2005/09/09 06:00:00 GMT+2
Mucho se habla en la actualidad sobre el «blindaje» de las competencias autonómicas al que aspiran los partidos catalanes, con excepción del PP, y no es poca la gente que se pregunta de qué narices se está hablando.
Trataré de explicar cuál es, en mi criterio, el fondo de lo debatido.
Estamos ante una demanda -hoy catalana, pero ya antes formulada por el Ejecutivo de Vitoria- que afecta a dos atribuciones fundamentales que se reserva el poder central en detrimento de las comunidades autónomas.
Una, muy extrema pero no por ello menos real, es la posibilidad que tiene de suspender la propia autonomía, en todo o en parte, en el caso de que considere que el Gobierno autónomo que sea se ha excedido gravemente en sus atribuciones.
Otra, mucho menos radical pero mucho más practicada, es la de administrar a su gusto las transferencias de poder que fijan los estatutos de autonomía correspondientes, abriendo el grifo o cerrándolo según lo tenga a bien, sin que el Gobierno de la comunidad autónoma afectada pueda hacer nada para impedirlo. Un ejemplo verdaderamente llamativo de esto lo ofrece el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma Vasca: un cuarto de siglo después de su promulgación legal con rango de Ley Orgánica, los sucesivos gobiernos de Madrid siguen sin materializar algunas de las transferencias previstas en él. Y lo que es más escandaloso en términos jurídicos: proclaman que lo harán cuando el Gobierno vasco cumpla tales o cuales condiciones que no figuran en absoluto en el texto del propio Estatuto.
Lo que plantean ahora los representantes políticos de la mayoría de los catalanes y los vascos es que sus estatutos de autonomía deben ser considerados como contratos de convivencia que sus pueblos suscriben con los mandatarios del poder central. En consecuencia -dicen-, deben funcionar como todos los contratos que, por definición, no pueden ser administrados y menos aún alterados de manera unilateral por uno de sus signatarios. Reclaman los unos y los otros que las diferencias que pueda producirse en la interpretación o la ejecución de tal o cual aspecto del contrato deba sea dirimida por una tercera instancia, realmente imparcial y reconocida como tal por ambas partes, y que no quede en manos del poder central, sea por vía directa o por intermedio de alguno de los tribunales cuya composición dimana, en lo esencial, de la relación de fuerzas PSOE-PP.
Por su parte, el Gobierno de Rodríguez Zapatero, respaldado en ello por el PP sin sombra de vacilación, viene a replicar, aunque no lo diga así, que admitir ese planteamiento supondría, en el fondo, tratarse de tú a tú con Euskadi y Cataluña. En su criterio, los estatutos de autonomía son concesiones del poder central que, en tanto que tales, éste puede administrar a su guisa, ampliándolas, congelándolas o reduciéndolas según lo tenga a bien. Otra cosa es en qué medida quiera ejercer ese derecho; pero tenerlo, lo tiene.
Suele decirse que todos los caminos conducen a Roma. Eso dejó de ser cierto desde el fin del Imperio. Lo que puede afirmarse aquí y ahora sin sombra de duda es que toda discusión importante entre los representantes del Estado español y los electos de la mayoría de los vascos y catalanes acaba conduciendo al problema de fondo: el del sujeto de la soberanía. ¿Vascos y catalanes no son sino componentes del único e indivisible pueblo español, y a los deseos del conjunto de éste han de someterse en todo caso, quieran que no, o ha de reconocérseles voz propia y derecho a actuar en función de sus designios?
Denle al asunto todas las vueltas que quieran. El dilema es ése. Hablen de blindajes o, lisa y llanamente, de autodeterminación.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (9 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/09 06:00:00 GMT+2
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2005/09/08 06:00:00 GMT+2
Hay vascos, ya lo sé, que aplauden las derrotas de la Selección de la Federación Española de Fútbol -eso que abreviada pero imprecisamente suele llamarse «la Selección Nacional», o «la Selección Española»- porque desean lo peor para España.
Me parece erróneo y de mal gusto.
De mal gusto, porque está feo alegrarse del mal ajeno. Y erróneo porque, como ya he señalado más arriba, ese equipo de fútbol representa a una agrupación deportiva privada. No tratándose de un organismo público, integrado en el aparato del Estado, no se identifica con España, aunque mucha gente lo haga.
A mí también me reconfortan las derrotas de esa selección de futbolistas, pero no para perjudicar a España, sino para beneficiarla.
