Vuelvo con las traducciones y lo hago esta vez con una interesante y larga entrevista hecha por Enekoitz Esnaola a Txema Montero que ha aparecido a comienzos de este mes de agosto en el periódico Berria. El entrevistado fue eurodiputado por HB entre 1987 y 1990, participó en las conversaciones de Argel en 1989 y fue expulsado de Herri Batasuna en 1992, ahora hace 25 años. Entre 1993 y 2005, ha colaborado en la Fundación Sabino Arana del PNV. Actualmente se dedica a su despacho profesional de abogado y escribe.
Es un buen repaso a los últimos cuarenta años de nuestro país por una persona que tuvo un papel político relevante a finales de los 80 y que ha estado, si no en primera línea todo ese tiempo, sí muy cerca de los círculos del poder.
La traducción la he hecho la tarde de ayer sábado, aprovechando un catarro y un día poco veraniego en Donostia. Espero no haber metido mucho la pata y, si lo he hecho, espero que me perdonen Enekoitz y, sobre todo, Txema por poner en su boca cosas que he entendido mal.
He añadido algunas notas, normalmente entre paréntesis (los corchetes iban ya en el original), y algunos enlaces. He optado generalmente por la Wikipedia en español, pero a veces tiene su aquel leer lo que dicen (ejemplo, HB "fue una coalición política española"). Sin embargo, la entrada de abertzale está bien.
Txema Montero: «Me di cuenta de que el PNV tiene una gran confianza en su proyecto»
Crédito: Fotografía de Marisol Ramirez (Argazki Press) para Berria.
Estrecha relación con Brouard hasta que lo mataron
«Fue mi pediatra hasta que cumplí 14 años... Mi madre me llevaba para que oyera historias del nacionalismo vasco. Más tarde, Santi me puso a defender presos». El GAL mató en 1984 a Brouard, miembro de la Mesa Nacional de HB. «Tres o cuatro días antes del asesinato, estuvimos juntos. Había estado con el embajador francés en España. Volvió abatido, porque pensó que era un ultimátum: «O lográis que ETA pare o sabed que tendrá consecuencias». No creía que lo matarían, pero luego pensé que de alguna manera tenía cierto sentido que lo mataran: era líder de un amplio sector de la izquierda abertzale. Y era un profesional, un pediatra de Bilbao: tenía fichas de 30 000 pacientes». Montero fue el abogado de la familia durante el juicio.
ETA
Enekoitz Esnaola.- Tiene dicho que el gran cambio político sucedió alrededor de los años 1968-1969. Usted tenía 14-15 años. ¿Hasta qué punto le marcó esa época?
Txema Montero.- Además de en Euskadi, también se dio un gran cambio en Europa. Se produjeron la invasión de Checoslovaquia y el mayo francés; y en Bolivia, el asesinato del Che Guevara. Había una confrontación entre comunismo-socialismo y capitalismo, entre los dos bloques de la Guerra Fría, pero aquí había otras peculiaridades y llevábamos nuestro ritmo con respecto a los acontecimientos históricos. Fue clave la década de 1950, aunque ha sido poco estudiada por los historiadores: el nacionalismo vasco se dio cuenta de que no podía contar con los americanos para la democratización de Euskadi; al mismo tiempo, se topó con que algunos jóvenes habían abandonado sus filas...
Esnaola.- ...y esos jóvenes crearon ETA a finales de la década: en 1959.
Montero.- Después de su creación, ETA tuvo un proceso de metabolización de casi nueve años: analizaron si era justo matar, qué consecuencias acarrearía... A veces las cosas suceden porque alguien se obstina en ello y quien dio el paso para el primer atentado mortal de ETA [1968] fue Txabi Etxebarrieta. Era consciente de lo que pasaría y asumió las consecuencias. Fue un acto de voluntarismo extremo, pero no vieron todo el alcance de aquella acción. Creo yo que la conclusión de Etxebarrieta fue que si ETA no mataba, no empezaba la revolución.
Esnaola.- Tiene escrito que hubo una época en la que entendía que se podía matar por razones políticas.
Montero.- Era más fácil entender el asesinato de un policía, de un guardia civil o de un militar. Cada cual fue poniendo una línea en el suelo, una especie de «Hasta aquí he llegado yo». Cuando estaba en HB, entendía los asesinatos, y cuando no los entendía, me decía para mí mismo que la organización tendría sus razones para tomar aquellas decisiones. Cuando ETA mataba, era un ferviente convencido de la bondad de su causa.
Su expulsión de HB
Esnaola.- ¿Hasta cuándo?
Montero.- Hasta que comencé a ver que en este pueblo cada vez había más gente diciendo que no podía ir por esa vía.
Esnaola.- ¿Y entonces entendía a quienes seguían «entendiendo»?
Montero.- No, y me preguntaba que si habían tenido mi misma experiencia, cómo no habían llegado a la misma conclusión. La respuesta que me di fue que estaban dentro de una inercia militarista, metidos de lleno en un pensamiento político militarizado y que no podían salir de allí. Y lo que era más triste: que muchos no tenían socialización posible fuera de ese movimiento. Yo no tuve ese problema al ser expulsado de HB: mi mujer no tenía nada que ver con la política, ni algunos de mis mejores amigos. Eso ayuda a socializarse.
Esnaola.- ¿Y qué fue lo nuevo que vio?
