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2005/07/17 06:00:00 GMT+2

Educar, conducir

El Consejo de Europa ha vuelto a pedir al Estado español que reforme el artículo 154 del Código Civil, que autoriza a los padres a «corregir razonable y moderadamente a los hijos» sin fijar el límite de lo que se entiende por «razonable» y «moderado». Lo que el Consejo de Europa pretende es que el Código aclare que entre los medios de corrección autorizados no están los castigos físicos ni las actitudes humillantes.

Hace ya 11 años que el Consejo instó a España a reformar su legislación en este sentido. Otras instituciones y organizaciones también lo han reclamado. Ni el uno ni las otras han tenido éxito. Los demandantes alegan que la redacción de la ley española abre «un campo de ambigüedad» que deja finalmente al arbitrio de cada juez el establecimiento de la frontera que separa lo razonable y moderado de lo excesivo e inmoderado. Señalan que, conforme a la actual legislación española, un mismo comportamiento puede ser aceptado o castigado, según quien lo juzgue. Tienen razón, aunque no veo yo que la prohibición de los castigos físicos y de los tratos «que comporten menoscabo de la integridad y dignidad personal» de las criaturas -por emplear la redacción de una de las propuestas que están sobre la mesa-, vaya a establecer criterios no susceptibles de interpretaciones judiciales subjetivas.

Todos y todas sabemos por experiencia propia lo difícil que es manejarse en estos terrenos. Mis recuerdos más desagradables de la infancia -me refiero al ámbito doméstico, porque de eso se trata- apenas recogen episodios violentos (sobre mi persona). Tampoco castigos especialmente humillantes (en lo que a mí se refiere, insisto). A cambio, guardo clavados en lo más hondo varios casos de patente arbitrariedad. Me marcó de por vida comprobar que una misma actuación mía podía caer en gracia, resultar indiferente o ser materia de sanción según el humor del que estuviera mi padre.

¿Debería la ley prohibir también los comportamientos paternos arbitrarios?

Oh paradoja, recuerdo con verdadero afecto, por chocante que parezca, unos azotes que me dio en cierta ocasión mi madre, serena, sin perder la calma, para reconvenirme por una reacción estúpida y violenta que había tenido yo. Entendí muy pronto que tenía toda la razón, y me bajó los humos por mucho tiempo, si es que no para siempre.

Uf. El asunto es complicado, vaya que sí.

Leo en El País una entrevista con un experto que se queja de que muchos padres de hoy en día reproducen miméticamente con sus hijos las pautas que siguieron sus padres con ellos. Seguro que tiene razón, pero a mí me resulta no menos preocupante la actitud de muchos padres que, tal vez por rechazo a lo que vivieron ellos cuando fueron niños, dejan que sus hijos hagan lo que se les pone en las narices, cuando quieren y como quieren. Al menos en mi entorno, veo que van a irrumpir en la sociedad, a no tardar mucho, auténticas legiones de malcriados y malcriadas.

Suele decirse que el oficio de la paternidad -y la maternidad- es el único, de entre los más delicados y peligrosos, que cualquiera está autorizado a ejercer sin preparación ni título alguno. Y es verdad.

No tengo nada en contra de las reformas legislativas que se proponen. Al contrario. Pero no creo que entremos en la vía de las soluciones correctas mientras las madres y los padres, aparte de estar bajo vigilancia legal, no aprendan dos cosas clave: la primera, que el verbo «educar», como sabían los latinos que nos lo inspiraron, es casi sinónimo de «conducir»; y la segunda, que, para conducir a alguien, tiene uno que empezar por saber adónde va él mismo.

Lo cual, tratándose de un país lleno de gente que cuando no vota a este Aznar vota al otro Zapatero, resulta -me temo- harto problemático.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (17 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/17 06:00:00 GMT+2
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2005/07/16 06:00:00 GMT+2

Por pura lógica

La cadena Cope, que financia el episcopado español y sirve al PP internacional, está muy ufana porque ha desvelado que Jamal Ahmidan, apodado El Chino -uno de los suicidas de Leganés, presuntos autores de la matanza del 11-M-, tenía en su ordenador un documento suscrito por un grupo fanático en el que se decía que el atentado de Madrid fue reivindicado con mucha rapidez para perjudicar «al Gobierno del innoble Aznar».

