Una de las virtudes que está teniendo el por otros aspectos tan tedioso y confuso debate sobre las lenguas, comunes o específicas, es la de poner en evidencia la fragilidad del término “izquierda”. Varios de los firmantes del Manifiesto de marras se dicen de izquierdas; muchos de los que lo rechazan, también. Rodríguez Ibarra se proclama de izquierdas, igual que Carod Rovira.
La apelación a la izquierda se ha ido vaciando de contenido en los más diversos terrenos, por no decir en todos. Veamos: el subcomandante Marcos, líder de los zapatistas mexicanos, es de izquierdas; Felipe González, que se lleva a partir un piñón con la oligarquía de México, también.
Otro ejemplo bien chirriante: la izquierda abertzale se presenta como de izquierdas hasta en el nombre, igualito que los militantes del Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (en castellano, Euskadiko Ezkerra quiere decir Izquierda de Euskadi).
Hay políticos de presunta izquierda que se dedican a gestionar los intereses del capitalismo y otros, también de presunta izquierda, que se enfrentan a él con todas sus fuerzas.
La policía del Gobierno de izquierdas detiene a los inmigrantes sin papeles; diversas organizaciones sociales de izquierdas los ocultan y protegen.
La lista podría prolongarse hasta el infinito: hay gente de izquierda que apoya a Israel y gente de izquierda que respalda a Palestina; hay gente de izquierda que defiende la presencia militar española en Afganistán y gente de izquierda que la repudia; hay gente de izquierda que dice que Chávez es un dictador insufrible y gente de izquierda que dice que Uribe es un político protocorrupto y archicriminal, con el que no cabe tener ningún trato amistoso. Etcétera.
Hace décadas, cuando empezó a hacerse más obvia esta aparatosa pérdida de contenido del concepto de izquierda, empecé a bromear sobre ello soltando una humorada: “Es facilísimo distinguir la verdadera izquierda de la falsa izquierda”, decía.“La verdadera izquierda es la que piensa como yo”.
De entonces a aquí, he comprobado que casi todos los partidos que se pretenden de izquierdas parten de ese mismo supuesto. Sólo que en serio.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de julio de 2008). También publicó otro artículo en el mismo diario: Los abajofirmantes .