2005/08/31 06:00:00 GMT+2
Buena parte del personal llega al final de las vacaciones y regresa a sus ocupaciones laborales o de estudio. No lo hacen ni las mujeres dedicadas al trabajo doméstico (las amas de casa, que se les suele llamar, olvidando que la mayor parte de las veces las casas no tienen ama, sino amo, y que muchas de ellas carecen de vacaciones, porque durante el verano les toca seguir trabajando para que el resto de la familia no dé un palo al agua), ni quienes carecen de empleo, ni quienes han llegado a la edad del júbilo (o sea, a la jubilación), ni quienes no han tenido vacaciones en agosto, sea porque las tuvieron antes, porque las van a tener ahora o porque no las tienen nunca.
En fin, que vuelven muchos al trabajo asalariado, y casi todos regresan con una cara que llega hasta el suelo, abatidos, desganados y melancólicos, situación que los psicólogos al uso califican de síndrome posvacacional.
Mi tesis es que el llamado síndrome posvacacional no es ningún síndrome, sino una reacción sana y lógica de las personas que durante unas cuantas semanas se han ido situando en condiciones de juzgar con alguna distancia el absurdo alienante que encierra el grueso de la actividad profesional que desarrollan a lo largo de casi todo el año.
No todo el mundo odia su trabajo. Algunos tenemos la fortuna de dedicarnos a una actividad con la que disfrutamos. Por eso no paramos de trabajar durante las vacaciones, aunque bajemos el pistón. Gozamos haciéndolo, e incluso nos frustraría no hacerlo.
Los hay que aman también su profesión, pero odian el modo en el que tienen que ejercerla. He conocido a muchísima gente así en el gremio periodístico. Les gusta escribir, pero no lo que les mandan que escriban. Eso les echa para atrás, incluso.
En idéntica categoría hemos de situar a muchísimos profesionales de las más diversas ramas. Todos amantes de su profesión u oficio; todos cabreados con la manera en la que deben llevarlo cada día a la práctica para que les paguen a fin de mes.
Hay que contar también con el efecto deprimente acumulado que acarrea padecer la obligación de perder una parte sustancial del día yendo y viniendo de casa al centro de trabajo y del centro de trabajo a casa. Y con los devastadores efectos psicosomáticos de las comidas a salto de mata en cualquier sitio.
Concluyo: se llama síndrome posvacacional al tiempo que tarda una persona medianamente lúcida en resignarse a su destino mediocre y dejarse vencer por los efectos anestésicos de la rutina.
Leí hace años que los prisioneros de los campos de exterminio nazi organizaban partidos de fútbol, unos contra otros, para entretenerse mientras les llegaba la hora de acudir a la cámara de gas. Comprendí que los humanos somos capaces de amoldarnos a todo.
Que la mayoría supere el llamado síndrome posvacacional es otra buena prueba de ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de agosto de 2005) y El Mundo (1 de septiembre de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 27 de julio de 2017.
Nota.- Concluyo el mes con una media de 2.156 visitas diarias a estos Apuntes, a expensas de lo que aporte el día de hoy. En años pasados, el mes de agosto venía a ser algo así como una travesía del desierto: las visitas descendían escandalosamente. La explicación que encuentro a lo sucedido este año es que está creciendo a buen ritmo el número de ordenadores personales; que cada vez es más la gente que navega por Internet fuera de su lugar de trabajo, y la que incluso se va de vacaciones con el ordenador portátil a cuestas. Sea como sea, también de esto me alegro. Supongo que os hacéis cargo de que uno escribe para ser leído.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/31 06:00:00 GMT+2
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2005/08/30 06:00:00 GMT+2
El huracán Katrina -que ya no es un huracán, pero sigue siendo Katrina- llena las portadas de todos los periódicos y las cabeceras de todos los informativos de radio y televisión.
Estoy lejos de pretender que un huracán que mata a medio centenar de personas no es noticia. Pero constato que, para que un huracán que pasa por Haití, por Nicaragua o por Filipinas sea en España la principal noticia del día, con titular a tres o cuatro columnas en primera página y gran foto incluida, tiene que matar a muchas personas más. (Lo cual no es nada difícil, dicho sea de paso, dadas las condiciones de vida existentes en esos países.)
Alguna vez he llamado la atención sobre el hecho de que para los medios de comunicación con sede en Madrid la nieve sólo es noticia de apertura cuando empieza a nevar en Madrid.