Montero.- Descubrí que Euskadi es más que la izquierda abertzale. Joxe Elorrieta y Valentín Bengoa (sindicato ELA) me invitaron a dar charlas y a conocer su proyecto. Por su parte, la Fundación Sabino Arana del PNV me propuso dirigir una revista de pensamiento. También me llamaron del entorno del PP para dar un par de charlas. Tuve también relación con gente del PSOE, pero con los otros se dio antes. Fui descubriendo una Euskadi más rica y más plural. Me decía para mis adentros que había perdido algo, pero que había ganado mucho más.
Esnaola.- Justamente este mes de junio se han cumplido 25 años desde su expulsión de HB. Según HB, fue usted quien se quedó fuera.
Montero.- Con motivo del 15 aniversario de Deia, el subdirector José Félix Azurmendi me llamó porque querían publicar un suplemento especial y querían contar con un artículo de opinión mío. Lo escribí y se lo envié (Por la independencia de Euskadi, enlace en El País). Era una reflexión sobre la participación en las instituciones y el alejamiento de la lucha armada. José Félix me dijo que era más de lo que me había pedido: me había pedido una reflexión y me había metido en el fango. Le contesté que era lo que pensaba. También había un cierto malestar por una entrevista que concedí a la revista Argia. No les daba importancia, porque pensaba que en HB había espacio para ese tipo de expresiones. Por aquel entonces, 1992, yo no tenía ningún cargo en HB; ya había dejado de ser europarlamentario en 1990, pero sí que me llamaban para algunos seminarios, para algunas reuniones sobre relaciones internacionales... Por ejemplo, estuve en Pamplona en un seminario sobre democracia participativa y presenté un documento con cien propuestas. Hubo cierta gente que se extrañó con mi planteamiento y me llamó un miembro de la Mesa Nacional de HB para decirme que se las había leído, que escribía muy bien, pero que con aquel documento yo estaba ya en el Pacto de Ajuria Enea. El artículo se iba a publicar en el suplemento de Deia tres semanas después de su envío, pero a los pocos días escuché unas manifestaciones de Joseba Egibar: decía que HB no era una cosa compacta y que pronto tendríamos más noticias. A Egibar le habían pasado ya mi artículo y eso me alarmó. Le envié el artículo a un miembro de la Mesa Nacional y esta misma persona me llamó diciendo que lo había remitido a la Mesa Nacional, que habían hablado de ello y que, en su opinión, yo mismo me había situado fuera del proyecto político y que se lo harían saber a las bases. Fue una sorpresa. Al día siguiente me llamó Patxi Zabaleta para preguntarme qué tal estaba. «Mal». Me dijo que contara con él para lo que quisiera y se lo agradecí. Me invitó a los sanfermines y fui con mi mujer. No todos los miembros de la Mesa Nacional estaban de acuerdo con mi expulsión.
Esnaola.- Era crítico con la estrategia de la izquierda abertzale. ¿Tenía alguna intención de abandonar HB?
Montero.- No. Entonces no había afiliados y una manera de dejarlo era no acudir a los actos, manifestaciones, etcétera. Pero pensaba seguir en HB. Tras dejar el Parlamento Europeo en 1990, por ejemplo, propuse la creación de una revista de pensamiento. Todavía creía que se podía hacer mucho para alejar a ETA de HB. ETA dejó la lucha armada en el 2011, la izquierda abertzale hacía ya tiempo que tomaba parte en todas las instituciones, había cumplido la legislación para volver a ser legalizada, ahora serán los presos quienes asuman la legislación penitenciaria... A veces tengo la sensación de una pérdida de tiempo. Porque las cosas que han de suceder, terminan por suceder.
Esnaola.- En su opinión, ¿cuándo se dio cuenta la izquierda abertzale de «lo que iba a suceder»?
Montero.- Cuando vio que no tenía que pedir permiso para hacer cosas. Debido a las operaciones policiales, ETA vio que no podía continuar con la lucha armada; querría seguir, pero no podía hacerlo.
Adiós a la lucha armada
Esnaola.- Se dice que Batasuna se enfrentó a ETA cuando ésta, en su asamblea de 2008, decidió continuar con su actividad armada.
Montero.- Pero ETA continuó y cometió atentados más allá del 2008. En mi tiempo, Txomin Ziluaga y otros militantes de HASI le dijeron a ETA que se tomara unas vacaciones, y pagaron políticamente por esa petición. Mi empeño es que en la historia de nuestro pueblo no se cuenten algunas cosas otra vez de manera diferente, que no haya un relato distinto dentro de veinte años y que no se recurra a la épica para volver a lo de antes. Todos debemos realizar un serio esfuerzo por contar la verdad. Y la verdad no se ha contado.
Esnaola.- ¿Dónde no se ha dicho?
Montero.- En la izquierda abertzale y en ETA.
Esnaola.- Es decir, que para usted la verdad es...
Montero.- Que ETA paró porque no tenía ninguna posibilidad de seguir. No paró porque quiso, sino porque no podía. Y en ese "no poder" cabe meter todo lo que se quiera. La Policía estaba en la era digital y ETA en la analógica, e imagino que la Policía tendría también infiltrados, como los tuvo anteriormente. Por otro lado, ETA no ha sido jamás nihilista: ningún miembro de ETA ha muerto tras una huelga de hambre. Los del IRA sí. Todas las acciones de ETA, de alguna manera, han tenido un control racional. Por tanto, se dieron cuenta de que la siguiente acción no era matar a alguien del PNV (ya habían matado alguno antes), sino que sería la de poner bombas sin control y ETA sabía que no lo iba a hacer. Consecuentemente, la única opción era el abandono de la lucha armada. La izquierda abertzale vio dos cosas: si continuaba siendo totalmente dependiente de ETA, su escisión (Aralar) crecería hasta el infinito; y que, en la democracia formal o representativa, si no estás dentro de la ley, dejas de existir. En mi opinión, en aquel momento [2011] la sociedad vasca estaba dispuesta a decir que lo había pasado muy mal, pero no podía continuar mirando continuamente para atrás con rabia, y deseaba pasar de la coexistencia a la convivencia y, tal y como decía Juan María Uriarte, a una situación de concordia. De todas maneras, y por la actitud de la derecha española, lo veo complicado.
