2005/10/25 06:00:00 GMT+2
Vale que los dirigentes del PP y del PSOE cuentan con el favor prácticamente incondicional de sus respectivas hinchadas, lo que les permite emplear cualquier remedo de idea a la hora de defender sus posiciones, pero deberían tener un cierto respeto a los millones de ciudadanos que no son incondicionales ni de los unos ni de los otros, sea porque defienden posiciones diferentes, como en mi caso, sea porque no tienen en principio una opinión hecha sobre los asuntos en discusión y buscan en las declaraciones de los representantes de los dos principales partidos españoles argumentos sólidos que permitan reflexionar sobre lo debatido.
No los dan, y ni siquiera ponen interés en disimularlo. Sueltan afirmaciones que, a nada que uno se detenga en ellas, ve cómo se caen por su propio peso, sin que sea necesario detenerse gran cosa en rebatirlas.
Acebes se declara indignado porque el PSOE se opone a la campaña de su partido en favor de la Constitución y dice que es la primera vez que los socialistas critican una campaña en favor de la Constitución, lo que demuestra que son rehenes de su alianza con Carod-Rovira (a quien él llama «Cárod-Rovira», cualquiera sabe por qué). El reproche es del género tonto: el PSOE critica por primera vez una campaña como ésa porque es la primera vez que el PP hace una campaña como ésa, presentándose como único valedor de la Constitución y afirmando que el PSOE la traiciona. Si pretende hacernos creer que esperaba que el PSOE les respaldara en semejante empeño, es que nos toma por necios totales.
Pero llega a continuación José Blanco y afirma con aire de profundo convencimiento que el Congreso de los Diputados no podría rechazar la admisión a trámite del proyecto de Estatut, como el PP pretende, porque eso sería «dar un bofetón a Cataluña» y porque negarse a entrar a debatirlo sería, además, anticonstitucional. ¿Se pensará este hombre que no recordamos ya lo que hizo el Congreso de los Diputados, a iniciativa del propio PSOE, con el proyecto de nuevo Estatuto vasco? Se opuso a admitirlo a trámite. Y, por supuesto, a discutirlo. Aplicando su propia doctrina, habremos de deducir que se trató entonces de «dar un bofetón a Euskadi»; un bofetón anticonstitucional, por más señas.
Oigo las reacciones provocadas por las declaraciones de Acebes y Blanco. A algunos les parecen mejor las del uno; al otros las del otro. No oigo a nadie que diga que ya está bien de tomar a la ciudadanía por imbécil.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (25 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/25 06:00:00 GMT+2
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2005/10/24 07:00:00 GMT+2
Me interesa el fútbol. No pretendo justificarlo escudándome en Terencio y su «Nada humano me es ajeno». Me interesa en especial. No sólo disfruto con los partidos cuando son buenos y competidos; también me divierte lo que se mueve a su alrededor. Suele ser como una parodia, a menudo grotesca, de los comportamientos y los conflictos políticos y sociales.
En esa doble línea de interés, el segundo tiempo del Barça-Osasuna del sábado me pareció de perlas. Sirvieron buen fútbol y, como guarnición, un comportamiento -el del árbitro, Muñiz Fernández- realmente fascinante: jamás había visto en ninguno de los de su oficio una voluntad tan firme de no pitar penalti pasara lo que pasara. Parecía habérselo tomado como un asunto de amor propio.
Hace algunos días oí a otro árbitro, Pérez Burrull, que leyó ante la Prensa un papel corporativo en el que los de su gremio se quejaban de que se les acuse de cometer «errores intencionados».
Al margen de lo que pueda parecer esa expresión (si la resolución de un juez es deliberadamente injusta ya no se trata de un error, sino de algo bastante más grave), me llamó la atención la defensa que hacía de la torpeza de los de su gremio. Venía a decir: «Bien, aunque nos equivoquemos mucho y en cosas muy importantes, no nos juzguen mal: es sólo que somos incompetentes».