Eso es muestra del centralismo intrínseco de esos medios, que dan por hecho -sin siquiera planteárselo, sin conciencia de ello- que Madrid es el ombligo de España, y que lo que sucede en Madrid es noticia principal para todo habitante de este Reino, así viva en Canarias.
Pero eso es lo que hacen los medios de comunicación afincados en Madrid. Los que se editan en otras latitudes del Estado pasan olímpicamente de la nieve de Madrid, y se quedan tan anchos. Sobre todo cuando algunos se dirigen a poblaciones que, en el momento en el que empieza a nevar en Madrid, llevan ya varias semanas conviviendo con la nieve. Y es que España es un Estado en el que tiene mucho peso el centralismo, pero no el vasallaje. Síntoma inequívoco de vasallaje sería que en Vitoria fuera gran noticia la nieve de Madrid. Por ejemplo.
Síntoma inequívoco de vasallaje es -por ejemplo- que el huracán que atraviesa el sur de los EEUU sea unánime noticia de apertura en todos los medios de comunicación españoles.
Si un chaval enloquecido de Kentucky va a su colegio con una pistola y se carga a cuatro de sus compañeros, nos lo encontramos al día siguiente hasta en la sopa. Si lo hace en Argentina, el suceso aparece en una columna de noticias breves en cualquier página perdida. Si es que aparece.
Y así todo.
Lo más deprimente no es que EEUU se considere el ombligo del mundo. Lo peor es que los demás demos por supuesto que lo es.
Ah, y otra cosa no menos cabreante: los huracanes siguen siendo bautizados impepinablemente con nombres de mujer.
Nota del 31 de agosto de 2005.- Fui feliz ayer. Recibí más de una treintena de correos electrónicos haciéndome saber que había metido el cuezo con la observación final de mi Apunte, porque ya hace años que no todos los huracanes son huracanas, y que ahora los bautizan alternativamente con nombres de pila masculinos y femeninos. Mi felicidad vino con la comprobación de que cuando suelto una pata de banco me machacáis con vuestras críticas, lo que me permite deducir que la mayor parte de los días consideráis más o menos razonable lo que escribo, aunque no estéis necesariamente de acuerdo con ello (ni falta que hace). El castigo de una observación errónea supone un premio implícito para todas las muchas no castigadas. Gracias, por lo tanto.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (30 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/30 06:00:00 GMT+2
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2005/08/29 06:00:00 GMT+2
Muchos son los que dan por hecho que quienes reclaman tales o cuales derechos, sea a título individual o como parte de tal o cual colectivo, lo hacen porque quieren ejercerlos.
No es necesariamente así. Por poner un ejemplo que me parece claro: no pocos defendieron en su día el derecho al divorcio, aunque no tuvieran la más mínima intención de divorciarse. Ni de casarse, incluso.
La posibilidad del divorcio supone para la vida en pareja, sea de hecho o como hipótesis, una cierta garantía de que se trata de una opción replanteable en cualquier momento, no de una condena a perpetuidad.
Algo semejante sucede con los pueblos. Es perfectamente posible defender el derecho de autodeterminación de los pueblos y, a la vez, no desear que se sirvan de él para formar estados aparte. Es un derecho que pretende asegurar que la coexistencia entre los pueblos es voluntaria, no forzada.
Ahora se ha generalizado la tendencia a defender -o a denostar- los llamados «derechos históricos».
La fórmula tomó carta de naturaleza con la Constitución Española de 1978. Durante los debates sobre la redacción del texto constitucional, y ante la imposibilidad de lograr un reconocimiento expreso del derecho de autodeterminación del pueblo vasco, los diputados del PNV reclamaron -y lograron- que la mayoría de las Cortes aceptara que la Constitución hiciera explícita mención de su «amparo» y «respeto» de «los derechos históricos de los territorios forales». Se trataba, en definitiva, de que el Estado español reconociera que los territorios de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra albergan derechos anteriores al acto constituyente de 1978.
Quedó así establecido que la actual Constitución española no es nuestra única fuente de derechos colectivos; que ella misma está sometida a derechos previos. De paso fueron abolidas todas las disposiciones legales que, desde la Constitución de Cádiz, pretendieron el recorte o incluso la abolición de los Fueros vascos.
Primaron en aquel caso tanto el fuero como el huevo. Al obtener el reconocimiento constitucional de los derechos históricos, los nacionalistas vascos consiguieron también que el Estado español aceptara que no sólo Navarra y Álava, sino también Guipúzcoa y Vizcaya («las provincias traidoras», según la terminología franquista), tuvieran un régimen tributario propio.
