Según los datos disponibles -aunque no sé en qué medida fiables-, la inmigración ilegal procedente de África es más llamativa y crea situaciones específicas más problemáticas y dolorosas, pero aporta una cantidad de inmigrantes incontrolados bastante inferior a la procedente de la Europa del Este y de algunos países de América Latina. Es decir, que son notablemente menos los que llegan a las costas de Canarias y Andalucía en pequeñas embarcaciones que los que se introducen en territorio del Estado español por tierra, a través de la frontera con Francia, y por aire, sobre todo por el aeropuerto de Barajas.
Hay en este segundo bloque, sin embargo, una diferencia sustancial. En Barajas existe un control bastante estricto, aunque burlable: si alguien llega con un pasaporte en regla, tiene en su cartera el dinero requerido y cuenta en España con personas en situación regular a las que puede alegar que viene a visitar por unos días y que responden de él, no hay razón legal para impedirle la entrada. Una vez dentro, se queda y ya está. Pero son muchos los que se plantan en el aeropuerto sin reunir esos requisitos, con lo que son obligados a emprender de inmediato el viaje de regreso.
Asunto bien diferente es el de la inmigración procedente de la Europa del Este, incluyendo la extracomunitaria. Entrar en territorio de la UE es comparativamente sencillo. La libre circulación de las personas dentro del ámbito comunitario hace el resto. Mucho más fácil aún lo tienen quienes proceden de Estados que pertenecen a la UE pero tienen un nivel de vida inferior. Éstos vienen y se instalan, si no con todas las de la ley, casi.
El asunto de la inmigración irregular presenta dos problemas diferentes (bueno, presenta bastantes más, pero dos, a estos efectos). Uno es general: el del encaje económico, social y cultural de una inmigración cada vez más numerosa. Es el más importante. Otro, concreto: el de la llegada constante de inmigrantes africanos a un territorio, como es el insular canario, que tiene serias dificultades para acogerlos. Lo cual plantea una situación conflictiva, sin duda, pero menor.
Tal como se están planteando las cosas, podría parecer que el principal problema de inmigración que afronta el Estado español es el de Canarias. Y no. Lo de Canarias, aunque con esfuerzo, cabrá controlarlo. Es la otra inmigración la que, por su carácter mucho más masivo y porque es casi imposible regular su afluencia, va a acarrear a corto y medio plazo dificultades más graves.
Hay problemas que la Europa rica se ha ganado a pulso. Por ejemplo, con la admisión en la UE de países económica y socialmente poco homologados. Eso sí que ha tenido un efecto llamada de mil pares. A ver ahora cómo se las arregla para resolver los problemas que ella misma ha estimulado.
Javier Ortiz. El Mundo (25 de mayo de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Las dos inmigraciones.
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