Se dirime en sede judicial bilbaína si el lehendakari Ibarretxe y Patxi López se entrevistaron con dirigentes de Batasuna, una organización política disuelta por sentencia del Tribunal Supremo (TS), o con unos ciudadanos que hablaban a título individual.
Es una disputa para leguleyos, vacía de contenido real. A ninguno de los reunidos en 2006 le importaba gran cosa que Otegi y sus acompañantes fueran o dejaran de ser miembros de la jefatura de Batasuna, sencillamente porque Batasuna, como HB, como EH, como EHAK, han sido sólo meros envoltorios electorales pasajeros.
Pero tampoco Ibarretxe y Patxi López se entrevistaron con ellos por su cara bonita. Y es que en esta vida uno no tiene por qué ser o dirigente político o ciudadano de base. Puede ser más cosas. Por ejemplo, representante reconocido, aunque sin título oficial, de un sector de la sociedad. Hay gente que goza del aplauso de una porción importante de la ciudadanía, aunque no haya querido o no haya podido refrendarlo en las urnas. Gente cuyos criterios los gobernantes han de tener en cuenta, porque es influyente y tiene relaciones que también lo son.
El hecho de que el TS decidiera ilegalizar Batasuna no acabó con la existencia de la parte de la población vasca que se siente integrante de la izquierda abertzale. No es un partido político, sino un fenómeno social, que ni se crea ni se destruye con una sentencia, por solemne que sea.
Ibarretxe y López dialogaron, siglas al margen, con unos interlocutores sociales. ¿Que no consiguieron nada con ello? Cabría discutirlo: a veces las apariencias engañan. Pero ésa sería en todo caso materia para un debate político, no para una sentencia judicial.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (10 de enero de 2009). También publicó apunte ese día: Recortes a la papelera.