Última reflexión sobre la naftalina y la modernidad, pero ya sin cantautores, sin anarquistas y sin comunistas. Adivina adivinanza: tratándose de mí, ¿que capítulo faltaba? Euskadi; bingo.
Me ha tocado hablar durante las últimas semanas de un partido que casi nadie recuerda ya: Acción Nacionalista Vasca. ANV nació, si la memoria no me traiciona, en 1931. Se presentó en público el día de San Andrés, probablemente en homenaje a la cruz del santo, que tiene forma de aspas y figura en color verde dentro de la ikurriña (*). ANV fue una escisión del Partido Nacionalista Vasco protagonizada por unos cientos de militantes que estaban en franco desacuerdo con la línea ideológico-política del partido fundado por los Arana-Goiri. Los miembros de ANV eran partidarios de apartar el credo religioso del ideario político (sus ex compañeros los llamaron «los sin Dios»), consideraban a la población inmigrante tan vasca como la autóctona y defendían los derechos de los trabajadores frente a la patronal y el Estado. Dicho sea a modo de resumen, a grandes trazos.
Recientemente he leído el manifiesto fundacional de ANV y he constatado algo que ya había oído en labios de un dirigente del actual PNV: aquel partido defendía ideas que hoy, 70 años después, forman parte esencial del programa de Gobierno de Juan José Ibarretxe. Y lo que es más curioso: las defendía con un lenguaje que recuerda poderosísimamente al que utiliza el propio Ibarretxe (verbi gratia: «Euskadi será lo que los vascos quieran que sea»).
ANV nunca tuvo un gran desarrollo como partido. Logró representación parlamentaria, pero casi simbólica: nada que le permitiera rivalizar con el PNV en ese terreno. Sin embargo, su nacionalismo laico y progresista fue ganando en prestigio con el paso del tiempo, en tanto los tópicos euskotarras del sabinianismo, reciamente decimonónicos, se vieron cada vez más arrinconados. La lectura de los muchos artículos costumbristas que escribió a lo largo de su vida quien fue director del órgano de prensa de ANV, José Olivares Larrondo, Tellagorri (**), vizcaíno de Algorta, es reveladora del ser de aquel partido: dotado de un excelente sentido del humor, pleno de ironía, cargado de tolerancia y buen sentido, crítico con el tradicionalismo espeso de la Euskadi de su tiempo, defensor de un nacionalismo moderno, sin sombra de etnicismo y sin ninguna afición estatalista... (Dicho sea al margen: uno de mis sueños como editor es sacar al mercado una buena recopilación de la obra de Tellagorri, hoy casi inencontrable, aunque plenamente vigente.)
Como estructura organizada, ANV tuvo una vida muy lánguida. Tras la derrota de la República y el exilio prácticamente desapareció, por más que algunos -pocos- siguieran hablando en su nombre hasta muchos años después. Sin embargo, la actitud ante la realidad y las gentes de Euskadi que inspiró su nacimiento ha ido ganando en vitalidad, hasta lograr lo que sus fundadores ni siquiera se habrían atrevido a soñar: hacerse hegemónicos en el mundo nacionalista vasco.
ANV ha tenido, es verdad, una victoria póstuma.
Adelantarse al propio tiempo tiene esas cosas.
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(*) Para quienes no lo sepan: ikurriña quiere decir bandera, en euskara. En principio, no tiene por qué ser la bicrucífera vasca. Cualquier bandera, incluida la de la Monarquía española, es una ikurriña. Pero el tiempo ha hecho que la mayoría de la gente considere que la bicrucífera es la ikurriña, por antonomasia.
(**) Para saber más de Tellagorri, pincha aquí
Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de enero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de mayo de 2017.
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