«¿Por qué te opones a la manifestación de hoy en San Sebastián?», me pregunta un amigo. ¡Pero si no me opongo! ¡Que se manifieste quien quiera! ¡Sólo faltaría! Es más: tengo la certeza de que la gran mayoría de los que van a manifestarse lo van a hacer de la mejor fe. Todo mi respeto para ellos. Lo que yo he hecho es analizar el sentido que tiene esa manifestación dentro del mar de fondo de la actual política vasca.
«Exageras cuando dices que es una manifestación contra el PNV y EA». No. Si PP y PSOE hubieran querido que ambos partidos asistieran a la cita, habrían pactado un lema que fuera aceptable para ellos. Lo han hecho otras muchas veces. Si este asunto de los lemas de las convocatorias fuera nuevo, podría pensarse que no ha habido voluntad de división. Pero es más viejo que mear contra la pared.
El PP ya dio en Zumárraga una prueba más que clara de su apuesta por la división. Recordemos: todos los grupos del Ayuntamiento habían llegado a un acuerdo de lema para manifestarse conjuntamente contra el atentado de ETA pero, cuando los dirigentes del PP llegaron al pueblo, cambiaron el lema, con lo que forzaron a los nacionalistas a retirarse de la convocatoria. A continuación, empezaron el bombardeo mediático: "Estos nacionalistas, ya se sabe, como siempre...".
«Pero, ¿por qué ese empeño de los nacionalistas en negarse a aceptar la Constitución? Tómenla como punto de partida y defiendan dentro de ella sus planteamientos». PNV y EA acatan la legalidad y actúan dentro de ella. Ése es el programa mínimo de la convivencia pacífica. El PNV y EA no pueden asumir la Constitución porque están en contra no ya de tal o cual punto de ésta, sino de su piedra angular misma, definida en su artículo primero: «La soberanía nacional reside en el pueblo español». Ellos consideran que el destino de Euskadi debe ser decidido por el pueblo vasco, y no por todo el pueblo español. Es la vieja polémica sobre el sujeto de la soberanía. Al PNV y a EA se les puede pedir muchas cosas, pero no que dejen de ser nacionalistas.
Esta misma cuestión vuelve confusas también las apelaciones a "todos los demócratas". Demócrata es el que cree que el destino de un país debe ser libremente decidido por la mayoría del pueblo. Pero, en este caso, ¿de qué país y de qué pueblo hablamos? Del conjunto del pueblo español, los unos; del pueblo vasco por sí solo, los otros.
Personalmente, creo que esta polémica tiene no poco de retórica -y de simbólica-, porque la actual organización internacional deja muy escaso terreno de juego a las soberanías nacionales. Pero ése es sólo mi criterio. Cada cual está en su derecho a tener el suyo.
«¿Por qué defiendes con tanto ahínco al PNV y a EA?». ¡Pero si no los defiendo! Es decir: no defiendo la política que siguen; defiendo su derecho a seguirla sin ser vapuleados en todas las plazas públicas de España.
Lo he explicado hoy -muy brevemente, por razones de espacio- en mi columna de El Mundo (Tocarse las narices) creo que la apuesta soberanista del PNV y EA ha sido un error, porque buena parte de la sociedad vasca no ha podido dejar de interpretarla como excluyente, por más que se le invitara a participar en ella. Eso es como si a un nacionalista se le invita a incorporarse al proyecto de construcción de España.
«¿Qué propones, entonces?». No tengo ningún programa concreto; qué más quisiera. Tengo sólo un principio o, si se quiere, un talante: se trata de crear una Euskadi respirable, en la que los nacionalistas vascos, los nacionalistas españoles y hasta los nihilistas nacionales puedan sentirse aceptablemente cómodos. Para lo cual, lo primero que debe hacer cada bando es tratar de comprender los problemas del otro, para facilitarle las cosas. La manifestación de hoy en San Sebastián -vuelvo al comienzo- no va a ayudar a progresar por esa vía.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (23 de septiembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de marzo de 2017.
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