Los líderes de Convèrgencia i Unió consideraron entonces atávico, e incluso absurdo, el empeño de los nacionalistas vascos por contar con su Hacienda particular. Pujol se lo dijo a Arzalluz: «¿Para qué queréis recaudar vosotros? ¡Que lo haga Madrid! ¡La gente coge manía a quien le cobra los impuestos!». Pero Arzalluz lo veía de otro modo. Estaba convencido de que quien controla el dinero controla el poder. Tanto mayor es la parte de los presupuestos que se administra, tanto más se pinta. Aunque luego haya que contribuir a las arcas del Estado, como es lógico, con la parte alícuota que corresponda al monto recaudado y a las necesidades del conjunto.
Ahora, algunos nacionalistas catalanes quieren que la Generalitat cuente también con una Hacienda propia semejante a la vasco-navarra. Me parece bien. Por qué no. Hay modos diversos de articular la solidaridad interterritorial, y ninguno es en principio peor que los demás. Pero se equivocan quienes defienden esa opción apelando a los «derechos históricos» de Cataluña. El pueblo de Cataluña tiene derecho a autodeterminarse no porque Jaume I el Conqueridor hiciera esto, ni porque el Conde-Duque de Olivares lo otro, ni porque Felipe V lo de más allá, sino porque todos los pueblos tienen derecho a autodeterminarse, historias al margen. Cataluña es un precipitado histórico, sin duda. Igual que Galicia, o que Asturies, o que Andalucía, o que Canarias. Pero los derechos que puede reclamar no se derivan de la Historia, sino del hecho de que ahora mismo alberga un pueblo que tiene conciencia de serlo y cuenta con la voluntad de actuar como tal.
En el proyecto de reforma del Estatuto de la Comunidad Valenciana, acordado por el PP y el PSOE, también se habla de los «derechos históricos» del pueblo valenciano. ¿Se referirán tal vez a los fueros que anularon los Borbones tras salir victoriosos de la batalla de Almansa? No veo yo al PP en esas lides.
El pacto estatutario valenciano PP-PSOE también reclama su derecho a acceder a cualquier prerrogativa autonómica que pudieran obtener otros gobiernos autónomos. No cabe ejemplo más acabado de ridiculez en materia autonomista: los Camps y compañía no piensan en qué conviene más a su pueblo, sino en no ser nunca menos que el de al lado. No conciben la autonomía como instrumento de articulación, sino de competición. Son capaces de reclamar competencias que no les sirven para nada, o que incluso les estorban, con tal de que Cataluña, muñeco permanente de su vudú particular, no cuente con algo de lo que ellos carecen.
De pintar algo mi criterio, yo dejaría que la cosa esa de los «derechos históricos» quedara reservada para quienes lograron meter tan particularísimo gol en la Constitución -a fin de cuentas, también otros sacan partido del tanto que se anotaron convirtiendo a las Fuerzas Armadas en garantes de «la unidad de la Patria»-, y me concentraría en obtener para cada pueblo integrado en el actual Estado español el derecho a acordar con los representantes legítimos de los demás pueblos las formas de colaboración que se convinieran entre todos como más convenientes para el conjunto.
Claro que yo me tomo muy poco a pecho los esencialismos de todo tipo. No me interesan gran cosa los derechos históricos. Me interesa el personal realmente existente.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de julio de 2017.
Nota: Javier utilizó este apunte para la columna Derechos históricos.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/29 06:00:00 GMT+2
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2005/08/28 06:00:00 GMT+2
Siempre me ha llamado la atención la singular capacidad que poseen quienes mandan en los Estados Unidos para hacerse con la información más completa sobre las diversas situaciones conflictivas que afrontan a escala internacional y para no acertar a convertir esa ingente información en conocimiento efectivo, capaz de orientar con tino sus decisiones. Tienen en su poder toneladas de datos, pero acaban comportándose como si no supieran de la misa la media.
Cuando se inició su intervención en Irak, no pocos dijimos que lo más probable es que sus poderosísimas fuerzas armadas dieran cuenta sin demasiado esfuerzo de la resistencia militar convencional del ejército de Sadam Husein; que los verdaderos problemas le vendrían a continuación, cuando tuviera que montar en semejante escenario una estructura de poder sumisa y estable.
