Leo esta mañana las voces de alarma que me dieron ayer numerosos lectores advirtiéndome de una errata –de un erratum, como se decía antes, cuando todavía se respetaban las declinaciones latinas– que metí en el anuncio del apunte del Diario que va en la página principal de esta web. Escribí: «El vídeo de Pedo J.». Pedo. Vaya por Dios.
Lo primero que me he planteado al apercibirme del gazapo es sí dejar constancia de él o no. A veces, a quienes escribimos mucho –a los periodistas sobre todo– se nos escapan disparates que luego no sabemos si conviene rectificar o no, porque la rectificación puede contribuir a que perciban la pata de banco incluso quienes no la habían notado sobre la marcha. Es una duda práctica que afecta al conocido y no muy fino refrán según el cual la mierda, cuanto más se remueve, peor huele.
Recuerdo un caso que tuvo como víctima a un letrado apellidado Caballero, que fue llamado Canallero. Si el hombre hubiera sido conocido por sus buenas obras, la cosa se habría quedado en el terreno de la pura broma pero, dado que atesoraba una poco imitable fama de sinvergüenza, todo el mundo sospechó que el yerro no había sido tal.
Otras veces entran en danza lo que Nazario Aguado, dirigente del extinto Partido del Trabajo de España, llamó en cierta ocasión «los diablillos del subconsciente». Cierto es que todo el mundo se quedó perplejo ante la alusión de Aguado a los tales diablillos, dado que los sacó a colación para tratar de explicar por qué se había dirigido a Alfonso Sastre llamándolo Alfonso Paso.
No es mi caso. Ni diablillos del subconsciente, ni retorcida maldad. Tan sólo dedos que corren torpemente por el teclado cuando el sueño todavía pesa en los párpados. Me equivoqué. Como se equivocó el corrector de El Mundo que mandó el pasado martes para la rotativa una columna mía en la que se hablaba de «trapecerías», en vez de trapacerías. Gutenberg lo confunda.
Y es que algunos pillamos en ocasiones cada pedro mental...
Nota.- Hubo quien me mandó varios correos electrónicos a lo largo del día para que corrigiera el error. Advierto al público en general que, a diferencia del resto del año, que estoy casi todo el día al pie del cañón, durante las vacaciones conecto con Internet sólo una vez al día, o dos como mucho. Tampoco contesto al correo electrónico, salvo casos excepcionales, precisamente porque estoy de vacaciones y debo ocuparme de otras cosas, entre las cuales una no menor es descansar.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (2 de agosto de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 31 de mayo de 2009.
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