La Cope no ha revelado cómo le ha llegado esa información, resultado de la investigación policial.

A decir verdad, ése no es un punto que me inquiete demasiado. Si yo fuera ministro del Interior, me preocuparía que los documentos confidenciales de los cuerpos de seguridad a mis órdenes circularan por ahí con tanta alegría, pero es bien sabido que no soy ministro del Interior, para satisfacción de todas las partes implicadas en ese venturoso hecho.

Con lo que me da igual.

Lo que no acabo de ver es el gran interés de la noticia.

Primero, porque es evidente que el documento fue elaborado para su difusión pública. Es un comunicado. Ahmidan lo pudo ver en Internet y guardarlo por las razones que fuere, que pudieron ser muchas.

Segundo, porque no creo que nadie con dos dedos de frente dudara de que los autores del triple atentado del 11-M pretendían perjudicar al Gobierno de Aznar y, en la medida de lo posible, contribuir a su derrota electoral. Estoy seguro de que no lo dudaban ni siquiera los patrocinados políticos de la cadena Cope, por más que se esforzaran en aquellas horas en negar la relación directa entre la masacre de Madrid y el entusiasmo belicista de Aznar. (También ahora Blair rechaza que los atentados de Londres tengan nada que ver con la presencia británica en Irak, y tampoco ahora se lo cree nadie.)

El meollo del asunto no está ahí. La cuestión estriba en que la gente del PP cree que Aznar perdió las elecciones por culpa de los atentados del 11-M y no por sus errores políticos, cuando lo cierto es que su inconsciente y presuntuosa participación en el trío de las Azores fue la más acabada expresión de su inconsciencia política y de su utilización del poder del Estado para fines espurios.

No fueron los terroristas de Madrid los que acabaron con la mayoría del PP. De eso se encargaron los electores. Lo que las bombas de Madrid hicieron fue motivar a una parte sustancial del electorado, hostil a la política del PP pero poco entusiasmada por los asuntos electorales -con mucha razón, dicho sea de paso-, que llegó a la conclusión de que los delirios de grandeza tipo Aznar constituyen un grave riesgo para la salud pública. Esa parte del electorado, habitualmente abstencionista, fue la que decidió que había que poner fin a la aznarada cuanto antes.

Aznar fue incapaz de evaluar el alto grado de riesgo que asumía -que nos obligaba a asumir a los demás- optando por la guerra. El propio Rajoy llegó a decir, cuando se iniciaron las operaciones bélicas en Irak, que eso no ponía a España «en el punto de mira del terrorismo internacional». Buena parte del personal -otra no- llegó a la conclusión de que era muy inconveniente seguir en las manos de gobernantes tan torpes, o tan inconscientes, o tan mentirosos. Porque es lógico suponer que su grado de inteligencia, de honradez y de interés por los demás mortales es el mismo siempre, se trate de ir a la guerra, de abordar la paz en Euskadi, de idear un Plan Hidrológico Nacional o de planificar la política pesquera.

Los echaron del Gobierno no por las bombas del 11-M, sino por pura lógica.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 7 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/16 06:00:00 GMT+2
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2005/07/15 06:00:00 GMT+2

Leed, leed, malditos

Un lector me cuenta que se ha tomado el trabajo de comparar la importancia dada por los medios de comunicación a los iraquíes muertos como resultado de acciones armadas y la que esos mismos medios han otorgado a las víctimas de los atentados de Londres. Según él, la relación es de 1 a 0,00066, aproximadamente.

Me vienen a la memoria los versos de Blas de Otero: «Porque escribir es viento fugitivo, y publicar, columna arrinconada».

Repaso un despacho de la edición digital de la BBC sobre una noticia del pasado martes a la que apenas nadie ha prestado atención en Occidente. Renuncio a hacer literatura con ella. Me limito a copiarla tal cual la contó la BBC, que no creo que sea el más firme representante de la subversión anticapitalista en Londres. Dice así:

Irak: sospechosos mueren sofocados

Nueve obreros en Irak murieron tras ser arrestados y detenidos durante horas en un contenedor metálico, expuesto a las inclemencias del verano.

Doce obreros habían sido sorprendidos durante un intercambio de fuego entre tropas estadounidenses e insurgentes y fueron detenidos al llevar un colega herido a un hospital en Ameriya.