Contábamos con la profunda división existente en la sociedad iraquí desde los orígenes del propio Estado que la encuadra, un Estado creado manu militari por el Imperio británico, obsesionado por impedir que la descolonización política de ese área del mundo se tradujera en la aparición de regímenes fuertes, capaces de poner coto al mangoneo neocolonial. En contra de la imagen que finalmente se ha impuesto, Sadam Husein y su partido Baaz fueron durante mucho tiempo fieles servidores de los intereses de las grandes potencias. Cuando así fue, ningún Gobierno occidental puso en solfa el predominio de la minoría suní sobre el conjunto de Irak, ni los expeditivos métodos con los que el régimen baazista mantenía sometidos a chiíes y kurdos. Sólo se acordó de ellos cuando Sadam Husein se le puso díscolo. Apoyó entonces su insumisión, abriendo con ello la caja de los truenos. Ahora se encuentra con que no tiene modo de unir por consenso lo que durante tanto tiempo estuvo unido por la fuerza. ¿Cómo no previó que se iba a topar de bruces con ese escollo?
Algo semejante cabría decir de la resistencia suní, que ensangrienta el país a diario. Era estúpido suponer que el aparato funcionarial baazista, compuesto por varios cientos de miles de civiles y militares, se iba a dispersar sin más problemas mientras los invasores extranjeros hacían y deshacían a su antojo.
Era estúpido suponerlo, pero hubo estúpidos que lo supusieron. El día en el que Bush anunció el fin de la guerra, muchos dijimos que la guerra de desgaste no había hecho más que empezar. Y así ha sido.
Insisto: no es que tengamos más datos, ni que seamos más listos. Sencillamente, no nos ciega la soberbia. No creemos que la superioridad armada acarree la victoria siempre y en toda circunstancia. Ellos deberían saberse muy bien esa lección desde Vietnam. Pero Vietnam no es para ellos una experiencia de la que aprender, sino una angustiosa pesadilla que olvidar. Con lo cual están siempre en disposición de repetirla.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (28 de agosto de 2005) y El Mundo (29 de agosto de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 25 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/28 06:00:00 GMT+2
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2005/08/27 07:00:00 GMT+2
Bono dice que la misión que cumplen las tropas españolas en Afganistán no es prolongación de la operación Justicia infinita -rebautizada más tarde como Libertad duradera- lanzada por Bush contra Afganistán tras los atentados del 11-S.
Sí lo es. Se trata del mismo proceso político-militar. Que Washington consiguiera implicar a las Naciones Unidas en esa operación, venciendo las reticencias de Putin a cambio de dejarle las manos libres en Chechenia, no cambia en nada la cuestión.
Acaba de saberse que el Ejército norteamericano ha lanzado en Afganistán una amplia operación militar, denominada Resolución fulminante, que, según el portavoz militar estadounidense, John Siepmann, «se extenderá a todo el país» y servirá para «fortalecer la seguridad de los próximos procesos electorales». Huelga decir que Washington no ha sometido a ninguna instancia superior la propuesta de emprender esta operación. La ha lanzado, sin más. Porque lo que se hace en Afganistán es cosa suya. La ONU y la OTAN están para apoyar; no para mandar.
Es igualmente falaz la pretensión de que el Ejército español ha ido a Afganistán para «mejorar las condiciones de vida y de seguridad del pueblo afgano». Desde que se inició la intervención extranjera en Afganistán, han empeorado tanto las unas como las otras. Se ha incrementado el número de los desplazados que tratan de huir a los países vecinos, en particular a Pakistán, y la pobreza, por difícil que resultara tal cosa, ha ido a más.
Afirma el ministro español de Defensa que las tropas españolas tienen que estar en Afganistán porque es desde allí donde parten las iniciativas del terrorismo internacional. Es el argumento de la «guerra preventiva», tan caro a Bush. Vuelve a falsear la realidad. Afganistán pudo servir de base en el pasado a algunos grupos terroristas, pero no más que Pakistán o, desde luego, que Arabia Saudí, principal patrocinadora de la rama del islam más proclive al fanatismo religioso y a la violencia política. Siguiendo la lógica enunciada por Bono, la «coalición internacional» debería haber enviado sus tropas hace años a Riad para hacerse con el control de ese país y forzarlo a realizar elecciones libres.
Bono insiste: las tropas españolas están en campaña «contra el fanatismo, el terror y la pobreza». Dejando de lado el asunto de la pobreza -ya debatiremos otro día sobre la distribución de la riqueza allí donde la hay-, de lo que no hay duda es de que, si de combatir el fanatismo y la falta de libertad se trata, nada justifica que se limite el área de acción a Afganistán. Arabia Saudí, los Emiratos Árabes, Kuwait... Habría tarea para rato.