Pero el asunto es más complejo que eso. Los actos de las personas no siempre nacen en el terreno de lo consciente. Tampoco los suyos. No está en cuestión sólo lo que ven o no ven en el desarrollo del juego, sino también lo que su subjetividad inconsciente les deja o no les deja ver. Me creo que ninguno de ellos sea capaz de pensar cínicamente: «Me ha parecido ver que la superestrella Zutanito, superpersonaje superdestacado del superequipo del superclub que más comentarios de Prensa genera y más seguidores tiene, ha pegado una patada por detrás a un contrario, pero si lo expulso del campo a los dos minutos, van a hablar de mí y de mi madre durante días y más días. ¿Y si además no he visto bien la jugada y me equivoco? Puf. Lo dejo y a correr».
Doy por hecho que no lo razona así. Pero estoy seguro de que lo siente así.
En cambio, si el jugador al que cree haber visto dar la patada es uno sin demasiado renombre que juega en un equipo discreto, pues lo manda a la ducha y se queda tan ancho, satisfecho incluso de su rigor a la hora de impartir justicia.
La justicia de los árbitros de fútbol no se diferencia en gran cosa de la justicia de los tribunales. ¿Alguien cree que en EE.UU. se pronuncian tantas penas de muerte contra negros y contra hispanos, y tan pocas contra blancos acomodados, porque los jueces estadounidenses son conscientemente racistas?
Y que conste que cuando he citado a los blancos acomodados no estaba pensando en ninguna camiseta.
Javier Ortiz. El Mundo (24 de octubre 2005). Basado en el apunte Errores intencionados, publicado unos días antes. Subido a "Desde Jamaica" el 10 de mayo de 2018.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/24 07:00:00 GMT+2
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2005/10/24 06:00:00 GMT+2
Puede discutirse si los campos de fútbol constituyen un espacio adecuado para la exteriorización de opciones extradeportivas con las que no tienen por qué comulgar todos los espectadores. Supongo que no. Pero lo son constantemente. El hecho de que se exhiban símbolos o se haga publicidad de postulados tenidos por más honorables que otros no cambia en nada la cuestión. Por poner un ejemplo que me parece claro: no veo qué pinta la ostentación masiva de banderas rojigualdas en partidos en los que compiten clubes locales.
Según ese criterio, tampoco sería aceptable lo sucedido el sábado en el Nou Camp, donde un grupo de niños sacó al campo una gran pancarta en la que figuraba un mapa de los Països Catalans, mientras se oía por los altavoces del estadio decir en catalán: «¡Viva la lengua y la cultura catalanas! ¡Viva los Països Catalans!» (*).
Dicho lo cual, las reacciones que ese hecho ha producido en determinados sectores políticos de Valencia y de Madrid, y en menor medida de Baleares, son absurdas. Dicen que se trata de un acto de «imperialismo catalán», «un intento de absorción política» y muchísimas más cosas, todas tremebundas.
Ignoro las intenciones ocultas del hecho, si las hubo, pero, ciñéndose como se ciñó la proclama a «la lengua y la cultura catalanas», no se merece ninguna de esas descalificaciones. Por mucho que ello saque de quicio a la derecha valenciana y le incomode a la balear, el hecho es que la lengua que se habla en Cataluña, en la Comunidad Valenciana y en las Islas Baleares (y en el Rosellón francés, y en algunas zonas de Aragón, y en el Alguer de Cerdeña) es la misma. Un idioma que los lingüistas llaman catalán, sin que ello tenga más connotaciones políticas que las que implica identificar como español la lengua que se habla desde Argentina hasta México, e incluso hasta buena parte de California. En uno y otro caso, la lengua común adquiere particularidades dialectales en los distintos territorios, incluso dentro de cada país, pero no son variedades tan fuertes que justifiquen su consideración como lenguas distintas.
Podrían protestar los unos y los otros si alguien sostuviera que la existencia de una lengua común -y de la cultura común que la lengua conlleva- exige proceder a la unificación política de los territorios que la comparten, al margen de que sus poblaciones la deseen o no. Pero no es el caso.
Sucede algo semejante con la constatación de la existencia de Euskal Herria como ámbito cultural. Ese ámbito, que abarca a la Comunidad Autónoma del País Vasco, a Navarra y al País Vasco francés, es un hecho cultural y lingüístico que no tiene sentido negar. Otra cosa es pretender que ese hecho obliga a constituir una sola entidad política que los abarque a todos. A nadie se le puede criticar por desear la formación de esa entidad política unificada (sin ir más lejos, a mí me parecería bien). Sí cabría criticarle si tratara de imponerla.
