Jamás he hecho caricaturas dibujadas -por una razón básica: dibujo muy mal-, pero, ahora que con el Zooilógico me he metido en el fregado de acompañar a diario los dibujos de Ulises con caricaturas por escrito, me he dado cuenta de que es un oficio que tiene una parte amarga: el caricato está obligado a exagerar, acentuar los rasgos, magnificar los defectos de los personajes. Lo cual casi nunca plantea problemas, y uno se siente muy cómodo escribiendo a brochazos y repartiendo la sal gruesa a puñados. Pero hay veces en que no. Y no necesariamente porque la persona caricaturizada nos resulte más simpática o nos asalte la tentación de tratarla con menos maldad que al resto. Puede ser también porque sintamos que se trata de alguien al que no cabe retratar despojándolo de matices, porque son precisamente los matices los que lo retratan.
Es lo que sentí ayer al hacer el zooilógico de François Mitterrand. Si inventariamos los defectos más acentuados del todavía presidente francés, ¿con qué nos topamos? Con una ambición de Poder a toda prueba, un narcisismo inagotable, una capacidad de intriga fabulosa, un desinterés total por los fines, sólo comparable a su florentinismo en la utilización de los medios... ¿Socialismo? Instrumental, verbal y electoral. Mitterrand ha abrazado en cada momento la doctrina que mejor convenía a su ambición sin límites.
Hágase una caricatura con estos rasgos y el personaje que aparecerá sobre el papel no será Mitterrand, sino Felipe González. ¿Porque tienen parecido? Sin duda. Lo tienen, y eso explica que se sientan mutuo afecto, en la medida -más bien escasa- en que ambos son capaces de sentir afectos. Pero existen dos grandes, dos diferencias clave entre Mitterrand y González. Primera: Mitterrand es ambicioso, narcisista, intrigante y poco escrupuloso en materia de principios, sin duda, pero lo es con una hondura y un grado de perfección incomparables. Ha hecho del oportunismo político un arte. Ha practicado la bajeza con habilidad de orfebre.
Segunda diferencia: Mitterrand es todo eso, pero es mucho más que eso. Es también hombre de gran agudeza intelectual, de gustos literarios elevados, que habla con precisión y corrección exquisitas...
Ambos son fatuos y soberbios, pero ¡qué diferencia en el modo de serlo! Mitterrand identifica su grandeza personal con la de su país: cualquier humillación a Francia la siente como propia. Las fronteras del orgullo de González son, en cambio, las de su propia epidermis.
Se parecen muchísimo en su modo de encarar la acción política, pero son de diferente género. A Mitterrand es posible odiarlo, pero no despreciarlo. Su obra, en esta época mediocre, ha sido de una mediocridad perfecta.
Claro que Mitterrand tenía que sobreponerse al fantasma de De Gaulle. El desafío era de altura. Aquí, con encontrar alguien que nos hiciera olvidar a Franco se ve que ya nos bastaba.
Javier Ortiz. El Mundo (22 de abril de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de abril de 2011.
Nota: Ésta es la columna que nos ha tocado recuperar hoy que se cumple el segundo aniversario de la muerte de Javier.
Comentarios
Escrito por: .2011/04/28 13:07:28.479000 GMT+2
Yo lo siento así, amiga/o anónima/o.
Escrito por: iturri.2011/04/28 13:13:23.782000 GMT+2
Escrito por: alargaor.2011/04/28 14:36:3.862000 GMT+2
http://minombre.es/alargaor
Escrito por: xosé.2011/04/28 15:41:19.586000 GMT+2
Escrito por: kala.2011/04/28 23:16:22.404000 GMT+2
Escrito por: pako.2011/04/29 00:40:28.762000 GMT+2
Escrito por: .2011/04/29 13:29:2.745000 GMT+2