Oí ayer por una emisora de radio de ámbito estatal el relato de los goles que se produjeron en el partido entre las selecciones de fútbol de España y Serbia-Montenegro. La consecución del gol que metió Raúl provocó una superruidosa y larguísima sucesión de gritos de todos cuantos participaban en la retransmisión. Clamaron «¡Gooooooooooool!» a voz en cuello una veintena de veces. Acabada la explosión grupal, uno, sin que nadie le llamara al orden, se dejó llevar por un ataque de paroxismo vocinglero y repitió hasta derrengarse «¡España!¡España! ¡España!».
He asistido demasiadas veces a ese tipo de espectáculos como para no saber la que se nos vendría encima en el caso de que tuviera éxito esa troupe dirigida a ras de césped por uno de los tipos más injustificadamente presuntuosos y más antipáticos que me haya tocado conocer en la vida (me refiero a Luis Aragonés, (a) Zapatones) y presidida por un fénix de los ingenios que después de cuatro décadas todavía no sabe ni decir «fútbol» (dice siempre «fúrbol, el tal Villar). Si les fuera bien a todo ese rebaño, España se convertiría en un lugar invivible, repleto de gente dedicada sin parar a pavonearse y decidida a no hablar durante todo el día de otra cosa.
Tómese la muestra del tal Alonso, ahora Premio «Príncipe de Asturias». Un menda que trabaja a partes iguales para su beneficio privado y para una firma francesa, convertido en héroe nacional. Todo dios lo adora. Misterio. Ya sé que se requiere habilidad para hacer lo que hace, pero mi abuelo materno era capaz de hacer castillos de naipes de hasta siete pisos, cosa verdaderamente admirable, y nadie lo propuso para ningún Nobel.
Reticente como soy a los orgullos nacionales, se concreten en balonazos o en platos de cocina con nombres de tres líneas, prefiero con mucho que llevemos una vida colectiva sin sobresaltos, normalita, dedicado cada cual al noble objetivo de hacer lo mejor posible lo que le toca hacer para satisfacción y buen porte general. Y ya está.
Por concretarlo en una consigna: abajo Raúl y viva Casillas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (8 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de septiembre de 2009.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/08 06:00:00 GMT+2
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2005/09/07 06:00:00 GMT+2
Sí, como las Sixteen Tons de la canción de Merle Travis, aunque éstas no extraídas con dolor y sangre de las minas de carbón del Kentucky de los años 50, sino donadas generosamente por el Estado español y enviadas por vía aérea desde Torrejón hasta Louisiana para auxiliar al desamparado pueblo de Nueva Orleans.
Confieso mi perplejidad. Mis perplejidades.
Me deja realmente perplejo, por ejemplo, con qué unanimidad las más altas personalidades políticas de Estados Unidos, desde el expresidente Bill Clinton hasta el presidente en teórico ejercicio, George W. Bush, afirman que habrá que investigar cómo ha podido producirse esta catástrofe, pero que «no es todavía el momento» de hacerlo, porque «ahora la prioridad es auxiliar a las víctimas».Como si todos los representantes del Congreso y el Senado de EE.UU. se hubieran calzado las botas de agua y estuvieran pala en mano quitando el barro de las calles de la ciudad natal de Louis Armstrong. ¿Qué necesidad hay de elegir entre rescatar e investigar? Los que trabajan en las tareas de ayuda pueden seguir haciéndolo, sin que nadie les importune, y, a la vez, los políticos pueden comenzar a analizar las razones de la catástrofe, mejor hoy que mañana y con idéntica dedicación.
Pero es todavía mayor la perplejidad en que me sume la noticia de que no sólo España, sino la práctica totalidad de los estados miembros de la Unión Europea, han acordado enviar ayuda a los EE.UU. Algunos han empezado ya a hacerlo. Mandan víveres, tiendas de campaña, bombas de agua, medicinas...
Mi pregunta es sencillísima: ¿carece EE.UU. de algo de eso? Sus Fuerzas Armadas -capaces, según Bush, de mantener simultáneamente dos grandes guerras a muchos miles de kilómetros de distancia- se han quedado hasta tal punto carentes de pertrechos que han de pedir prestadas tiendas de campaña al Ejército español? Su industria alimentaria, que exporta a todo el mundo, ¿tiene tan vacíos sus almacenes que no les queda más remedio que solicitar a España, Francia, Italia, Alemania o Suecia que les envíen raciones de comida? ¿No cuentan sus impresionantes multinacionales farmacéuticas con stocks que quepa dirigir con urgencia a Luisiana?