En esa línea: ¿no se plantea lo hermoso que sería llevar las libertades democráticas y las urnas libres a los cientos de millones de chinos que están privados de las unas y de las otras?
Javier Ortiz. El Mundo (27 de agosto de 2005). Basado en el apunte Bono miente, publicado dos días antes. Subido a "Desde Jamaica" el 6 de mayo de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/27 07:00:00 GMT+2
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2005/08/27 06:00:00 GMT+2
La fotografía fue tomada en 1904, pero Arthur -el Arthur que fuera- la compró convertida en postal y la envió en agosto de 1905. O sea, hace un siglo. Escribió: «Otra vista del pueblo viejo, con la Plaza de Toros». No es la Parte Vieja de Donostia, sin embargo, sino mi barrio, Gros, con la playa de la Zurriola al frente. En una de las villitas que se ven debajo, junto a la primitiva iglesia de San Ignacio, estaba el colegio de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, donde este servidor de ustedes pasó su periodo de párvulo. Ya no existe, por supuesto.
Menos de un siglo antes, era el barrio entero el que prácticamente no existía, fuera de algún baserri suelto, como nos muestra esta (espantosa) reproducción de un grabado hecho por otro inglés, Wilkinson, en 1835, probable acompañante de las tropas inglesas que aparecieron por Donostia para cañonear a los franceses. Se supone que lo que se ve a la derecha, abajo, es la zona del Kursaal, que el arenal que se sitúa a este lado del viejo puente sobre el río Urumea es el comienzo de donde luego se levantaría Gros, y que el tal Wilkinson tomó su apunte del natural desde los promontorios en los que se iniciaba a la sazón el monte Ulía, más o menos por donde luego construyeron la Plaza de Toros.
A la derecha, Urgull y la Parte Vieja, fortificada, que concentraba el villorrio de entonces, y al fondo la bahía de La Concha, la isla de Santa Clara y el monte Igueldo.
Lo cual nos conduce, 170 años después, a esto que veis aquí arriba. Gros, 2005. Un barrio de postín postizo, con una enorme playa artificial -la natural casi desaparecía durante la pleamar-, con el horrible palacio multitusos del Kursaal, perpetrado por Moneo, y con un paseo de ésos que ahora se llaman «cosmopolitas».
La calle donde nací y viví hasta los 17 años es la que arranca a la izquierda, abajo. No está demasiado diferente.
¿Cuál es la tesis de este apunte? En realidad, no la tiene. He metido estas tres imágenes porque me apetecía hacerlo. Pero, puestos a buscarles algún ángulo de reflexión no estrictamente personal, me quedaría con una idea sobre la que ya he escrito en más de una ocasión, a saber: de la misma manera que mi cuerpo ha renovado muchas veces el total de sus células, de modo que ya no quedará ni una sola pieza original del bebé que asomó al mundo el 24 de enero de 1948 con las primeras luces del alba, y eso no impide que uno y otro seamos el mismo Javier Ortiz, mi barrio natal ha cambiado por entero su fisonomía, desde su existencia como mero arenal, que José Gros compró por 1.800 pesetas mediado el siglo XIX, hasta su conversión paulatina en el muy cotizado lugar que es hoy. Un lugar en el que por el equivalente de las 1.800 pesetas que pagó Gros hace siglo y medio es probable que hoy no quepa comprar ni una casa.
Pese a lo cual, es el mismo sitio.
Me diréis que, para acabar llegando al viejo παντα ρεí de Heráclito, he hecho un recorrido un tanto extraño. Pero oigo tantas veces decir a otros -y me oigo tantas veces decir a mí mismo- que qué pena lo que están haciendo con todo, que si nos roban los recuerdos, todo tan cerca del absurdo «cualquier tiempo pasado fue mejor», que no me parece mal imaginar que el río de Heráclito es el Urumea. Lo único, que mejor no tratar de comprobar en él eso de que «nadie se baña dos veces en el mismo río». Lo más probable es que con la primera ya baste.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de septiembre de 2009.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/27 06:00:00 GMT+2
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2005/08/26 06:00:00 GMT+2
Bilbao amaneció ayer adornada con cientos de carteles de Batasuna que animan al personal a participar en la manifestación convocada para hoy por un ciudadano particular y respaldada por un nutrido grupo de personas conocidas, pertenecientes a ámbitos abertzales y de izquierda. De inmediato, el PP y el PSE-PSOE exigieron a la Consejería de Interior del Gobierno vasco que prohíba la manifestación, alegando que el respaldo de Batasuna demuestra que se trata de un acto ilegal.