Pero a los propagandistas de la derecha española le da igual qué es y qué no es razonable, y se la trae al pairo lo que digan los lingüistas, incluidos los de la Academia Española. Ellos lo que quieren es hacer agitación. Y a eso se dedican.
______________
(*) Lo transcribo en castellano -en discutible castellano, con esos errores de concordancia- porque no he visto en ningún lado la literalidad de las consignas, tal como se lanzaron en catalán.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/24 06:00:00 GMT+2
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2005/10/23 06:00:00 GMT+2
Se reunió ayer en Madrid en acto público un Tribunal Internacional de Opinión para Juzgar la Deuda Externa desde la perspectiva del Estado español. El Tribunal contaba con jueces, acusados, testigos y un jurado popular. No voy a proporcionar aquí la relación de todos sus integrantes, ni a dar cuenta de lo que se dijo, ni tampoco a reproducir la sentencia, porque sería muy largo y porque quien quiera podrá leerlo con detalle en quiendebeaquien.org.
A mí me tocó formar parte del jurado popular. Mi intervención -para la que contaba con 5 minutos, pero hice más breve a la vista de que casi todo el mundo había excedido ampliamente su tiempo de palabra y se nos había hecho muy tarde- fue la siguiente:
«En consonancia con el espíritu de este Tribunal, es mi deseo hacer donación a fondo perdido de una parte del tiempo que me ha sido asignado.
»Como miembro del jurado, apoyo el veredicto de culpabilidad para los acusados. Pero quiero que figure entre ellos otro culpable más que aquí no ha sido citado. Me refiero a los grandes medios de comunicación.
»Estos influyen de muy diversos modos en todo lo que aquí ha sido denunciado a lo largo del día de hoy. Pero hay un uno cuya mecánica no es muy conocida. La describiré brevemente: las grandes multinacionales, los grandes tinglados financieros, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial financian de manera sistemática la realización de estudios supuestamente académicos y técnicos cuyos resultados, una vez elaborados a gusto de quien los ha pagado, se hacen llegar a los grandes medios de comunicación, que los presentan al gran público como si fueran ciencia pura y aséptica, creando en las sociedades de los países comparativamente ricos la idea de que las cosas son más o menos como pueden ser, si es que no como deben ser.
»Los medios de comunicación occidentales no se limitan a manipular los criterios y los sentimientos de la ciudadanía de los países desarrollados. Sus tentáculos (grandes cadenas de televisión, grandes agencias de noticias, grandes firmas de opinión, etc.) condicionan también los medios de comunicación del Tercer Mundo, tratando de sembrar a través de ellos la resignación y el fatalismo entre las propias víctimas.
»Se llega así a la paradoja de que no sólo las poblaciones de los países del Norte consideran que cualquier problema suyo es más importante y más urgente que cualquier otro surgido en cualquier otra parte del mundo, sino que incluso los propios medios de comunicación del Tercer Mundo también se acomodan a esa jerarquía.
»Es una maquinaria muy bien engrasada y muy bien estudiada.
»Existe el riesgo de pensar que lo que afrontamos es un error, una disfunción, y que lo que se impone es convencer al FMI, al Banco Mundial, a los poderes financieros internacionales para que se comporten conforme a los cánones de la justicia. Pero a lo que nos enfrentamos no es a una disfunción del sistema, sino a un sistema que funciona muy bien, sólo que al servicio de sus propios fines. La cuestión esencial no es convencerles, sino vencerles, forzarles, obligarles a soltar la cartera.
»Por todo ello, y como voto particular añadido dentro del veredicto del jurado, solicito al Tribunal que añada una condena explícita del papel de los grandes consorcios de la comunicación en el mantenimiento de la situación de desigualdad económica que padece el mundo.»
Javier Ortiz. Apuntes del natural (23 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de octubre de 2009.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/23 06:00:00 GMT+2
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2005/10/22 06:00:00 GMT+2
Hay muchos dichos sobre los diversos modos en que cabe encarar el futuro. Uno muy clásico, es el que sostiene que un pesimista es tan sólo un optimista bien informado. Otro, también célebre, es el que defiende que hay que combinar «el optimismo de la voluntad con el pesimismo de la razón».
