Dejando de lado la implícita confesión de vasallaje que supone el detallado seguimiento que Europa entera hace de las primarias estadounidenses (para estas alturas ya estamos al tanto de cómo funciona electoralmente cada estado de la Unión, y sabemos más de Utah o de Idaho que de Eslovenia o de Finlandia), resulta significativo ver qué importancia fetichista se da en el viejo continente a que salga electo tal o cual candidato a la Casa Blanca.
¿Es Hillary Clinton más proisraelí? ¿Es Barack Obama menos fanático del embargo a Cuba? ¿Es John McCain la personificación de un tercer mandato de Bush?
Atribuimos demasiada importancia al papel que pueden jugar las querencias de una sola persona, por lucidos que sean sus títulos, dentro de una maquinaria como aquélla, que está perfectamente adaptada para funcionar por sí misma, de manera casi automática.
Sea quien sea finalmente el presidente electo de los USA, tendrá que jugar con las piezas dispuestas en el tablero de su país. Y en ese tablero, como en el de ajedrez, las piezas son fijas: el rey, la industria armamentista; la reina, el oligopolio petrolero; las torres, las multinacionales del automóvil; los alfiles, los consorcios alimentarios; los caballos, las fieras del Pentágono… y los peones, el resto.
Pero la táctica no es cosa suya: las propias piezas deciden cómo y en qué sentido cabe moverlas. En este caso es peor: son las propias piezas las que deciden adónde quieren ir. El presidente debe atenerse a sus designios, le gusten más o menos, y defenderlos.
¿No cuenta con ningún margen? Sí, claro. Los USA tienen un régimen presidencialista y su legislación autoriza al presidente a tomar decisiones cruciales. Pero el instinto de conservación, muy acrecentado tras la experiencia luctuosa de los Kennedy, aconseja a los inquilinos de la Casa Blanca a no salirse del guión y a hacer lo que se espera de ellos.
No es casual que la política estadounidense recurra a actores de cine para ese papel, sea a una escala u otra. Se trata de contar con gente que se aprende el guión y que lo recita con entusiasmo.
Puedo pronosticar quién será el próximo presidente de los USA: otro tal cual.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (12 de mayo de 2008). También publicó apunte ese día: Sí sabe, sí contesta.