En pocos días he pasado de estar sometido al ruido enloquecedor del centro de Madrid a notar la fuerza del silencio de la montaña alicantina.
En Madrid, el piso en el que paro está en lo alto de una calle estrecha y muy frecuentada. Las casas hacen el efecto de una caja de resonancia. Las radios, las bocinas de los coches, las voces, las persianas de las tiendas, las sirenas de las ambulancias (no sé por qué, pero para mí que casi todas las ambulancias que circulan por Madrid pasan por mi calle), los tubos de escape de las motocicletas… El conjunto puede resultar enloquecedor. Y no tiene remedio, porque, si tomo medidas para aislarme, entonces no oigo ni el teléfono ni el timbre de la puerta, y necesito oírlos.
Pero, en cosa de pocas horas, como ha ocurrido en estos días, me traslado a mi casa mediterránea, perdida en el quinto pino, totalmente alejada del mundanal ruido, y el cambio es total.
Aquí no hay nada de lo de Madrid. A veces pasa un coche por la lejanía y se oye un leve zumbido. Hay ocasiones en las que el eco me trae algo de la música que ponen en alguna de las casas de los alrededores. O de las voces de una conversación festiva, de comida de fin de semana al aire libre. Lo que más suena, por lo general, es el canto de los pájaros. Anteayer me entretuve distinguiéndolos, sentado bajo el sol, y separé media docena de trinos diferentes.
Pero el teórico silencio campestre también pasa sus facturas.
Hace una hora, más o menos, me ha despertado un ruido. Tal vez el viento, que azotaba fuerte, hubiera derribado un tiesto. Eran las 3 de la mañana.
A partir de ahí, tumbado en la cama, he empezado a oír los sonidos del silencio, casi todos misteriosos para mí. ¿Una rama rota? ¿Un gato persiguiendo un ratón de campo? ¿No andará rondando alguien por los alrededores?
He encendido la radio, pero resultaba todavía más inquietante: sólo había gente desvelada que pormenorizaba angustias angustiantes.
Así que he optado por levantarme y ponerme a escribir.
Como en Madrid, pero sin ambulancias.
Comentarios
Escrito por: pakua.2008/04/21 07:34:11.131000 GMT+2
www.javierortiz.net/voz/pako
Salud.
Escrito por: Óscar.2008/04/21 10:11:5.264000 GMT+2
Vivo enfrente de un colegio público proximo a la playa. llego a casa para comer sobre las tres-tres y media de la tarde y antes de sentarme a la mesa me gusta pararme en el balcón tomando una lata de cerveza, mientras descanso la vista mirando las montañas. A esa hora los niños del colegios estan en el patio jugando, traviesos y alegres. El ruido que generan es tan ensordecedor que apenas si pueden oirse los motores de los pocos coches que circulan y los tubos de escape de los niñatos tienen todas las de perder frente a la alegría infantil.
Los sabados y domingos y las fiestas de guardar el silencio es absoluto y absolutamente placentero, los pocos ruidos que se oyen vienen a ser mas o menos los que describe Javier para su quinto pino.
Las dos circunstancias me gustan y disfruto de ellas.
Escrito por: leo.2008/04/21 12:22:18.871000 GMT+2
Escrito por: Antonio Gil.2008/04/21 12:59:2.288000 GMT+2
Para romper el silencio cordial que apunta Antonio Gil, diré que estoy de acuerdo con lo que escribe Javier de Mayo del 68.
Por mi parte, he conocido a bastantes más que decían haber vivido ese evento y que me consta que no lo vivieron, que a entonces jóvenes que estuvieron allí de verdad. Si hubieran estado en París todos los pseudoprogres que afirman que estuvieron, no hubieran cabido ni en dos Parises...
Escrito por: Gorka.2008/04/21 16:23:28.423000 GMT+2
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