José María Aznar va a firmar hoy el indulto parcial de José Barrionuevo y Rafael Vera.
El presidente del Gobierno sabe que no debería rubricar ese indulto.
¿Por qué? Primero, porque no lo merecen: son culpables de un muy grave delito y apenas han cumplido una insignificante parte de la pena que les fue impuesta.
Existiendo este argumento, no harían falta más. Pero hay más.
Segundo: porque al hacerlo el Gobierno admite que en España hay dos géneros de delincuentes: los buenos y los malos. Si eres de los buenos, puedes secuestrar a un pobre viejo, que estarás en la calle en cuatro patadas. Pero, si eres de los malos, te puedes pudrir en la cárcel por haber difundido un vídeo. Lo cual puede que refleje bien como funciona este tinglado, pero convendría que lo disimularan, así fuera solo para no torpedear el proceso de paz en Euskadi.
Tercer factor: el indulto lo pide la Sala Segunda del Supremo. Lo cual constituye otra razón más para no concederlo. Que el mismo tribunal que ha decidido que esos dos tipos son secuestradores trate, acto seguido, de redimir su suerte, pasando el muerto al Gobierno, exige una respuesta fulminante que deje inmisericordemente al desnudo todas las complicidades éticas y políticas que anidan en ese órgano judicial.
Cuarto punto: firmar el indulto equivale a ceder a las presiones de los felipistas. Los dos tipejos en cuestión van a salir proclamando su inocencia y presumiendo de que el Gobierno no ha tenido al final más opción que rendirse a la presión popular. El felipismo va a crecerse. Gracias a Aznar.
«Admito razones; no presiones». Qué hermosa frase. A partir de ahora, que el presidente del Gobierno la reserve para cuando hable en la intimidad.
Por supuesto que si se negara a firmar el indulto recibiría muchas críticas. Montones. Durísimas. Le dirían de todo. Como se lo dijeron cuando enfiló contra el PSOE por los GAL y la corrupción. Pero las encajó. Y ganó las elecciones.
Hoy va a dejar meridianamente claro que sus enemigos de la otra derecha, también llamada PSOE, tienen razón: es un chiquilicuatre, incapaz de aguantar un pulso medianamente serio.
Hoy va a firmar una resolución a sabiendas de que es injusta. Por pura cobardía. Suerte tiene de que es un simple recaudador de impuestos metido a político, y no un juez: se ganaría una querella por prevaricación.
Está contribuyendo a labrar su propia ruina. A decir verdad, eso es lo único positivo que tiene la infame decisión que va a tomar.
Javier Ortiz. El Mundo (23 de diciembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de marzo de 2013.
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