Fuentes policiales afirmaron a la BBC que un residente local, pensando que eran insurgentes, llamó a la policía, la cuál envió comandos para arrestar a los hombres.

Calor mortal

Alrededor del mediodía los doce sospechosos fueron introducidos en un contenedor metálico por agentes de la policía.

Al llegar la noche, ocho de los prisioneros habían muerto y tres se encontraban en condición crítica.

Los sobrevivientes fueron llevados al hospital central de Bagdad, donde el personal informó de la muerte de un noveno.

Durante los meses de verano, la capital iraquí alcanza temperaturas de hasta 50 grados centígrados.

Denuncias de torturas

Un doctor señaló a la BBC que uno de los sobrevivientes había sido sometido a choques eléctricos por parte de los comandos.

Los sobrevivientes se encontraban bajo custodia policial mientras eran tratados y fueron evacuados sin permitírseles contacto con periodistas.

Recientes informes de prensa en el Reino Unido indican que comandos de la policía torturan sistemáticamente a los detenidos.

Es todo.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (15 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/15 06:00:00 GMT+2
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2005/07/14 06:00:00 GMT+2

No hay lágrimas bastantes

Ha cundido el estupor en los círculos pensantes occidentales tras saberse que los terroristas suicidas de Londres eran jóvenes de origen pakistaní pero nacidos ya en Gran Bretaña, pertenecientes a familias acomodadas, con estudios y sin problemas de arraigo social.

Se desmorona el retrato-robot que habían asignado a los terroristas islámicos. Se suponía que tenían que ser inmigrantes mal instalados, con escasas expectativas de progreso personal, encerrados en su gueto de fanatismo ideológico-religioso. Gente, en suma, sin apenas nada que perder, impelida a la violencia por un rencor primario, fruto de la ignorancia y de la pobreza.

Es curioso que se planteen ese fallo de su esquema mental ahora. Las pruebas de su simplismo son muy anteriores.

Ben Laden y algunos de los suyos son hijos de familias multimillonarias, que han realizado estudios superiores en Occidente y han vivido durante muchos años en la opulencia.

Por lo que se dijo en su momento, los secuestradores de los aviones del 11-S tampoco eran analfabetos muertos de hambre.

Es un dato histórico. Los dirigentes del FLN que combatieron por la independencia de Argelia y que recurrieron a atentados terroristas de tremenda brutalidad -en el Metro de París, por ejemplo- eran hombres que habían cursado estudios universitarios en la metrópoli.

En Gran Bretaña deberían acordarse de los muchos vástagos de las elites africanas que se graduaron en sus universidades y que regresaron a sus países para encabezar revueltas anticoloniales que llenaron de horror las páginas de los periódicos de la city.

Lo que habría que considerar en paralelo, para que la evaluación de los hechos no resulte totalmente unilateral -e inútil, por tanto-, es la brutalidad y el espanto que los gobiernos y los ejércitos de Occidente han venido protagonizando desde hace demasiado tiempo en lejanos países que ellos han convertido, por razones casi nunca trasparentes, en teatros de operaciones, en los que los ataques a las poblaciones civiles se han sucedido día tras día. Que la prensa occidental no considere noticia una represalia anglo-norteamericana en Afganistán o Irak que causa la muerte de cien civiles no quiere decir que esos cien civiles no sean noticia para nadie. ¿Cuántos no habrán inscrito esas víctimas o tantas otras en la lista de sus odios y de sus afanes de venganza?

El pasado lunes, doce obreros iraquíes, detenidos por error como sospechosos de colaborar con la resistencia, fueron recluidos en un contenedor. Cuando fueron a sacarlos horas después, nueve habían fallecido por asfixia.

En Níger casi cuatro millones de personas viven en situación de hambruna crítica. Entre ellas, 800.000 niños y niñas. Se mueren de hambre.

De verdad que quisiera llorar por todas las víctimas. Por todas. Pero me faltan las lágrimas.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (14 de julio de 2005) y El Mundo (16 de julio de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 6 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/14 06:00:00 GMT+2
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2005/07/13 07:00:00 GMT+2

11-M, 7-J, Aznar y Blair

Muchos interesados de las dos partes -la del PSOE, la del PP- se están empeñando desde el pasado jueves en subrayar cuán diferente ha sido el comportamiento del Gobierno y de la oposición de Gran Bretaña del que tuvieron en España tras el 11-M el PP gobernante y el PSOE opositor. «La oposición británica no se ha lanzado a hablar de imprevisión», dicen los de Rajoy. «Blair no se ha dedicado a mentir sistemáticamente para eludir sus responsabilidades», responden los de Zapatero.