Por resumir todas las preguntas en una sola: ¿qué narices hace el país más rico del mundo pidiendo limosna? ¿O será tal vez que el Gobierno de Washington se prohíbe recurrir a los bienes de las multinacionales norteamericanas porque son propiedad privada, y la propiedad privada es sagrada?
Lo digo con total sinceridad: si la noticia hubiera sido difundida el 28 de diciembre, no habría tenido la más mínima duda de que se trataba de una inocentada.
Aunque tal vez lo sea, en cierto modo. Porque cualquiera no se gasta 350.000 euros, como está haciendo la Agencia Española de Cooperación Internacional, para echar una mano al Tío Gilito.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (7 de septiembre de 2005) y El Mundo (8 de septiembre de 2005), salvo la nota inferior, publicada únicamente con el apunte. Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 31 de julio de 2017.
(*) ¿Recordáis la hiperoptimista canción de Armstrong What A Wonderful World! («¡Qué mundo tan maravilloso!»)? Solían ponerla mucho como música de ambiente en el aeropuerto de Nueva Orleans, que lleva el nombre del inolvidable jazzman. Supongo que en estos días habrán prescindido de ella.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/07 06:00:00 GMT+2
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2005/09/06 06:00:00 GMT+2
La Oferta Pública de Adquisición (OPA) de acciones que Gas Natural lanzó ayer para hacerse con la propiedad de Endesa ha merecido la inmediata respuesta del PP, que ve detrás de la operación económica un intento de mejorar las posiciones de La Caixa, accionista mayoritaria de Gas Natural, y de beneficiar «posiciones territoriales», o sea, el peso de Cataluña en el conjunto del Estado.
Que La Caixa tiene vara alta sobre Gas Natural no es ningún secreto, como no lo es el papel predominante de Caja Madrid en Endesa. Tampoco ignora nadie que, dado el sistema de funcionamiento de las Cajas de Ahorro españolas, el partido político mayoritario en cada zona goza de posiciones privilegiadas en la Caja que le pilla más cerca. Es decir, que el PP cuenta mucho en Caja Madrid, lo mismo que el PSC en La Caixa, aunque tampoco haya que exagerar ese factor, porque los directivos de todas las entidades de ahorro son conscientes de lo complejas y variables que son las relaciones de fuerza en la vida política institucional.
La OPA de Gas Natural, que forma parte de las que se denominan «hostiles» en la jerga financiera -es el término que se emplea para decir que no ha sido previamente pactada-, abre un horizonte que se puede considerar preocupante.
Para empezar, no beneficia a los consumidores que se reduzca la variedad de la oferta en el mercado energético. Se limita la competencia. Aunque tampoco ignora nadie que la actual situación de oligopolio de oferta es ya de por sí muy poco propicia para el desarrollo de una competencia digna de tal nombre.
Este tipo de fusiones empresariales suele entrañar también importantes «ajustes de plantilla» -o sea, despidos- en la firma resultante. A veces los disfrazan con jubilaciones anticipadas y otros recursos que pueden dulcificar el trauma de los trabajadores afectados, pero que no impiden que se reduzca el número de cotizantes a la Seguridad Social, lo que supone un perjuicio social cierto.
Lo que es del todo ridículo es que haya quien se plantee los asuntos como éste cual si fueran episodios de contiendas nacionales: «Cataluña quiere ganar posiciones», etc. De las reivindicaciones nacionales catalanas, a La Caixa sólo le importa en qué medida pueden afectar a sus dividendos.
Hace cuatro días, un amigo me contó que un conocido suyo le había dicho que no quería abrir una cuenta corriente en el BBVA «porque es un banco vasco que apoya a ETA». Es pena, pero comprensible que un particular garrulo y fachoso no sepa que Neguri ha sido siempre españolista hasta la médula, y que desconozca que además los jefes del BBVA ni siquiera asientan ya sus reales en tierra vasca. Pero que el PP y sus voceros sigan jugando al juego bobo de identificar las corporaciones financieras, realmente multinacionales, con los nacionalismos de su lugar de origen, es sencillamente ridículo.
