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2004/06/03 08:00:00 GMT+2

Burro grande, ande o no ande

El debate entre Borrell y Mayor Oreja fue muy aburrido. Tremendamente aburrido. No es que un político deba responder al perfil de showman, pero es que estos dos aburren a las ovejas. Incluso a los burros. Entrar a analizar sus respectivos discursos sería, además de una sufrida tarea, una perversión, sería como hacerles a ustedes más partícipes de ese sopor cansino y redundante con que nos obsequiaron en Telecinco los dos candidatos al Parlamento Europeo. Así que haré un esfuerzo de síntesis para aliviar los efectos de este masoquismo frenético.

Mayor Oreja vendió la supuesta prosperidad de que ha gozado España durante el periodo aznarista; Borrell vendió talante, buenas promesas y paz mundial, lo cual no deja de ser un tripartito de buenas promesas, que probablemente queden en el olvido. Los contrincantes estuvieron algo insulsos, sobre todo Mayor Oreja, cada día más en su papel de Ecce Homo, con ese rostro cargado de penitencia y delirio, rezumando misticismo, como si su paseo vital resultase un calvario sin fin; sus pobladas cejas arqueadas, la frente arrugada, e inalterable ese rictus característico que lo llevó directo al fracaso en las pasadas elecciones autonómicas vascas. Y ese pelo, un homenaje eterno a uno de los miembros del cuarteto ABBA. No me digan que no han visto a decenas de turistas alemanes en los años 70 con idéntico look al de Mayor Oreja. Para que luego digan de Anasagasti. Y Borrell, el ingeniero aeronáutico, mirando de reojo su chuleta en este examen repleto de vigilantes; aplicando las consignas de los asesores de comunicación política (dirigió su mirada directamente a la cámara en su discurso final, obedeciendo a los expertos); y sacando a relucir la guerra de Irak una y otra vez, dañando la guardia de su rival, noqueándolo en varios momentos a lo largo del debate.

Mayor Oreja tiró pronto de su producto estrella: "El terrorismo es el gran problema de la Unión Europea. (...) El problema es el terrorismo, no la guerra. (...) La Unión Europea podrá acabar con el terrorismo"... y así todo. Se lo puso en bandeja a Josep Borrell, quien soltó un gancho dialéctico directo a la mandíbula de su rival: "Usted no tiene el monopolio de la preocupación por el terrorismo, señor Mayor Oreja". Aunque una cosa es decírselo, y otra que éste lo asimile.

A pesar de dos o tres frases envenenadas, el debate careció de fuerza, no tuvo chispa. Quizá por culpa de un formato demasiado rígido, en el que el moderador hizo cumplir a rajatabla los turnos pactados, mediante la manipulación exigente de un cronómetro. El reloj se convirtió en el verdadero protagonista del careo. Demasiada burocracia temporal.

Y eso que el envite apuntaba alto veinticuatro horas antes, cuando Mayor Oreja se había referido a los "rebuznos" de su adversario socialista. El popular respondía de esa manera al ataque que Borrell había dirigido sobre el ínclito Aznar, de quien había dicho que era el "asno de Troya de los Estados Unidos en Europa". Borrell no es precisamente Aquiles, ni Aznar se parece en nada a Ulises (apañado hubiera estado Homero, que podría haber titulado sus obras con un "Mire usted, la Ilíada va bien", o incluso "Márchese, señor Aquiles, márchese"). Pero dejemos la Grecia clásica para otra ocasión más pertinente, pues de clásico no tiene nada el decirle a tu contrincante que se ha puesto burro, como si se tratase de un Homo Erectus, en lugar de un Homo Sapiens.

Yo esperaba más referencias equinas, más burradas. Mayor soltó una la mar de graciosa: eso de que los gobiernos de Felipe González habían sido tercermundistas y bananeros. Confiaba en que Borrell pusiera a caer de un burro a su adversario político, pero la cosa no dio para tanto. Pensaba que quizá Mayor tildase a su rival de ungulado perisodáctilo, o sea, de asno, pues sólo los asnos tienen la capacidad para rebuznar. Pero nada, tampoco. Quizá no se dio cuenta de que su argumento contaba a su favor con las características del asno de raza catalana, que responde al nombre de equus asinus europeus. No me digan que no es idealmente europeo.

El burro, o borrico (del latín burricus, buricus) se caracteriza por su resistencia física para llevar pesadas cargas. Representar los intereses españoles en Europa es una carga pesada, pero no parece tarea para un burro.

Borrell y Mayor perdieron una oportunidad televisiva para animar el cotarro, para darle salsa a la vida política, repleta de muermazos con o sin talante. Pero ni el candidato popular ve tres en un burro más allá del terrorismo, ni el aspirante socialista se baja de la burra. El caballero de la triste figura, o sea, Mayor, peregrina de puesto en puesto cual Fray Perico y su borrico, esta vez al asalto de Europa. Borrell cabalga hacia Bruselas a lomos de un Rucio de buen talante, al trote, sacando pecho tras el varapalo popular de las últimas elecciones generales. Ninguno de los dos tiene madera de líder. Han llegado al lugar que ocupan tras fracasar en diferentes e importantísimos proyectos. Al popular le dieron sopas con ondas en el País Vasco; a Borrell le negó la confianza su propio partido. Adaptarse o morir.

Pese a todo, en el primer debate político nacional televisado desde hace 11 años se realizaron muchas promesas. Los escépticos no tragan, piensan que para cumplirlas quizá los candidatos tengan que recurrir a la magia, y fue precisamente por algo así por lo que Lucio se convirtió en un asno, tal y como escribió Apuleyo hace casi 2000 años en "El asno de oro". Pese a la dialéctica empleada y la malvada flexibilidad del lenguaje, no nos imaginamos a unos candidatos al Parlamento con orejas de burro. Aunque, quién sabe, Apuleyo también llamó a su celebérrima obra "La metamorfosis".

Escrito por: Marat.2004/06/03 08:00:00 GMT+2
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2004/05/26 06:00:00 GMT+2

Todavía la boda

No creo que quede mucho por decir acerca del espectáculo casamentero del sábado pasado. Aquí van unas últimas gotas. La jornada nos ofreció casi tantas imágenes como policías. Más que una boda, parecía el día del Juicio Final. Largas ristras de uniformes azules protegían a los Príncipes de Asturias de su pueblo, curiosa paradoja. Los ciudadanos de Madrid se levantaron ese día convertidos en sospechosos habituales. Quienes osaron caminar por el centro debieron padecer varios registros. Hasta los bocadillos sufrían en sus "carnes" el cacheo meticuloso de los agentes del orden. Una ciudad, la más poblada de España, se vio blindada, colapsada, tomada, paralizada, para el disfrute de unos pocos. El príncipe Felipe aseguró en su discurso posterior banquete que siempre estará al servicio de los españoles, pero a tenor de lo comprobado el sábado, lo que se transmite es que somos los españoles los que estamos al servicio del príncipe Felipe. El príncipe y yo, al menos, no vivimos en el mismo Madrid. Ni siquiera los semáforos representan lo mismo para nosotros. Yo debo detenerme ante el color rojo, pero a su Alteza Real la urgencia de sus desplazamientos y la escolta que lo flanquea le abren las calles como se supone que Moisés abrió el Mar Rojo. En su caso los milagros son algo más cotidiano. El sábado más de tres millones de habitantes quedaron a expensas de los antojos de una celebración fastuosa y excesiva, en la que los invitados gozaron de una barra libre de manjares y bebidas lujosas. Contaba un empleado del hotel Ritz -lugar de alojamiento de varias familias de alta alcurnia, corona incluida- que durante la noche los invitados habían consumido champagne y caviar. El confidente, sin embargo, no habló más de la cuenta. Adivinen a quién le pasarán el recibo.

Protocolo y complicidad son las palabras de moda impuestas por los "periolistos", que se llenan la boca de merengue al definirse como periodistas aunque su trabajo se base en el chisme y el insulto, y no en la información contrastada. Me dijo un viejo amigo que el protocolo es una llaga sangrante que sirve para evidenciar quien luce las joyas robadas y quién las prestadas.

