Tanto el nombramiento de nueve ministras (más que ministros) como la distribución geográfica de sus orígenes natales han merecido diversos elogios, no necesariamente merecidos.
Empezaré por lo de los orígenes geográficos. Obviamente, no cabe excluir que un mandatario muestre particular sensibilidad hacia los problemas y necesidades de su tierra de origen, pero tampoco lo contrario. Con cierta frecuencia, parecen dispuestos a confirmar que no hay peor cuña que la de la propia madera. Los vascos hemos tenido muestras llamativas de ello. Recientemente, la de Jaime Mayor Oreja. (Podría citar varias más. A decir verdad, lo que me resultaría más peliagudo es señalar alguna de signo contrario.)
La composición paritaria del Consejo de Ministros entre hombres y mujeres (al 50%: recordemos que otro hombre, llamado José Luis Rodríguez Zapatero, también se sienta en él, y no en condiciones de igualdad, precisamente) es un buen planteamiento de base, sin duda. Así debería suceder en todos los órdenes de la vida política, económica y social, y ello sin necesidad de forzar la marcha espontánea de las cosas. Pero no es así, y merecen respaldo los afanes por corregir las injusticias históricas.
Pero también en esto resulta preferible curarse en salud, en lo que a cada caso concreto se refiere, porque sabido es que el hecho de ser mujer no vacuna contra casi nada. No sólo en política, pero muy destacadamente en política. Los ejemplos abundan, empezando por el de Margaret Thatcher y terminando por el de Condoleezza Rice, con pausa modesta en figuras de ámbito local, como nuestras inolvidables Isabel Tocino y Ana de Palacio. En el nuevo Gobierno figuran mujeres, algunas con creciente peso, que no son nuevas en estos menesteres y que han mostrado en el pasado una clara inclinación por opciones, sobre todo económicas y medioambientales, que inquietan a las organizaciones que defienden la sostenibilidad y la explotación racional de los recursos.
Su labor habrá de ser juzgada con igual rasero que se aplique a la de sus compañeros de gabinete.
Igual, insisto: incluyendo sus vestimentas, sus peinados y las llamadas telefónicas a sus papás.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (15 de abril de 2008). También publicó apunte ese día: Una pifia y una reflexión.