El izquierdismo decimonónico pretendía que «los obreros no tienen patria». Marx, matizón él, rectificó ese simplismo y afirmó que «por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado es en primer lugar una lucha nacional». Ahora no sabemos qué carácter tiene la lucha del proletariado, porque no está claro qué es el proletariado y menos aún que esté en lucha, pero de lo que no cabe duda es de que a las oligarquías financieras se la sudan las reivindicaciones de las nacionalidades sin Estado. El BBVA, por no ser, ni siquiera es español. En Gas Natural parece que pinta mucho Repsol YPF, que tiene que ver con el catalanismo lo mismo que yo con la industria petroquímica.
Si quieren hacer anticatalanismo, mejor que se busquen otras causas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (6 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/06 06:00:00 GMT+2
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2005/09/05 06:00:00 GMT+2
Llegué anoche a Madrid, tras un apacible viaje en automóvil que no me planteó ni uno solo de los problemas que había augurado la Dirección General de Tráfico. Anunció que se producirían retenciones entre las 18:00 y las 23:00 horas. Pues bien: nosotros salimos de Aigües a las 18:30 y encontramos una densidad de circulación similar a la de cualquier fin de semana veraniego, salvo en la entrada de Madrid, que estaba más expedita que cualquier otro día del año.
Eso es porque me escaloné bien. La DGT siempre recomienda que los habitantes de las grandes ciudades que nos desplazamos en coche escalonemos nuestro regreso. Se supone que no debemos empeñarnos en volver todos al mismo tiempo. Pero ¿cómo saber cuándo piensan regresar los demás? La técnica que aplico yo para escalonarme consiste en ponerme al volante justo el día y a la hora que la DGT ha fijado como más críticos. Me suele funcionar de cine.
Hace algunos años llevé esa táctica a su extremo: me desplacé de Alicante a Madrid a las 6 de la tarde del mismísimo 31 de agosto, que, para más bemoles, caía en domingo. Di en el centro de la diana: fue un viaje de una placidez pasmosa.
Otra cosa que me funciona muy bien es que, en lugar de salir de Alacant por la autovía de Madrid, tomo por otra autovía, de reciente construcción, que me lleva desde Sant Viçent de Raspeig hasta Villena ahorrándome los atascos y caravanas que se forman en las inmediaciones de la capital alicantina. ¿Por qué la mayoría de los conductores madrileños no utilizan esa autovía, que está siempre casi vacía, y pierden la tira de tiempo saliendo en caravana desde el cogollo de Alicante? La respuesta es sencilla: porque no saben que existe. Nadie les ha informado. (Yo os lo digo porque no creo que seáis muchos los que paséis vuestras vacaciones en las comarcas del sur valenciano, y además me caéis bien; de lo contrario, no os revelaría ese secreto que con tanto celo venimos guardando la DGT y yo.)
El caso es que llegué anoche a Madrid, con mi artículo sobre el síndrome posvacacional bajo el brazo, dispuesto a no deprimirme bajo ningún concepto. Y no me deprimí, pero sólo porque estoy muy bien entrenado. Lo primero de todo, el bofetón de calor. Justo lo necesario para recordar el fresquito fantástico de la noche anterior, que habíamos aprovechado para tomarnos una copa en pandilla bajo un cielo estrelladísimo, cerca del mar, escuchando al amigo Jesús Cutillas cantando algunas de sus bienhumoradas canciones mientras la vista se le escapaba con indisimulada ternura hacia Ulises, su hijo recién nacido.
Cágate, lorito, y yo justo un día después tomándole la temperatura a la M-30.
A partir de eso, a rearrancar los ordenadores de casa, a actualizarlos, a poner los antivirus al día (¿habrá algún antivirus que me proteja de tanto cemento junto?), a mirar la correspondencia, a recordar que he de llevar la moto al taller, a señalar en el calendario que mañana tengo radio, y pasado tele -on the road again, esta vez enfilando al Cantábrico-, a mirar las cosas que tengo pendientes de escribir, y de corregir, y de leer, a enterarme de lo que dicen Zaplana y Acebes (si seré masoca), a ver a Bush con la mirada perdida, desconcertado por la que se le ha venido encima entre el Misisipí y el Golfo de México...
O sea, otra vez como siempre. Otra vez otra vez.
En las ocasiones así, siempre recuerdo la boutade de Maurice Chevalier, el chansonier colaboracionista: «Envejecer tampoco está tan mal -decía-, sobre todo si se piensa en la alternativa».