Hablando de llagas: el omnipresente Ruiz Gallardón es un fenómeno. Lo de los abanicos ha superado con creces la pamplina roñosa de la decoración madrileña, calificada de insulsa y hortera. La labor del decorador oficial se ha ganado a pulso un largo "abanico" de improperios que no voy a reproducir aquí, no vaya a ser que usted esté desayunando mientras lee estas líneas. Pero lo de Gallardón ha sido de aúpa, genial, innovador. Quería convertir Madrid en un remake paleto de Locomía, pero la lluvia se lo impidió. Ni se vieron abanicos ni se vieron banderas de España. No sé qué pensarían los "billones, billones y billones" de telespectadores al ver en algunos tramos del recorrido que emprendieron los recién casados por las calles de Madrid banderas de Ecuador, Colombia, Argentina, con total ausencia de banderas españolas. Claro que tampoco el coche de los Príncipes de Asturias portaba la enseña nacional.

Para muchos republicanos la del sábado fue la tormenta perfecta. No sabemos si fue algo motivado por la intensa lluvia, pero el paupérrimo aspecto de muchos tramos del recorrido nupcial revelaba el fiasco, la decepción y el desencanto más absolutos. El guión previsto saltaba hecho añicos. Les duele, pero no se quejan.

¿Qué es más importante en España: la monarquía o el fútbol? ¿Hubiera impedido la lluvia que millones de españoles hubieran celebrado en las calles la conquista de un título mundial? Si los de Sáez ganan este verano la Eurocopa, ni siquiera otro diluvio universal impedirá que la afición tome la calle, incluso dando un golpe de Estado en el Arca de Noé si fuera necesario. Y qué decir de las banderas y bufandas rojigualdas que se verían bajo la lluvia. Y todo por un simple gol.

La abuela periodista de Letizia Ortiz convirtió el púlpito en un estudio radiofónico en el que lucir sus dotes de locutora profesional. Faltaron las señales horarias del dios Cronos para darle vidilla a Rouco Varela, que no confirió ni una pizca de optimismo a la pareja contrayente. Y es que fue una ceremonia corta en emociones, muy institucional, sin lágrimas, sin pucheros siquiera, sin el descontrolado latido inoportuno que rompe la presa del lagrimal. Esa presunta sobriedad regia le restó humanidad al envite, desencantó a comentaristas, carroñeros anónimos, monárquicos empedernidos, curiosos coloristas, fervientes aplaudidores y desconsoladas princesas de la plebe del extrarradio.

El padre de la periodista tuvo que ceder a la más que probable imposición que provocó que su actual esposa viera el enlace a través del televisor. ¿Se imaginan que le hubieran requerido lo mismo a Carolina de Mónaco? El progenitor de Letizia Ortiz aceptó resignado la vigencia de las apariencias sobre la realidad. Ya se irá acostumbrando; le resultará más familiar.

Una masa ansiosa, fetichista y panderetera se dedicó el día después de la boda a arrasar jardines, adornos e incluso la alfombra roja de la entrada a la Catedral de La Almudena. Descuartizaron geranios, degollaron petunias, arrancaron arbustos, decapitaron claveles y devoraron pedazos de la ilustre alfombra casi a mordiscos. Atila hubiera parecido un teleñeco comparado con los protagonistas de la febril rapiña multitudinaria. El ejército de cleptómanos al menos no tuvo la ocurrencia de asaltar el Museo Romántico o el del Prado, aunque de haberlo hecho, es más que probable que les hubiera dado por llevarse las postales y no Las Meninas, que no le sienta bien al salón. Esa imagen de los madrileños arramplando con la vegetación de sus calles ha dado la vuelta al mundo, y ahora habrá quien piense que de celebrarse aquí unos Juegos Olímpicos, se corre el peligro de que a alguien se le antoje la antorcha y estropee el panorama, el lema del barón de Coubertain y la ceremonia inicial de unas Olimpiadas.

María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Gobierno, ha dicho que la boda de los Príncipes de Asturias ha dado una imagen dinámica y moderna de un país que sabe recuperarse y salir adelante. Lo de imagen dinámica lo dirá por el dinamismo del Rolls Royce; lo de moderna, lo desconozco, francamente (aunque viendo a la pareja Álvarez del Manzano, hay que ponerlo en seria duda); lo de que sabe recuperarse y salir adelante, cae por su propio peso: salimos adelante tras los mandatos presidenciales de González y Aznar y lo haremos tras el de Zapatero, incluso soportando discursos huecos, vacíos y sumisos como el de la señora vicepresidenta, invitada ella al enlace.

Ah, y la tele. Pues... creo que el realizador de TVE se sintió muy poco realizado. La cobardía moral de algunos vampiros de media tinta les permite criticar con maledicencia absoluta la labor de Javier Montemayor. ¿Alguien cree que fue suya la decisión de no mostrar la comunión de los novios? ¿Algún ingenuo piensa que tenía plena libertad para mostrar todos los aspectos de la ceremonia? ¿No fuimos testigos de los esfuerzos de Felipe y Letizia por mascullar las palabras y evitar que se pudieran leer sus labios? Es un rasgo típico de los cobardes elegir en medio del combate a la víctima más débil, a la que no se puede defender. Quizá sea cosa del instinto de supervivencia. Supervivencia, sí, ésa es la palabra. En la Almudena brillaron con luz propia todas esas familias que han sabido sobrevivir al paso de los años haciendo creer a la gente que su sangre es de color azul.

Escrito por: Marat.2004/05/26 06:00:00 GMT+2
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2004/05/19 08:00:00 GMT+2

La boda

Daniela Benagel vive en un suburbio de Manila (Filipinas). Se ha despertado temprano para que le dé tiempo a recoger la casa antes de que empiece la boda. No está dispuesta a perderse ningún detalle. Su televisor es algo viejo, pero sus 22 pulgadas le permitirán a Daniela asistir al evento sin perderse ningún detalle. Está impaciente, ilusionada y expectante.

Moisinge Nbeza vive en Gambia desde hace cinco años. Trabaja en una granja y su sueldo le da para ir tirando. No conoce los lujos, pero en su hogar no falta un televisor. Moisinge ha invitado a sus amigos a casa. Ha sacado unos dulces y un licor típico de la región para vivir la ceremonia con la alegría que precisa.

Soo Lee es viuda. Su mala suerte es conocida en la comarca de Changchun (Vietnam), aunque no represente ninguna excepción: las desgracias afectan a todas las familias. La vida allí es difícil. Sus tres hijos fallecieron en un accidente que destruyó la fábrica en la que trabajaban a cambio de un minúsculo salario. Los días de amargura se han sucedido desde entonces, y en más de una ocasión ha intentado quitarse la vida. Hoy no será unos de esos días: la boda le ha devuelto esa chispa vital, y aguarda con una sonrisa irreconocible en su avejentado rostro el inicio de los actos.

Ho San Yien abandonó Saigón esta mañana para acudir a la vecina aldea en la que viven sus padres. Ha cerrado su establecimiento de conservas para ver el desfile de los invitados a la boda a través del televisor. Su bicicleta necesita unas mejoras, pero de momento le sirve para recorrer los 34 kilómetros que separan su casa de la de su familia.

En el mejor hospital de Calcuta una enfermera ayuda a Jaswant Gujral a tomarse un caldo. Jaswant está impaciente; lleva varias semanas aguardando a presenciar a través del viejo televisor de la sala la ceremonia. Poco importa que ese trasto sólo ofrezca imágenes en blanco y negro. El médico que lo cuida sabe que la alegría que sentirá durante la boda le supondrá un enorme beneficio curativo.