Esnaola.- Sin embargo, a la izquierda abertzale se le pide continuamente autocrítica, algo que no sucede con la derecha española.
Montero.- Yo también. Tiene que hacer autocrítica ahora; mejor hoy que mañana. ¿Que qué debe decir? Que apoyó políticamente una vía que fue criminal, improductiva y que estuvo a punto de crear una confrontación entre vascos, y que cuando se dio cuenta de ello no fue capaz de decirle a ETA que cambiara o, de lo contrario, su relación cambiaría. Para Urkullu, eso debería haberlo hecho desde el principio; para unos, desde que hubo democracia; para otros, cuando desaparecieron los GAL...
Esnaola.-¿Y para usted?
Montero.- Tras Argel. Y es que estaba muy claro que ese pensamiento político militarizado tenía ya vida propia.
Esnaola.- Hace tres años, Berria le hizo una entrevista retrospectiva a Iñaki Esnaola (nota: el enlace es a otra entrevista), exmiembro de la Mesa Nacional de HB, y éste decía que hubo un cambio en ETA tras la muerte de Txomin Iturbe. ¿Está usted de acuerdo?
Montero.- Esnaola está en una posición mejor que la mía para hacer esa afirmación. Durante años tuvo mucha relación con Iturbe. Yo no soy capaz de decir si hubo o no un gran cambio. Sí que fue un líder muy carismático. Si ibas donde Iturbe con una cuestión estratégica, te respondía que él no se ocupaba de eso, que de eso se ocupaba Antton [Eugenio Etxebeste], porque sabía escribir, porque tenía mayor capacidad teórica... Iturbe sabía que él estaba para unas cosas y otros, para otras. Tenía una mentalidad pragmática. Igual se le acercaban preguntándole que quizás se podía hacer algo con ayuda de la solidaridad internacional y respondió: ¿solidaridad internacional? Armas, explosivos y dinero en Baiona, en San Izpiritu (barrio de Saint Esprit). ¿Era suficiente ese pragmatismo y su olfato para conocer la opinión de los vascos a la hora de apretar el botón de off de la máquina? No lo sé.
Hipercor y Yoyes
Esnaola.- Ha citado antes la línea roja y ha confesado también que el atentado de Hipercor fue para usted una acción decisiva. Acaban de cumplirse ahora 30 años.
Montero.- Como muchos otros, tenía dudas que me comían por dentro. Pasé de decir «ETA tiene siempre razón» a preguntarme «¿por qué?». Jaime Mayor Oreja siempre ha citado que ETA hace lo que dice y que dice lo que hace. A raíz de algunos sumarios que me tocó como defensor, comencé a ver que a veces ETA no reconocía lo que hacía. Porque si veía que un atentado podía acarrear consecuencias negativas para su imagen, se lo callaba. Me entraron dudas. No nos engañaron con respecto a ETA militar, sabía lo que era, pero no pensábamos que ese militarismo lo llevarían hasta las cuestiones del día a día. Y llevaban todo al maniqueísmo: amigo-enemigo, bueno-malo... Había diferentes visiones. Además, continuaban alabando las luchas de Nicaragua y demás, mientras que yo decía que nuestra lucha estaba en Europa. Y luego hubo algunos atentados... Por ejemplo, el de Yoyes [María Dolores González Katarain] en 1986. Echaron mano del militarismo extremo. Alguien con responsabilidades en ETA podía vivir «en territorio ocupado por el enemigo», no había traicionado nada, nadie dijo que fuera una chivata... Por tanto, comencé a ver cosas. En aquella época hacía algunas labores en el extranjero para HB y en 1986, al poco de lo de Yoyes, pasé un mes en Alemania. La experiencia fue políticamente traumática, porque la izquierda rojiverde me decía que cómo había matado ETA a una exdirigente, a una mujer además. A la vuelta, expliqué que había gente que había comenzado a retirarnos su apoyo.
Esnaola.- Sin embargo, en 1987 fue cabeza de lista de HB en las elecciones al Parlamento Europeo. También en 1989. Fue elegido en ambas.
Montero.- Pensé que podía ayudar a cambiar las cosas. Además, íbamos a participar en Europa. No participábamos ni en el Parlamento Vasco ni en el Congreso español. Por tanto, la elección para participar en Europa me animó mucho. Por otra parte, tenía un buen equipo, con formación y conciencia políticas. Y para nosotros Europa era también una carta de presentación. Llegué a Estrasburgo y un periodista francés me preguntó: «¿Qué se siente al ser el parlamentario de los terroristas?». «Pregunte a sus lectores que pasa en un pueblo cuando un candidato de los terroristas consigue 360 000 votos» -de los cuales 110 000, fueron en otros territorios del Estado español-. Pero era muy complicado hacer política: las elecciones fueron el 10 de junio de 1987, conseguimos todos esos votos, y el día 19 sucedió lo de Hipercor, en Barcelona. Pusieron todo patas arriba.
Esnaola.- ¿Cuál fue su reacción al tener noticia del atentado?