El argumento no tiene ningún peso. Que Batasuna apoye o deje de apoyar tal o cual iniciativa no es, en el plano jurídico, prueba de nada. Si Batasuna respalda la actividad de Euskaltzaindia (la Real Academia de la Lengua Vasca), ¿habrá de ser prohibida? Y si manifiesta que desea que la Aste Nagusia (Semana Grande) de Bilbao transcurra en paz, ¿deberán los seguidores del PSOE y del PP echarse a la calle a quemar contenedores y apedrear escaparates, para no coincidir con los propósitos del partido ilegalizado? Alguna vez lo he señalado ya con respecto a ETA: si De Juana Chaos sostuviera que en este momento son las 05:55 del viernes 26 de agosto -minuto y hora a los que escribo esta línea-, ¿qué habría de hacer yo para que no me acusaran de coincidir con ETA? ¿Afirmar que son las 8? ¿Asegurar que hoy es jueves?
Dicen que el consejero vasco de Interior no ha aplicado a esta convocatoria los mismos criterios que esgrimió en relación con la de hace una semana en Donostia. Balza se defiende afirmando que la manifestación de Bilbao la convoca una persona que goza de todos sus derechos civiles, y que él no puede impedir que los ejerza. Sin embargo, también la manifestación de Donostia había sido convocada en esas condiciones, y fue prohibida. La diferencia fundamental estriba en que la de la pasada semana fue prohibida por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, lo que ya no dejó opción posible a la Consejería de Interior. Pero previamente Balza ya se había pronunciado a favor de la prohibición. En suma: ha rectificado.
Y ha hecho bien. Porque, efectivamente, el derecho de manifestación es un derecho básico de los ciudadanos, y mientras éstos actúen a título personal y no en tanto que representantes de una asociación situada fuera de la Ley, nadie puede legítimamente coartar su ejercicio. A esta razón de principios se añade otra de mero sentido común: o mucho me equivoco, o la manifestación de hoy, si no es finalmente desautorizada, se desarrollará pacíficamente, sin degenerar en enfrentamientos y violencias varias.
De todos modos, mi objeción a los afanes prohibicionistas del PSE y del PP, con su coro inevitable de medios de comunicación, es de principio. De principio porque parte de mis convicciones más profundas, y de principio también porque es previa a todo lo demás. Estoy en contra de la ilegalización de partidos políticos. Considero que, de demostrarse que los dirigentes o los militantes de un partido han cometido actos delictivos, deben ser procesados y condenados individualmente, uno a uno, con nombre y apellidos.
En buena ley, nadie puede ser condenado por un delito si no está acreditada su participación concreta, directa y personal, en él.
Pero este género de consideraciones de principio, que hace dos décadas asumían todos los partidos políticos -aunque a rachas-, ha sido sustituido a buen ritmo por toscas consideraciones de conveniencia, de ésas que ahora justifican cualquier práctica jurídica y policial, por aberrante que sea.
Suele decirse que están cercenando los derechos y las libertades en nombre de la defensa de los derechos y las libertades. Pero no es así. Más correcto sería decir que cercenan nuestros derechos y libertades para mejor salvaguardar sus derechos y libertades.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (26 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de agosto de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/26 06:00:00 GMT+2
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2005/08/25 06:00:00 GMT+2
No voy a desarrollar en detalle mi réplica a la intervención que tuvo ayer el ministro de Defensa en el Congreso -a su «comparecencia», que dicen los periodistas de ahora, adictos a los latiguillos y las frases hechas- por una razón tan simple como particular: tengo muchas otras cosas que hacer hoy, y cuanto antes.
Así que iré a lo esencial.
1º) Bono dice que la misión que cumplen las tropas españolas en Afganistán no es prolongación de la operación «Justicia infinita» -rebautizada más tarde como «Libertad duradera»- lanzada por Bush contra Afganistán tras los atentados del 11-S. Es falso. Se trata del mismo proceso político-militar. Que Washington consiguiera implicar a las Naciones Unidas en esa operación, venciendo las reticencias de Putin a cambio de dejarle las manos libres en Chechenia, no cambia en nada la cuestión. Hoy mismo se ha sabido (hay un despacho de Europa Press que lo cuenta) que el Ejército norteamericano acaba de lanzar en Afganistán una amplia operación militar, denominada «Resolución fulminante», que «se extenderá a todo el país» y cuyo objetivo es, en palabras del portavoz militar estadounidense, John Siepmann, «fortalecer la seguridad de los próximos procesos electorales». Siepmann se refiere a las elecciones presidenciales del 9 de octubre y a las legislativas retrasadas a la primavera de 2006 por la falta de seguridad que reina fuera de Kabul.