Examinadas las cosas sin pasión por ninguna de las dos partes -pasión favorable, quiero decir-, no veo yo que haya grandes diferencias en el comportamiento de los unos y los otros, más allá de las impuestas por las diferentes circunstancias de lugar y tiempo. Blair ha mentido todo lo que le ha hecho falta, igual que hizo Aznar, sólo que a Blair le ha hecho falta mentir menos, porque no estaba a pocas horas de unas elecciones parlamentarias. Se ha limitado a asegurar, con perfecto desparpajo, que la matanza del día de San Fermín no tiene nada que ver con la participación británica en la Guerra de Irak. Sabe que eso es tan mentira como lo de la posible implicación de ETA en los atentados del 11-M en Madrid, pero lo sostiene con el mismo descaro que exhibieron Aznar y los suyos para tratar de colar esa mercancía antes de que las urnas se les vinieran encima. (Por supuesto que Blair no ha pretendido que los atentados de Londres pudieran ser cosa del IRA. Mi tesis es que carece de escrúpulos, no de neuronas.)

El premier británico se ha opuesto a que se forme una comisión parlamentaria de investigación sobre lo sucedido en Londres el 7 de julio. «En este momento las prioridades son otras», afirma. Nueva muestra de su falsedad. Las prioridades serán otras para el Gobierno, para la policía, para los servicios secretos, para los bomberos, para los centros sanitarios y asistenciales...En fin, para mucha gente, pero no para los parlamentarios británicos, que no tienen nada más urgente que hacer que analizar qué se hizo mal, qué se hubiera podido hacer mejor y, sobre todo, en qué medida las reformas legislativas que está preparando Blair van a dificultar la comisión de nuevos atentados terroristas o van a recortar las libertades civiles de la ciudadanía británica, empeño en el que no ceja el pseudolaborista desde que llegó al poder.

¿Blair, Aznar? Todos mienten en cuanto necesitan protegerse.

Quienes han sido más sinceros, tal vez de modo involuntario, han sido los gobernantes italianos. Varios han coincidido en sus palabras: «La siguiente nos toca a nosotros».

Tiene su lógica, pero lo dicen mal. No les tocará a ellos. En la siguiente -ojalá no la haya-, morirán viandantes, pasajeros de tren, de Metro o de autobús. Como siempre.

Ellos no. Porque ellos están muy protegidos.

Todos ellos.

Javier Ortiz. El Mundo (13 de julio de 2005). Basado en el apunte titulado Aznar y Blair. Subido a "Desde Jamaica" el 3 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/13 07:00:00 GMT+2
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2005/07/13 06:00:00 GMT+2

No son cobardes

Esa mente preclara, ese orador restallante, ese brillante analista de los arcanos de la vida que es nuestro providencial jefe de Estado, Juan Carlos de Borbón, abrió ayer la boca ante los micrófonos para hacer partícipe al género humano de su opinión sobre los atentados de Londres. Los definió como «cobardes».

Esto de la cobardía se ha convertido ya en un tópico al que recurre todo preboste que debe manifestar su reacción ante un atentado. Del mismo modo que antes la sequía era obligatoriamente «pertinaz» y las fiestas navideñas «entrañables», ahora los atentados terroristas son, por definición, «cobardes».

La policía británica cree que los autores de los atentados de Londres eran terroristas suicidas. Como los autores de los atentados del 11-S en Estados Unidos. Como el joven palestino que ayer hizo explotar una bomba en Netanya, al norte de Tel Aviv. ¿Un kamikaze es un cobarde? Brutal, sí; fanático también. ¿Pero cobarde? La simple idea de calificar a un kamikaze de pusilánime resulta grotesca. Sin embargo, lo hacen sin parar.

Esa reflexión sirve de antesala a otra, no menos necesaria: ¿y por qué hemos de considerar forzosamente positivo el valor? La valentía está bien cuando se trata de atreverse a realizar obras positivas. Pero el arrojo y la osadía suelen estar con mucha frecuencia -con muchísima frecuencia- al servicio de causas injustas. Y egoistas también, por chocante que pueda resultar en apariencia. Hay quien se arriesga, e incluso se inmola, para rendir culto a su propia imagen. Para creerse superior.