Montero.- Estaba en Bermeo y fui a comprar el periódico. Aquellos días estábamos en el caserío de un amigo por la zona de Gaztelugatxe y no teníamos ni radio ni televisión. No supe nada hasta el día siguiente del atentado. Fui a Bermeo, compré el Egin, vi la noticia y... me compré también otro periódico. Subí al caserío y se lo conté a los amigos. Volví a bajar a Bermeo, hice una llamada, pero nadie quería saber nada, todo el mundo estaba superado. Me di cuenta de que antes de la autodeterminación política había una determinación militar. Con lo de Hipercor, alguien quiso decir que no pensáramos que con los votos se iban a olvidar las balas. Esa fue mi lectura.
Esnaola.- Pero siguió en HB.
Montero.- Hay muchos caídos en el camino hacia Damasco. Ese mismo año tuvo lugar también el atentado de Zaragoza, en diciembre de 1987, y me quedé totalmente anonadado. Pero en 1989 me recuperé nuevamente, porque comenzaron las conversaciones de Argel. Además, estuve allí como enviado de HB, aunque yo creo que fue ETA quien lo ordenó.
Argel y el Pacto de Ajuria-Enea
Esnaola.- ¿Vio alguna posibilidad de acuerdo en las conversaciones de Argel?
Montero.- Los de HB queríamos negociar, porque se veía que la negociación era la única salida, no iba a haber una victoria militar frente al estado y no había todo un pueblo detrás nuestro. Me reuní en enero de 1989 con Josu Urrutikoetxea y Elena Beloki en Baiona y hablamos de esta cuestión. Tras la reunión, ambos fueron detenidos. En HB sí había una voluntad y, por mis contactos, en ETA también, muy claramente. Los españoles estaban en una situación muy complicada: UGT y CCOO habían convocado la primera huelga general contra Felipe González y, tras los atentados de Hipercor y Zaragoza, temían que ETA pudiera tomar un camino ciego. Había unas necesidades y había posibilidades de acuerdo. Pero en las conversaciones no se avanzaba mucho y estábamos preocupados con la delegación española, porque estaban los peores en la mesa: la mitad del GAL. Nosotros lo intentamos hasta el final. La última reunión duró horas y se consiguió un acuerdo que los españoles quedaron en ratificar. Con las dos partes sin nada que decir por el momento, llegó el Aberri Eguna (Día de la Patria Vasca) y nosotros teníamos un acto en Pamplona donde yo tenía que hablar como representante de HB. Quería decir algo sobre lo de Argel y dije lo que pude, no mucho. España habló a los dos días, por boca de Corcuera, y cambiaron la esencia del acuerdo de Argel.
Esnaola.- Y entonces se rompió el proceso.
Montero.- Sí. Y ETA cometió un asesinato rápidamente, en Las Arenas. Creí que era un error comenzar nuevamente con atentados, y así lo dije. Yo explicaba que en 1987, en las elecciones europeas, fuimos la primera fuerza en Euskadi [CAV], segunda en Hegoalde [CAV + Navarra]; y que si en las elecciones europeas de 1989 éramos nuevamente primera fuerza, era casi seguro que habría un nuevo proceso negociador, porque el gobierno no podría rechazarlo.
Esnaola.- En su opinión, ¿aquél era el momento para que ETA cesara en su actividad armada?
Montero.- Sí, sin ninguna duda. Posteriormente todo fue a peor.
Esnaola.- Fue polémica la manifestación convocada por el PNV que tuvo lugar en Bilbao poco antes de terminar lo de Argel: Paz ahora y para siempre.
Montero.- Sí. El PNV quería decir algo así como «Nosotros también estamos aquí». Un capitán argelino me dijo que la movilización de Bilbao era importante. Capté el mensaje.
Esnaola.- Para entonces ya estaba en vigor el Acuerdo de Ajuria-Enea, desde 1988.
Montero.- Se firmó tras Hipercor. Los dos espacios estaban enfrentados, pero fue un error de ETA entrar en ello, era absurdo. Es decir, no era sólo un error matar policías y demás, sino que también lo era comenzar a matar políticos, periodistas...
Lizarra-Garazi y Loiola-Suiza
Esnaola.- Luego también fracasaron Lizarra-Garazi (1998-1999) y Loiola-Suiza (2006-2007).
Montero.- Yo no le daba demasiadas opciones a lo de Lizarra. Poco antes habían expulsado de ETA a Carmen Gisasola y algunos otros más. Entonces entendí que ETA no le veía recorrido al acuerdo de Lizarra, y que le resultaría más fácil romperlo teniendo alrededor a los favorables a sus propósitos, quitando del medio a milis de mayor experiencia o graduación. Su expulsión era un precedente para tener menores dificultades. Gisasola y estos habían dicho que estaban totalmente a favor de un proceso de paz. Les expliqué mi opinión a algunas personas del PNV, por si les servía de algo. Es decir, les dije que esas expulsiones eran más significativas que la reunión en Lizarra de 18-20 organizaciones. Luego pasó lo que pasó. Entonces había que analizar muy al detalle lo que hacía y decidía ETA. Para entonces ya había escrito que el día en que ETA fuera derrotada, se liberaría el potencial político de la izquierda abertzale. Y esto sucedió tras lo de la T4 [2006] y la detención de los dirigentes de ETA.
Esnaola.- Pero el acuerdo de Lizarra-Garazi fue algo novedoso en el mundo abertzale, porque por vez primera se pusieron de acuerdo el PNV y la izquierda abertzale. Usted tiene escrito que el PNV fue a Xiberta [Chiberta] en 1977 «por cortesía», para dejar a un lado las opciones de una alianza.