Ninguno de los dos me convence, pero este último me parece particularmente desafortunado. No veo por qué la voluntad haya de oponerse a la razón.
Estuve el jueves con Xabier Arzalluz, con el que tengo, como es bien sabido, una relación cordial, nacida del largo tiempo que nos ha llevado la elaboración de sus memorias (*). Arzalluz y yo mantenemos actitudes ideológicas diferentes, e incluso contrapuestas, en relación a bastantes cuestiones, pero hay un punto en el que ambos coincidimos plenamente a la hora de analizar la polémica actual sobre la hipotética reforma del modelo de organización territorial del Estado: los dos somos francamente pesimistas. Creemos que las posibilidades de que se llegue a plantear el fondo de los problemas son casi nulas, por no decir nulas del todo.
El Euskadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco ha aprobado por unanimidad un documento en el que declara que el derecho del pueblo vasco a decidir sobre su engarce con el Estado español no es negociable, pero que el PNV está dispuesto a discutir con los demás partidos vascos cuándo y cómo se ejercerá ese derecho. Pongámonos en el caso de que el Partido Socialista de Euskadi aceptara el derecho del pueblo vasco a decidir, que ya es ponerse, y que el PP quedara políticamente aislado en Euskadi. Ése sería, sin duda, un punto importante, pero en ningún caso decisivo, porque quien tendría que avenirse a ello es el Parlamento central. Y ahí las cosas están como están. No ya el PP, sino también buena parte del PSOE, se muestran intratables, atrincherados detrás de «la indisoluble unidad de la Nación española». No admiten que se pueda ni siquiera considerar la existencia de diversas soberanías dentro del territorio abarcado por el Estado español. Lo cual viene reforzado por el hecho de que buena parte de la opinión pública española está en las mismas.
El problema puede venir -ya se empieza a amagar en Cataluña, pero podría producirse en Euskadi en similares términos- cuando lo que se plantee sea un enfrentamiento tan tajante como irresoluble entre la representación política y social de Cataluña y Euskadi y la encarnada por la mayoría de las Cortes de Madrid. Hay dos posibilidades que parecen dominar sobre las demás: que cedan Cataluña y Euskadi o que se produzca un choque grave.
Ambas son muy preocupantes. Por eso soy pesimista.
_________
(*) Recibo numerosos correos que me piden detalles sobre la presentación en Madrid de Así fue, el libro de memorias de Arzalluz que he editado y que ya está a la venta -ayer debió de llegar a las librerías-, y sobre otros posibles actos de presentación. Ya dije hace días, y reitero, que la presentación en Madrid será el 10 de noviembre, pero que aún no está claro ni la hora ni el lugar. Lo pondré aquí en cuanto lo sepa. Digo lo mismo con respecto a la eventual presentación del libro en Euskadi. Lamento no poder responder uno por uno a todos cuantos me escriben, pero es que, sencillamente, no tengo tiempo de hacerlo. Me pasaría medio día en ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (22 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/22 06:00:00 GMT+2
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2005/10/21 06:15:00 GMT+2
Lo mío no es la hipocresía, y uno de los comportamientos que más me desagradan es el de la gente que se sujeta en público al viejo dicho latino: «De los muertos sólo lo bueno». Aunque luego en privado eche pestes del finado.
He dicho y escrito en varias ocasiones que Eduardo Haro Tecglen, fallecido anteayer, no es que no fuera santo de mi devoción, sino que tampoco me parecía demasiado santo.
En mi criterio, ser «de izquierdas» -si algo significa eso a estas alturas- no es tanto cuestión de opiniones como de actitudes. Resulta incompatible ir de «rojo» y estar del lado del poder. Obviamente, no cabe trabajar para un gran oligopolio de la comunicación -de la manipulación- y ponerlo a parir, más que nada porque si lo haces te echan a la calle, y de algo hay que comer. Pero de ahí a salir públicamente en defensa del patrón cada vez que alguien le tose hay una considerable distancia. Y Haro la recorrió cada vez que se le planteó el dilema. Si es que consideró que había dilema.