Averof Panayiotou es un joven de 15 años. Desde hace unos meses prepara su ingreso en el cuerpo de bomberos de la pequeña ciudad chipriota donde nació. Sigue unos entrenamientos durísimos y su calendario no le permite un solo día de descanso. Ayer fue el cumpleaños de su madre. Averof estuvo algo triste porque no pudo permitirse el lujo de descansar y visitar a su familia. Sin embargo, esta mañana decidió darse un respiro. Bajó al supermercado, compró unas latas de cerveza, unos aperitivos y preparó un buen estofado para darse un buen festín mientras contempla las imágenes de la gran boda.

Ron Nkabinde acaba de regresar a Sudáfrica después de asistir a un seminario sobre teología en la Europa del siglo XIX. El ciclo era importante para su futuro profesional. No debería haberse marchado faltando tan sólo un día para la finalización del seminario; ello le supondrá ser sancionado y no recibirá el diploma correspondiente. Pero le da igual, no podía perderse la boda.

Mohamed Sabri Hadithi sigue vivo de milagro: un obús explotó a sólo veinte metros de él. Las heridas que sufrió le mantuvieron una larga temporada en una especie de hospital en Bagdad, sobre un colchón y con fuertes dolores a los que los médicos no podían poner remedio por falta de medicamentos. Esa etapa ya está superada. Ahora, una cojera es el "único" recuerdo que le queda de aquel triste episodio. Pero al menos puede contarlo; su mujer no. Mohamed acudirá hoy al café del bazar para ver la boda en compañía de sus amigos. Alguno queda vivo.

Percival Davies es un forofo impenitente del Real Madrid. Nunca ha salido de Jamaica, pero se conoce al dedillo las aventuras futbolísticas de los integrantes del equipo de Zidane. Por eso le suena Madrid y por eso sabe situarla en el mapa. Hoy sabrá más cosas de esa ciudad. Sabe que perderá su trabajo en el mercado de frutas y verduras si no acude allí hoy, pero le da igual, quiere ver tranquilamente cómo discurre la boda. Ha pensado que ya se buscará otra forma de ganarse la vida.

Alvaro Acevedo Costinha es un músico sin suerte. Vive en Sao Paulo solo. Su mujer lo abandonó porque no ganaba lo suficiente. Entregado al alcohol, sus notas desafinan tanto como su presente. Hoy, acostado en el desapacible sofá de la pensión, esbozará una pequeña sonrisa; será la única del año. La boda le hará sentirse bien por primera vez en muchos meses.

Gullbudin Abdul Qadir vive en Balj (Afganistán). Su biografía presenta tantos remiendos como heridas de metralla. Primero los soviéticos y después los estadounidenses, todos han marcado en su rostro la tragedia. Gullbudin trata de rehacer su vida. Ha levantado desde la nada una pequeña granja. Vende leche para poder subsistir. Hoy caminará durante tres horas para poder ver las imágenes de la boda en el único televisor en 50 kilómetros a la redonda. Allí, le permitirán pasar a la casa del mandamás local y sentarse a ver el enlace. Saben que es un buen hombre. Estarán apretados, eso sí.

Lola Sunusi es una anciana nigeriana a la que los médicos le conceden pocas esperanzas vida. Durante sus 103 años de vida Lola había soñado con un momento como éste. Seguir la boda desde su alcoba supone para ella la guinda a una vida marcada por los sinsabores.

Mijail Zavarzine se ha escapado de sus obligaciones en la cocina del restaurante de Moscú donde trabaja. Quiere pasar un fin de semana pescando en el pueblo de su mujer, pero finalmente dejará la caña a un lado para poder ver cómo transcurre la boda.

El coreano Lee Duck Woo permanece en la cárcel de Taejon desde 1986. Mejor no entrar en detalles de los motivos que supusieron su ingreso en prisión. El caso es que Lee pagará muchos cigarrillos para que el recluso de la sala de la tele le permita ver las imágenes de la boda.

Mario Menata vive en Chokwé, una de las regiones mozambiqueñas más castigadas por las inundaciones. Ya no puede ir a la escuela; su padre se lo ha dejado claro esta mañana. Necesitan que se gane la vida. Dice adiós a sus sueños de médico. El único sueño que podrá hacer realidad ahora es contemplar a través de la tele la boda. Joaquim Limpopo, el director de la empresa donde trabajan sus hermanos mayores, permite a todos los familiares de éstos asistir al patio de la nave de repuestos, donde un destartalado televisor les acercará las imágenes más deseadas.

Tras los fastos de la boda, tras comprobar qué feliz discurrió el cortejo; después de apreciar qué lindeza se desprendió del desfile de vidas lujosas; tras empaparse de la alegría colectiva, del colorido de los ciudadanos gozosos y del festín de colores; quizá entonces, quizá algún día, Lola, Soo, Janec, Percival, Mijail, Mario, Ron, Gullbudin, Álvaro, Ho, Daniela, Moisinge, Mohamed, Lee, Averof o Jaswant se decidan a visitar Madrid. Si son capaces de llegar hasta aquí con vida, les recibiremos con la etiqueta distintiva que reza: "Bienvenidos al mundo real. Es usted un ser humano ilegal".

Escrito por: Marat.2004/05/19 08:00:00 GMT+2
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2004/05/14 08:00:00 GMT+2

Ésta no es mi historia

Tico Medina nos cuenta estos días en la televisión autonómica madrileña la historia de Madrid, asociada a la historia de los reyes españoles desde Felipe II, que fue quien tomó la decisión de trasladar la Corte a la que era por entonces una pequeña villa escasamente poblada. Don Tico -que se llamará Escolástico, pero de escolástico no tiene nada- le confirió a la narración de los sucesos una vehemencia sentida. Su voz en off era todo un homenaje al desaparecido Félix Rodríguez de la Fuente: qué contundencia, qué forma de vivir lo que se cuenta. Pero al margen del rasgo estético de su narración, conviene señalar que el guión de este documento televisivo estuvo tan edulcorado, que pecó de empalagoso. Nada nuevo en estos días de empalagamiento y complacencia servil. Más azúcar en el tarro.

En ese recorrido histórico emprendido por los documentalistas se maquillaron los episodios polémicos de la historia de España, se adornaron las crisis y las rupturas de la institución monárquica, se silenciaron las contiendas civiles, se desecharon las meteduras de pata de los Austrias y de los Borbones, se edulcoraron hasta la saciedad las pifias cometidas por los monarcas que han reinado en España durante los últimos siglos. Y tras el alud azucarado, un poco de miel: se pasó de puntillas por la inutilidad manifiesta de Carlos IV; se solventó en un periquete la indecencia y sublime estupidez del absolutista Fernando VII; y ni siquiera se nombró a Pepe Botella. Para los guionistas del documental, no existió el sexenio revolucionario, ni se instauró la Primera República en España. Por el contrario, se prestó especial atención a los detalles amorosos de María de las Mercedes y Alfonso XII. Los historiadores consultados nos contaron cómo eran los ojos, la boca y el color de la cara de la primera esposa de Alfonso XII, o que éste se afeitó las patillas tras la muerte de ella, en señal de luto.

Me consta que estos días no se busca sino agradar. Es evidente que no conviene abrir las puertas porque los feligreses podrían escapar. Pero si hay algo claro, sumamente nítido, tras ver el primer capítulo de esta serie es que ésta no es mi historia. Y tampoco la suya, por muy dulce que nos la sirvan.

Escrito por: Marat.2004/05/14 08:00:00 GMT+2
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2004/05/06 09:00:00 GMT+2

Zapeando, que es gerundio

Decíamos ayer

José Luis Uribarri y Jaime Peñafiel desfilan por el plató de Salsa Rosa; los nietos de Blas Piñar la emprenden a palos con el actor de una polémica obra teatral del cuñadísimo, sí el cuñadísimo. A ver si va a ser cierto eso de que estamos condenados a repetir...

 

¡Oiga, sin faltar!