Montero.- Yo creo que al PNV no le interesaba Xiberta. Y que con lo de Lizarra el PNV quería tomar la temperatura política de la izquierda abertzale a un compromiso serio y formal. En aquel momento en el PNV las estrategias no estaban decididas y Joseba Egibar tenía suficiente mando. Estaba convencido de esta estrategia. Además creía que la gente de la izquierda abertzale socialmente no era muy diferente de él mismo. Con él estaban Gorka Agirre y Juan Mari Ollora. Formaban un trío. Ollora, por ejemplo, había estado en Irlanda del Norte y yo le había puesto en contacto con personas del Sinn Fein y vino con una opinión muy favorable de la experiencia del Sinn Fein. Entre el Sinn Fein-IRA y HB-ETA sí había una diferencia: Sinn Fein e IRA eran lo mismo. Cuando uno hablaba, lo hacía también en nombre del otro, y viceversa. El mecánico político del acuerdo de Irlanda del Norte [1998] fue un amigo mío inglés -murió en accidente- que decía que cuando en una reunión McGuinnes decía que debía consultar algo con el IRA, iba al baño, se miraba en el espejo y volvía. Eso era bueno para la negociacion. No había algo así entre ETA y HB, aunque Garzón dijera que Todo era ETA. En el caso de Agirre, sucedía que ETA había matado en 1993 a su buen amigo y colaborador [el ertzaina Joseba Goikoetxea] y Agirre no quería que volviera a pasar nada parecido; eso es lo que he creído. Por tanto, Egibar, Ollora y Agirre hicieron un intento.
Esnaola.- ETA cesó en su actividad armada en el año 2011. ¿Cuál fue el papel que jugaron Arnaldo Otegi y demás?
Montero.-Después de la T4, en un corto espacio de tiempo detuvieron a varios dirigentes de ETA, y en su seno ya no había nadie con capacidad de mando, por lo que la izquierda abertzale fue ocupando ese espacio. Otegi se comunica muy bien con su gente. No tengo tan buena opinión con respecto a la estrategia seguida.
Desarme de ETA
Esnaola.- ETA se ha desarmado este año. ¿Le sorprendió la manera?
Montero.- Sí. Al principio me emocioné. Soy abertzale y estos últimos años las cosas más satisfactorias han pasado en Ipar Euskal Herria (Norte del País Vasco, en el Estado francés) y Navarra. Por ejemplo, llegar al gobierno en Navarra y la forma en la que están gestionando, porque no es nada sectario; ha traído aire fresco. En Ipar Euskal Herria son demócratas de verdad, no como nosotros: a veces sí, otras... Han demostrado tener unas ganas tremendas de acabar con esto y han tomado parte en ello. Los pacificadores, dicho en el buen sentido, tuvieron una actitud muy ingenua con respecto al proceso de desarme, pero enseguida tuvieron un apoyo institucional y político plural. Consiguieron el apoyo de un Partido Socialista francés moribundo -al legalizar a Bildu en el 2011, el PSOE de Zapatero estaba en una situación parecida- y se ha producido el desarme. De vez en cuando traen aire fresco y lo harán más frecuentemente. En Iparralde el microclima abertzale se ha extendido con gran naturalidad.
Esnaola.- Hicieron el proceso de desarme de acuerdo con Francia.
Montero.- Así es. Por su experiencia histórica, Francia sabe mejor que España que no debes conducir a nadie a un camino sin salida. Le dijo a España que ya era suficiente y que debía producirse el desarme. Ahora me apena que François Bayrou haya dimitido como ministro de Justicia, porque si hubiera seguido, seguramente tendríamos más opciones.
Esnaola.- Iñigo Urkullu no estuvo el 8 de abril, el día del desarme, en el acto institucional de Baiona. ¿Debió acudir?
Montero.- En mi opinión, no. Acertó. Quizás olió de qué iba aquello y no querría ir. Debe saber administrar su cargo y me gustó su decisión. Desde que yo le conozco políticamente -hace como unos 24 años-, ha estado apoyando esta situación. Tengo dos diagnósticos sobre Urkullu: el primero es que siempre ha querido ser lehendakari y eso es algo extraño en nuestro pueblo, porque siempre parece que les empujan a ello; y el segundo es que siempre ha dicho que ETA no debió existir jamás y, por tanto, que haría todo lo posible para que dejara de existir.
Fundación Sabino Arana
Esnaola.- Ha colaborado con los dirigentes del PNV. Comenzó en 1993 en la Fundación Sabino Arana, un año después de su expulsión de HB.
Montero.- Fui responsable de algunos seminarios y, junto con Koldo Mediavilla, director de la revista Hermes. La revista llevaba muchos años sin publicarse e impulsé su refundación con el apoyo total del PNV. Siempre les estaré agradecido por ofrecerme que comenzara a colaborar con ellos. Me costó dos días darles el sí. Reflexioné sobre los pros y los contras. Sabía que habría gente que diría que yo me quería ir de HB porque quería hacer carrera política en el PNV, y sé que se jugaron cenas sobre mi afiliación al partido. No soy afiliado del PNV. Otro me dijo que habría aceptado colaborar en la fundación por dinero. No he cobrado jamás ninguna peseta, y no he llevado trabajo al despacho de abogado por ello. Se habla de dinero para descalificar a alguien. En 1973 Arzalluz vino a pedirme que me afiliara al PNV y, claro, me negué. Luego, cuando la fundación me ofreció que comenzara a colaborar, me di cuenta de que el PNV tiene una gran confianza en su proyecto. La izquierda abertzale no invita a nadie del PNV para este tipo de cuestiones. Supe que hubo quejas en algún batzoki (locales del PNV) porque yo empecé en la fundación. Por otra parte, el veterano jeltzale (militante del PNV) Anton Irala envió un texto de trece folios diciendo que metían a un peligroso marxista en la fundación. Los responsables máximos del PNV decían que se les aclararon las dudas al leer lo de Irala y dieron la orden: que entre Montero. Estos del PNV tienen una gran confianza en su proyecto. Estuve en la revista hasta el 2005. No me dijeron que no a nada en los seminarios [una vez invitamos a unos okupas de Berlín], en los temas propuestos, en los artículos... El PNV tiene olfato político. En 1993, cuando murió Uzturre [Jesús Insausti], expresidente del EBB (Euskadi Buru Batzar es la ejecutiva del PNV), fui a la capilla ardiente -lo conocía, porque los de ELA nos presentaron en un seminario- y besé la ikurrina. Entonces el PNV pensaría que quizás no fuera tan sectario. Era peligroso invitarme, pero creo que les salió bien, porque nunca me enseñaron la puerta.
