Así que Fraga no quería colgar a los nacionalistas. Sólo ponderarlos, o sea, establecer su peso. Un objetivo puramente científico. ¿Dietético, tal vez?
A él también hay que ponderarlo. Ha perdido mucha chicha: se arruga sin parar, por fuera y por dentro. ¡Ah, aquellos tiempos en los que guardaba un mosquetón en su armario del Ministerio de la Gobernación y se lo enseñaba a quienes le contrariaban! Ahora, cuando no sestea o se echa a llorar por lo que sea, retrocede y esconde sus querencias más íntimas.
También el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps –éste cualquier cosa menos arrugado: estiradísimo, casi tanto como su bronceado rival Eduardo Zaplana–, ha decidido recular. Hace unos meses afirmaba, más chulo que un ocho, que en su tierra la asignatura de Educación para la Ciudadanía o se impartía en inglés o no se impartía. Se ha topado ahora con que el gremio de la enseñanza del País Valenciano le iba a montar un pollo de mil pares y se ha acobardado.
Otro chulo menos. O, por lo menos, menos chulo.
Quedan todavía algunas joyas de la arrogancia perdonavidas del PP, cuyo capitán general sigue siendo Aznar, cada vez más encantado de haberse conocido. El caso más escandaloso es el del castellonense Carlos Fabra (que se mea de gusto, según confesión propia), pero el más importante lo encarna Esperanza Aguirre, que insiste en vituperar a todo el mundo basándose en lo que “intuye”, aunque admita que habla por hablar, sin ninguna prueba.
Peor para ella. Los estudiosos del ramo dicen que ha logrado arruinar todas sus posibilidades de reemplazar a Mariano Rajoy.
Y es que la mayoría del electorado español no quiere estridencias. Al menos por ahora.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (17 de diciembre de 2008). También publicó apunte ese día: Cosas de deontología.