Jon Juaristi presentó el libro de Aznar. Se alegró de que el ex presidente contará con él para tal labor: "Me enorgullece más que lo haya hecho ahora, cuando aún arrecia la campaña infamante contra él por parte de tantos canallas resentidos". De bien nacido es ser agradecido, desde luego. Juaristi, nombrado director del Instituto Cervantes por el Gobierno de Aznar, prepara ya sus maletas. Norman Mailer escribió que los hombres duros no bailan; Juaristi lleva ya unos cuantos días danzando con lobos.

 

Ídolos de barro

"Gracias, España", decía una concursante de "La casa de tu vida", uno de los programas más repulsivos e inmorales que he visto en los últimos años en la televisión. Lo decía para agradecer la decisión de la audiencia, que con sus votos había provocado la expulsión del concurso de una pareja rival muy polémica y faltona. Hasta donde sé, España tiene 40 millones de habitantes. Dudo mucho que España esté pendiente de la holgazanería de estos avispados y emprendedores jóvenes. En el mejor de los casos tan sólo un 10% de los españoles han caído en las garras de este producto aberrante, denigrante y escatológico.

La televisión ha distorsionado la percepción de la fama desde la irrupción del infame Gran Hermano y está haciendo que se tambalee la concepción del trabajo bien hecho. Ahora, cualquier pelagatos se hace de oro tras salir de cualquiera de estos concursos. O Ana Rosa Quintana o Sardá esperan con la billetera, dispuestos a dar juego a personajes insulsos. También las productoras, que son las que están haciendo el gran negocio. Luego está la revista Interviú, dispuesta a ofrecer unos euros por mostrar el palmito. Otras revistas, que pagan a estas fieras audiovisuales por poner su firma en textos redactados por periodistas mal pagados y peor tratados. Y, por supuesto, semejantes lumbreras tienen también la posibilidad de grabar un disco.

Lo más triste de todo es que cada vez hay más jóvenes que los admiran. A lo mejor por eso es por lo que dan las gracias.

 

Con los pies sobre la tierra

Los suplentes del Deportivo le dan sopas con ondas al Madrid de las estrellas. Mucho galáctico y mucho rollo, pero al final suena el nombre de Jabo Irureta para hacerse cargo del vestuario madridista la próxima temporada. Tendría guasa la cosa: Irureta como icono rústico en la galaxia blanca. El técnico vasco es conocido por su teoría de las rotaciones y por mascar chicle sin descanso.

Y es que, al final, si no se gana, no se venden camisetas. Yo, francamente, me compraría la de Irureta. O, cuando menos, sus chicles.

 

Igualito

¿La realidad supera a la ficción? No en el caso de la serie televisiva Urgencias (TVE). Anoche se cerró una nueva temporada con la emisión del capítulo 200. La serie triunfa en EEUU año tras año. Quien también triunfa es el actor que encarna al personaje del doctor Carter, que se embolsa 400.000 euros por capítulo. ¡Igualito que un médico de urgencias de cualquier hospital!

 

Poner fronteras

La ONG Reporteros sin Fronteras denuncia que durante el pasado año 2003 fueron asesinados 42 periodistas, 766 fueron detenidos y más de 1.460 agredidos o amenazados, mientras que 501 medios de comunicación quedaron censurados. RSF publica, también, una lista con los considerados "depredadores" de la libertad de expresión. En ella figuran, entre otros, Fidel Castro, Teodoro Obiang y Vladimir Putin. Desde Cuba se denuncia constantemente que el secretario general de RSF, Robert Ménard, es en realidad un miembro de la CIA, vinculado a organizaciones estadounidenses radicadas en Miami y de conocida oposición al régimen de Castro.

Nada se dice en el amplio informe de RSF acerca de la muerte de periodistas de diferentes países a manos del ejército de EEUU; nada de la destrucción de sedes de medios de comunicación por parte del fuego americano. Tampoco se trata el asunto de la libertad de expresión en los países más desarrollados, donde los intereses empresariales y políticos coartan la libertad de los informadores. Puede que en China o Cuba se encarcele a un periodista por escribir "inconveniencias", pero no podemos obviar que en algunos "países ricos" el periodista ya se cuida, y mucho, de resultar inconveniente. El miedo, personal e intransferible, camina en sentido opuesto a la libertad de expresión.

No me extraña que se hagan llamar Reporteros sin Fronteras. Saben de sobra que lo tendrían muy difícil si se atrevieran a acotar la verdadera y única libertad de expresión. Se les acabaría el chollo. Se cortaría el grifo de sus ayudas económicas, mayoritariamente procedentes de EEUU. Claro que, visto el panorama, esto es lo mismo que acudir de vacaciones a la isla de Utopía.

Escrito por: Marat.2004/05/06 09:00:00 GMT+2
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2004/05/06 08:00:00 GMT+2

Aznar: el efecto invernadero

Aznar anda estos días algo ofuscado en el recuerdo de su tenebrosa salida del Gobierno. Todo estaba preparado para la gran despedida triunfal, pero su baraja de naipes se vino abajo de forma súbita, su ensoñación regia se le abrasó en las penumbras de la incompetencia. Y, en el colmo de la desgracia, sus alguaciles políticos le salieron rana.

En este paradójico cruce de caminos e intercambio de roles, nuestro caballero de la triste figura fue gustoso el Sancho de Bush, tonto entre los tontuelos, tonto universal. Y así, engreído, arrogante, ido, petulante y altanero, Josemari, con su acento tejano, bordeó las tierras del ridículo infinito. Quevedo lo hubiera retratado con descarada sencillez: "Érase un hombre a un bigote pegado".

Los discursos de Aznar han llevado siempre la etiqueta de la inconsistencia, el descalabro sintáctico, la nubosidad intelectual. Pero todo ello no ha frenado su impulso creador. Ataviado con los ropajes literarios, asaltado por las musas, ensimismado por su inesperada fertilidad literaria, el amigo de Bush ha osado publicar un libro: "Ocho años de gobierno. Una visión personal de España".

Se batirá en duelo con su esposa en busca del dominio de las librerías, ese territorio prohibido. Pero se trata de un duelo inofensivo, en el que vuelan las letras floridas, las mentes prodigiosas... Demonios, seamos sinceros, se trata de un texto primario, que recuerda a cualquier iluminado de tres al cuarto. Es más, yo hubiera invitado a Aznar al "Castillo de las Mentes Prodigiosas" de Antena 3. Su esquema intelectual es de sobra conocido. No hay mucho en lo que indagar. Son sus aires de grandeza los que mueven estos molinos. El producto es infumable, insoportable. Es, además, un arma de doble filo, porque puede conducir a la risa incontenible o a la frustración más absoluta, a la incomprensión que provoca la pregunta que asalta inmediatamente al lector: ¿Cómo ha podido llegar este hombre a convertirse en el presidente del Gobierno?

El epílogo de este ladrillo nos presenta la respuesta de Aznar a los atentados del 11-M. El mejunje es terrorífico. Hay un laberinto de ideas absolutamente destartaladas, un cóctel de pensamientos mal estructurados, un ronroneo insistente con ese aznarismo de filosofía de la península de Barataria. Cuando se refiere a las reacciones provocadas por el 11-M no puede evitar caer en la pose pelotillera, en ese calvario penitente que se vive en éxtasis y de rodillas: "La Casa Real, como siempre, fue un ejemplo para todos nosotros". Coño, y digo yo, ¿no sería al revés?, ¿no serían los miles de madrileños que cooperaron, aquellos que llenaron sus manos de la sangre de los muertos y de los heridos los que fueron un ejemplo para la Casa Real?