Esnaola.- Dijo usted en una entrevista que, desde la fundación, buscaba «la unidad de acción entre los abertzales».
Montero.- Siempre convidamos a miembros de la izquierda abertzale, y algunos vinieron; Iruin, por ejemplo. Por la otra parte no hubo invitaciones. Por tanto, tenía más de unilateral que de bilateral. Y si esa idea mía no llegó a realizarse, uno tendrá más responsabilidad que otro. Una nación necesita un movimiento que lo apoye y esa es la razón de ser del nacionalismo vasco. Si no hay dinámicas para la unidad de acción, será complicado conseguir el objetivo. Y a todo esto, el PNV no puede ser la izquierda abertzale ni la izquierda abertzale puede ser el PNV.
Esnaola.- ¿Por qué no hay esa unidad de acción?
Montero.- Sobre todo porque ambos no se ven colaborando. Aquí no hay valor añadido. En Israel, antes de la creación del estado, las diferentes partes sabían lo que querían; lo decían de una manera diferente, con medios diferentes, pero todos sabían cuál era su objetivo. Aquí no hay ese valor añadido. Me gustaría que la izquierda abertzale se decidiera lo más pronto posible por un proyecto factible. Es muy importante disponer de un proyecto factible, porque estamos en Europa, en el Estado español, en el Estado francés. Mientras tanto, el PNV está extendiendo su proyecto; eso tiene cosas positivas, porque se amplía, pero también tiene impedimentos, porque está siendo dependiente.
El PNV y la vía catalana
Esnaola.- Con contadas excepciones, el PNV siempre ha tenido éxito en las elecciones. ¿Por qué?
Montero.- Porque la gente de este pueblo es muy pragmática. Los vascos no están dispuestos a poner en peligro su bienestar. Tengo muchos amigos en Cataluña y les digo que en un movimiento democrático también hay que pagar facturas. ¿Qué es una factura? Que el estado te apriete económicamente, te persiga judicialmente, te aplaste mediáticamente... Nosotros hemos pasado por ahí, y les he dicho que vayan donde Ibarretxe. Pero los vascos no estamos dispuestos a pagar toda la factura. ¿Cuál es el límite? No queremos poner en peligro el bienestar. Se puede avanzar, pero sin que peligre el bienestar.
Esnaola.- Consecuentemente, ¿aquí no ve posible la vía catalana?
Montero.- No. Pero creo que en Euskadi tenemos gran imaginación política y un mayor sentido de la oportunidad. Además, aquí tenemos un pueblo cada vez más coherente, más hecho, más nación. Avanza la euskaldunización, la percepción de que tenemos una cultura diferente y propia...
Esnaola.- Urkullu ha dicho que quiere "más estado vasco".
Montero.- Personalmente me suena esa declaración... Sé muy bien por qué lo dijo. Esa es la prioridad del político. De lo contrario, mezclamos planos. A quien pretenda un estado vasco, quienes deseen construir una nación han de echarle gasolina al coche.
Esnaola.- Ha dicho en algún momento que, cuando estaba en la Fundación Sabino Arana, enviaba todas sus reflexiones al PNV. ¿Tenía usted capacidad de influencia? ¿Qué buscaba con ello?
Montero.- He de agradecer al PNV que me haya dejado entrar hasta la cocina sin ser afiliado. Pero la ilusión de quienes nos dedicamos a pensar y reflexionar no debe ser la de pensar que tenemos capacidad de influencia. Eso sí, ¿que puedes poner los puntos sobre las íes?, ¿que puedes ir más lejos? Sí. Algo queda. Sin embargo, hay veces en las que tienes que pagar facturas por el pensamiento político.
Esnaola.- Por ejemplo, en el 2008 decía que el PNV había perdido olfato. Eran los tiempos del lehendakari Ibarretxe.
Montero.- Dije que el plan Ibarretxe no era un plan de paz y luego supe que el lehendakari se llevó un disgusto muy grande por esa frase. Yo creía que unir proceso de paz y soberanismo estaba condenado al fracaso. Primero, porque no tenía mando sobre los elementos imprescindibles de un plan de paz: ETA y el estado. Segundo, no había condiciones para menos guerra y más soberanismo. No creo que ETA había llegado a esa reflexión y el estado tenía claro que, tras el cese de ETA, debía enfrentarse a algo que le preocupaba más: el avance del soberanismo.
Esnaola.- Urkullu dice ser un "independentista y soberanista pragmático del siglo XXI" ¿Qué es eso?
Montero.- No puedes declarar la independencia unilateral de un día para otro.