Por resumir: hay muchos terroristas que no tienen nada de cobardes, pero eso no los mejora.

Es algo que les pasa también a bastantes militares de los de uniforme.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (13 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/13 06:00:00 GMT+2
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2005/07/12 06:00:00 GMT+2

El dedo y la luna

La cuestión esencial no es -como muchos pretenden- determinar qué oscuras intenciones han empujado a El Mundo a perseguir sañudamente al presidente de Telefónica, César Alierta, hasta conseguir que lo sienten en el banquillo como posible autor de un delito de lucro ilícito por uso de información privilegiada cuando era gran patrón de Tabacalera. La cuestión esencial es determinar si el hoy presidente del emporio de Telefónica de España hizo eso y, de ser así, cómo pagará por ello.

Hacer lo contrario responde exactamente al viejo dicho oriental: «Cuando el dedo señala la luna, los estúpidos miran el dedo». ¿Los estúpidos? O los interesados.

Es muy frecuente que las investigaciones periodísticas sobre hipotéticos hechos censurables cometidos por personalidades de la vida política o económica respondan a propósitos que no tienen demasiado que ver con el bien común: venganzas personales, disputas empresariales, ambiciones políticas... Acordémonos de cuando la cadena Ser se lanzó cual fiera corrupia para desmontar las mentiras y las trampas en las que incurrió el Gobierno de Aznar tras el 11-M. Tuvo un par de patinazos menores, de los que hubo de disculparse, pero en lo esencial acertó de pleno y contribuyó a que la ciudadanía supiera que Aznar, Acebes, Zaplana, Palacio y compañía estaban tratando de colar una trola monumental, a saber, que muy posiblemente los atentados de Madrid eran obra de ETA. ¿Obró así la cadena Ser por puro amor a la verdad, ajena a las repercusiones que su trabajo podía tener en el ánimo de los votantes del 14-M? Claro que no. Pero eso es secundario.

No es que no tengan importancia los tejemanejes empresariales y políticos de los medios de comunicación. ¿Cómo podría pretender semejante cosa yo, con la de tiempo que empleo en estudiarlos? Lo que sostengo es que la mala fe o el ánimo perverso del mensajero no anulan el valor del mensaje, si el mensaje es cierto.

Los amigos del PP pusieron muchísimo empeño en que el público centrara su atención en los propósitos políticos -y, en el fondo, empresariales- que perseguía la cadena Ser con las denuncias periodísticas que realizó tras el 11-M. Querían que la opinión pública mirara el dedo; no la luna. Los amigos del emporio empresarial que tan buenos negocios ha hecho en los últimos meses con la compañía Telefónica -recordemos la disparatada venta y liquidación de Vía Digital, por ejemplo- pretenden que, cuando El Mundo desvela los presuntos delitos cometidos por su gran beneficiario, César Alierta, lo que realmente merece atención son los presumibles rencores y frustraciones que mueven al director de ese periódico. Es decir, el dedo y no la luna.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (12 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/12 06:00:00 GMT+2
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2005/07/11 06:00:00 GMT+2

Aznar y Blair

Muchos interesados de las dos partes -la del PSOE, la del PP- se están empeñando desde el pasado jueves en subrayar cuán diferente ha sido el comportamiento del Gobierno y de la oposición de Gran Bretaña del que tuvieron el Gobierno y la oposición españoles tras el 11-M. «La oposición británica no se ha lanzado a hablar de imprevisión, ni a criticar la gestión gubernamental de la crisis», dicen los de Rajoy. «Blair no se ha dedicado a mentir como un bellaco para quitarse de encima el muerto», responden los de Zapatero.

No veo que haya grandes diferencias, más allá de las impuestas por las diferentes circunstancias de lugar y tiempo. Blair ha mentido todo lo que le ha hecho falta, igual que hizo Aznar, sólo que a Blair le ha hecho falta mentir menos, porque no estaba a pocas horas de unas elecciones parlamentarias. Se ha limitado a asegurar, con todo el morro, que la matanza del día de San Fermín no tiene nada que ver con la participación británica en la Guerra de Irak. Sabe que eso es tan mentira como lo de la posible implicación de ETA en los atentados del 11-M en Madrid, pero lo sostiene con el mismo descaro que exhibieron Aznar, Acebes, Zaplana y los otros para tratar de colar su mercancía averiada.