Sólo coincidí con él en una ocasión, en la presentación de un libro sobre medios de comunicación, y aproveché para defender con cierta amplitud la tesis que acabo de exponer en las líneas anteriores. Lo hice sin señalar con el dedo, claro está, pero Haro se dio por aludido y me respondió que las reglas del juego son otras. Que el empleado no tiene más remedio que asumir la causa del empleador. A lo que yo repliqué que no es cierto. Y en ésas quedamos.
En fin, y por resumir: que no estábamos de acuerdo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (21 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/21 06:15:00 GMT+2
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2005/10/21 06:00:00 GMT+2
Oí ayer a un árbitro, Pérez Burrull -los árbitros siempre son citados con dos apellidos, no sé por qué-, que leía un papel corporativo en el que los de su gremio se quejaban de que se les acuse de cometer «errores intencionados».
Al margen de lo que pueda parecer la expresión de la que se sirvió (digo yo que si una resolución es intencionadamente injusta ya no es un error, sino algo bastante peor), me llama la atención la defensa que hacen los árbitros de su torpeza. Vienen a decir: «Bien, puede ser que nos equivoquemos mucho y en cosas muy importantes, pero no nos juzguen mal: es sólo que somos incompetentes.»
Para mí que el asunto es más complejo de lo que ellos pretenden. No está en cuestión sólo lo que ven o no ven en los campos de fútbol, sino también lo que su subjetividad inconsciente les deja o no les deja ver. Me creo que ninguno de ellos sea capaz de pensar cínicamente: «Me ha parecido ver que la superestrella Zutanito, superpersonaje superdestacado del superequipo del superclub que más comentarios de Prensa genera, ha pegado una patada por detrás a un contrario, pero si lo expulso del campo a los dos minutos, van a hablar de mí y de mi madre durante días y más días. ¿Y si además no he visto bien la jugada y me equivoco? Puf. Lo dejo y a correr».
Doy por hecho que no lo razona así. Pero estoy seguro de que lo siente así.
En cambio, si el que le ha parecido que ha dado la patada es un jugador medio de un equipo medio, pues lo manda a la caseta y se queda tan ancho, satisfecho incluso de su rigor a la hora de impartir justicia.
La justicia de los árbitros de fútbol no se diferencia en gran cosa de la justicia de los tribunales. ¿Alguien cree que en EEUU se pronuncian tantas penas de muerte contra negros y contra hispanos, y tan pocas contra blancos acomodados, porque los jueces estadounidenses son conscientemente racistas?
Y que conste que cuando he citado a los blancos acomodados no estaba pensando en ninguna camiseta.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (21 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/21 06:00:00 GMT+2
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2005/10/20 06:00:00 GMT+2
Sentar en el banquillo a un sátrapa culpable de crímenes contra la Humanidad no plantea mayores problemas. Salvo que quien formule la acusación haya cometido también crímenes contra la Humanidad. Porque es muy fácil que, en tal caso, se vea en la incómoda circunstancia de que el acusado le responda al celtibérico modo, espetándole: «¡Pues mira que tú!»
Es lo que les pasó a los organizadores del juicio montado en La Haya contra Slobodan Milosevic. Lo iniciaron con ingente despliegue de medios, como gran espectáculo, pero no tardaron en ponerle sordina, tras comprobar que, si ellos tenían una larga lista de acusaciones que formular contra el expresidente yugoslavo, a él tampoco le faltaban motivos de vituperio, y no quedaba nada estético verlos expuestos a la luz del día.
Washington ha aprendido de la experiencia. El más que irregular Tribunal Especial que ha montado para juzgar a Sadam Husein no permitirá un debate sobre la actuación global del expresidente iraquí. Eso daría pie a una defensa basada en el vilipendio no menos global del comportamiento de sus enemigos, lo que resultaría muy poco conveniente. En consecuencia, ha decidido someterlo a juicio por un crimen comparativamente menor, pero suficiente para justificar la pena de muerte. Ceñida la acusación a ese caso específico, cualquier referencia a asuntos más amplios y controvertidos será considerada improcedente y, por lo tanto, silenciada.
Una vez condenado a muerte Sadam Husein y ejecutado por ese crimen concreto, del resto ya no habrá ni por qué hablar. Asunto concluido. A por otra cosa.
