¿Reyes Magos o Papá Noel? Vieja polémica. Dicen los partidarios de la tradición anglófila que su opción es preferible, porque permite a los niños disfrutar más de sus juguetes durante el tiempo de las vacaciones.
El argumento me parece de un utilitarismo muy ramplón y lineal. Al contrario: una de las ventajas que le veo a que los juguetes les lleguen a los niños casi al término de sus vacaciones es precisamente que eso les da más margen para soñar.
No sé ustedes, pero yo al menos disfruto a menudo bastante más con las ilusiones y las fantasías que con las realidades concretas. El mejor momento de todo viaje, para mí, es el que se vive justo antes de empezarlo, cuando se miran las guías y los mapas, y se trazan los planes. En esos viajes imaginarios no hay maletas que pesen, ni el sol quema, ni el pasajero del asiento de al lado se empeña en relatarnos su tediosa existencia.
Uno de los atractivos que tenían de niño para mí los Reyes Magos era lo mucho que se hacían esperar. Eso me permitía imaginar que iban a ser espléndidos conmigo. Luego, llegada la mañana del 6, ya no había espacio para los sueños: ésos eran sus regalos, y ya no tenían vuelta de hoja. Allí estaban los consabidos calcetines, el Colt 45 de plástico, con su cartuchera -la odiaba: estaba hecha para diestros y, como yo soy zurdo, para cuando lograba desenfundar ya me habían matado media docena de veces-... y el consabido libro de cuentos de Guillermo Brown y los Proscritos (lo mejor de todo: los conservo como oro en paño).
Mucha gente de mi edad se declara frustrada porque nunca consiguió en su infancia que los Reyes Magos le regalaran un tren eléctrico. No se dan cuenta de que ese tren de su imaginación fue el mejor de los posibles. Sé de qué hablo: a mí sí que me trajeron un precioso tren eléctrico. ¡Creí estar en la gloria! Resultó un churro de regalo: como había electricidad de por medio, y hasta un complejo voltímetro, no me dejaban jugar con él. Sólo lo ponía en marcha mi padre. Para mí que me utilizó como excusa para regalárselo él.
Los Reyes Magos no sólo me enseñaron a soñar, sino también -y eso es lo que más tengo que agradecerles- a disfrutar de los sueños. Gracias a ellos aprendí a vivir imaginando que la vida podía ser mejor, y la gente feliz, y yo, de paso, también. Desde entonces no he dejado de soñar.
Todos los sueños. ¿Que no hay solidaridad humana, ni Justicia, ni paz? Imagino que una buena mañana abriré los ojos y me encontraré con que algún Rey Mago ha depositado todo eso y mucho más junto a mi zapato.
Es así como, mal que bien, voy sobrellevando la verdad.
Javier Ortiz. El Mundo (6 de enero de 1999). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de enero de 2011.
Comentarios
Se contestó unos años más tarde:
No hay mentiras bonitas
Escrito por: Akerne.2011/01/03 20:03:10.740000 GMT+1