Huelga decir que el Ejército de los EEUU no ha sometido a la ONU ni a la OTAN la propuesta de emprender esta operación. La ha lanzado, sin más. Queda con ello una vez más en evidencia -si falta hiciera- el papel de simples comparsas que están cumpliendo las tropas enviadas bajo la autoridad formal de la una y la otra.
2º) No menos falaz es la pretensión de que el Ejército español ha ido a Afganistán para «mejorar las condiciones de vida y de seguridad del pueblo afgano». Desde que se inició la intervención extranjera en Afganistán han empeorado tanto las unas como las otras. Se ha incrementado el número de los desplazados que tratan de huir a los países vecinos, en particular a Pakistán, y la pobreza, por difícil que resultara tal cosa, ha ido a más.
3º) Trata Bono de demostrar la pureza de los propósitos que mueven a la «coalición internacional» que ocupa militarmente Afganistán alegando que allí no hay petróleo. No habiendo intereses materiales, se supone que las intenciones sólo pueden ser altruistas. Oculta que Afganistán, amén de su situación geográfica, de primera importancia estratégica, proporciona unas magníficas rutas de tránsito hacia el Mar de Omán, vía Pakistán, salida que se viene considerando como posible alternativa a las utilizadas en la actualidad para conducir el petróleo y, sobre todo, el gas extraído del subsuelo de los vecinos norteños de Afganistán.
4º) Afirma el ministro español de Defensa que las tropas españolas tienen que estar en Afganistán porque es desde allí donde parten las iniciativas del terrorismo internacional. Es el argumento de la «guerra preventiva», tan caro a Bush. En realidad es otra falacia. Afganistán pudo servir de base en el pasado a algunos grupos terroristas, pero no más que Pakistán o, desde luego, que Arabia Saudí, principal patrocinadora de la rama del Islam más proclive al fanatismo religioso y a la violencia política. Siguiendo la lógica enunciada por Bono, la «coalición internacional» debería haber enviado sus tropas hace años a Riad para hacerse con el control de ese país y forzarlo a realizar elecciones libres. Pero, como muy bien dijo Rodríguez Zapatero cuando ordenó la retirada española de Irak, «una acción militar no es la vía para la lucha contra el terrorismo internacional».
5º) Lo cual enlaza directamente con el último argumento de Bono: las tropas españolas, compuestas por «verdaderos españoles sin fronteras» -no es nadie el menda-, están en campaña «contra el fanatismo, el terror y la pobreza». Dejando de lado el asunto de la pobreza -ya debatiremos otro día sobre la distribución de la riqueza allí donde la hay-, de lo que no hay duda es de que, si de combatir el fanatismo y la falta de libertad se trata, nada justifica que se limite el área de acción a Afganistán. Arabia Saudí, los Emiratos Árabes, Kuwait... ¿No se ha planteado lo hermoso que sería llevar las libertades democráticas a los cientos de millones de chinos que carecen de ellas?
Y paro aquí. Podría añadir más y más argumentos. Las mentiras de Bono dan para mucho. Pero, como decía, me esperan otras tareas urgentes.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (25 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de agosto de 2009.
Nota: Javier utilizó el apunte para una columna titulada Bono no dice la verdad.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/25 06:00:00 GMT+2
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2005/08/24 06:00:00 GMT+2
Pide Mariano Rajoy a Rodríguez Zapatero que se deje de reformas estatutarias y vainas de ésas «que no interesan a nadie», y que se ocupe de «lo que de verdad le importa a la gente», que es -dice- «el crecimiento económico y el bienestar».
Dejemos de lado la tontería que supone pretender que las reformas estatutarias «no interesan a nadie». Si así fuera, nadie las plantearía.
Además, si tan convencido estuviera de que carecen de interés, habría cursado instrucciones a las organizaciones regionales del PP para que no perdieran el tiempo con esas trivialidades. Lejos de ello, ha aplaudido que sea una comunidad autónoma gobernada por el PP la primera que ha acordado una propuesta de reforma de su Estatuto de Autonomía. Un churro de reforma, pero reforma al fin y a la postre.
