Rodríguez Zapatero discursea urbi et orbi sobre los Derechos Humanos, sobre la paz, sobre la Alianza de Civilizaciones y sobre todo cuanto mejor cree que conviene a la imagen seráfica, de demócrata avanzado y tolerante, que cultiva con tanto esmero.
Lo malo es que sus discursos no siempre se corresponden con su práctica. A veces incluso se dan de patadas.
Un ejemplo: va a la reunión de dirigentes de la UE celebrada en Finlandia y critica ante ellos la política de Putin, que ya se sabe cómo trata a los chechenos -y a quienes denuncian cómo trata a los chechenos-, y sostiene que, a la vista de la prepotencia del presidente ruso, la UE debería buscar alternativas que la hicieran menos dependiente de su petróleo y de su gas. Excelente argumento que le llevó a continuación a defender el establecimiento de relaciones de privilegio con los estados del norte de África, empezando por la muy democrática Argelia, y a traerse de invitado a España al guineano Obiang, cuya mayor virtud democrática es que parece dispuesto a permitir que Repsol instale muchos yacimientos de petróleo en su país.
También tuvo su aquel cómo se sumó en Montevideo a las críticas latinoamericanas contra el largo muro erigido por Bush en la frontera de México, olvidándose de que los muros que ha levantado él en Ceuta y Melilla no son tan largos como los de Bush porque la extensión de las fronteras de aquí no da para más, pero que política y éticamente son idénticos.
Hace cuatro días estuvo en Turquía y se unió al presidente turco Recep Tayyip Erdogan para presentar las conclusiones del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones (sic). En el discurso correspondiente, habló de «la igual dignidad de todos los hombres y mujeres y de su capacidad única de diálogo para resolver los conflictos», pero declinó comentar las críticas que formula la UE al Gobierno del personaje que tenía a su lado, denunciado por sus sistemáticos incumplimientos en materia de derechos y libertades. ¿Obró así por delicadeza diplomática? No parece porque, a cambio, no tuvo ningún empacho en replicar a las críticas de Erdogan al Papa saliendo en defensa de Benedicto XVI (quien, como es bien sabido, está mucho más desvalido que la población kurda y la oposición turca).
Si reivindicara sin más protocolo la necesidad de priorizar los negocios sobre las cuestiones de conciencia, tendría muchas acusaciones que formular contra él, pero entre ellas no incluiría la de hipócrita. Lo que me asquea es ver cómo se exhibe dando lecciones de rectitud moral en la actividad política, cuando es capaz de cerrar los ojos a lo que sea si con ello consigue -es un ejemplo- que los dirigentes chinos dejen por un momento de firmar penas de muerte para suscribirle unos cuantos contratos de cooperación.
Javier Ortiz. El Mundo (16 de noviembre de 2006). Hay también un apunte que trata el mismo asunto: Lecciones de doble moral. Subido a "Desde Jamaica" el 18 de junio de 2018.
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