En lo que ha habido más diferencia es en el tratamiento informativo de los dos atentados. En el caso de España, el Gobierno concentró todo su esfuerzo en intoxicar a la opinión pública en relación con la autoría de la masacre y se desentendió de su reflejo físico. En Gran Bretaña, el filtrado de las imágenes ha sido total -o así me lo ha parecido a mí-, como lo fue tras el 11-S neoyorquino. De juzgar por lo visto en la televisión, cabría incluso dudar de que esas explosiones hayan producido víctimas.

Mentir, mienten todos. Con idéntica falta de escrúpulos.

Quienes han sido más sinceros, probablemente sin conciencia de serlo, son los gobernantes italianos. Tras la tragedia de Londres, toda la gente de Berlusconi ha dicho, con unas u otras palabras, lo mismo: «La siguiente nos toca a nosotros». Aciertan muy probablemente en el lugar: Italia. Se equivocan en la identificación de las probables víctimas: no serán ellos. Morirá pobre gente que estará desplazándose en tren, en metro o en autobús. Ellos se mueven rodeados por un cinturón de escoltas y en coches perfectamente blindados. Igual que Aznar. Igual que Blair.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (11 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/11 06:00:00 GMT+2
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2005/07/10 06:00:00 GMT+2

Declaración de Guerra (y 2)

Ayer, empeñado en señalar las circunstancias que dan sentido a las declaraciones hechas por Alfonso Guerra en los Cursos de Verano de El Escorial, acabé por dejar sin comentario su contenido.

Recuerdo a los olvidadizos que el ex vicepresidente del Gobierno afirmó anteayer que «no hay Estado que pueda resistir [una] residenciación fragmentada de la soberanía» como la que se amaga, según él, tras los proyectos puestos en marcha para reformar algunos estatutos de autonomía.

Guerra tiene razón cuando sostiene que, en el fondo, y bajo la engañosa apariencia de meras reformas de detalle, se está planteando de hecho, en ciertos casos, un cambio de principios constitucionales. Así, por ejemplo, cuando determinadas comunidades autónomas se oponen a que el Gobierno central pueda administrar a su guisa la transferencia de competencias, eligiendo en cada caso entre verificarlas plenamente, dosificarlas con cuentagotas o paralizarlas sine die, según le parezca, y reclaman que haya un órgano independiente de ambas partes que dirima los conflictos que se planteen al respecto, lo que en el fondo están planteando es que la autonomía deje de entenderse como una concesión graciosa del poder central para reconocerse como un derecho del pueblo que la ejerce.

Es verdad. Estoy de acuerdo con que, en último término, se está planteando ese cambio, y que es profundo. Lo que pasa es que a él le parece mal, y a mí bien.

Guerra habla de una «residenciación fragmentada de la soberanía». El término es deudor de sus propios prejuicios. Parte de que la soberanía es atributo de «el pueblo español», considerado como un todo (obviamente: sólo puede fragmentarse lo que constituye una unidad previa).

Pero no conduce a nada poner como premisa lo que constituye el meollo del debate. Se trata de acordar (porque un asunto de ese tipo sólo puede resultar de un acuerdo) si en este territorio que compartimos y que figura en los mapas como España -no tengo ninguna gana de discutir sobre nombres- hay un único pueblo y, por ende, un único sujeto de soberanía, o si hay varios.

Guerra hace nuevamente trampa cuando, dígalo como lo diga, viene a sostener que no es viable un Estado que se base en un conjunto de soberanías compartidas, es decir, parcialmente delegadas. Afirmar tal cosa es negar la posibilidad de que existan estados no ya confederales, sino incluso federales, nacidos -al menos teóricamente- de acuerdos alcanzados entre pueblos que se reconocen entre sí como libres e iguales en derechos. Es, de hecho, cerrar los ojos a la realidad de la Historia.

No faltará quien repare en la aparente paradoja de que un planteamiento así sea defendido por alguien que milita en un partido que se proclama él mismo federal y partidario del federalismo como forma de organización territorial del Estado. Pero no hay ninguna contradicción. El federalismo del núcleo central del PSOE ha sido siempre un mero adorno formal. Nunca se ha atenido a él, ni en su funcionamiento interno ni en su concepción de las relaciones entre el poder central y las comunidades autónomas.

