Con motivo del alarde de Hondarribia, el pasado fin de semana quería escribir algo en el blog, pero me quedé totalmente bloqueado, sin nada de fundamento que añadir. Porque ya son más de veinte años en los que un grupo de mujeres (y de hombres) intentan poner en práctica su derecho a participar en los alardes del Bidasoa (Irun y Hondarribia) y no hay manera de resolver este conflicto. Y me da mucho coraje la poca hablidad que tenemos para solucionar este conflicto.
Esta semana, sin embargo, tuve noticia, en El País, de la historia de José Miguel Cedillo. Me quedé de piedra. La mayoría ya estaréis al tanto: ETA mató a su padre, el policía Antonio Cedillo, el 15 de septiembre de 1982 (Calvo Sotelo era el presidente español y faltaba poco para la victoria de Felipe González). Tres policías fueron asesinados en el acto. El cuarto, el propio Cedillo, fue rematado en una furgoneta estando herido. Un quinto policía murió a los pocos días: se suicidó en la capilla ardiente. La familia abandonó el País Vasco, en avión, hace 36 años.
Ayer sábado volvieron al lugar del crimen: el hijo José Miguel y la viuda Dolores García. No estuvieron solos: con ellos vino el alcalde socialista de Olivares, Isidoro Ramos.
Para que esto sucediera han pasado dos cosas relevantes: que el hijo se pusiera en contacto con el alcalde de Errenteria dando cuenta de su deseo; y que el alcalde, Julen Mendoza (EH Bildu), recogiera el guante, se desplazara a Sevilla a charlar con José Miguel.
Del propio perfil de twitter del alcalde:
Acto de Jose Miguel y familia por Antonio Cedillo, y por la paz y la convivencia. Terminan así unos días muy intensos de acompañamiento a la familia. Eskerrik asko por todo!! pic.twitter.com/tlVXVC8OMq
— Julen Mendoza (@julenmendoza) 2018(e)ko irailaren 15(a)
Elevemos el foco: ¿de dónde viene todo esto? Como bien dice Beñat Irasuegi aquí, del documento Hacia una memoria compartida (septiembre de 2015) y apoyado por todos los partidos del pueblo. Es un informe que da cuenta de todas las víctimas de la violencia política en Errenteria en el periodo 1956-2012.
En la cabecera, hay una frase de Javier Ortiz (y otra de Anna Eleanor Roosevelt). La de Javier es esta:
«No ven porque no miran. Porque desvían la vista. Hay quien ignora porque no ve y quien se las da de ignorante porque prefiere hacer como que no ha visto nada de lo que pasa».
La frase está sacada de la columna Ojos que no ven.
He vivido el (denominado) conflicto vasco desde bien pequeño, pero, afortunadamente, no he sido víctima directa de él. He sentido más cerca el dolor de unas víctimas y me ha costado mucho más reconocer y comprender el dolor y sufrimiento de gente como Cedillo.
Este mismo fin de semana he tenido conocimiento gracias a Aiurri (revista en euskera de Andoain) de otra víctima de hace 25 años: Juvenal Villafañe. Era guardia civil ya retirado (77 años) al que le pusieron una bomba-lapa debajo del coche.
Hoy mismo me han recordado otra víctima de la violencia política, un señor también entrado en la setentena: fue la Guardia Civil quien mató a Rafael Gómez en Errenteria el 12 de mayo de 1977 mientras paseaba tranquilamente.
Mucho sufrimiento y gente como yo, muchas veces, mirando para el otro lado.
Quiero acabar este apunte con estas palabras del hijo de Cedillo ayer en Errenteria: «No se trata de pasar página, porque no se puede, sino de escribir una nueva, renglón a renglón, reconstruyendo la convivencia, regando la paz».
Fotografía: Maialen Andres, Foku para Berria. José Miguel Cedillo, con barba, saluda al alcalde de Errenteria, Julen Mendoza.
Zubigileak Errenterian, apunte hau euskaraz.
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