Javier Ortiz. Apuntes del natural (5 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/05 06:00:00 GMT+2
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2005/09/04 06:00:00 GMT+2
Empecé a creer que lo de «la articulación de la sociedad civil» podía ser algo real y concreto, retóricas políticas al margen, hace muchísimos años, cuando supe cómo se organizaba y se ponía en funcionamiento la población de una ciudad de la costa oeste de los Estados Unidos tras sufrir un terremoto. Allí todo el mundo -o casi- demostraba que tenía claro no sólo lo que debía hacer para protegerse él y proteger a los suyos, sino también de qué modo podía contribuir a paliar la emergencia, realizando qué funciones, encuadrado en qué grupo, bajo la autoridad de qué convecino (de un convecino que a su vez estaba en contacto con otros con los que se coordinaba y de los que recibía las instrucciones pertinentes)... No esperaban a que aparecieran los policías y los soldados: era la propia ciudadanía autoorganizada la que se encargaba de garantizar el orden, de impedir el pillaje, de socorrer y dar cobijo a quienes lo necesitaban y de evacuar a los heridos tras proporcionarles los primeros auxilios necesarios.
No trato de decir que todo fuera perfecto, ni mucho menos. Se producían situaciones de descoordinación, alguna gente se dejaba dominar por el pánico y, claro está, tampoco faltaban los pescadores de río revuelto. Pero uno tenía la sensación de que la situación de conjunto estaba bajo control.
La antítesis de lo que se ha vivido -de lo que se sigue viviendo- en Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina.
Oigo y leo que algunos comentaristas culpan del desastre sobrevenido a los efectos de las sucesivas políticas neoliberales de los gobiernos estadounidenses: de los pasados y del actual, del central y de los locales. No seré yo quien les niegue la razón. En efecto, es imposible comprender lo que está sucediendo en el sur de los EE.UU. sin tener en cuenta la progresiva minimalización de las funciones asistenciales del Estado, directamente proporcional al incremento de los gastos militares, y la reducción tajante de las inversiones en infraestructuras de interés social. No es culpa de Bush que buena parte de Nueva Orleans esté -estuviera- edificada bajo el nivel del mar, pero sí de la paralización de las obras de construcción de diques protectores y de que se hayan desecado amplias zonas que retenían las aguas para satisfacer las exigencias de los especuladores inmobiliarios.
Pero eso no es todo. Los fanáticos del neoliberalismo son también culpables de otra decadencia que está resultando igual de terrible: la espiritual. Ellos han impulsado el avance arrollador del individualismo, del cada uno a lo suyo y a los demás viento fresco, de la atomización de lo colectivo en particularidades inconexas. De la desarticulación de la sociedad civil, en suma.
Nueva Orleans no es sólo el escenario de un drama. Es también la imagen sin afeites de una terrible degeneración colectiva.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (4 de septiembre de 2005) y El Mundo (5 de septiembre de 2005), salvo la nota inferior, publicada únicamente con el apunte. Hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 28 de julio de 2017.
Post data.- Un amigo me habla de un cantautor brasileño afincado en Francia que ha escrito una canción llamada El dolor en la escala de Richter. Sostiene la amarga tesis de que, hoy en día, para que un terremoto sea importante tiene que conseguir que los televisores se caigan de las repisas. Yo remataría la idea reformando el ripio de Campoamor: «En este mundo traidor / nada es verdad ni es mentira. / Todo es según el color / del canal con que se mira».
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/04 06:00:00 GMT+2
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2005/09/03 06:00:00 GMT+2
El desastre del sur de los Estados Unidos -que ya empieza a parecer una tragedia con todas las de la ley, como las que suceden en los países pobres de solemnidad- presenta aspectos que tal vez sea excesivo calificar de positivos, pero que resultan, al menos, aleccionadores.
Buena parte de la población del mundo adinerado -comparativamente adinerado- vive instalada en la más fría indiferencia hacia los padecimientos de millones y millones de humanos física y afectivamente lejanos, sólo rota por esporádicos accesos caritativos. Se diría convencida de lo que denuncia la sarcástica expresión francesa: «Cela n'arrive qu'aux autres» («Eso sólo les sucede a los demás»).
-Hay una hambruna de mil pares -le dices a cualquiera de ellos.
-Ah, sí, algo he oído. En África, ¿verdad? ¡Pobrecitos! -te responde.
Y sigue a la suyo.
Aunque eso no es lo peor. Más grave es cómo ve al resto del Universo, cual si fuera un tablero de ajedrez cuyas fichas cupiera sacrificar para el buen desarrollo de la partida.