De todos modos, el lado más absurdo de la perorata de Rajoy lo ofrece el aparente desdén con el que alude a las reformas estatutarias, a las que él se refiere en tanto que ejemplo de asuntos retóricos sin trascendencia práctica, que más valdría dejar de lado.
Oyéndole, tal se diría que la especialidad de su partido, y la suya propia, fuera ir al grano, dejándose de dibujos teóricos y de derechos de papel que no se traducen en avances económicos y sociales. Cuando lo cierto es que casi todas las grandes guerras políticas a las que se han lanzado desde que perdieron las elecciones generales han sido de las que no dan ni para un mendrugo. Han movilizado todas sus fuerzas para protestar contra una negociación con ETA que no existe, para oponerse a la devolución a Cataluña de los archivos de Salamanca, para rechazar el matrimonio gay... ¿Qué tienen que ver esas batallas con «el crecimiento económico y el bienestar» de la gente?
Incluso cuando han tocado a rebato en relación con un asunto de importancia material -el abastecimiento de agua de riego a la Comunidad Valenciana y a Murcia-, lo han hecho movidos muy descaradamente por las ganas de armar bulla, sin demasiado interés por los aspectos concretos y prácticos de la reivindicación. La prueba es que, cuando se les preguntó si aceptarían un acuerdo de consenso al que llegaran las propias asociaciones de regantes, respondieron que no. El agua sólo les interesa para enchufar la manguera contra el PSOE.
A todo lo cual hay que añadir -así sea sólo para poner aún más en evidencia lo absurdo de la posición de Rajoy- el hecho de que las reformas autonómicas que están en el candelero -algunas, al menos- tienen mucho que ver con «lo que de verdad le interesa a la gente», a saber, con la aproximación y la mayor posibilidad de control del gasto público.
El presidente del PP ha perdido otra ocasión de guardar silencio. ¿Cuántas van ya? No lo sé. He perdido la cuenta.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/24 06:00:00 GMT+2
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2005/08/23 06:00:00 GMT+2
He dejado pasar unos días para ver cómo evolucionaban los comentarios de prensa sobre el modo en que la España oficial ha reaccionado ante la tragedia que supuso la muerte de 17 militares connacionales en Afganistán. Finalmente, ya han empezado a oírse algunas voces que se elevan ante la llamativa diferencia de trato que merecen los fallecidos en accidente de trabajo, según sean militares o civiles. Si uno viaja en un helicóptero militar que se estrella en Afganistán, merece todos los honores y todo el reconocimiento público, y sus familias, todas las facilidades materiales del mundo. En cambio, si uno se cae de un andamio tratando de materializar el derecho constitucional a una vivienda digna, apenas se gana unas líneas en una columna de breves de la prensa local.
Sobre lo que sigo sin oír comentarios -aunque puede que se haya producido alguno y yo no me haya enterado- es con respecto al hecho más que chocante de que nuestras autoridades califiquen de «funerales de Estado» lo que fue, de hecho, una ceremonia esencialmente religiosa. Eso, en un Estado que se pretende no confesional, es absurdo. Poco importa que todos los fallecidos fueran cristianos, en el supuesto de que lo fueran. Allí se les homenajeaba en su condición de funcionarios, ajena a toda profesión deísta.
El colmo fue ya permitir que un sacerdote católico se dirigiera a los reunidos con un discurso dedicado a comunicar a la opinión pública sus particulares puntos de vista sobre lo sucedido.
Pero el absurdo se vuelve menos si se considera que las Fuerzas Armadas españolas siguen contando con religiosos castrenses, que incluso ostentan grado militar y forman parte de la estructura del propio Ejército. Y si a ello se añade que el Estado español sigue encomendándose cada año oficialmente -¡oficialmente!- al apóstol Santiago, llamado Matamoros, y que el Ejército desfila en muchas procesiones religiosas, y que algunas autoridades políticas asisten en su calidad de tales a ceremonias de la Iglesia Romana... entonces lo que se nos aparece en toda su crudeza es la realidad de un Estado que se proclama aconfesional, pero que no se atreve a cortar por lo sano y de una vez con las tradiciones que puso en marcha un régimen confesional, cuyo jefe incluso participaba en la designación de los obispos.
Esa superposición de declaraciones genéricas que apuntan en una dirección y de tradiciones que marchan en la contraria y que de hecho se imponen refleja muy bien la realidad de España, tan dada a los aparentes absurdos que no son sino el lógico resultado de las contradicciones que arrastra desde que superó el pasado sin superarlo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de agosto de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 25 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/23 06:00:00 GMT+2
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