He defendido más de una vez el liberalismo político –la concepción liberal de las libertades individuales y colectivas–, distinguiéndolo del liberalismo económico, hostil por principio a la intervención del Estado en la regulación de los asuntos económicos y sociales.
Discrepo del clásico laissez faire, laissez passer porque creo que el Estado, en tanto que capitalista colectivo, puede cumplir un papel útil, limitando las ambiciones privadas más desbocadas y promoviendo actividades socialmente necesarias, aunque no resulten rentables a primera vista.
En todo caso, conviene no engañarse con el falso liberalismo de los actuales neoliberales, que menosprecian las libertades democráticas (no paran de pedir que se recorten) y que, en materia económica, sí, se oponen a que el Estado meta baza, pero sólo cuando ven que eso puede redundar en beneficio de otros; a cambio, reclaman la intervención inmediata de los poderes públicos en cuanto sienten peligrar su cartera.
Véase la Unión Europea. La Política Agrícola Común, dedicada a proteger la agricultura continental, se lleva el 50% del presupuesto de la UE. Uno puede estar a favor o en contra de que los estados europeos obren así, pero lo que no puede pretender es que eso sea una muestra de liberalismo. Si la UE fuera liberal, como sostienen sus apologistas, dejaría que los productos agrícolas europeos entraran en libre competencia con los procedentes del Tercer Mundo. Con lo que, claro está, la agricultura europea recibiría un golpe de muerte.
Ahora tenemos por aquí ejerciendo de plañideros a los empresarios de la construcción. Se han hecho de oro durante años, reclamando de todos los poderes públicos (centrales, autonómicos, municipales) que no les pusieran trabas. Pero en este momento, como las cosas se les han torcido, quieren que el Estado acuda presuroso en su ayuda. No por ellos, que son unos ascetas –es lo que vienen a decir en sus plegarias–, sino por los muchos empleos e industrias subsidiarias que movilizan. ¡Qué gente tan solidaria!
¿No reclamaron manos libres a la hora de las maduras? Pues que se apañen también por su cuenta a la hora de las duras.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (18 de mayo de 2008). También publicó apunte ese día: Cuatro apuntes variopintos.