Pero lo que más abunda en el cambalache del ex presidente es el resentimiento. Un resentimiento adornado, pero resentimiento a fin de cuentas. Su discípulo Acebes lo muestra desnudo y sin eufemismos. Sí, Acebes, ese lector apasionado de Víctor Hugo, del que ha tomado prestado su lenguaje para atacar a los miembros del nuevo Gobierno socialista. Hugo tardó casi veinte años en escribir "Los Miserables"; Acebes, incompetente gestor del descalabro popular en la víspera de las elecciones generales, tardó sólo unos instantes llamar miserable al nuevo ministro del Interior José Antonio Alonso por decir que el Gobierno de Aznar pecó de imprevisión política en los atentados del 11-M. También Mariano Rajoy, que ahora visita extasiado las ferias populares de la España cañí, se llevó las manos a la cabeza tras las declaraciones de Alonso. Aznar, en el epílogo de su mamotreto encuadernado, afirma: "Quizás los propios éxitos conseguidos en la lucha contra ETA en los últimos años nos han llevado a bajar la guardia ante la amenaza fundamentalista". ¿Cuál fue la reacción de Acebes y Rajoy ante esta admisión resignada? Rajoy ni se llevó las manos a la cabeza, ni rompió sus puros, sino que apretujó entre sus brazos a su admirado Aznar tras la presentación del libro. Pelillos a la mar. Acebes, mientras, buscó un diccionario para comprobar qué significa el término miserable.

Aznar, su maestro, su mesías, despidió el acto con la protocolaria firma de ejemplares. Para dicha presentación se eligió el Invernadero de Arganzuela (Madrid), un lugar ideal para que reposen sus ideas durante el largo invierno que le espera al ex presidente. Lo suyo, no en vano, fue siempre una gélida visión de la realidad.

Escrito por: Marat.2004/05/06 08:00:00 GMT+2
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2004/04/29 08:30:00 GMT+2

Latrelevisión

Podría remitirles a mi crítica del pasado 3 de febrero, en la que les ponía al tanto del debut en solitario de Carlos Latre, para que se hicieran una idea aproximada de lo que contuvo su segundo ejercicio televisivo lejos de Javier Sardá. Latre ha vuelto a defraudar. Y sus pecados ahora han sido los mismos que entonces. Por muy bien que imites a los famosos, necesitas un hilo argumental, ocurrencias, situaciones disparatadas que provoquen la risa. Con un guión lamentable no se puede trabajar.

Nadie en su sano juicio puede negarle a Carlos Latre una impresionante habilidad para la imitación. Con ese potencial, resulta paradójico que una producción televisiva costosa no se oxigene con un guión a la altura de las circunstancias. De nuevo se hizo burla de la estatura de El Fary, un paupérrimo y despreciable recurso que no tiene ninguna gracia. Latre tampoco dio esta vez la talla.

Escrito por: Marat.2004/04/29 08:30:00 GMT+2
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2004/04/29 08:00:00 GMT+2

Zaplana (o de cómo medir el descaro)

Casualmente, un... periodista del programa Tómbola llevaba un metro de modista en el bolsillo. Así que entre él y otro... periodista decidieron medir el pene de un ex consursante de Gran Hermano. Allí, en vivo y en directo. Tuvieron el detalle de hacerlo de espaldas a la cámara, eso sí.. Vamos, que el pingajo no se vio. Desconozco si Eduardo Zaplana, ex ministro cartagenero, estaba viendo el programa esa noche o si estaba haciéndose unos trajes a medida. Desconozco qué le parecería semejante ocurrencia. Es más, no tengo ni pajolera idea de qué demonios se trajo entre manos con el agonizante Canal 9 durante su etapa como presidente de la Generalitat Valenciana. Sí me consta que la televisión pública valenciana supura deudas y rezuma un hedor insoportable. Faltaría por determinar la responsabilidad de Zaplana en este estado de las cosas. El eco silenciado de multitud de denunciantes tiene mucho que decir al respecto. Sólo hay que prestarle un poco de atención al, como dirían Simon y Garfunkel, sonido del silencio.

Desde los servicios informativos del canal autonómico valenciano se ha empequeñecido el tejemaneje de Urdaci en TVE hasta hacerlo parecer nimio en una comparación inevitabelemente odiosa. No es de extrañar que ahora surja la posibilidad de un master para el periodista condenado por manipulación informativa. Quizá en Canal 9 Urdaci encuentre la perfección, el ingrediente que le faltaba por añadir a sus recetas de genuflexiones aznaristas. Hay mucho que manipular para recuperar cuanto antes la escena de esta tragicomedia en que se ha convertido la política española. Algunos voceros frustrados berrean desde la cobardía moral : « Polanco es malo; Polanco controla un monopolio de medios de información ». Lo eructa noche y día, por ejemplo, un alocado marinero de las letras libres que trabaja para varios medios de comunicación de idéntica línea editorial y partidista, muy lejana de la doctrina polanquista.

Lo de Canal 9 sí que es el reflejo de un monopolio: el de la miseria que vive el periodismo. ¿Qué se puede decir de una televisión que interumpe la emisión de una película para anunciar que Zaplana ha sido designado portavoz del grupo parlamentario popular en el Congreso? Mucho. Cabe oponerse una despiadada y sucia instrumentalización; es obligado reclamar que el dinero público no sirva como pilar del enriquecimiento de unos pocos; es necesario sacar a relucir las constantes denuncias de algunos de los profesionales del propio medio de comunicación. Así, el Comité de Redacción apuntaba allá por el año 2000: "Los informativos de Canal 9 manipulan la información y la censura de forma continuada y cada vez de manera más burda con un único objetivo: beneficiar los intereses políticos partidistas del Partido Popular y sobre todo del líder de este partido en la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana. Los responsables de esta constante agresión a los principios democráticos son los máximos directivos de la cadena y su grupo de colaboradores con cargos destacados en el Departamento de Informativos que día tras día elaboran unos telenoticias tan alejados de la realidad como llenos de contenidos propagandístico".

Zaplana lucía bronceado y geométrico peinado sin rubor alguno, copaba el prime time a su antojo, y relegaba a sus adversarios políticos a esporádicas apariciones, cuando no al anonimato melancólico. No es que el fin justificara los medios entonces; es que sólo existía un único fin. No resulta difícil de imaginar.

Año tras año, la oposición contemplaba impotente el ejercicio descarado de control y manipulación informativa. El Comité de Redacción no cejaba en su empeño: "En seis meses, Zaplana suma 318 apariciones en el Notícies 9, el informativo de la cadena. Todos los dirigentes del PSPV-PSOE suman, juntos, 31 apariciones, y los de Esquerra Unida, 29. Un desequilibrio absoluto si se considera el resultado de las autonómicas de junio de 1999. El PP obtuvo el 48 por ciento de los votos; el PSOE, el 34 por ciento, y Esquerra Unida el 6 por ciento".

Eran días de vino y rosas para el político del ansia infinita, para ese chico de Cartagena cuya popularidad iba en aumento. Se había convertido en un hombre importante para el ya endiosado José María Aznar. La religión política de Zaplana es otra, pero el dogma de fe es el mismo. Las acusaciones de manipulación, sin embargo, se sucedían en Canal 9. La Agrupación General de Periodistas de UGT (AGP) denunciaba públicamente "la persecución política a que está siendo sometida la inmensa mayoría de la redacción de la televisión pública valenciana, Canal 9, por parte de la dirección actual, designada por el gobierno autonómico del PP. (...) Cerca de un 80 por ciento de los periodistas fijos en plantilla, que obtuvieron su plaza mediante oposiciones públicas y nunca cuestionadas por nadie, han sido apartados de los informativos diarios de la cadena. En su lugar, la dirección ha colocado medio centenar de personas contratadas sin concurso público de ninguna clase y sin ningún respeto a las bolsas de trabajo establecidas en el Convenio Colectivo. La mayoría de estos "enchufados" acaban de obtener la licenciatura en la universidad privada de la Iglesia en Valencia y no cuentan con ninguna experiencia profesional, a pesar de lo cual alguno de ellos ha sido incluso nombrado jefe de sección".

