No dudo de que Esperanza Aguirre sea una mujer inteligente. De lo que sí dudo, y mucho, es de que tenga dotes de estratega.
Entre las reglas rectoras de la estrategia, ya sea militar, política o empresarial, hay una muy principal que establece que a los enemigos hay que afrontarlos uno por uno. Abrir demasiados frentes a la vez representa un riesgo enorme. La Historia es concluyente: los ejemplos de Napoleón y Hitler son dos de los más llamativos, pero ni mucho menos los únicos. Los hay a puñados.
La presidenta de la Comunidad de Madrid se ha metido en un montón de peleas simultáneas. Se ha enfrentado a la dirección nacional de su propio partido (ejemplo: ¿qué necesidad tenía de alabar los planes de financiación autonómica de Zapatero sin esperar a ver en qué quedan?), le busca las cosquillas cada dos por tres a Mariano Rajoy, hace vudú con Ruiz Gallardón por donde quiera que vaya… La última, su intento de cambiar in extremis la legislación regional para cargarse al presidente de Caja Madrid, no suficientemente sumiso, lo que le ha llevado a enfurecer aún más al ayuntamiento de la capital, al PSOE y a IU. Por tener, incluso tiene encrespado a Federico Jiménez Losantos, que no le perdona lo poco y mal que salió en su defensa en uno de sus frecuentes procesos judiciales.
Ahora ha aparecido una iniciativa internáutica que reclama que se erija en Madrid una estatua a la presidenta regional. Queda gracioso que los promotores se hayan apresurado a decir que no tienen ninguna vinculación ni política ni religiosa con ella. Ya se sabe: excusatio non petita…
La verdad es que esa efigie no desentonaría nada en una ciudad en la que hasta el propio diablo tiene su estatua.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (31 de diciembre de 2008).
Aviso.– Mañana no sale el periódico. En consecuencia, no habrá "Dedo en la llaga". Sí, en cambio, "Apunte del Natural": ETA y la catástrofe.