En su visita a Galicia del pasado 2 de diciembre -realmente fulgurante, aunque intensísima, supongo-, el Rey hizo diversos llamamientos, casi todos situados en la tierra de nadie que le está institucionalmente atribuida: pidió que todo el mundo colabore, que cada cual aporte lo que pueda, que la ciudadanía arrime el hombro, etcétera, etcétera.
Pero añadió a continuación un comentario un tanto extraño, e incluso chocante: reclamó que no se hagan «fotografías demagógicas» de la catástrofe.
Según escuché la frase real, me hundí -yo también- en un espeso océano de reflexiones.
¿Puede una fotografía ser demagógica? Mucho me temo que no.
Es posible servirse de fotografías con fines demagógicos, por supuesto. Pero la fotografía, como tal, jamás será demagógica: recogerá algo que existió en un lugar y en un momento dados.
Cabe también, sin duda, hacer instantáneas con intención, e incluso con cuquería. Ese es, de hecho, el arte del oficio: no conozco ni un solo buen fotógrafo que no trate de decir algo cuando elige un encuadre de la escena o un gesto de sus protagonistas. La cuestión es: ¿Ha desnaturalizado la realidad o ha acertado a sintetizarla?
La reflexión sería meramente discursiva, y hasta académica, si no fuera porque Don Juan Carlos es el Jefe del Estado, y como las Fuerzas de Seguridad son del Estado -por lo menos hasta que el PP las privatice-, se tomaron como órdenes los deseos del mando y se pusieron manos a la obra de inmediato para evitar que alguien pudiera hacer fotografías demagógicas. Y, claro, como no resulta fácil saber si una foto es o no es demagógica antes de verla -o incluso después, como ha quedado dicho- las FSE optaron por cortar las alas a todos los especímenes con cámara que merodeaban por el litoral. Acotaron el terreno de lo que podía fotografiarse o filmarse sin demasiado riesgo de demagogia y vedaron el resto. Enérgicamente: tengo el testimonio de varios fotógrafos que fueron expulsados de la zona costera sin ningún miramiento «por su propia seguridad» -un simpático homenaje a Don Corleone, supongo- y hasta me sé de uno al que la Guardia Civil le tiró la cámara digital al pastoso Atlántico, no fuera a ser que hubiera hecho alguna fotografía demagógica, incluso sin ser consciente de ello. Todo un detalle.
Para estas alturas, no me cabe duda de que el monarca se equivocó con su advertencia. En Galicia ni había ni hay riesgo alguno de que las fotografías resulten demagógicas.
Es la propia realidad la que se encarga de hacer demagogia, ella sola.
Su ocultación tiene un nombre: censura.
Javier Ortiz. El Mundo (14 de diciembre de 2002). Basado en el apunte del mismo nombre publicado la víspera en Diario de un resentido social: Fotografías demagógicas. Subido a "Desde Jamaica" el 2 de abril de 2018.
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