-Tiene razón el presidente -te suelta el Smith de turno-. Si Afganistán representaba un peligro para nosotros, había que ir allí y meter en cintura a esa gente. De acuerdo: ya sé que a veces los nuestros se equivocan y bombardean donde no deben. Pero los daños colaterales son inherentes a las guerras. ¡No cabe hacer tortillas sin cascar huevos!
Y a otra cosa.
Sólo empiezan a darse cuenta de que las balas y las bombas matan de verdad cuando la contabilidad de las guerras se hace con muertos y heridos cercanos.
Aunque la cercanía también admite grados.
Es un asunto de círculos concéntricos.
En el extremo más alejado se sitúan los extranjeros de última categoría: negros africanos, aborígenes del Amazonas y cosas así. Luego vienen los extranjeros que, por razones variadas, merecen alguna atención, aunque sin pasarse: árabes susceptibles de convertirse en terroristas, ex soviéticos desestabilizadores y demás. En el último estadio de lejanía -de cercanía- aparecen los que, por esas cosas del mundo de hoy, tienen pasaporte del primer mundo, aunque sus pieles se hayan curtido en el subdesarrollo.
En los EEUU tienen muy clara su clasificación: los afroamericanos, por delante, y las diversas clases de latinos y demás coloreados, haciendo cola. Por orden de llegada.
El huracán, animado con las facilidades proporcionadas por la pobreza y la discriminación, ha dado un golpe brutal en el mismo corazón del confort sudista (*). Nosotros sabemos que el primer mundo está habitado por muchos terceros mundos, pero buena parte de los norteamericanos no lo sabían. Lo acaban de comprobar. Y han visto con horror la verdadera cara de sus autoridades, sintiendo hasta qué punto pueden ser insensibles, e incompetentes, y demagogas, y rastreras.
En Nagasaki ya lo sabían.
En Bagdad también. Y en Kabul. Y en Panamá, y en Santo Domingo, y en Chile. Y en tantos otros lugares del mundo.
Ahora lo saben también en Nueva Orleans. Qué duros, qué amargos, qué terribles puede ser los aprendizajes.
¡Si por lo menos fuera verdad eso de que la letra con sangre entra!
(*) ¿Habéis probado el Southern Comfort? Una bebida asquerosa. Yo compré una botella por la triste razón de que soy un mitómano, y sabía que Janis Joplin se había ido al otro barrio haciendo un cóctel con ese licor de tropecientos grados y no sé qué fármacos. Lo compré, lo probé y me arrepentí al punto. Sabe a rayos.
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¿Alguien sabe por qué el magistrado titular del Juzgado Central número 5 de la Audiencia Nacional, que acaba de citar a varios integrantes de EHAK y al secretario general de LAB para tomarles declaración como imputados por presuntos delitos de integración o de colaboración con banda armada, se hace llamar Grande-Marlaska, con guión y con K?
Yo lo ignoro, y a fe que me gustaría conocer el secreto de tan singular pretensión, porque lo cierto es que Grande-Marlaska no es un solo apellido, sino dos (el de su señor padre y el de su señora madre, que él ha unido «por exigencias del guión», como las celtibéricas del destape) y porque el nombre de familia de su señora madre es Marlasca, con C de Rubalcaba, y no con K de Rubalkaba.
Me pregunto qué habrá llevado a don Fernando a repudiar sus naturales Grande y Marlasca para unifikarlos en ese Grande-Marlaska tan Grande y tan Marlaska. ¿Quizá el mismo afán que le ha movido a tratar de empurar a los promotores del Partido Comunista de las Tierras Vascas (o EHAK, con K de Marlaska) y al secretario general de LAB, con L de Loquesea?
Tal vez convenga no olvidar que el juez Grande está sustituyendo en el Juzgado Central de Instrucción número 5 al juez Garzón. No hay que descartar que los miasmas del vedetismo se hayan instalado en los conductos del aire acondicionado del local.
Cual los de la legionella, que también provocan diarrea.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (3 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/03 06:00:00 GMT+2
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2005/09/02 06:00:00 GMT+2
Contemplo la polémica sobre nuevas fuentes de financiación sanitaria y me asalta al punto una poderosa sensación de déjà vu. Es como si volviera a leer las mismas propuestas que ya hizo el Gobierno en 2002, respondidas por la oposición con idénticas críticas. Con una diferencia: entonces el Gobierno era del PP y la oposición mayoritaria, del PSOE.
