Las efemérides de 1968 van a dar mucho juego a los especialistas en aniversarios. Fue aquel un año repleto de acontecimientos trascedentes en muy diversos terrenos, desde la Primavera de Praga, truncada en agosto, hasta la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, pasando por la Ofensiva del Tet en Vietnam, la Revolución Cultural maoísta, el inicio de los atentados mortales de ETA… y muchos otros.
De todos modos, sospecho que el episodio que más furia mediática corre el riesgo de padecer es el llamado “Mayo francés”. Y no lo sospecho porque sea muy intuitivo, sino porque ya he recibido varias invitaciones para participar en coloquios, reportajes y otros programas especiales sobre aquellos hechos. Y si las he recibido yo, que no participé en ellos (viví en París, sí, pero antes de 1968 y después, no durante), me temo lo peor.
Puedo apostar, sin riesgo de perder, a que nos van a mitificar otra vez el “Mayo francés”, presentándolo como una lucha romántica, protagonizada por una juventud utópica y soñadora, enemiga del autoritarismo, pacifista, partidaria del amor libre, la tolerancia universal y las flores en el pelo.
Y un jamón. Si tuviéramos que establecer un paralelo, para que la gente de nuestros días se haga cargo de lo que fue el comportamiento de los estudiantes activistas de 1968 (no sólo franceses: también italianos, alemanes, británicos… y españoles), tendríamos que apelar a lo que ahora se conoce como kale borroka. Aquellos jóvenes no enarbolaban flores, sino cócteles molotov. Y quemaban coches para hacer barricadas, y rompían escaparates, y trataban a la Policía con la misma ternura que la Policía los trataba a ellos.
Cada cual es muy dueño de asumir el pasado, de repudiarlo o de conformarse con constatarlo, sin entrar en valoraciones especiales. Pero el Mayo de 1968 es un periodo de la Historia que cuenta con demasiada gente empeñada en falsificarlo.
Si sumamos a los que fingen que participaron en él, cuando ni lo olieron, y a los que tratan de pintarlo como lo que no fue, tenemos al 50% de la clase dirigente europea.
El otro 50% no lo pretende, pero sólo porque es demasiado joven.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (21 de abril de 2008). También publicó apunte ese día: Sin ambulancias.