Con estos antecedentes imagínense cuál fue el tratamiento informativo de la huelga general del 20 de junio de 2003; trate de pensar en la forma en que se manejó la información concerniente al hundimiento del Prestige. Los tentáculos de Zaplana no han soltado nunca al canal público valenciano, ni siquiera cuando entró triunfante en su nuevo despacho de ministro a las órdenes de Aznar. Sus garras se dejaron sentir incluso en el infausto 11-M pasado. En medio de aquella maraña de tergiversaciones, miedos, manipulaciones y desgarros políticos, el comité de empresa de la Televisión Valenciana solicitó la dimisión del director general, Josep Vicent Villaescusa, de la directora de la cadena, Genoveva Reig, y del director de los servicios informativos. Los trabajadores denunciaron a través de un comunicado que la manipulación en la cobertura informativa del 11-M llego a cotas intolerables y que se superaron todos los límites. Se ocultó información, se tergiversaron los datos y se dio credibilidad únicamente a la versión oficial del Gobierno sobre la autoría de los atentados.

El PSPV también ha puesto el grito en el cielo una y otra vez, perplejo ante la discriminación informativa a la que se ha visto sometido. Incluso para el diario ABC, no cabe duda de quién está actualmente detrás del control de Canal 9. Así lo reflejaba el pasado domingo en una información firmada por Joseph Abiols: "No obstante, es el ex ministro Eduardo Zaplana quien ejerce un control pleno y férreo sobre los cargos de la Radiotelevisión Valenciana. (...) El Gobierno autonómico, una vez se cierre la sucesión Zaplana-Camps al frente del PP-CV, tiene intención de meter el bisturí en Canal 9 para recuperar el modelo de televisión pública de calidad, es decir, que primen la cultura y la lengua de la Comunidad, que se eleve su condición de servicio público y limpiar la imagen de unos informativos como mínimo dudosos".

Reacio a compartir su papel de domador político, Zaplana contempla estos días cómo se tuerce su intento de privatizar Canal 9. Hace rechinar sus dientes al escuchar cómo el Juzgado Número Uno de lo Contencioso-Administrativo de Valencia dicta sentencia a favor del sindicato CGT y en contra de la privatización de "su" televisión. Ésta es una de las obsesiones de Zaplana. Repartiendo la huerta entre los amigotes resultará mucho más fácil hacer salir a la luz a los tramoyistas de la desinformación que han convertido la antigua redacción en una piara maloliente, en la que muchos profesionales de estómago delicado pasan interminables y durísimas horas. Jesús Sánchez Carrascosa, ex director de Canal 9 y ex jefe de campaña de Zaplana, es uno de los hombres que más hilos ha movido en pro de la ansiada privatización del ente público.

El asunto de la privatización es harina de otro costal. Es un asunto de aguas turbias, intereses putrefactos, manualidades políticas, relativismo ético e indecencia mundana. Quizá en otra ocasión me centre en ello, pero lo que hoy me ocupaba era el asunto de la medición del órgano genital de un ex concursante de Gran Hermano. Una vez más, Tómbola, el pionero de los programas narcotizantes, se impuso en la línea de meta a sus rivales en el sprint. Una minga ha motivado esta vez el revuelo. A los medidores les pudo, quizá, su desmedido interés por conocer de cerca un capullo; al capullo medido le movió el interés por sentirse querido, por labrarse esa rentable fama de polémico e indecente figurante. Hoy, ambos defectos se han convertido en las más rentables de las virtudes paranoicas. Lo de menos era el tamaño. En ambos casos, o sea, teniendo en cuenta a los dos capullos (Zaplana y el ex de Gran Hermano), hay que aceptar con una resignación infinita que sus instintos primarios han reinado sobre la razón. Además, medir un pene no tiene mucho mérito. Lo difícil es cuantificar el descaro con el que se engaña a un pueblo.

Escrito por: Marat.2004/04/29 08:00:00 GMT+2
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2004/04/21 08:00:00 GMT+2

Muerte en la carretera

Paradojas de la celebración; miserias de la gran fiesta: media España huye de la cotidianidad a bordo de esa máquina de la muerte aleatoria llamada vehículo. Muchos no vuelven jamás. En España todos los días alguien perece en accidente de tráfico. En los puentes se producen millones de desplazamientos, lo que lleva aparejado, inexcusable y tristemente, un porcentaje de accidentes mortales. La cifra resulta irrisoria si se tiene en cuenta el inmenso volumen de coches en circulación, argumentan algunos. La muerte se viste así de frialdad estadística, se disfraza de anécdota, se esconde tras la vestimenta de lo presuntamente inevitable. Hay una procesión laica de vidas deshechas, ilusiones rotas y esperanzas truncadas.

Cada fin de semana muchos jóvenes emprenden un viaje a la muerte. Apenas si han tenido tiempo de saborear esta vida al ralentí. Su adiós es un dato; su desaparición una mera cifra. Casi no ocupan espacio en los periódicos; por los telenoticias pasan de puntillas, como una inevitable constatación del bombo mortal de un sorteo al que estamos predestinados a jugar, lo queramos o no. El premio que nadie pretende es el cese del aliento; la combinación ganadora conlleva un amasijo de hierros, un charco de sangre, una línea quebrada de repente, un cristal hecho añicos, una manta en medio de la calzada, una foto de carné para ponerle rostro a la tragedia.

Se muere en unos segundos, sin tener tiempo para despedirse, sin opción a dar marcha atrás, sin posibilidad de rectificar un error, sin esa intuición para esquivar a la guadaña que choca frontalmente contra el coche desfigurado y maldito. Es el precio del progreso mal entendido. Puede que en la ficción un mono apunte con una ballesta al conductor, pero la realidad es mucho más cruel: es el mono el que conduce. Sí, en un incuestionable proceso de involución irracional, varios monos se lanzan a la carretera cada día. Salvajes conductores que pisan el acelerador al mismo tiempo que leen un libro; estúpidos suicidas que adelantan en lugares en los que está prohibido; gentuza que pone en peligro la integridad del resto de los conductores ejecutando pérfidas y peligrosísimas maniobras; degenerados que se transforman al volante situando la flecha del velocímetro más allá de los 240 km/h; impúdicos obsesos que se niegan a respetar las normas y optan por utilizar los arcenes como vía de aceleración... Y así, chusma peligrosa, insolidaria, egoísta, irresponsable, desquiciada y despreciable que se constituye en una amenaza para el resto. Sus espeluznantes acciones, diseñadas por una macabra falta de sentido común, se reproducen como una plaga maldita en las carreteras españolas cada día.

Cuando estos bárbaros de la carretera son pillados in fraganti reciben castigos nimios, sin la proporcionalidad necesaria y exigible. El actual sistema punitivo no parece tener en cuenta que lo que se pone en peligro son vidas humanas. Urge para esta clase de viles conductores una reglamentación contundente que les impida erigirse en pilotos suicidas, una normativa que les aparte para siempre de la conducción temeraria.

Quizá mi planteamiento les parezca un exabrupto radical. Lo es. Me manifiesto con todo el radicalismo del que dispongo para desear -aunque imagino que de manera improductiva- que por las carreteras de mi país no circulen aquellos conductores que en una reprobable actitud irracional ponen en peligro la integridad de los demás. ¿Se fiaría usted de un fontanero cuya incompetencia causó la explosión de la caldera de su vecina? ¿Compraría en una carnicería que vende alimentos en mal estado? ¿Subiría a una atracción de feria en la que tres jóvenes fallecieron el mes pasado por la negligencia de su operario? ¿Se pondría usted en las manos de un cirujano que tiene por costumbre olvidar las gasas en el interior de los cuerpos de sus pacientes? ¿Le confiaría la instalación eléctrica de su hogar a un electricista irresponsable y con un amplio historial de chapuzas? ¿Por qué entonces permitir que conductores irresponsablemente peligrosos compartan con nosotros las carreteras?