Trata el Ejecutivo de paliar el excesivo déficit sanitario por dos vías: la central, aumentando los impuestos sobre los alcoholes y el tabaco, y la autonómica, permitiendo que los gobiernos locales incrementen el beneficio que obtienen de ciertos gravámenes.
Se mofa de Rodríguez Zapatero el PP y de la afirmación que hizo cuando era candidato, según la cual lo progresista no es subir los impuestos, sino bajarlos.
En realidad, tan frívolo es afirmar lo uno como lo otro. Por regla general, resulta más justo poner el acento en los impuestos directos, que gravan a cada individuo en proporción a sus ingresos, que en los indirectos, que pagan por igual los ricos y los pobres. Pero ese criterio tampoco es suficiente, porque también hay que juzgar cómo se administra lo recaudado.
El Estado -hablo del conjunto de las administraciones- no ingresa por separado para Sanidad, para Educación, para Defensa, para infraestructuras, etcétera. En cada uno de sus niveles -central, autonómico, local-, cuenta con una caja única, a partir de la cual debe distribuir el gasto. En consecuencia, carece de sentido afirmar que la Sanidad resulta deficitaria. Lo es por naturaleza, lo mismo que la Educación, que la Defensa... y que la Casa Real, sin ir más lejos.
Si hay que apretarse el cinturón, habrá que establecer una jerarquía de necesidades.
Dejo esto a un lado por un instante para llamar la atención sobre otros aspectos realmente curiosos del asunto. Por ejemplo, la cuantificación que hace el Gobierno de los ingresos que obtendrá aumentando los impuestos sobre el tabaco y los alcoholes. ¿Tan seguro está de que la campaña del Ministerio de Sanidad contra el tabaquismo y el alcoholismo va a fracasar, y de que las tasas de consumo de ambos géneros van a mantenerse incólumes?
Otrosí, y ésta dirigida a los del PP: ¿se han preguntado por qué la Sanidad de algunas comunidades autónomas administradas por su partido, caso de la valenciana y la balear, pasa por tantos apuros? Les aporto un par de factores clave: porque han favorecido con fervor ladrillero el crecimiento del turismo residencial, integrado en su mayoría por extranjeros vetustos que recurren sin parar a la Sanidad pública, y porque han hecho la vista gorda ante la emigración clandestina, que gasta en Sanidad pero no cotiza a la Seguridad Social.
Visto todo lo cual, me pregunto: en suma, ¿cuál es el problema?
Y respondo: el problema -ay, mis queridos conciudadanos- es casi todo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (2 de septiembre de 2005) y El Mundo (3 de septiembre de 2005). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 28 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/02 06:00:00 GMT+2
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2005/09/01 06:00:00 GMT+2
Afirma el presidente títere de Irak, Jabal Talabani, y se muestran de acuerdo con él casi todos los medios occidentales...
No; vuelvo a empezar.
Afirman casi todos los medios occidentales, y se muestra de acuerdo con ellos el presidente títere de Irak, Jabal Talabani -así está mejor-, que el verdadero culpable de la espantosa avalancha humana que se produjo ayer en Bagdad y que acarreó la muerte de más de 1.300 personas fue Al Zarqaui, al que consideran principal dirigente de Al Qaeda en Irak.
Vienen los unos y el otro a aplicar el viejo aforismo jurídico latino según el cual «la causa de la causa es causa del mal causado».
Lo hacen siguiendo el siguiente silogismo:
Premisa primera: Al Qaeda comete atentados terroristas en Irak.
Segunda premisa: la histeria colectiva se apoderó ayer de la muchedumbre chií en Bagdad tras correr el rumor de que había un terrorista suicida entre los congregados.
Conclusión: la responsabilidad de la matanza recae sobre Al Qaeda, como causa del mal causado (causa causatum).
Valiente patochada.
Para empezar, y de aplicar con rigor el mentado aforismo, a quien habría que culpar de la matanza es a George W. Bush. Porque, si bien puede ser cierto que el desastre se produjo porque hay terrorismo en Irak, no lo es menos que, si ese terrorismo existe, es porque los EEUU ocuparon Irak. De modo que, en aplicación del principio según el cual «la causa de la causa es causa del mal causado», se debe considerar que el responsable de la matanza es el Gobierno estadounidense.
Además, ¿a cuento de qué apuntar al terrorismo de Al Qaeda, en concreto? No veo más razón para ello que el oportunismo puro y simple: quieren aprovecharse de la animadversión que produce ese nombre. Pero lo cierto es que, en este momento, quienes tienen más razones para mostrarse hostiles con la comunidad chií son los dirigentes suníes, que carecen de relaciones con Al Qaeda.
