Escribí la pasada semana en este mismo rincón una carta a Julio Anguita pidiéndole que me dijera si puedo tener o no la seguridad de que, en caso de dar mi voto a su coalición en las elecciones del 28 de mayo próximo, mi sufragio no servirá en ningún caso para permitir que un felipista siga gobernándome.
Sea por escasez de tiempo, por falta de interés o por dificultad para darme una respuesta concreta, el caso es que el líder de IU ha hecho con mi misiva tal cual González hace con las suyas: no contestarla. A cambio, aunque indirectamente, sí ha dado cumplida respuesta a mis inquietudes Félix Martínez de la Cruz, responsable electoral de la coalición. Martínez de la Cruz ha anunciado que la dirección de IU no hará ningún tipo de referencia a alianzas postelectorales hasta el 29 de mayo. Dice que ése es un «acuerdo de hierro» y que «el único pacto de IU es con su programa y con su electorado».
Pues bien: ésa era la cosa. Yo pedía que el pacto de IU con su electorado incluyera una cláusula de beligerancia anti-felipista total e irrenunciable. Ahora me dicen que de eso, nada. Pues entonces, lo que es conmigo, que no cuenten.
Lo peor de la resolución de IU no es que sea ambigua. Lo peor es que se trata de una ambigüedad calculada. No quiere tomar una posición concreta en relación al PSOE, y para ello no retrocede ni siquiera ante la incoherencia pura. ¿Cómo puede decir que no hablará de alianzas hasta «el día después» e ipso facto (Santiso dixit) descartar toda posibilidad de acuerdo con el PP? ¿No es eso hablar de alianzas? Ahí está el quid del asunto: cuando descarta por entero al PP como posible aliado, pero no al PSOE -aún a costa de dar a entender que con la política del PP no hay compromiso posible... pero con la del PSOE sí-, está haciendo un guiño a todos aquellos que le exigen dejar abierta la puerta a eventuales alianzas con el felipismo.
Mi desconfiaza asciende otro escalón más cuando compruebo que los jefes de IU, una vez sentado su «pacto de hierro», se ponen a perorar sobre lo decisivo que es comprender que el felipismo es una cosa y el PSOE, otra diferente. Una afirmación que, de hacerse en un marco teórico-general, sería hasta correcta -no cabe descartar que en el futuro pueda llegar a haber un PSOE no felipista-, pero que, en la realidad política presente, contribuye a ocultar lo esencial: que el PSOE es un mero instrumento del felipismo, al que sirve muy fiel y puntualmente, y que lo que hay de no felipista en su interior pinta menos que nada.
Es obvio que IU está haciendo este despliegue de ambigüedades para tratar de pescar en todas las aguas. Y eso es precisamente lo que más aversión me produce. Siempre me negaré a marchar del brazo de quienes son capaces de traficar con los principios. Seguro que es una rareza, pero qué le vamos a hacer: es mi modo de entender la política.
Javier Ortiz. El Mundo (8 de abril de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de abril de 2012.
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