Cada año hay, al menos, 6.000 razones para lamentar la proliferación de actitudes despreciables en la carretera. Sí, porque cada año se producen en accidentes de tráfico en España cerca de 6.000 víctimas mortales. Es una cifra sangrante por partida doble. Y lo peor es que en muchas ocasiones se advierte una irónica sensación de aceptación, de resignación. Bien es conocida la frenética insistencia de la DGT a la hora de abocarnos a la contemplación de crudelísimos anuncios televisivos. No creo que sirvan de nada; a lo sumo, concienciarán aún más a los ya de por sí concienciados ciudadanos, pero dejará impertérritos a quienes poseen un perfil de conductores temerarios. Esos anuncios, esas campañas resultan absolutamente estériles en un segmento de la población que abrillanta sus coches de amplios alerones, luces de neón, 16 válvulas, tropecientos caballos, equipos de sonido carísimos y ruedas anchas de culto y veneración. Ante tal experiencia mística, ante semejante idolatría del vehículo, no cabe más que la concienciación por una doble vía: educación vial y sanciones ejemplares y férreas. El endurecimiento de los castigos debe concienciar a los que acostumbran a desoír los requerimientos de la norma. De esa norma que pretende garantizar la seguridad de todos. Se antoja imprescindible que los conductores sepan que pueden perder su derecho a conducir si incumplen determinadas normas.

Crece en los últimos años la admiración de los españoles por la Fórmula 1 y el motociclismo de alta competición. A veces, algunos seguidores de estos deportes pretenden suplantar a sus ídolos, pero no tienen en cuenta que Schumacher, Rossi o Fernando Alonso son expertos profesionales que pilotan sus máquinas en circuitos cerrados. No estoy señalando aquí que los aficionados a estas modalidades deportivas sean en su conjunto un hatajo de irresponsables. Basta con que un pequeño porcentaje merezca tal calificativo para que se genere un grupúsculo peligroso, al que convendrá evitar en la carretera.

Abrillantemos los coches, añadámosles amplios alerones, luces de neón, equipos de sonido carísimos y ruedas espectaculares, pero que esta parafernalia mística no impida respetar pulcramente las normas de circulación. Que la utilidad del coche prime sobre el seudo arte de la velocidad. Hay otro arte, el de la tragedia, que se exhibe en una exposición permanente. El museo es un tanatorio. ¡Cuántas vidas despedazadas por unos segundos de irresponsabilidad, por una milimétrica falta de precaución! ¡Qué poco debe durar el instante en que se roba una vida!

En esta pasada Semana Santa han fallecido más de 100 personas en accidentes de tráfico. Tan espeluznante cifra ni siquiera ha merecido ocupar la portada de los diarios, que han preferido informar de las largas retenciones que se han producido en las entradas a las grandes ciudades. Se trata, sin duda, de una curiosa valoración del interés informativo. Solamente cuando se producen accidentes con varias víctimas -y si se trata de jóvenes, aún con más motivo- parece tomarse en cuenta la magnitud de esta incesante tragedia a la que no parece que se vaya a poner freno.

José Luis Rodríguez Zapatero señaló a lo largo de toda la campaña electoral que iba a poner todo su empeño en luchar contra la violencia doméstica. Bueno sería que el nuevo presidente del Gobierno pusiese todo su empeño también en combatir esta otra violencia salvaje que tiene como escenario el asfalto.

A veces, parece como si el hombre tuviera prisa por entrevistarse con la muerte. ¡Cuánto mejor sería llegar siempre al destino y dejarla plantada e impotente en una curva cualquiera!


No en mi nombre

Zapatero anuncia que ha ordenado el regreso de las tropas españolas desplazadas a Irak. Felicita a los miembros de las Fuerzas Armadas. Lo hace en nombre de todos los españoles. Si me lo permite, con toda mi humildad, le rogaría que me excluyera de tan unánime proclama. Cuando tenga que felicitar a alguien, ya lo haré yo solito. Y éste no es el caso.

Escrito por: Marat.2004/04/21 08:00:00 GMT+2
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2004/04/14 08:00:00 GMT+2

El fracaso del Madrid

Allá por el mes de agosto mantuve, no sin cierto complejo de bicho raro, que el Real Madrid no podría alzarse con ningún título esta temporada si no fortalecía su línea defensiva. No se trataba más que de un prejuicio, es cierto. En un acto de clarividencia suprema, el director deportivo del club, Jorge Valdano, decidió, poco antes del inicio de las competiciones, que el zaguero argentino Milito no era un jugador válido para el Real Madrid, basándose en los informes médicos del doctor Del Corral. La trayectoria del central en la Liga -fichado finalmente por el Zaragoza- y su actuación, precisamente frente a los blancos, en la final de la Copa del Rey, evidenciaron el desatino de los empleados en la factoría madridista.

Ironizaba yo en aquel artículo acerca de si el club presidido por Florentino Pérez, personaje políticamente correcto donde los haya, encontraría un defensa capaz de vender camisetas. Ese menosprecio del mandatario blanco por la defensa chirría: solamente alguien que no tiene ni idea de fútbol cree que un equipo se forma con once estrellas. Once arquitectos no levantan una casa: hacen falta, entre otras muchas cosas, albañiles. Pensar que se puede ganar un título "simplemente" fichando a estrellas de grandes cualidades técnicas es tan descabalado como pensar que se puede ganar un campeonato de futbolín jugando sin el muñeco de la portería.

En el Bernabéu los conformistas han hecho valer sus voces por encima de los disidentes a lo largo de toda la temporada. Hablo de una disidencia interpretativa, más que activa. Cada vez que incidía en la urgencia de fichar un central me topaba con variadas y encrespadas recriminaciones de todo tipo procedentes de madridistas decididamente conformistas con lo que tenían ante sus narices cada domingo. La más repetida de las respuestas se centraba en mi desconocimiento de la materia y mi condenación por pesimismo injustificado. Ya he confesado por estos lares mi simpatía* por el club del Bernabéu. También he manifestado mi discrepancia con los proyectos de los últimos presidentes, a pesar de la enorme diferencia de sus gestiones. Florentino Pérez le ha dado un punto de cordura a la imagen del Madrid, algo de lo que carecía con Lorenzo Sanz y su tribu. Pero el fútbol no puede escapar a la paradoja: Sanz conquistó una Copa de Europa congestionando el club a base de deudas y mil indignidades más. Su gestión fue pésima, pero devolvió a los aficionados a la morada de los sueños con esa "séptima" que algunos habían aguardado durante más de treinta años. El fin, una vez más, justificaba los medios. Éste es el eterno problema del fútbol. El segundo se resume en el tristemente clásico "pan para hoy, hambre para mañana".

Los aficionados, y principalmente los socios, soportaron las dudosas actividades de la junta directiva que presidía ese curioso amigo de las especulaciones inmobiliarias llamada Lorenzo Sanz. Quien fuera lugarteniente de Ramón Mendoza incorporó al club a varios miembros de su familia; su propio hermano fue sorprendido vendiendo artículos no oficiales del club. Los escándalos se sucedieron una y otra vez. Y a pesar de la reciente conquista de la Liga de Campeones bajo su mandato, los socios optaron por el cambio y enviaron a Sanz de vuelta al terreno inmobiliario. Florentino Pérez se convirtió en el nuevo presidente del club más laureado del mundo. Recibió apoyos... políticamente correctos, dejémoslo así. Utilizó el fichaje del blaugrana Luis Figo para avisar de su contundencia. Continuó con los fichajes sonoros, y regaló a los aficionados la exquisitez del jugador más elegante del mundo: Zinedine Zidane. Después, quizá inducido por los aduladores, se negó a saciar las verdaderas necesidades de un club que acababa de lograr dos nuevas Ligas de Campeones en apenas tres años. El Madrid no tenía problemas para marcar goles; sus problemas residían en la facilidad con que los encajaba. Parecía claro que necesitaba un central de calidad contrastada. Pero Florentino optó por el ruido, mejor dicho: por la samba. Ronaldo llegó para firmar los goles con la rotundidad y la contundencia de la infalibilidad. Sus pinchazos resultaban mortales para la defensa contraria; Morientes, un jugador siempre cercano a la sequía de la depresión anotadora, hizo las maletas. Y llegó Beckham. Y se fue Makelele, al que el club negó su valía. El centrocampista francés era un jugador cargado de rarezas en esa plantilla. El Madrid necesitaba de sus rarezas. Sus compañeros galácticos ganaban cinco veces más dinero que él. Él corría cinco veces más que sus compañeros galácticos. Makelele se cansó y se fue. El club vendió a bombo y platillo la rentabilidad de su traspaso al Chelsea, semifinalista de la misma Liga de Campeones que el Madrid ha perdido en Mónaco.