Guerra se teme que estemos abocados a una confrontación importante por culpa de «la definición de España». Yo no deseo la confrontación, por supuesto, pero tampoco la paz ficticia, nacida de la imposición de los unos y de la eterna renuncia resignada de los otros.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (10 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/10 06:00:00 GMT+2
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2005/07/09 06:00:00 GMT+2

Declaración de Guerra

Sonadas declaraciones del presidente de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, Alfonso Guerra, en los Cursos de Verano de El Escorial. El ex número 2 del PSOE la emprendió contra las reformas estatutarias en marcha -contra la catalana, muy en especial- y dictaminó que «no hay Estado que pueda resistir [una] residenciación fragmentada de la soberanía» como la que, según él, están pretendiendo algunas comunidades autónomas.

La tajante toma de posición de Guerra no va a pasar desapercibida. Primero, por ser quien es (o quien fue) y por el interés mediático que siempre despiertan sus intervenciones. Segundo, porque ha abierto otro frente interno contra Zapatero, con independencia de que ya no encabece ninguna tendencia organizada dentro del PSOE. Añadamos a ello su papel al frente de la Comisión Constitucional del Parlamento, puesto desde el que puede ejercer no poca influencia en estos asuntos.

Cuando se refiere a la Constitución y a sus límites, Alfonso Guerra sabe de qué habla. Suele concederse el solemne y cursi título de «padres de la Constitución» a los políticos que aparecieron ante el gran público como sus redactores: Peces Barba, Fraga, Solé Tura, Herrero... Pero quienes siguieron de cerca el proceso de elaboración del texto constitucional saben bien que aquel pastel tuvo dos cocineros principales: Fernando Abril Martorell, por parte de la UCD, y Alfonso Guerra, por el PSOE. Ninguno de los dos era constitucionalista, pero ambos tenían claro lo que sus respectivos bandos podían y querían conceder y lo que no. Cuando los asuntos más delicados llegaban al órgano parlamentario correspondiente, o venían con el visto bueno de Guerra y Abril o no pasaban.

Ayer Guerra se refirió con amargura al artículo 150.2 de la Constitución, que abre la posibilidad de transferir a las comunidades autónomas algunas facultades propias del Estado. Es un buen ejemplo del papel que jugó en aquel proceso, con independencia de que en ese punto concreto no lograra imponerse. «Siempre me opuse a ese artículo, pero me convencieron de que lo aceptara asegurándome que nunca se utilizaría», dijo. Lo primero es totalmente cierto: se opuso. Lo segundo, no. No se hace justicia: no era tan ingenuo. La verdad es que hubo de pasar por ese aro para evitar una ruptura total con las corrientes nacionalistas, lo que habría representado un grave revés para su propio partido.

Habrá quien piense que Guerra aparece ahora con esos rollos porque no se resigna a su apartamiento del proscenio político. Para hacerse notar, como quien dice. No sé qué ocultos deseos puedan motivarle -siempre me ha parecido de una fatuidad y una soberbia absurdas, desmesuradas-, pero me consta que lo que dijo ayer es lo mismo que ha dicho siempre.

En el socialismo español siempre han convivido dos tendencias que, en último término, son antagónicas. Hay un socialismo de raíz federalista, con sede principal -aunque no única- en Cataluña, y hay un socialismo que hermana jacobinismo y celtiberismo en defensa de «la patria única e indivisible». Guerra nunca ha ocultado su desprecio por los postulados «periféricos» y su desconfianza hacia quienes tratan de asentar «lo español» sobre una u otra forma de multiculturalismo. Lo demostró durante las negociaciones del texto constitucional -en eso se entendería perfectamente con Abril Martorell, que era de su mismo género- y lo sigue demostrando ahora.

La intervención de Guerra no es ningún eco del pasado. Sus palabras encajan muy bien con los sentimientos no ya sólo de la derecha centralista, sino también con los de la izquierda centralista, que existe y tiene mucha fuerza.

Me temo que habré de volver sobre ello más de una vez. Amenaza con ser un asunto recurrente.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (9 de julio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/07/09 06:00:00 GMT+2
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