Yo no creo que «la causa de la causa sea causa del mal causado». Se trata de una argumentación tan inquisitorial como simplista. De seguir su lógica, no sólo habría que buscar la causa de la causa, sino también la causa de la causa de la causa, y luego la causa de la causa de la causa de la causa, y así hasta llegar a Adán y Eva o al Big Bang, según las preferencias de cada cual.
Para mí que lo sucedido ayer remite a un conjunto de elementos, uno de los cuales es el miedo de la población iraquí a los atentados terroristas, otro el miedo a la brutalidad de los invasores norteamericanos -ya empiezan a aparecer informaciones que apuntan en esa dirección-, otro los peligros inherentes a toda concentración masiva, particularmente las religiosas mahometanas (recuérdense las tragedias vividas durante varias peregrinaciones anuales a La Meca)...
Lo que pasa es que a mucha gente las explicaciones complejas le resultan engorrosas. Y cansadas. Prefiere que haya culpables muy definidos. Y si tienen nombres y apellidos (Al Zarqaui, Bush), mejor. De eso se benefician los vendedores de explicaciones simplistas. Como Jabal Talabani y casi todos los medios occidentales. O, mejor dicho, como casi todos los medios occidentales y Jabal Talabani. Por ese orden.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de septiembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de julio de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/09/01 06:00:00 GMT+2
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2005/08/31 07:00:00 GMT+2
Se ha puesto de moda hablar de «los derechos históricos», sea para reivindicarlos, sea para repudiarlos.
La fórmula tomó carta de naturaleza con la Constitución Española de 1978. Durante los debates que la precedieron, y ante la imposibilidad de lograr un reconocimiento expreso del derecho de autodeterminación del pueblo vasco, los diputados del PNV reclamaron -y lograron- que la mayoría de las Cortes aceptara que la Constitución hiciera explícita mención de su «respeto» por «los derechos históricos de los territorios forales». De ese modo, el Estado español reconoció que los territorios de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra gozan de derechos anteriores al acto constituyente de 1978. Quedó así establecido que la actual Constitución española no es fuente exclusiva de derechos; que ella misma debe respetar otros que le son previos.
Primaron en aquel caso tanto el fuero como el huevo. Al obtener el reconocimiento constitucional de los llamados «derechos históricos», los nacionalistas vascos consiguieron también que el Estado español aceptara que no sólo Navarra y Álava, sino también Guipúzcoa y Vizcaya («las provincias traidoras», según la terminología franquista), tuvieran un régimen tributario propio.
Los líderes de CiU consideraron entonces atávico, e incluso absurdo, el empeño de los nacionalistas vascos por contar con su Hacienda particular. Les decían: «¿Para qué queréis recaudar vosotros? ¡Que lo haga Madrid! ¡La gente coge manía a quien le cobra los impuestos!». Pero los dirigentes del PNV lo veían de otro modo. Estaban convencidos de que quien controla el dinero controla el poder. Que tanto mayor es la parte de los presupuestos que se administra, tanto más se pinta, por mucho que luego haya que contribuir a las arcas del Estado -al gasto común- con la parte que corresponda.
Ahora, algunos nacionalistas catalanes quieren que la Generalitat cuente también con una Hacienda propia, semejante a la vasco navarra, y apelan a los «derechos históricos» de Cataluña. No comparto su planteamiento. El pueblo de Cataluña tiene derecho a tomar las riendas de su propio destino no porque el Conde Duque de Olivares hiciera esto, ni porque Felipe V lo otro, sino porque ése es un derecho que tienen todos los pueblos, sea cual sea su pasado. Cataluña es un precipitado histórico, sin duda. Igual que Galicia, o que Asturias, o que Andalucía, o que Canarias. Pero sus derechos no se derivan de la Historia, sino de la existencia actual de un pueblo que tiene conciencia de serlo y voluntad de actuar como tal.
Yo, en su lugar, me dejaría de discutir sobre derechos del pasado y me centraría en conseguir reconocimiento para el ejercicio futuro de los derechos que confiere la realidad presente.
A fin de cuentas, el porvenir es eso: lo que está por venir. Y es lo que más importa.
Javier Ortiz. El Mundo (31 de agosto de 2005). Basado en el apunte Los derechos históricos, publicado dos días antes. Subido a "Desde Jamaica" el 6 de mayo de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/08/31 07:00:00 GMT+2
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