Esnaola.- El documento político del congreso que el PNV celebró el pasado año [Unidad y Fuerza] dice: "Resulta imprescindible que las formaciones políticas que creen en el sujeto político Pueblo Vasco y en su derecho a decidir compartan una estrategia en base a un suelo ético-democrático, unos objetivos mínimos y los ritmos de los procesos que conduzcan al logro de esos objetivos". ¿La actual política de alianzas del PNV es consecuente con este texto?
Montero.- Si no puedes sincronizar lo que quieres con lo que puedes y no deseas caer en el voluntarismo, tienes que tener un objetivo estratégico o un programa amplio y luego fijar determinados pasos para llegar a ello. Surgen contradicciones, pero... Por ejemplo, si son objetivos estratégicos tener un Concierto Económico y un cupo consolidados y estás dispuesto a negociar con el PP, o también para negociar competencias, al mismo tiempo te estás aliando con el PP. En estos tiempos, eso es política y viviremos este tipo de política durante mucho tiempo.
Esnaola.- Por tanto, ¿hoy en día no ve condiciones para que "las formaciones políticas que creen en el sujeto político Pueblo Vasco y en su derecho a decidir compartan una estrategia"?
Montero.- Ahora mismo no.
Esnaola.- El PNV tiene mucho poder en las instituciones...
Montero.- ... pero, cuidado, está algo inflado, porque debido a determinadas circunstancias tiene más representantes institucionales de lo que determina su representación electoral. Que no piense que ésta es una situación consolidada. Sucede que hay gente a la que no le hace demasiada ilusión apoyar al PNV, pero que su alternativa le produce mucha menos ilusión.
Esnaola.- El PNV tiene también mucho poder en la sociedad organizada, ¿no?
Montero.- Creo que tiene el nivel que le corresponde a alguien que está en el poder.
Esnaola.- Bildu dijo que estaba en la Diputación de Gipuzkoa en la legislatura 2011-2015, pero que carecía de otros poderes.
Montero.- Pero entonces tenía un poder que jamás habría soñado. Otra cosa es qué es lo que hizo con ese poder, si fue capaz de empatizar o no con la gente. Hace un tiempo me vino un alto responsable del Opus Dei, vasco y vasco-hablante, diciéndome que le había costado horrores convencer a los de Bildu para que dieran una charla. El poder se suele usar con criterios políticos y éticos, pero has de empatizar con la gente.
Esnaola.- Al PNV le ha echado en cara que ha tenido miedo de perder el poder en los procesos de paz.
Montero.- Una de las razones del PNV para no ver con claridad el proceso catalán es que su aliado de toda la vida allí tiene cada vez menos representación política a medida que el proceso soberanista avanza. Y el PNV dice entonces que jamás pondrá en peligro su casa. Piensa que su casa es la más consolidada.
Esnaola.- Lo que le echan en cara desde la izquierda abertzale es que jueguen a «primero el partido, luego la patria».
Montero.- Me parece totalmente injusto plantearlo de esta manera. El PNV diría, y yo también, que para tener patria necesitas el partido, porque el partido es el instrumento. Pero sería injusto no dedicarte a la construcción nacional por no poner el partido en peligro.
Esnaola.- Del mismo modo, usted ha escrito que al PNV le falta enviar avisos serios a Madrid.
Montero.- No puedes estar continuamente diciendo que te faltan no sé cuantas competencias. Alguna vez deberás plantarte y decir que así es imposible. Por ejemplo, en el caso de la competencia de prisiones y del acercamiento de los presos. El PNV lo lleva pidiendo mucho tiempo, «pero si me dices que no, hasta la próxima». Lo mismo con respecto al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria. Ya es hora también de hacer algo con la Seguridad Social. Lo que más hecho en falta es no estar en los órganos europeos, solos o en compañía, en asuntos que nos afectan. No son cuestiones fáciles a la hora de explicar a la gente por qué son importantes, y desconozco cómo se puede presionar al gobierno. Lo que sí sé es que Euskadi [CAV] es el 2% del territorio del Estado español, el 5% de la población y el 7% del Producto Interior Bruto. Nunca tendremos una posición decisoria. ¿Cuál es nuestro punto fuerte? Su debilidad. Cuando ellos nos necesitan, ahí entra en juego la política, ese es el momento. Estaba claro que no se podía aprovechar la ocasión cuando Rajoy tenía mayoría absoluta. Ahora no la tiene y está claro que hay que hacer esas peticiones.
Esnaola.- En 1996 escribió que había una «rutinizacion del nacionalismo». ¿Se ha avanzado algo desde entonces?
Montero.- Aún hay una rutina, sí. Hay falta de tensión política desde que ETA lo dejó. Puede que la normalización fuera esto... Sin embargo, ¿cómo se logra un punto de tensión política? Para mí la clave del éxito está en que los ciudadanos perciban el bienestar de las reivindicaciones nacionalistas (abertzales), que ambas vayan de la mano: el bienestar y las peticiones abertzales. Es decir, si reivindicas la Seguridad Social, los ciudadanos han de ver que eso es bueno para ellos. Lo mismo con el euskera, aunque sea más complejo, porque aún está ahí el componente ideológico. De todas maneras, en todo ello veo ausencia de participación de la intelligentsia vasca.
Esnaola.- ¿En qué?
Montero.- No pido que sea vanguardia, pero sí que cuando crean, se transmita una emoción.
ELA y PNV
Esnaola.- Le pareció interesante la alianza que tuvieron ELA y LAB [nota del traductor: sindicato más próximo a la izquierda abertzale] en la década de 1990. Parece que van a volver a intentarlo. ¿Qué le parece?
