Desde Jamaica

Estimado don Julio: Espero que al recibo de ésta se encuentre bien. Yo, bien, y que dure.

Le ruego, en primer lugar, que disculpe la libertad que me tomo de dirigirle esta misiva pública. Para usted es más cómodo, porque así se ahorra una llamada telefónica, y para mí es también mejor, porque de esta guisa -y ya de paso- le cuento a más gente lo que pienso.

Empezaré por manifestarle que, de los líderes parlamentarios en activo, usted es el que me cae menos mal. Le veo tres ventajas: tiene usted aspecto de no ser un sinvergüenza -lo cual, en estos tiempos, es ya la repera-; además, parece sentir cierta preocupación por la gente humilde -cosa que también me resulta simpática-, y, en fin, intuyo que usted se ha dado cuenta de que el tal González es un estafador que tiene tanto que ver con la izquierda como yo con el señor Wojtyla.

No es que con estos tres puntos alcancemos una identidad enorme, pero es una aceptable base de entendimiento. Digo yo.

Sin embargo, debo manifestarle que, con harto pesar de mi corazón, voy a seguir sin votar al partido de usted. O sea, que voy a seguir en las mismas: sin votar. ¿Por qué? Porque, por más que oigo, reoigo, leo y releo sus declaraciones, no hallo en parte alguna el firme compromiso de que en ningún caso mi voto será utilizado para entronizar a un capitoste del PSOE en un Ayuntamiento o una Comunidad Autónoma. Y, qué quiere que le diga: la perspectiva de que mi voto acabe respaldando a un miembro del partido de la cal viva, de la Ley de Extranjería, de Filesa, de Maastricht, de la Guerra del Golfo y otras golferías, me estremece. Uno no ha llegado hasta aquí en plan demócrata incorruptible para al final dejarse tomar de forma tan tonta el poco pelo que le resta.

No se piense usted que servidor va por la vida de purista integral. De hecho, estaría dispuesto a pasar por alto muchas cosas de Izquierda Unida que no me gustan nada, empezando por el pasado que les legó Carrillo, que se las trae. Pero hay puntos en los que no es posible transigir. Y la hipótesis de la alianza con el PSOE de González es uno de ellos, y no el menor.

Me dicen que el problema que tiene usted es que, si anunciara que IU en ningún caso pactará con el felipismo, una parte de sus huestes se le rebelarían, porque piensan que el objetivo fundamental de su existencia es impedir «que llegue la derecha». Sea. Pero ése será en todo caso un problema que tiene usted. No yo. Usted debe decidir qué votos prefiere: si el de quienes ven la realidad con ese pasmoso simplismo o el de quienes creemos que con Felipe González la derecha hace mucho que ya ha venido, y está instalada a sus anchas.

Sin más que decirle, le reitero mis excusas por el atrevimiento. Y aprovecho la ocasión para saludarle -de verdad- muy atentamente.

Javier Ortiz. El Mundo (1 de abril de 1995). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de abril de 2012.