¡Que los islamistas pidan perdón por conquistar España y quedarse ocho siglos! ¿Y a quién podrían pedírselo? ¿Quizá a los descendientes de las poblaciones magdalenienses que invadieron la Península al final del cuaternario? ¿Tal vez a los herederos de los fenicios que llegaron hasta Gades, hoy conocida por Cádiz, y allí se quedaron? Sugiero a los musulmanes que alcancen un acuerdo con los romanos, que no sólo nos invadieron, sino que nos impusieron su lengua y sus costumbres, para repartirse las culpas. Podrían hacer extensivo el pacto a la parentela de los suevos, vándalos y alanos, que se dejaron caer por aquí en el siglo V, y a la de los visigodos, que vinieron tras ellos (y a por ellos).
Los musulmanes no invadieron «España» –lo que hoy entendemos por España, si es que entendemos algo–, por la muy elemental razón de que los reinos malamente asentados en la península Ibérica a la altura del año 711 ni constituían ni habían constituido nunca una entidad única y diferenciada. Invadieron una serie de reinos independientes cuyos territorios ni siquiera se circunscribían a los de la España actual, porque llegaban en unos casos más allá de los Pirineos y en otros a las tierras de la actual Portugal. No cabe invadir lo que no existe. Para poder hablar con cierta propiedad de «España» hay que esperar al siglo XV, cuando se produce la unión confederal de los Reyes Católicos. Por lo demás, los musulmanes tampoco se quedaron ocho siglos, no sólo porque ya a partir del propio siglo VIII fueron tomando cuerpo en la mitad norte peninsular varios reinos cristianos, por más que enfrentados entre sí (lo mismo que los musulmanes, todo sea dicho), sino también porque bastantes gentes de origen musulmán más o menos lejano se quedaron tras la conquista cristiana de sus tierras.
Tampoco parece saber Aznar que, si de predominio de los valores de la razón se habla, aquellos musulmanes «invasores» dieron muestra de mucha más tolerancia y apego al espíritu libre de la Ciencia que sus enemigos cristianos que, en cuanto pudieron, se afiliaron al oscurantismo, instauraron la Inquisición y organizaron feroces persecuciones contra quienes no profesaban su fe.
¿De dónde habrá sacado Aznar esa visión tan extravagante, a fuerza de anacrónica, de la presencia musulmana en la península ibérica? ¿De la lectura de los tebeos de El Guerrero del Antifaz?
Reconozcamos que algo sí hay de común entre el islamismo que vino del otro lado del Estrecho en aquel tiempo pretérito y el islamismo –los islamismos– de nuestro tiempo: Aznar los desconoce todos por igual.
Javier Ortiz. El Mundo (25 de septiembre de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Aznar historiador. Subido a "Desde Jamaica" el 10 de junio de 2018.
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