Montero.- No estoy de acuerdo con Txiki Muñoz [secretario general de ELA] cuando dice que Urkullu es el representante del neoliberalismo en Euskadi. Las políticas públicas del Gobierno Vasco están al nivel de la socialdemocracia europea más avanzada.
Esnaola.- PNV y ELA están en una batalla dialéctica.
Montero.- Sin la participación de los sindicatos que representan a los trabajadores vascos no hay posibilidades de avanzar en un proceso de construcción nacional, pero no creo que la manera de hacerlo sea la de entrometerse politícamente en todas las cuestiones que afecten al pueblo, porque eso significa confundirse con un partido político. No me gustan los sindicatos que se convierten en partidos políticos.
Esnaola.- En su último libro, Joxe Elorrieta [anterior secretario general de ELA] dice que el proceso soberanista ha de comenzar, al menos en una primera etapa, sin contar con el PNV.
Montero.- Ya sabemos lo que querrá decir: que EH Bildu sea el anfitrión en el apartado político y que los sindicatos se encarguen de la dinamización. ¿Cuál será el resultado? Ya veremos. No le deparo un buen futuro. Yo soy más conservador en ese sentido: los obispos me gustan como obispos, los sindicatos que sean sindicatos, los médicos, médicos... Me llama la atención cuando hay gente que comienza a decir cosas raras. Pero, bueno, Joxe y yo siempre estamos en un punto de no acuerdo armonioso. En los tiempos de Lizarra-Garazi, tras una charla, mientras paseábamos una noche por el Casco Viejo bilbaino, le dije que el acuerdo no iba a funcionar, porque no estaba el PSOE. Me preguntó si les otorgaba el derecho de veto a los españoles. Le respondí que para la concordia debemos estar con ellos. El difunto Valentín Bengoa [histórico militante e ideólogo de ELA] pensaba que el PNV tenía una razón de existir y un cierto sentido; era práctico en eso. Joxe, justo-justo. Txiki Muñoz, nada de nada.
Esnaola.- «Tan importante es el camino como la posada» (Actualización: gracias a Xabier Azkue por pasarme el enlace). Lo escribió en 1992, en aquel artículo sonado de Deia. Traído a este 2017, ¿qué es esa idea?
Montero.- Que para los vascos tan importante como la soberanía nacional son los pasos a dar para su consecución. Estoy más de acuerdo con los pasos que da el PNV, por su pragmatismo y por su factibilidad. Todavía no he visto las propuestas de la izquierda abertzale y las espero con interés, y no lo digo irónicamente. Siempre he pensado que en este pueblo necesitamos una izquierda abertzale. Ha de saber inocular los movimientos de cambio necesarios para este pueblo en el mismo cuerpo político. Ante la sociedad europea, debemos presentarnos como un sujeto político reconocible. Todavía somos un sujeto político sin identificar. ¿Si ese sujeto político es un estado? Lo desconozco. ¿O actuando como un estado, aunque seamos parte del Estado español, y tomando parte en algunos órganos de Europa? Me interesa conocer qué va dar de sí la propuesta plurinacional del PSOE.
Esnaola.- La izquierda abertzale y EH Bildu reconocen tres realidades administrativas vascas en su estrategia para la creación de un estado.
Montero.- Me parece bien. A mí me parece imposible crear al mismo tiempo un estado vasco con los siete territorios.
Esnaola.- ¿Sería viable un estado vasco?
Montero.- Sí. En la Unión Europea hay cinco estados más pequeños que el nuestro y tienen menos capacidad económica que nosotros. Por tanto, para mí la cuestión no es la viabilidad. El problema es la voluntad general: es decir, que los ciudadanos vascos lo queramos realmente. ¿Sería viable un Gibraltar independiente? No lo sé, pero el 98% de los gibraltareños no quieren ser españoles.
Esnaola.- En 1996 decía usted que el soberanismo era una nueva forma de abertzalismo. En la actualidad se habla mucho de soberanía.
Montero.- Entonces me achacaban que me estaba alejando del independentismo, y que usaba el concepto de soberanismo para no calificarme de autonomista. Por ahora, hay un tipo de gente a la que la independencia le parece imposible y que puede estar más cómoda dentro del soberanismo. Además, el soberanismo tiene un desarrollo. Otegi dijo que, aunque se pierda un referéndum, el mero hecho de celebrarlo es ya una victoria. No estoy nada de acuerdo. Mira a Quebec: han perdido referéndums y de uno a otro han perdido apoyo los partidarios de la independencia. En un tiempo político, hay que acertar en el momento adecuado.
Esnaola.- Otra frase suya: «Nada es imposible cuando la voluntad del pueblo se pone en marcha» (Actualización del traductor: también del artículo de 1992 arriba citado). ¿En Cataluña, por tanto, qué?
Montero.- No veo la vía catalana ni siquiera para Cataluña. De todas formas, para saber cuál es la voluntad de la ciudadanía es necesario convocar un referéndum. Algunos amigos catalanes me dicen que ellos no han sido nunca independentistas, pero que lo son desde hace tres años. En términos históricos cuesta mucho que alguien se haga independentista y, por tanto, me extraña lo de mis amigos y otros cuantos más. Me dicen que España les roba, que no invierte y, esto es muy importante, que les humilla. Hay dos sentimientos tremendos: el miedo te convierte en siervo y la humillación te levanta.
Esnaola.- «En ausencia de consenso, no hay opciones para nada» [Nota del traductor: no he encontrado la frase literal]. Entonces, ¿en Cataluña?
Montero.- Que voten.
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