, higa. Puede ser un buen punto para que quienes desconocen la obra de Laboa se adentren en sus vericuetos.