Mi grado de confianza en la sensibilidad de la opinión pública occidental es más bien limitado, pero me pregunto si se avendrá a hacer la vista gorda ante el cúmulo de tropelías que se ha puesto en marcha con este juicio.
La primera y principal -por lo menos para mí- es que se esté planeando dictar y ejecutar una sentencia de muerte. Ya sé que es una especialidad muy del agrado de George W. Bush, pero a mí por lo menos me revuelve las tripas.
La segunda, que pueda funcionar un tribunal que no se sabe en nombre de qué autoridad actúa, puesto que su formación ni siquiera ha sido refrendada por la ya de por sí dudosa Asamblea Nacional transitoria iraquí.
La tercera, que la defensa de Sadam Husein haya sido encomendada a un abogado que carece de experiencia, al que le han endilgado, además, un tocho de 10.000 documentos, que, por mucho que el juicio se aplace, nunca podrá estudiarse realmente.
La verdad es que a mí Sadam Husein me importa un bledo. No se trata de defenderlo a él, sino de defendernos todos de una gente que hace y deshace en el mundo entero lo que le viene en gana, sin la menor preocupación por las normas, las leyes y los derechos.
Hoy deciden acabar con Sadam Husein por la brava. Mañana puede ser el turno de cualquier otro.
Javier Ortiz. Apuntes del natural y El Mundo (20 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/20 06:00:00 GMT+2
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2005/10/19 06:00:00 GMT+2
Leo el titular: «El Congreso de los Diputados quiere regular la profesión periodística». Y me sale del alma la humorada: «¡Pues van buenos! ¡De regular, nada! ¡Está fatal!»
Ayer debatimos sobre ello en el curso de un programa de la televisión pública vasca. Algunos planteamos qué sentido puede tener que la Prensa trate, como asunto estrella, un asesinato -el de la joven Aitzane Garai, sucedido en Bakio- del que no sólo no se sabe aún gran cosa, sino que, además, lo poco que se sabe no presenta ningún aspecto que sugiera reflexiones de mayor trascendencia colectiva. Mi punto de vista es que una muerte así, por trágica que sea, debería ser abordada en principio como una noticia menor. Pero el diario de más tirada de Euskadi -digo, por poner un ejemplo- le reservó ayer los mayores honores de su portada, con titular a cinco columnas y fotografía a cuatro.
No fue casualidad, ni mucho menos. Enumero los elementos que integraban la portada de El Correo Español. Aparte del asesinato de Bakio (60% del espacio disponible), figuraban seis noticias apenas apuntadas, de las que tres eran: una sobre una carrera de coches que se celebró en Bilbao, que precisaría financiación para poder repetirse, otra sobre las contracciones pélvicas de Letizia Ortiz y otra sobre el mal momento del Athletic. El resto del espacio (ya apenas nada, como es lógico) quedaba para la gripe del pollo, la huelga del transporte y las reticencias que muestra Ibarretxe con respecto al acuerdo hispano-francés sobre infraestructuras.
Sensacionalismo barato a espuertas. «Amarillismo», se le llamaba antes. Apenas hace 15 años, una portada así habría resultado inconcebible en un periódico de pretensiones serias.
No he puesto el ejemplo de la portada de El Correo porque tenga particular manía a ese diario, que para estas alturas me cae casi tan mal como todos los demás, sino, todo lo contrario, porque resulta representativa de la tendencia que sigue el conjunto de la Prensa, y no sólo -ni siquiera principalmente- de la escrita. Entre la sangre de los asesinatos, el retrato descarnado de las víctimas de terremotos, maremotos y huracanes, los sístoles y diástoles de las noticias del corazón y las diversas pandemias que amenazan con venirnos un día sí y otro también -aunque luego nunca vengan, porque las paran en África- el periodismo actual se ha convertido en pura casquería.
No es sólo resultado de un deseo irrefrenable de vender periódicos o de ganar como sea audiencia para los noticiarios. Responde también a una profunda querencia ideológica y política. Lo que el periodismo actual busca, por encima de todas las cosas, es aturdir a las masas. Y el método ideal para alcanzar ese objetivo es bombardearlas con una sucesión inagotable de noticias, todas de apariencia terrible, de muy diverso género pero presentadas en el mismo plano, sin jerarquizar, para infundir en la ciudadanía el sentimiento de que está a diario prácticamente al borde del apocalipsis... y menos mal que están los que mandan, que la protegen, que si no qué sería de ella.
