Los amigos de la sección de Opinión de El Mundo me piden que les escriba una cosilla para su espacio dominical En la Red.
La pregunta a la que debo responder es: «¿Protestar en los cementerios contra el diálogo con ETA?». Mi respuesta ha sido ésta que sigue:
Los integrantes de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que es una organización particular que lleva en sus siglas a las víctimas del terrorismo con la misma libertad que el PSOE a los obreros -faltaría más-, pueden manifestarse en donde les parezca oportuno, siempre que la ley no encuentre razones suficientes para disuadirles de hacerlo. Ahora bien: si lo que pretenden es erigirse en voz resurrecta de los muchos de nuestros conciudadanos que han perdido la vida por culpa de ideas asesinas, abusan. No tienen ese derecho.
La iniciativa sería siempre muy poco afortunada, pero lo resulta mucho más precisamente en estos días, cuando estamos en vísperas de trigésimo aniversario del aciago día en el que los gobernantes del franquismo -entre cuyos herederos la AVT tiene tantos valedores, dicho sea nada de paso- decidieron quitar alevosamente la vida a cinco jóvenes tras haberlos sometido a varias parodias de juicio.
¿Convocará también la AVT manifestaciones ante sus tumbas? ¿Lo hará también ante las de aquellos a quienes mataron los GAL? Disculpen mi escepticismo.
En nuestra más o menos reciente historia hay víctimas mortales para todos los disgustos. De todos los bandos (muchos) y de ninguno (bastantes). Nunca he sabido de ninguna víctima mortal que dejara escrito quién tendría derecho a hacer política en su nombre después de que ella no pudiera representarse en persona. Llorar, cabe llorar a todos los muertos. Pero no usarlos como argumento, o como arma arrojadiza, para defender tal o cual línea política concreta. O tal o cual modus vivendi.
Somos muchos los que tenemos a nuestros propios muertos clavados en la memoria. Están ahí, como heridas que no cesan de sangrar. Que nunca cesarán de sangrar. A un chaval de mi barrio le dieron cuatro tiros por protestar contra las penas de muerte. Otro murió en mis brazos porque un tipejo protegido de Fraga decidió dispararle a quemarropa sin saber ni quién era. Yo mismo llevo en mi cuerpo cicatrices que dan cuenta de un cierto terrorismo. Porque el terrorismo, como un todo unificado, no existe. Hay muchos. Los ha habido, los hay y los habrá, me temo.
Pero no sé de ningún armisticio que no haya obligado a los pacificadores a tragar litros de bilis negra. Bilis negra: melancolía, en lengua griega.
Que no les haya exigido recluir -resignar- sus rencores en el ámbito de lo más íntimo. En la lista de sus generosidades.
Los dirigentes de la AVT insisten en que no hay que olvidar. Pero no he visto que fijen con claridad la fecha a partir de la cual no hay que olvidar. ¿Hay que recordarlo todo? ¿Desde cuándo? ¿Desde Indíbil y Mandonio? ¿Desde las Navas de Tolosa? ¿Desde el bombardeo de Gernika? ¿Desde la matanza de Vitoria?
¿Debemos dejar a beneficio de inventario lo ocurrido entre 1936 y 1975? ¿O más bien lo que debemos olvidar es lo hecho por unos para mejor recordar fielmente lo perpetrado por los otros?
Para mí que la cuestión de fondo no es qué debemos olvidar, sino a quién.
Debemos olvidar a quienes viven de los conflictos. A los que no sabrían a qué dedicarse si no hubiera sangre de por medio. A los carroñeros.
Y llevar todos los años por estas fechas un ramillete de flores a las tumbas de nuestros muertos. Cada cual a las de los suyos.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de septiembre de 2005) y El Mundo (25 de septiembre de 2005). Javier publicó la nota en la web. Subido a "Desde Jamaica" el 26 de septiembre de 2017.
Nota.- El diario El Mundo publica todos los domingos una página titulada En la Red en la que dos opinantes exponen sus criterios encontrados sobre un asunto de actualidad, acerca del cual también se definen, internet mediante, los lectores y lectoras que quieren hacerlo (y que no votan sobre los artículos, que no han tenido aún oportunidad de leer, sino sobre la pregunta genérica formulada).
El texto que antecede es copia de la participación de Ortiz en esa sección el 25 de septiembre de 2005. La persona que opinó lo contrario fue Encarnación Valenzuela, periodista de Telemadrid.
Votaron 21.205 lectores del periódico, de los cuales el 55% lo hizo a favor de la postura de la AVT.
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