"No ven porque no miran. Porque desvían la vista. Hay quien ignora porque no ve y quien se las da de ignorante porque prefiere hacer como que no ha visto nada de lo que pasó”.
Julen Mendoza, alcalde de Errenteria, hizo suyas estas palabras de Javier Ortiz en el acto sobre víctimas de violencia política celebrado el pasado viernes, 4 de septiembre (2015), en la sede del Instituto Gogora del Gobierno Vasco. La intervención de Julen Mendoza está en este documento bilingüe (pdf).
Además de darle las gracias, hemos buscado el artículo de nuestro Ortiz y es uno publicado el 21 de septiembre de 2005. Ojos que no ven dice así.
Ojos que no ven
«Ojos que no ven, corazón que no siente», dice el refrán.
Hay refranes para todo. Para cada cosa y para su contrario.
Siempre recuerdo a la gente refranera que «al que madruga Dios le ayuda», pero que «no por mucho madrugar amanece más temprano», y que «sobre gustos no hay nada escrito», pero que «hay gustos que merecen palos», etcétera, etcétera.
En lo de los «ojos que no ven» también cabe un viaje de ida y vuelta.
Ojos que no ven. Cierto. Ahí están los ojos que no ven que en el mundo mueren de hambre no sé cuántos niños (y niñas, y adultos, y adultas) por minuto. Y los ojos que no quieren ver que la culpa es nuestra, porque no exigimos que haya un reparto racional de los alimentos, porque haberlos haylos, y son suficientes para todos.
Y los ojos que no ven quién fabricó y quién colocó por medio planeta las minas antipersonas que siguen matando a diario por decenas, incluso cuando ya se han perdido en el olvido las guerras que pretendieron justificarlas.
Y...
Bah, para qué seguir recordándolo, si lo sabemos de sobra. Todo. Todos.
Es cierto: ojos que no ven, corazones de piedra.
Pero también es verdad lo contrario. Porque ¡qué fácil es solidarizarse con el pobre periodista chino al que no dejan hablar y se resiste, pero qué difícil resulta respaldar al de Segovia —digo, es un decir— que no logra que le publiquen lo del escándalo del íntimo de su jefe, y que se juega los garbanzos insistiendo en que esa vergüenza hay que sacarla a la luz, por razones de principio! ¡Y que estético queda echarse las manos a la cabeza porque vejan terriblemente a los detenidos en la Cochimbamba —y vaya que sí lo hacen—, pero qué feo, que inoportuno y qué desagradable resulta constatar con pesadumbre que la tortura sigue siendo una realidad en España, y que está probado, y que tanto los verdugos como las víctimas tienen nombre y apellidos! Recordemos al superhéroe y superjuez Garzón, capaz de escarbar en todos los crímenes de las dictaduras sudamericanas, por remota que fuera su comisión —a ese respecto él nunca se olvidó de que los crímenes contra la humanidad jamás prescriben—, pero incapaz de recordar ni un solo crimen de la dictadura franquista, por activos que siguieran sus culpables y sus cómplices.
Y es que están los ojos que no ven porque lo que hay que ver les pilla muy lejos, pero también los ojos que no ven porque no miran. Porque desvían la vista. Hay quien ignora porque no conoce y quien se las da de ignorante porque prefiere hacer como que no sabe.
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