Nuestras autoridades no tienen ningún empacho en afirmar enfáticamente que los soldados españoles muertos en Afganistán han sido «asesinados», y califican de «atentados terroristas» las acciones armadas que han provocado su muerte.
No seré yo quien discuta que es una desgracia que esa pobre gente haya perdido la vida. Faltaría más. Lo que me parece discutible es a la calificación de los hechos.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, he de dar la razón a Mariano Rajoy. El Ejército español está en Afganistán en una misión de guerra. Tratar de disfrazar esa realidad con artificios verbales sobre labores de paz es una bobada. Los soldados que ha enviado allí el Gobierno de Zapatero van pertrechados con armas de guerra y, llegado el caso, las utilizan. Y disparan a matar, si se tercia.
Es cierto que han acudido con el aval de las Naciones Unidas. De esas mismas Naciones Unidas que jamás han enviado tropas a Israel para asegurar manu militari que se cumplan sus acuerdos. De las mismas Naciones Unidas que avalaron la Guerra de Corea. Pero la legalidad formal de una invasión armada no resuelve todos los problemas, ni mucho menos. Las tropas francesas que invadieron España en 1808 se metieron hasta la cocina con permiso del propio rey de España, antecesor del de ahora. ¿Fueron asesinos los guerrilleros que las combatieron? ¿Fueron actos terroristas sus acciones contra el Ejército ocupante? No me enseñaron eso en la escuela.
En las guerras no está prohibido matar a los soldados enemigos. Sí a la población civil, como hace con demasiada frecuencia el Ejército de los EE.UU. que ocupa Afganistán.
Estaría muy bien que las leyes internacionales prohibieran tajantemente matar soldados. Pero entonces no habría guerras. Ni soldados.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (28 de septiembre de 2007). Javier lo publicó como apunte (¿Se asesina en las guerras?). Lo mantenemos allí porque tiene varias notas y varios comentarios de bienvenida. Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2018.