La prensa se han mostrado más que diplomática con el proyecto de Florentino Pérez. Había que guardar cola para darle una palmadita en la espalda. Pocos, muy pocos, se han atrevido a cuestionar su galáctica travesía por el estrellato. El presi del Madrid se mueve desde hace años en los círculos del poder, pero no de un poder cualquiera, temporal o transitorio, sino del poder permanente. Hace falta mucho valor para criticar desde las páginas de un diario al mandatario de la casa blanca. Sus tentáculos poseen una fuerza extrema. Sus empresas, también.

Y ahora que el sarpullido comienza a extenderse, ahora que la prepotencia se ha transformado en cura de humildad, ahora que se advierte que los críticos, los disidentes, tenían algo de razón en su alarmismo, ahora, el público del Bernabéu se desgañita para insultar a sus galácticos, a esos personajes de ficción que pululan por la galaxia del marketing, de los anuncios de Pepsi, Nike y Adidas. El Madrid vende sus camisetas en Tokio, Lisboa, Paris y Ciudad de México, pero no hace frente a sus deudas deportivas. Un club puede ser tan pobre, que lo único que tenga sea dinero. Sin embargo, esta lectura tiene mucho de espejismo, y las ventas caerán si los galácticos del marketing comienzan a transformarse en segundones, en perdedores de finales. La afición ignora que la culpa no es de esos jugadores exhaustos que acusan una temporada larga. Queiroz, un técnico que se peina más y mejor que Del Bosque, no ha mostrado ni un solo argumento que justifique su fichaje. El entrenador portugués es como una copia de Del Bosque comprada en el top manta. Valdano fue su valedor. Ambos pueden tener sus días contados en el club merengue.

Además, la plantilla es corta; no se confía verdaderamente en la cantera. La prueba más palpable de que eso de "Zidanes y Pavones" es una falacia lo representa el ostracismo al que se ve sometido el propio defensa Paco Pavón. Los galácticos han llegado agotados a los meses claves de competición. Casillas, el cancerbero, ha sido el jugador más destacado en la galaxia, lo que ya indica bastante.

Se pretendía el triplete, pero lo que parece cernirse sobre la perversa realidad del Real Madrid es un trébol de frustraciones colectivas. Los sinsabores de la afición se han multiplicado en las últimas semanas. Se perdió la Copa frente a un crecido Real Zaragoza; se cayó en San Mamés; se naufragó en Mónaco; y ahora, el Atlético Osasuna termina con el mito de Florentino. Los aficionados del Bernabéu han increpado por primera vez al todopoderoso e incuestionables presidente. Alguien debe pagar los platos rotos, y para ello, ya se sabe, se hallará a un culpable... lejos de la presidencia.

Ahora es el turno de la ingratitud. No es la primera vez que el Bernabéu abandona a su equipo en los momentos más dramáticos y difíciles. Los gritos de "menos millones y más coj..." resultan patéticos. La testosterona poco tiene que ver con el cansancio de una plantilla y con el agotamiento de un proyecto basado en la especulación, codificado en lenguaje económico. El Madrid no es una serigrafía. El respetable, al insultar a sus jugadores, no respetó la realidad ni fue justo. Uno no paga para cuestionar la hombría de los futbolistas, sino para ver un espectáculo. Si no encuentra satisfacción, lo mejor que puede hacer es cambiar de escenario. Pero no, la verdad es que el Bernabéu -como cualquier otro estadio de fútbol- tiene mucho de circo romano. El respetable irrespetuoso no tuvo clemencia con los suyos: el pulgar señalaba hacia abajo. Se muestran impasibles ante el via crucis que vive este equipo hastiado. Han escuchado el grito que avisaba de la presencia del lobo -¡que viene el lobo, que viene el lobo!-, pero pensaban que las ovejas devorarían a su depredador. La naturaleza tiene sus leyes, y por mucho que se les tilde de sobrenaturales, los jugadores emblemáticos del Madrid se deben atener a dichas leyes. El lobo es un peligro; el lobo es el delantero rival que goza de la dejadez madridista en la concepción defensiva del juego; el lobo es el cansancio al que no escapa una plantilla inconclusa, descuidada e inflada; el lobo es la constatación del fracaso de un proyecto que se pretendía inmaculado; el lobo es la ausencia prolongada e injustificada de un central de gran talla. Y ahora, el pastor, la afición, quiere terminar de rematar a las ovejas moribundas que yacen en el campo.

¿No tenían hace tres semanas estos jugadores la misma predisposición a la victoria? ¿Es que son ahora distintos? Y sí es así, ¿en qué han cambiado? ¿No pensaban antes en fiestas, coches deportivos e inversiones millonarias? Esos son sus galácticos, para quien guste de creer en seres superiores y personajes de cómics. Para otros, se trata de jugadores profesionales que responden a unos estímulos. El centro neuronal del Madrid está en peligro. Está agotado. Puede que se encuentre con esta Liga, de la misma forma que se encontró con la de la temporada pasada -cuando a la Real Sociedad le temblaron las piernas en la hora de la verdad-, pero las carencias se han mostrado sin tapujos. No hay maquillaje para el desaliento de esta plantilla. Le queda su orgullo, un orgullo herido, pero que quizá no baste para conquistar la Liga, salvo error de un Valencia más terrenal y pragmático.

Los jugadores se resignan: "el público siempre tiene razón"; "es el que paga y ya está". No, ¡qué demonios! Estas frases, que se suelen dar por buenas en momentos difíciles, no deben pasar por axiomas. Un error conceptual no deja de serlo por el hecho de que lo secunden miles de individuos. El Real Madrid ha aumentado sus ingresos gracias al marketing, pero posee una plantilla descompensada, en la que seis jugadores engullen cada años cerca de 15.000 millones de las antiguas pesetas. El fútbol, por suerte, sigue basándose en competiciones que se dirimen en el terreno de juego. En una contienda entran en juego, nunca mejor dicho, varios factores. Cuantos más se descuiden, más posibilidades habrá de conocer la derrota. El Madrid ha escatimado a la hora de tapar los agujeros, ha desoído las alarmas, se ha obstinado en invertir en la mejora de una parte de su plantilla que exige a gritos el fichaje de jugadores capaces de blindar la portería de Casillas. El esquema defensivo del Madrid es lo más parecido a la ruleta de la fortuna. El Bernabéu ha asistido satisfecho a la escena, ha aplaudido el planteamiento, ha secundado ese diseño arquitectónico, ha rendido pleitesía a sus estrellas, ha consumido su parte alícuota de la galaxia. Ahora, se despierta y reacciona como un púgil noqueado: suelta los puños, pero no ve al adversario. Alguien en el seno del club debería dar la cara por ellos y asumir su responsabilidad. O mejor dicho, su irresponsabilidad.

Han tenido nueve meses para hacerle ver a su presidente que no estaban conformes con el rumbo de su equipo, sin embargo, ha abundado la complacencia absoluta. Los que han secundado el proyecto aplaudiendo las victorias no hacen bien ahora rasgándose las vestiduras. Alguien debería decirle al público, pague lo que pague, que no siempre lleva razón. Y eso, en definitiva, era lo que hoy quería decirle yo.

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(*) Nota del autor: Me convertí en aficionado del Real Madrid por pura casualidad: alguien de este club comenzó a regalarle a mi padre semanalmente entradas para ver jugar al Madrid de los García (García Remón, García Navajas, Pérez García, García Hernández...). Las invitaciones no faltaron durante años. Es muy probable que ahora me sintiera colchonero hasta la médula, si aquellos generosos donativos hubiesen provenido de algún empleado del Atlético de Madrid en lugar de uno del eterno rival.

Escrito por: Marat.2004/04/14 08:00:00 GMT+2
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