Nadie crea que los responsables de los medios de comunicación lo ven así y lo llevan a la práctica cínica, fría y calculadamente. Qué va. Ellos se dejan aconsejar por su «instinto», por su «intuición», que les dice que es eso lo que conviene a la buena marcha del negocio. De todo el negocio, en general. Del sistema.
«No lo saben, pero lo hacen», escribió Karl Marx en El Capital. Así es como funciona.
Pueden discutir los señores diputados todo lo que les dé la gana. Elaboren, si les peta, media docena de estatutos de la profesión periodística. La realidad se encargará de pasar por encima de ellos, o de ponerlos a su servicio. No tengo ni idea de qué carajo es lo que tratan de regular. Pero puedo asegurarles que, si nuestro gremio está así de mal, no es por indisciplina. Todo lo contrario. Funciona como un verdadero ejército. Eficacísimo: no para de causar bajas.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (19 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/19 06:00:00 GMT+2
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2005/10/18 06:00:00 GMT+2
Los sondeos indican que la tasa de respaldo popular al Gobierno de Zapatero está descendiendo de forma muy llamativa, mientras que la del PP -no tanto la de Rajoy, personalmente, como la de su partido- asciende. Eso es lo que se desprende no sólo de las encuestas encargadas por los medios hostiles al PSOE, sino también de las que están difundiendo los que más lo apoyan.
Son muy poco de fiar los trabajos sociológicos sobre expectativas de voto que se realizan cuando no hay elecciones en el horizonte inmediato, pero sí suelen resultar significativas las tendencias que marcan. Y ésta es neta. A lo que parece, hace legión la gente que se declara especialmente inquieta por dos asuntos que ocupan buena parte de los informativos: la política autonómica, con el Estatut, el tripartito y Maragall muy en primer plano, y la inmigración, con los sucesos de Melilla y Ceuta en tanto que principal referente.
Todo indica que en ambos capítulos las posiciones del PP conectan con un sentir bastante generalizado en las clases medias españolas, particularmente fuera de Cataluña y Euskadi.
Es cierto, como sostienen algunos -yo mismo, sin ir más lejos-, que ambas preocupaciones están siendo exacerbadas de manera artificial. Pero precisamente eso es lo más preocupante, porque revela que la oposición en sintonía con el PP tiene capacidad para conectar con los sentimientos de una parte muy importante de la población y para orientarlos en el sentido que más le conviene.
He señalado en más de una ocasión el interés que tiene fijarse en quién marca el orden del día de la actualidad política, o sea, el temario al que finalmente se sujetan las secciones de opinión de la prensa, la radio y la televisión. Quien decide de qué se habla determina en muy buena medida el resultado de lo hablado. En ese sentido, cuanto más traído por los pelos sea el asunto sobre el que todo el mundo debate, tanto más importante resulta que concentre la atención general, porque demuestra que quien lo ha puesto en el centro controla la situación mejor que nadie.
Lo que en este momento me preocupa más es la comprobación de que los mítines sobre los peligros de la invasión inmigrante, de un lado, y los rollos sobre los peligros del separatismo, del otro, tienen cada vez más y mejor acogida en el electorado español. Me preocupa, sobre todo, porque me consta que ni se nos viene encima ninguna invasión inmigrante ni hay ningún peligro separatista en ciernes (en el supuesto de que el separatismo fuera un peligro).
El orden del día de la actualidad política española están empezando a decidirlo el PP y sus amigos. Lo cual es mucho más importante de lo que superficialmente podría parecer.
Es cierto que el peligro, grande, viene atemperado por el hecho de que las huestes del PP se han caracterizado siempre por su capacidad para mostrarse mucho más feroces en sus querellas internas que a la hora de enfrentarse al enemigo.
En eso hay que reconocerles una cosa: que no se diferencian gran cosa de las de izquierda.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (18 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de octubre de 2017.
Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/10/18 06:00:00 GMT+2
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