Gran polémica entre las comunidades autónomas (las presida el partido que las presida) a propósito de los fondos de compensación interterritorial, o sea, de los dineros que las zonas más pudientes del territorio estatal deben transferir a aquellas que en tiempos del franquismo se llamaba “menesterosas”.
Aquí hay dos criterios contradictorios, pero ambos razonables, que hay que cohonestar: quien tiene menos pide ayuda a quien tiene más y quien tiene más reclama que no haya aprovechados que se le cuelguen de la chepa.
Cuando uno acude a un banco a solicitar un préstamo, ya sabe que la entidad financiera correspondiente le va a reclamar garantías. No digamos las que exigiría si se tratara de una donación. Así solemos administrar casi todos nuestra economía doméstica.
Si los gobiernos de las regiones que exigen ayuda quieren evidenciar que la merecen, deberían demostrar: primero, que están haciendo esfuerzos serios para expandir su propia economía y para autoabastecerse (o sea, que no se dedican a sestear), y segundo, que no utilizan los fondos que reciben del exterior para realizar gastos suntuarios, dárselas de próceres y lucir el palmito, sino para impulsar con tesón la riqueza local.
Mi experiencia viajera me indica que no siempre está muy claro que en España se obre así. Hay gobiernos de comunidades autónomas que se funden auténticos pastones en lavados de fachada, con catedrales pulquérrimas y centros urbanos acicalados al máximo, porque saben que eso les va a aportar un montón de votos, pero que desdeñan el impulso de la economía productiva, porque dan por hecho que para esos avíos ya están las arcas del Estado. Lo cual no pone de muy buen humor a quienes llenan las arcas del Estado.
Digo yo que habría un modo sencillo de resolver este espinoso conflicto: que se inspeccione al detalle y se discuta en público (¿no debería servir el Senado para eso?) cómo administra cada gobierno autónomo los posibles que recibe del erario central. Y que se les abra el grifo cuando lo hacen con prudencia y con criterio social, y que se les cierre en la medida en que pretendan ir de zánganos.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (22 de mayo de 2008). También publicó apunte ese día: Un breve cuestionario.