Cuando se armó el escándalo del vídeo, yo era subdirector de El Mundo. Me fastidió encontrarme en esa situación, porque cualquier cosa que hubiera escrito en contra de aquel montaje podría haberse interpretado fácilmente como un gesto servil de mi parte. Se lo dije al propio Ramírez: «Lamento que la víctima no sea algún periodista de la competencia. Me habría lanzado como una fiera a defenderle. Pero, tratándose de ti, no puedo». No sé si entendió mi posición. En todo caso, no me la reprochó.
Me negué a ver el vídeo de marras. Sólo sé de él lo que no he tenido más remedio que oír o leer. Y, por lo que supe, no me pareció que apareciera nada de lo que tuvieran que avergonzarse sus protagonistas. Follar no es vergonzoso. Ignoro cómo lo hará el resto de la población mundial, pero, allí hasta donde la experiencia me alcanza, las cosas que aparecían en la grabación no hubieran tenido nada que hacer en un concurso de exotismo. ¿Que resultaban risibles? Bueno, imagino que sí. Cagar es naturalísimo, pero si saliera un vídeo en el que se viera a monseñor Rouco Varela sentado en la taza del WC haciendo fuerzas, todo el mundo se reiría mucho. Excepto él, supongo.
De hecho, lo que me contaron del vídeo me sorprendió, pero positivamente: no le hacía yo tan humano a Ramírez.
Lo realmente vergonzoso, rijoso y repulsivo fue que un grupo de malhechores, algunos con elevadas responsabilidades públicas presentes o pasadas, realizara ese montaje para desprestigiar a quien por entonces les hacía la vida imposible con las armas de la denuncia periodística, divulgando sus chanchullos y sus crímenes. No me indignó tanto que ellos se metieran en ese lodazal -ya sabía que eran pura escoria-, como que una parte de la opinión pública española, incluyendo no pocos elementos de supuesta izquierda, les aplaudiera la gracia, en vez de tirarles el vídeo a la cresta.
Ahora que ya no soy miembro del staff de El Mundo y que a nadie se le ocultan mis graves desavenencias con el director de ese periódico -alguna de las cuales he dirimido a la vista del público-, puedo ya dar mi opinión sobre aquel cutre episodio sin que nadie pueda malinterpretarme. En ese asunto -¡en ése!-, siempre estuve del lado de Ramírez. Y lo sigo estando.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (1 de agosto de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de enero de 2018.
Nota: al día siguiente Javier publicó Una errata.
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